sábado, 29 de octubre de 2016

Triscando entre lecturas.


Está usted un poco obsesionado, todo bajo ese mismo prisma respecto a España. Es que son tantas las bobadas… Ya, pero es que esas lecturas extranjeras podrían darle a usted un aire sofisticado, un fuste intelectual que se pierde al volver siempre el ojo hacia la piel de toro. ¡Se pierde lo cosmopolita, lo internacional…! ¡Vivimos tan a gusto pensando que todo lo de fuera es mejor, que es perfecto! ¡Y viene usted con su boina y su garrota chafándolo todo!
Edmundo Burke escribe y publica su famoso libro Reflexiones sobre la revolución en Francia entre 1789 y 1790. Es por tanto contemporáneo de aquellos hechos que se calcula llevan a exilio –no hablamos de guillotina ni de paredón- aproximadamente a trescientos mil franceses. Y escribe Burke refiriéndose, claro está, a la Revolución: “En los jardines de su academia siempre se termina viendo sólo patíbulos, se mire por donde se mire.” (…) “Ningún público asistente al teatro en Atenas toleraría lo que se ha tolerado en la triunfal tragedia de este día triunfal: ver al actor principal sopesando, por así decirlo, en una báscula que cuelga en la tienda de los horrores, los crímenes de hoy con las posibles ventajas del mañana; y después de poner unos y otras en sendos platillos, verlo declarar que la balanza se inclina a favor de las segundas. El público de Atenas no toleraría ver los crímenes de la nueva democracia presentados como ajustes de cuentas frente a los crímenes del viejo despotismo.”
 
El editor de Baudelaire fue Auguste Poulet-Malassis. El apellido incluye un juego de palabras obvio en francés que podría traducirse al español como pollo mal sentado. De hecho, su amigo Baudelaire le llamaba “Coco Mal-Perché”. De toda la labor editorial de este buen señor hablaremos otro día, porque lo que hoy nos ha divertido es esta frivolidad del juego de palabras, ustedes perdonen, pero es que no damos para más.
 
Y llegando al poeta, a Baudelaire: de 1855 es su diatriba contra el progreso, en tantos aspectos tan sugestiva. Incluye cosas como ésta: “Il est encore une erreur fort à la mode de laquelle je veux me garder comme de l’enfer.- Je veux parler de l’idée du progrès. (…). Cette idée grotesque qui à fleurie sur le terrain pourrie de la fatuité moderne, a déchargé chacun de son devoir, délivré toute âme de sa responsabilité, dégagé la volonté de tous les liens que lui imposait l’amour de beau (…). Si hubiéramos hecho en tiempos el curso de mecanografía que nos propuso aquella rubia descarriada, transcribiríamos en un momento un largo extracto del texto de Baudelaire, gran detractor de la fotografía. Pero se nos cansan los dedos. La traducción al español de lo citado vendría a ser ésta: Se da todavía un error que está muy de moda, del que quiero guardarme como del infierno. Me refiero a la idea del progreso. (…) Esta idea grotesca que ha florecido sobre el terreno podrido de la fatuidad moderna ha descargado a cada uno de su deber, liberado toda alma de su responsabilidad, redimido la voluntad de todos de los lazos que le imponía el amor a lo bello. (…). Esto de traducir “beau” nos ha planteado dudas. Debería ser bello, o tal vez belleza en femenino.
 
Baudelaire sería procesado en 1857 por Las flores del mal, como lo había sido Flaubert por Madame Bovary: ofensas a la moral pública y a las buenas costumbres, multa y obligación de retirar del libro seis poemas Pero por favor, recuerden que históricamente la censura, la represión, el ánimo inquisitivo sólo son propios de España. No queremos que nadie se lleve un soponcio.
 
Baudelaire había nacido en 1821. Juan Valera en 1824. Emily Dickinson en 1830, murió en 1886. Valera fue excepcionalmente longevo y llegó al siglo XX. Baudelaire se quedó más corto, cosas de la sífilis al parecer, y murió en 1867. Al año siguiente salía de España Isabel segunda, camino del exilio, a Paris. Y en 1870 con la derrota de Francia frente a Prusia caía el llamado Segundo Imperio, abdicando su presidente-emperador Luis Napoleón. Víctor Hugo que llevaba veinte años en el exilio por su oposición a Napoléon “Le Petit” volvía ese año a Francia. ¡Pero no olviden que sólo ha habido exilio político en España! Adolfo Thiers defiende la forma de estado republicana porque, dice, es lo que menos nos divide. Y en efecto, al Segundo Imperio sucede la Tercera República.
 
Por la misma época, Emily Elizabeth Dickinson vive en Nueva Inglaterra. ¿Puede haber vidas más opuestas que la suya y la de Baudelaire o Valera? Para asomarse un poco al mundo de Emily es muy recomendable leer la introducción que preparó Carlos Pujol para su antología de poemas de la norteamericana, publicada por La Veleta, Granada en 2005. De hecho, para ser sinceros y quitarle a estos párrafos cualquier veleidad erudita, diremos que sobre Emily es lo único que hemos leído y que, además, siguiendo a Carlos Pujol, no queremos saber más, ahí están sus poemas: “los investigadores llevan muchos años dedicándose a hurgar y a escudriñar todos los recovecos de esta historia; así  han surgido una infinidad de datos no siempre fáciles de interpretación; y también conjeturas, sospechas, suposiciones biográficas que complican exasperantemente todo lo que nuestra curiosidad puede saber e imaginar acerca de Emily Dickinson y de los que la rodeaban.
Cualquier reconstrucción de una vida es fantasmagórica, cualquier biografía, por muy bien documentada que esté se mueve entre la novela el espiritismo. Entrar por efracción en el pasado, rehacerlo, juzgarlo, decidir acerca de mil incertidumbres que dejaban perplejos a los mismos protagonistas que lo vivieron tiene mucho de temeridad arrogante e indiscreta. Pero también necesaria para que se desvanezca el mito en el que se pierde la gran poesía. (…) Organizar con todo eso la explicación de una vida es una tarea que no puede ir más allá de dar puntos de referencia simplemente orientativos, dejando que los versos hablen con la mayor libertad posible.
 
Se estrena ahora una película sobre ella. ¿Debemos temernos lo peor o no? ¿Nos la presentarán como una lesbiana furiosa reprimida por un entorno familiar asfixiante, incluyéndola en la espantosa nómina de invertidos sobrevenidos que de forma incansable va confeccionando el lobby gay? ¿Está seguro de que usted mismo no está incluido ya en la lista? Es muy posible que usted sea en realidad de la otra acera y no lo sepa. ¿Por qué no prueba? ¡Guiñle un ojo a ese vecino seductor! Por si las moscas le apuntamos al club. Con los muertos la cosa es fácil porque les resulta un poco difícil defenderse. ¿Qué harán con Emily si a Goya le han hecho ya anti-taurino? Pero en fin, tal vez la película vaya por otros rumbos, no la hemos visto. En todo caso, ¿por qué no dejar en paz a Emily?
 
Y hemos sabido que se prepara otra película, esta vez en España, sobre Unamuno y el incidente en Salamanca al inicio de la guerra civil. Nuevo temblor. ¿Cuántas medias verdades, cuantos tópicos, cuantas mentiras y moralina estarán preparando para servirlas sin el menor rubor y con la mayor arrogancia?
 
En 1924 desde Muzot, en Suiza, Rilke escribe a Antoinette de Bonstetten para contarle que ya están aquí las primeras anémonas que ha recogido en las colinas y las describe con todo detalle, explicado lo que representan respecto a la estación del año. La letra t, presente seis veces en dos palabras. Y en Madrid, después de la lluvia de los días pasados, ha vuelto un verano, un verano otoñal, de veinticinco grados, en el que las flores vuelven a oler.
Fin.

Cosas nuestras, de aquí.


Se diga lo que se diga,

 qué bonito es un entierro,

 con sus caballitos blancos

 y sus caballitos negros,

 con su cajita de pino,

 y su muertecito dentro,

 con su cochero borracho

 y "to" el acompañamiento.

 Trincando el de la manguilla,

 trincando el Ayuntamiento,

 trincando el sepulturero,

 y esperando pa trincar

 Hacienda a los herederos.

 Se diga lo que se diga,

 Qué bonito es un entierro.

Tenemos que identificar al autor.

jueves, 20 de octubre de 2016

De los cuadernos de Alcides Bergamota (cortesía de la incansable labor de Calvino de Liposthey).


Un día señalado.
Aunque sin duda han pasado hoy cosas importantes, dignas de ser reseñadas, esto es lo único que hoy puede decirles el Cepogordismo, sinceramente, dos puntos, se abren comillas:
 
“Angus estaba plantando unos bulbos. Cuando se entrega a tales tareas le disgusta que le interrumpan”.
 
Es una cita, sabia, erudita, intelectual, ya diremos de quien, otro día.

lunes, 10 de octubre de 2016

Novillada


Fuimos ayer a los toros. Una novillada de encaste Carlos Nuñez. A nosotros nos parecieron bien presentados, escasos de fuerza sobre todo dos de ellos que se desfondaron, aunque sin llegar a naufragar la tarde, que tuvo interés. Uno de los novilleros fue vapuleado por sus dos toros. El primero de una derrote se lo subió al lomo, de dónde volvió a caer sin que pasara nada más grave. El segundo novillo –por hechuras eran realmente toros- le estuvo avisando toda la tarde hasta que al final le prendió de la misma forma y en el mismo momento en que lo había hecho el primero. Pero esta vez con más fuerza, más violencia, de manera tan aparatosa, tan a placer el toro que pensamos que lo había empitonado de verdad y que estábamos asistiendo a una tragedia. San Pedro Regalado estuvo al quite toda la tarde, y nuevamente se produjo el milagro de salir ileso, queremos decir, sin empitonar. Pero realmente lo interesante del lance es que, según nos parece, los dos toros le cogieron por la misma razón, y es que los dos iban sin torear, tan a su aire y tan poco sometidos que se acabaron por enterar de quien era y donde estaba el señor que a buena distancia se movía como haciéndoles la ola. El toro pasaba y el torero pasaba, el toro se paraba y el torero también, el toro arreaba y el torero tenía que arrear cediendo terreno, dando uno o dos pasos atrás, o los que fueran. No vimos parar, ni mandar. Y templar, templaba el toro. Hasta que harto y descubierto el engaño, se fue al bulto y no pasó nada más porque Dios no quiso.

 

Y a ese novillero que no sabe nada de su oficio, que en rigor realmente no toreó, el público de ayer le premió con una oreja. ¡Pero qué público! No nos entretendremos en describirlo porque sería faltar a la caridad. ¿Quién decía aquello de ¡que publiquito! utilizando el diminutivo para no decir más? Salvo que alguien del entorno del novillero haga algo por corregirlo, el premio que equivocadamente le dieron ayer conduce directamente a la cogida grave si no enmienda su actitud y se pone a torear. Otra cosa es que toreando de verdad, mandando y obligando al toro de verdad hubiéramos podido ver ayer tantos pases como ahora se dan. Es posible que mandados y obligados de verdad, por un torero en su sitio y dominador del arte de Paquiro, al menos dos de los seis animales, si no cuatro de los seis, se hubieran tumbado al tercer muletazo mandón. Entonces, porque no se sabe o porque no se puede, por una cosa o por otra, no se torea. Se corre la mano al son que marca el toro confiando en que su floja condición permita dar cuatro o cinco series sin problemas mayores, con un animal repetidor, mecánico y colaboradpr. Pero si el bicho saca un algo, una punta de genio, o de enterarse, o de lo que sea, que no sea seguir sobre los raíles de tren que parece que le han puesto, entonces, como va sin torear, ¡torero por los aires! Y gracias a que ayer sólo fueron magulladuras.

 

Y el público. ¿Qué entrada habría ayer en Las Ventas? ¿Dos mil, tres mil personas? Enorme cantidad de extranjeros, representantes de casi todas las naciones del orbe. El españolito que tenga quejas de sus compatriotas no tiene más que acercarse a Las Ventas una tarde como la de ayer para ver como son nuestros vecinos de otros países de Europa o la tropa norteamericana y asiática. Se le pondrán los pelos de punta. Entiendo que no es un consuelo, pero no deja de ser toda una experiencia. ¡Y eso que estos son los que van una tarde a los toros! Es decir que no forman de la masa radical-ecologista-vegana-antitaurina-animalista-animista. Es posible que pertenezcan a la tribu de tornillo en la nariz, adicta a la Diosa Salud, al footing, jogging, gimansing y al joputin, no podemos asegurarlo, pero al menos han tenido la curiosidad de acercarse a la plaza. Si además el españolito es cepogordista (pero entonces no será quejica, porque el cepogordismo no es llorón), puede rizar el rizo encendiendo entre ese público un habano, un habano pequeño, no hace falta que sea una gran trompeta. El experimento clínico en que consiste la observación de ese raro público alcanza entonces su paroxismo y surgen de repente todos los comportamientos característicos del modernillo cargado de derechos que pone caritas, hace aspavientos y toda clase de gestos. Sobre todo ellas fíjense, ellas, verdadera encarnación del tiorrismo contemporáneo. A nuestra derecha seis que parecen italianos. Menores de treinta y cinco. Pinta medianeja, pero no del todo desastrosa, cierto aseo, ni taladros ni a la vista tatuajes. La que ellas organizan porque en dos ocasiones se les arrima una volutilla de humo sutil es una cosa para filmarla. Por su supuesto el ceporgdista impertérrito lamenta no haber traía la mentada trompeta y una chimenea de cartón para dirigir el humo contra las tiorras. Ellos callan y no mueven un músculo, como avergonzados por las demostraciones de ellas que son las que seguramente mandan, como es hoy en día habitual. Podían haberse cambiado de sitio porque la andanada estaba prácticamente vacía, pero eso no se les ocurre. La cosa es montar el pollo reivindicando derechos que en este caso además no tienen. En el cuarto toro las tiorras se levantan y dan la señal de partida.  Ellos, cabizbajos, las siguen sin rechistar. Nos quedamos con la búlgara de delante que viene con una señora que parece ser su madre y un señor de grandes bigotes y potente nariz, de edad indefinida, probablemente su marido, de ella, no de la madre. A la búlgara le falta un diente. ¿Nos veremos así alguna vez, faltos de un diente? Va correctamente vestida con un detalle importante que le agradecemos: bonito zapato cerrado de color rojo. Es decir, no nos enseña los pies, que es algo tan desagradable y ordinario. Muchas gracias señora búlgara. Encantada al ver que se largan las tiorras italianas se enciende el segundo pitillo y hablamos un poco. Ha detectado que somos indígenas y nos pregunta en buen español alguna cosilla sobre el desarrollo de la lidia que luego traduce a su madre en búlgaro (asumimos que en un perfecto búlgaro). Cae la tarde y al subir las escaleras para llegar a la avenida de los Toreros nos damos un momento la vuelta. La plaza iluminada es un hermoso espectáculo, que transmite hoy una punta de melancolía.

sábado, 8 de octubre de 2016

PIPISMO (silva de varia lección).


Varia de pipismo.

Entre las cartas recibidas animándonos a volver a distribuir Cepo alguna contenía sugerencias de posibles temáticas cepogordistas. Una de ellas quería algo así como historias de una pipita cerda. Esto es intolerable, y como es lógico la carta con tan fea sugerencia ha ido a parar al tacho, al cubo de la basura vamos. Sin embargo la cuestión pipista, a secas, siempre es sugerente y damos a continuación algún material selecto, y tabién disperso, aprovechando que con la llegada del otoño, la pipa parece recuperar un lugar más natural, más sereno, entre los hábitos del fumador. Empezamos.

Pipa antigua.
La carga de caballería que decidió la batalla de Rossbach dio comienzo con un gesto ciertamente teatral, a la par que simbólico. El general prusiano Seydlitz para dar la señal de lanzarse al galope lanzó su pipa encendida al aire. No hizo falta más. El gesto podría glosarse largamente. Imaginemos al soldado fumando a caballo, en silencio, esperando el momento. Detrás de él, los regimientos formados esperando la orden que no ha de tardar. Es noviembre y hace frío. Las volutas de humo blanquecino apenas se distinguen sobre el cielo lechoso de aquél día y el olor del tabaco se mezcla con el de los animales inquietos.  Etcétera. Era el año de 1757. Sin necesidad de extenderse, no hay duda de que llega sin dificultad al corazón de todo cigarropipista. Damos a continuación dos imágenes del célebre momento, tomadas del óleo pintado por el pintor romántico Anton von Werner.

Pipa contemporánea.
Más cercano a nosotros, y desde luego no se trata de un terrible prusiano, el escritor John Le Carré enciende su pipa, de lado.






Colección particular.
A continuación, bonitos dibujos alusivos al arte del fumeque pipista, cedidos graciosamente por un coleccionista que nos pide que no divulguemos su nombre. Le preocupa que intenten robarle, hay mucho apache suelto.

Honoré

El cepogordismo es ciertamente devoto del gran Honoré. A continuación, pipistas de Honoré Daumier.



Lobo de mar.

Para finalizar un pipista de la Armada, que podrán ver ustedes si se acercan a nuestro Museo de la Marina. Me indican que hay uno parecido en la sala de la Marina del castillo de Moulinsart.

 

  • Aunque el calor no se va, lo cierto es que ya está aquí la luz del otoño.
  • ¡Pero hombre! ¡Por favor! Califique hombre, califique. Diga por ejemplo: ya está aquí la suave luz otoñal, la dulzura otoñal que todavía…
  • Gilipollas. Ya está calificado.







Cepo Gordo.


Habíamos cogido carrerilla mentalmente y, como suele pasar, al llegar a la tecla, los entusiasmos se habían esfumado. Así que encenderemos una pipa. Con eso, cuando pese al calor asoma el otoño, todo se arregla. O casi. Ya está. Un humillo blanco, tenue, que tira a azul y una hebra de tabaco sobre el teclado. El asunto de las cartas, eso era. Hemos recibido tantas, una verdadera avalancha, todas con insultos y todas reclamando que Cepo vuelva a distribuirse como solía, es decir, masivamente, como los tiempos que son masivos, hordas y gordas. Ha habido hasta una pedrada, porque nos resistíamos a la presión, porque nos hacíamos los remolones. Si señores, intentaron reventar con un canto rodado una ventana de casa de Doroteo, en el silencio de la noche de Nava. Pero los cristales de casa de Doroteo no  son cosa fácil de romper. El palacio tiene años pero el cristal es ultramoderno. Como dice Calvino de Liposthey, que le sale la vena antiguo régimen, a prueba de chusma. Oiga, ¿pero usted con que carga la pipa? Al día siguiente encontramos la piedra. La envolvía un mensaje escueto: Help! ¡Psicológicamente desfondados! El papel llevaba el membrete de la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Esto ha sido decisivo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

San Genaro


Aunque fue ya hace algunos años, tenemos muy presente la visita que hicimos a la catedral de Nápoles, en la que se conservan y veneran las reliquias de San Genaro (o Jenaro que lo mismo da), obispo de Benveneto y mártir cristiano, víctima de la persecución de Diocleciano. Recordamos la plata, aquella capilla que parecía estar enteramente recubierta de plata, la Misa celebrada en italiano o tal vez fuera dialecto napolitano, pronto por la mañana; el paseo por aquellas calles sin edad de tan antiguas, aquella sensación de ser, como español, el retoño de un árbol viejo, infinitamente viejo, pero al fin y al cabo, el mismo árbol. En aquella iglesia, el mundo parecía harmonioso y ordenado, protegido por San Genaro, a cubierto de su gran capa pluvial que ya siglos atrás había salvado a la ciudad de una erupción del Vesubio.

 

Viene el parrafejo anterior a cuento de que hoy es, precisamente, San Genaro, al que recordamos en estos tiempos de irreverencia y gran desorden social, de pies al aire y grosero tuteo.

 

Como no podía ser menos, felicitamos en el día de su Santo a nuestro querido amigo y colaborador Genaro García Mingo, cepogordista dónde los haya, merecedor de toda clase de elogios que ahorramos al paciente lector. Solo diremos que es fumador de Partagás, de las labores más inmensas, y del tabaco para pipa London Blend. Y que no marida. ¡Felicidades querido Genaro!