viernes, 4 de julio de 2014

UFOLOGÍAS III

No puedo recordar todos los detalles de cómo ni cuando llegué hasta aquí. Sólo puedo hablarles de "la voz". 

Escuché "la voz" por primera vez hace años, una tarde de junio apenas vencido el último rayo de sol por el abrazo de las sombras. ¡Esos cielos azul obscuro de las noches de Junio! 

Estaba leyendo en la butaca junto al balcón. En el jardín los grillos enmudecieron, las copas de los árboles se agitaron movidas por una suave brisa cálida,la  bombilla de mi lámpara de lectura parpadeó y en ese preciso instante la escuché. Era una voz profunda, sin matices de acento, sin modulación de carácter ni sexo. Era única y verdaderamente una voz profunda que parecía surgir de lo más hondo de mi ser. "La voz" me habló largo rato, yo no podía moverme ni pensar en ninguna otra cosa que las palabras que la voz iba haciendo surgir de mi interior, como si mi cuerpo se hubiera transformado en un altavoz que transmitía al dictado de un emisor desconocido, neutro, lejano al mismo tiempo que cercano y envolvente. A partir de entonces escuché "la voz" con cierta regularidad y esas comunicaciones fueron jalonando los pasos más importantes de mi vida. Conocí a mi mujer bajo el influjo de "la voz", cambié mi carrera profesional al dictado de "la voz", eduqué a mis hijos siguiendo las detalladas instrucciones de "la voz" y en todos los casos obtuve un éxito enorme; me casé  muy bien, hice fortuna y obtuve prestigio, crié a tres hijos que se han convertido en unos jóvenes sensatos y competentes.

Ayer, ¿fue ayer? volví a escuchar a "la voz". Me habló de una casa en el norte, de una casa situada al borde de un acantilado batido por las olas y el viento del mar. Me habló de una visita que no debía desatender. Subí al coche sin despedirme, conduje durante horas en dirección al norte sin prestar atención de las señales, "la voz" me guiaba con mano segura. Llegué al atardecer, la casa esta situada en lo alto de un promontorio rocoso justo en el vértice del acantilado, a sus pies el mar bate con fuerza y las gaviotas graznan volando incansables sobre las rocas. 

Han pasado horas ¿días?...Estoy en una habitación obscura, un salón de paredes y suelo de madera. Las contraventanas cerradas apenas mitigan el bramido del mar. Viento sur, siento un calor opresivo. En la despensa hay ingentes cantidades de alcohol y pilas de queso gruyere envuelto en paquetes de cincuenta gramos. Al llegar estaba hambriento. He comido dos barritas de queso y se ha apoderado de mi una sed insoportable. He bebido unas cuantas cervezas frías que sólo han conseguido provocarme una sed aún mayor. 

Continúo bebiendo, ahora es güisqui con hielo. 
Una copa, dos. Me siento en un estado de embriaguez amable, no temo nada, no espero nada, sudo pero mi mente no me atormenta ni recuerdo con detalle la última comunicación de "la voz". 

En el salón una enorme librería destartalada alberga una nutrida biblioteca de lecturas veraniegas. El propietario es un tipo de gustos exóticos, mucha novela asiática traducida al ingles, alguna novela francesa, poca cosa en español pero buena e inusual, del estilo Ángel Vázquez. 

Repaso los lomos con el vaso en la mano. La mayor parte son novelas de aventuras, policíacas, negras muy negras, polar...

Escojo una novela negra de un desconocido autor vietnamita. Me siento, comienzo a leer. 

En las primeras cincuenta páginas se han sucedido no menos de veinte encuentros sexuales de todos los tipos imaginables. Saigon surge ante mis ojos enrojecidos por el cansancio, el alcohol y el insomnio como un inmenso catre chirriante dónde millares de seres copulan frenéticamente bajo el calor opresivo del trópico. Intento abandonar la lectura pero no puedo, pese al abuso sexual la trama es buena, el investigador es un hombre de mi edad y pese a las diferencias de tiempo, lugar, raza y cultura, muchas de sus reflexiones me resultan cercanas y reconocibles. 

Paso las páginas y aparece "la voz". El investigador también  escucha una voz interior que guía su vida...avanzo, a mitad del libro su voz le ha ordenado ir a una casa solitaria de una lejana costa...el investigador emprende el viaje en su automóvil y conduce como un autómata, llega a la casa, come, bebe...

Ya no se si leo una novela vietnamita o el investigador lee una novela española por escribir...¿quizá ya esté escrita? ¿quizá todas las historias las ha dejado escritas "la voz" para que nos leamos los unos a los otros nuestras dudas, nuestras miserias, nuestras debilidades?...

Una tercera copa, ¿la cuarta?, el calor va cediendo a medida que el viento bate con mayor fuerza y comienza a llover, las gotas golpean con fuerza el tejado y las contraventanas. 

El sueño me está venciendo... "la voz" me espabila anunciándome la inminente llegada del visitante. 

Abro la puerta, doy cuatro pasos temblorosos en dirección a la escalera, la lluvia me empapa y el viento golpea mi rostro, trato de dirigir la mirada por encima del jardín en dirección a la carretera. Apenas puedo distinguir un destello de luz en el camino, deben ser los faros de un vehículo potente, eso pienso justo antes de que un halo de luz blanquecina envuelva por completo la casa. El viento se calma como por ensalmo, veo caer la lluvia a lo lejos pero no llega hasta mi, tengo la sensación de estar dentro de una esfera que me protege del viento y la lluvia. La luz me ciega por completo, me acuerdo del investigador y pienso ¿quizá el también esté ahora rodeado por un halo de luz en las lejanas costas de Vietnam?...

jueves, 3 de julio de 2014

BERGAMOTIANA IV

El hispanista y las pavas. De nuestro hispanista ilustrado Sigmund Trotti:

Titar: dicho de un pavo, graznar para llamar a la manada. Los amigos titan. Las troncas titan. Hay que ver el detalle de las que se creen algo, tan pisando fuerte. Pues no, inevitablemente el tiempo va haciendo su trabajo y destapando lo que detrás del disfraz se oculta, la implacable verdad de la genética, y van saliendo las carotas de pueblo, las manos gruesas que con el frío se ponen un poco moradas por la mala circulación, como se le ponían a la abuela Severina, allá en el pueblo, la brutalidad del rasgo se acentúa, lo macizo del cráneo se destaca y uno ve llegado el momento en que lo que parecía una moderna desinhibida e hiperconectada, culmen de la modernidad sexy, esculpida por horas de gimnasio y viajes a Cancún con el noviete (en lugar de ir a dar una vuelta por el bar de la plaza), se convierte con el paso inexorable de los años en una viejuca de las de silla de mimbre y toca negra sobre la cabeza, que echará de menos un corral con unas gallinejas para entretenerse un ratillo, al caer la tarde o por la mañana temprano, tirándoles pan duro, pita, pitas, pitas.

Cuidado con Escolástico Bejarano Sisón.

La confusión reinante. Dice Alcides Bergamota que uno de los síntomas de la confusión reinante es ver hoy a tantas mujeres equivocadas o distraídas que sin darse cuenta salen a la calle en diminuto pijama desde primera hora de la mañana. De la misma forma, es otro síntoma de la confusión de los tiempos, de la subversión de los valores, de la corrosión de los cimientos, ver como los herrajes que eran propios de las caballerías, o los tatuajes a la tinta china que eran propios de presidiarios, lobos de mar, caborneros y chinos infames, propietarios de fumaderos de opio, se han generalizado y los llevan las hijas de familia y las otrora púdicas secretarias. Lo dice el gran Alcides sin lamentarse por ello, como simple observador o cronista de los tiempos, un moderno Petronio.

miércoles, 2 de julio de 2014

BERGAMOTICA III


Bergamotiana (o Bergamótica) III.

En su incansable labor de rescate y divulgación de la obra del ilustre polígrafo, Calvino de Liposthey nos ofrece los siguientes apuntes, recogidos de una de las famosas libretas de apuntes del gran Bergamota.  

La Pipa. La cuestión de la pipa no es el habano, ni mucho menos. En la pipa priman sin duda la belleza del gesto y del objeto sobre el fumar. Belleza, estética, gesto, no es poca cosa. Pero fumar, fumar, el habano. Porque el habano tiene como supremo atributo, la lentitud, la languidez, el tiempo suspenso.

Mayo en Madrid. El sábado compré en una pastelería de la calle de Alcalá unas rosquillas del Santo, la mitad listas y la mitad tontas. Al comprar las tontas me acordé de unos cuantos, al comprar las listas me quedé en blanco. La dependienta estaba enfadada, la tía retaca, porque era tarde y no quería ya vender. Seguro que no era la propietaria. Echó bufidos y fue antipática, estuve a punto de regalarle una de las rosquillas, ¿adivinen cuál?

Todavía pasear desde la plaza de toros por la calle de Alcalá arriba es un espectáculo, queda todavía un mundo con algún rasgo castizo y original, en las pintas, las tiendas, la ropa, el aire, la forma de andar, las cervecerías llenas, las enormes raciones de patatas fritas, por muy igualado que esté hoy todo.
***
Dice Calvino que tiene alguna cosilla más que publicará mañana. Dice más cosas, pero son un poco ofensivas y no las damos a nuestro público que no merece más que cosas buenas y finas, y unas ración de rosquillas...

TERAPIA

Tato y compañía deberían hacer terapia. Don Estra se acusará de afirmar que en Madrid, valga en el centro, no hay otoño. Confesará su error y describirá el otoño como una de las más finas, delicadas y hermosas estaciones que existen y el cielo de Madrid como algo único. Don Manolito dirá que no piensa hacer terapia de ninguna clase y mucho menos colectiva, que su terapia es mandarles a todos al cuerno y que si se han cruzado de acera que avisen que está harto de maricas reivindicantes. Alcides dirá que él ya ha confesado sus más atroces pecados a quien deben confesarlos los católicos y que alguna muestra ha dado de los mismos en sus escritos y que no quiere insistir ante este grupo de rijosos puesto que al tratarse en su mayoría de proezas de carácter sexual sabe que su descripción pormenorizada tendrá efectos terribles de los que no quiere responder. Para sorpresa de todos, Tato abre su corazón, luego se arrepiente y los tumba a tripazos.

domingo, 29 de junio de 2014

UFOLOGIAS II

Luisito era un chico de doce años inteligente y sensible que desde los nueve sentía y alimentaba un interés desmedido por los asuntos extraterrestres.

Luisito vivía con sus padres, dos personas honradas y sin aparentes problemas mentales y con una hermanita un poco más mayor que el y como casi todas las adolescentes un tanto atolondrada, con el cuerpo y la mente revueltos por mil cosas que no comprendía y otras dos mil más que creía entender, pero que tampoco entendía, y que le daban miedo y la provocaban unos cambios de humor terribles que la conducían a pasarse el día entre llantos, hipos, sonrisas, abrazos y raptos larguísimos de incomprensión y melancolía.

Una tarde, a principios de la primavera, Martita y mamá habían salido de compras. Luisito y su padre estaban solos en casa. El padre leía una novela sentado en un cómodo sillón de orejas, Luisito andaba desaparecido en las profundidades de su cuarto hasta que hizo su aparición en el salón y se situó a escasos metros de su padre. 

-Papá
-Dime Luisito
-Quiero ir al Canadá
-¿Y cómo es eso?
-Me he enterado que el Canadá es una tierra poblada por extraterrestres.
-¿De dónde has sacado esa idea?
-Lo he deducido por la abundancia de castores.
-¿Y cual es la relación entre los castores y los extraterrestres?
-Los castores se ocupan mucho de sus hembras. Son atentos y obsequiosos.
-¿Dónde aprendiste eso?
-Fue ayer, en un documental de la televisión.
-Pero bueno, Luisito, eso no es nada extraño, en muchas especies los machos prestan atención a sus parejas.
-No papá, hay algo más, escuché lo que dijo la tía Angelita.
-¿Y que dijo la tía Angelita?
-Al escuchar que los castores eran atentos y obsequiosos con sus hembras,la tía dijo que "sin duda los castores son seres de otro mundo", lo recuerdo bien, lo memoricé.
-Así que dedujiste que si los castores son "sin duda, seres de otro mundo" deben ser extraterrestres...
-Así es.
-Pero si los castores son extraterrestres ¿cómo es que nadie se dio cuenta de ello?
-Porque los canadienses también son extraterrestres y ellos trajeron a los castores desde su planeta.
Mira papá, ayer estuve leyendo en internet muchas cosas sobre el Canadá y los canadienses, todo cuadra. Escucha, lo anoté todo.
Lusito sacó de un bolsillo de su pantalón una libretita de tapas rojas y comenzó a leer.
-Los canadienses no son americanos ni europeos, habitan un territorio enorme y apenas poblado por un puñado de gente que aparentemente vinieron de Europa pero que se empeñan en no tener nada que ver con sus culturas de origen y crearon el "verdadero canadiense". Luego comenzaron a llamar a otras gentes de todos los países del mundo para que fueran a vivir allí. Está claro que son otros extraterrestres que están reuniéndose, preparando algo grande que está por llegar. Escucha, hay más datos. Comen cosas extrañas como granos de plantas de río que llaman arroz salvaje, savia de árbol que llaman sirope de arce, beben zumo de grosella, no juegan al fútbol y para divertirse se dedican a empujar una piedra por encima de una pista de hielo, les gusta el invierno y van todos vestidos de una forma muy rara, está claro, tienen que ser extraterrestres.
-Puedes estar en lo cierto, Luisito, pero creo que deberías investigar más este asunto antes de llegar a una conclusión definitiva.
-Por eso quiero ir al Canadá.
-Lo entiendo Luisito pero tendrás que esperar, aún eres pequeño.
-Pero papá, si este curso saco buenas notas...
-Mira,Luisito, quizá sea mejor que hables de ésto con la tía Angelita y le preguntes porqué según ella "sin duda, los castores son seres de otro mundo"
-Ya lo hice.
-¿Y que te dijo?
-Se puso colorada y trató de cambiar de tema...
-O sea que no te aclaró nada.
-No, pero me hizo pensar que sabía mucho del tema, creo que la tía Angelita puede haber tenido contacto con los extraterrestres y por eso sabe que "sin duda, los castores son seres de otro mundo".
-Bueno, esa sin que es una hipótesis bastante arriesgada..
-No, papá, piensa en ello. A la tía Angelita le gusta el salmón, come arroz salvaje, le gustan los zumos de frutas raras...
-Puede ser, Luisito, puede ser, además debes saber algo que nunca antes te había contado...
-¿Un secreto? ¡Oh si, papa, un secreto! ¡Cuéntamelo!
-Mira Luisito, ¿sabes dónde conocí a mama y a la tía Angelita?
-No papá.
-En un viaje al Canadá, dando un paseo por Mount Royal, al pié del Lago de los castores...

Al escuchar las palabras de su padre Luisito se quedó paralizado, fue un choque terrible, le temblaban las piernas, era incapaz de hablar. 

A su alrededor las formas comenzaron a perder nitidez, se sintió invadido por una extraña placidez, una luz blanca envolvía el salón, antes de perder el conocimiento tuvo la certeza de que el rostro de su padre se transformaba y dónde antes estaba su sonrisa amable, su mentón firme y su mirada clara ahora podía distinguir unos dientes sólidos y grandes, un hocico peludo, unos ojillos maliciosos que lo miraban fijamente...