miércoles, 15 de enero de 2014

AL MORIR UN POETA (conglomerado de la REDACCIÓN, sobre la base de un reciclado de asteroides electrónicos)

Ha muerto Juan Gelman. Es un poeta al parecer. No hemos leído ni un verso suyo, ni una línea. Hoy oímos su voz en el programa de radio que le rinde homenaje. Probablemente una de las cosas más atroces que pueden oírse, después de escuchar una retransmisión deportiva, después de soportar la monstruosa voz del periodismo deportivo español, es padecer el periodismo cultural. Su engolamiento, su pretensión literaria, su pose, su roce promiscuo con los autores, producen escalofríos, vergüenza ajena. Murió Juan Gelman, descanse en paz. Carece de importancia, una muerte más, o tiene tanta como la de Pepe Picha. Oír el bombo de la mayoría de periodistas, sus voces impostadas, sus poses, sus intentos de decir algo no teniendo nada que decir, da asco.
- Tendrás que hacerle un haiku.
- El gran Ambrosio Gelman, al que todo el mundo leía.
- No hijo, es Juan, primo de Ambrosio. Todo el mundo lo leía y se metía luego los poemas por el cucu.
Juan Alberto Cucu es otro poeta definitivo, errante sensibilidad, incurable tristeza, desgarrado mirar, gran patada en las pelotas, icono del cono, del cono Sur.
Su poema más famoso es Cucu cantaba la rana.
- Es un porno poema, obscenamente heroico. Con esta frase creo que estoy ya listo para recibir algún premio o escribir en un semanario cultural de algún periódico gochista.
- Escribir con el cucu.
- Fue autor del poemario La ciudad herida, trasunto de experiencias de arrabal a las que volvió tras el tropiezo sufrido con su antología de verso libre Por detrás me gusta más.
- No dices nada de su paso por la ciudad de las luces… Querido Juan Alberto Cucu.
- ¿Querés decir Hurcha, la de las mil farolas hieráticas?
No hijo, París, cogollo del nudo gordiano de su poemario onírico. Las tardes paseando por las riberas del Sena, con el ceño fruncido, en busca de los versos pérfidos y perdidos. No mencionás la Peniche, su poema más desgarrador, sobre el marinero en la botella rosa.
- Aunque fuera un triste montonero, porque sufrió el drama feroz del asesinato de un hijo, leeremos un día algún poema del poeta de la hermosa voz grave, a ver qué tal, cuando hayan callado por fin los corifeos.

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