sábado, 8 de octubre de 2016

Cepo Gordo.


Habíamos cogido carrerilla mentalmente y, como suele pasar, al llegar a la tecla, los entusiasmos se habían esfumado. Así que encenderemos una pipa. Con eso, cuando pese al calor asoma el otoño, todo se arregla. O casi. Ya está. Un humillo blanco, tenue, que tira a azul y una hebra de tabaco sobre el teclado. El asunto de las cartas, eso era. Hemos recibido tantas, una verdadera avalancha, todas con insultos y todas reclamando que Cepo vuelva a distribuirse como solía, es decir, masivamente, como los tiempos que son masivos, hordas y gordas. Ha habido hasta una pedrada, porque nos resistíamos a la presión, porque nos hacíamos los remolones. Si señores, intentaron reventar con un canto rodado una ventana de casa de Doroteo, en el silencio de la noche de Nava. Pero los cristales de casa de Doroteo no  son cosa fácil de romper. El palacio tiene años pero el cristal es ultramoderno. Como dice Calvino de Liposthey, que le sale la vena antiguo régimen, a prueba de chusma. Oiga, ¿pero usted con que carga la pipa? Al día siguiente encontramos la piedra. La envolvía un mensaje escueto: Help! ¡Psicológicamente desfondados! El papel llevaba el membrete de la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Esto ha sido decisivo.

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