¡Como
llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando
sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás
de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y
el horizonte despejándose a la lejos. Por un momento, a no ser por los matices
de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El
invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer
nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y
horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera,
un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad
para dispararse.
¡Precioso texto!, hermoso y entrañable, Felicidades a su autor.
ResponderEliminar¿ A qué hora quedamos para la pizza?. Bonita foto.
ResponderEliminar