jueves, 4 de abril de 2019

¡De repente un chino!

La mañana luminosa y helada, los coches cubiertos de hielo, por fin, el termómetro caído bajo cero. Por el poligó, tapada su fea desnudez por los rayos del sol y la bóveda de este inmenso cielo azul, resiste el chupatintas. Resuenan los pasos del caminante, chasquidos secos y regulares marcan cada zancada y contrastan sus artesanales zapatos de piel de potro abotinados, de encerados cordones, con el calzado industrial de seguridad. Oiga pero no haga estas comparaciones clasistas que le van a decir algo.
Por el suelo un tornillo, plásticos, un envase, papel de magdalenas revoloteando. Sopla un aire frío que huele a nieve. Un largo camión de tres pisos descarga coches en una bocacalle, llenando el aire de ruidos metálicos, un chirriar de muelles y hierros. Las tapas de las alcantarillas están recubiertas de una capa delgada de hielo, las que siguen a la sombra. No es aconsejable pisarlas si uno quiere evitar el estacazo gratuito y absurdo. Un tío piernas duda con el coche, por aquí o por allá y me mira como pasmado. Conduce tocado con un infame gorro de lana. ¡De repente un chino!


2 comentarios:

  1. ¡Atención a los que parecen pasmados!, desde luego que a tomado Usted preferencia por los chinos, sus dibujos como siempre inmejorables.

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  2. ¿ Para cuando un personaje del lejano oeste dibujado?.

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