domingo, 26 de abril de 2020

Tiempo de perros.


No empezar hablando del tiempo es la recomendación que da un buen novelista a escritores nóveles. Pero nosotros, ¿Qué quiere que le diga? No damos mucho de sí y tampoco esto es una novela. Así que diremos que hoy el aire es frio, el día espléndido de luminosidad, como un punto y aparte a la tromba de agua de ayer. Pudimos salir hasta los contenedores de reciclaje a tirar vidrio, como un buen ciudadano. Había escampado y el ambiente era de una primavera intensa, húmeda, con esa luz sutil, delicada, como una filigrana ante los ojos. Disfrutaban de ella los paseantes de perros que al parecer no se ven afectados por el confinamiento o apenas. Mientras ellos pasean se impide la celebración de la Misa en distintas iglesias, aunque el sacerdote y los fieles cumplan escrupulosamente con las medidas de seguridad impuestas por el estado de alarma, y en particular con el artículo 11 del Real Decreto que lo establece. Parece que por fin el animalismo rampante se ha impuesto ya del todo. Ya ve que le he traído de golpe a la más atroz actualidad. Tal vez hubiera sido mejor no dejar de hablar del tiempo.


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