lunes, 15 de junio de 2020

Quemado por el sol. II.


Nuestro comentario sobre la película Quemado por el sol no era más que eso. No llegamos a hacer ni siquiera una crítica como tal, pues sólo evocamos un aspecto de todo aquello sobre lo que la película se sustenta. No aludimos a la historia rusa ni al personaje principal, coronel del ejército rojo, héroe de la revolución. Tal vez pudimos transmitir involuntariamente un juicio sobre todo aquél periodo y esto ha dado lugar a las críticas recibidas. Desde luego nada había en nuestro texto, pensábamos, que pudiera dar lugar a ello. No quisimos, al evocar las tardes de verano de esa familia, idealizar el mundo al que pertenecieron todos ellos, ni su sociedad, ni su época. No se trataba de eso, sino de hablar de esa familia en concreto, de ese verano, resumen de tantos otros, nada más.

Si quisiéramos tirar por la vía de la Historia, con mayúsculas, habría que detenerse en un cierto diálogo. El que alrededor de la mesa mantienen en un determinado momento Kotov, el héroe soviético y su familia política. Cuando ellos evocan con nostalgia el pasado, la sociedad a la que pertenecieron, músicos, críticos, representaciones musicales, él les reprocha sin amargura no haber sabido defender todo aquello. Les reprocha de alguna manera su inutilidad de gente acomodada frente al vigor de la nueva Rusia que él representa. Lo hace con naturalidad y sin amargura, como quien constata simplemente un hecho. En una escena anterior, durante el paseo en barca con su hija pequeña –la niña es un personaje clave y extraordinario de toda la historia- Kotov evocará sin aspavientos ni lamentos su propia infancia sin zapatos, y comprenderemos que pertenece a esa Rusia campesina, a esa mayoría de la población rusa cuya vida era de una dureza que nos cuesta imaginar. ¿Fue el comunismo la solución? Probablemente, mejor dicho, seguramente no. Pero no es extraño que se dejaran tentar o  que pudieran caer en sus redes. Y no es extraño que tuviera poco éxito, poco agarre entre la población, el gobierno provisional de carácter liberal. Ni tampoco que pudieran maniobrar los bolcheviques a sus anchas en un país con unas condiciones de vida cuya dureza fue multiplicada por la ruina que trajo la guerra, actuando sobre una caldo de cultivo generado por la incapacidad y la ceguera del régimen tradicional –la autocracia zarista- para reformar la sociedad rusa y mejorar las condiciones de vida de la mayoría de sus habitantes.

Se nos ocurre, al hilo de esto, que los sucesos que ocurren en lugares tan importantes, por su tamaño –Rusia-, o su situación en el mundo –los Estados Unidos-, aunque se deban a cuestiones en grandísima medida puramente locales, pueden acabar arrastrando al resto de naciones, a muchas de ellas al menos. Así, el comunismo ruso –que hubiera podido evitarse pero que pudo prender por el terrible contexto social del país- y la corrección política –nacida en una sociedad como la norteamericana, protestante y puritana, para lavar complejos de culpa locales a los que somos del todo ajenos- han contagiado y arrastrado a millones de personas con las consecuencias dantescas que ya conocemos, en el primer caso, y que vamos viendo e intuimos funestas, en el segundo.
Para la Voz de Nava, 
Genaro García Mingo Emperador.


2 comentarios:

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