Mañana
de nubes y cielo gris. Un aire fresco mece los árboles, los setos. Se agitan a
un mismo ritmo las acacias erizadas de púas que forman como soldados a lo largo
del paseo. El aire levanta las hojas de un verde primaveral, intensísimo como
de pintura nueva, fresca aún. Titila toda la espesura en un vibrato sostenido y
vuelve a descender, como si toda la hilera respirara en el frescor de la mañana
oscura y húmeda. ¿Pero qué dice de vibrato? ¡Repórtese caramba! ¡Déjeme en paz!
Sigamos. Anuncio de lluvia. Hay como una melancolía en el aire.
miércoles, 8 de mayo de 2019
martes, 7 de mayo de 2019
Confesiones a mediodía.
Volvía Doroteo con los pelos de punta. Se habían despedido hasta
la hora de comer. Mira Doroteo, cuanto más escarbas, es decir, cuanto más
intentas recuperar el tiempo perdido con un poco de formación, mayores son los
descubrimientos que vas haciendo a tu alrededor, desoladores los más. Lo que
creías que era sólido, al menos formando escuadra contigo, se cae de repente
como las bambalinas viejas y apolilladas de un teatro cerrado. Y te deja
estornudando, cubierto de polvo. Cae un bastión que creías sólidamente defendido,
luego otro, luego los soldados uno a uno. No eran infantes sino máscaras de
carnaval, escondiendo la sonrisa de la calva parca. A medida que los propios
ojos se van abriendo algo más, a medida que van cayendo las telarañas que los
cegaban, el mundo se va desmoronando y constatamos hasta qué punto la
descristianización es cuasi completa. Como en una ciudad bombardeada queda una
fachada carcomida, maltratada, pero detrás no hay nada. El edificio se ha
hundido y la gran nube de polvo levantada por el derrumbe, que nos impedía verlo,
se está deshaciendo, cayendo al suelo como un velo viejo. ¿Cuánto tardará en desplomarse
la fachada?
Mira
Doroteo, no es que estemos al borde del abismo, es que hace tiempo que hemos
caído dentro. Pero la mayoría no se ha enterado de ello y sigue como si tal cosa,
jugando con las cartas del nuevo juego que le han ido repartiendo, convencida
de que sigue jugando al antiguo. Van los domingos a jugar con las formas del
culto viejo que para el resto de la semana no significa nada, no determina
nada. El resto de la semana se juega con eso que llaman los valores que nos hemos dado, eso que se dice que todos
compartimos y que no se sabe que es. Todos es autorreferencial y onanista. Otros
tienen las manos extendidas como para que alguien tire de ellos y les saque del
pozo, pero resulta que estamos todos dentro. Hay que volver a empezarlo todo,
desde cero, a brazo partido. Que fastidio, oyes, me decía el otro día,
sarcástica, una del público. Una tiorra deslenguada, tapona y agresiva, que
dice que soy un cenizo. La tuve que mandar a paseo diciéndole que la buscaban
en el pinar para encontrar trufas… ¡Se cogió un rebote de tres pares de
narices! Cuando quiso sacudirme yo ya me había esfumado.
La
humorada final suavizaba el recuerdo de la conversación que Doroteo rumiaba
meditabundo y le impedía decidirse. ¿Fumada larga o corta? Si Bergamota va a
ponerse transcendente tal vez sea mejor abreviar. Pero si nos da por la risa
sería una pena quedarse corto. Vamos a por un 8-9-8 que puede dar de sí en
ambas situaciones.
***
lunes, 6 de mayo de 2019
domingo, 5 de mayo de 2019
sábado, 4 de mayo de 2019
LAPSUS
Como
ya explicamos en su día, Cepogordo no hace ya crónica política por razones
evidentes y sobre las que no hace falta insistir.
Esto
no impide seguir observando lo que ocurre a nuestro alrededor y a veces, como
ahora, anotarlo. Nos ha hecho gracia, por decirlo de alguna manera, la
coincidencia de dos lapsus significativos en una misma semana.
Según
el Diccionario de la lengua española de la RAE, un lapsus es una falta o
equivocación cometida por descuido.
No
hace volver a contar el lapsus de la periodista María Rey asociando el dos de
mayo con una revuelta contra las tropas
de Franco… Lo revelador del asunto es que el error consista en asociar el
evento conmemorado precisamente con Franco. No podía haberse cometido la
equivocación asociando el dos de mayo con otro personaje histórico más cercano
en el tiempo. Qué se yo, Wellington, Carlos III, Esquilache… A menudo un lapsus
no es más que eso, un error, producto del cansancio o de los nervios. Pero en
este caso, es toda una explicación, toda una metáfora del estado de
intoxicación colectiva en que vivimos.
¿Y
la reacción de la prensa disculpando rápidamente a la periodista? Cierre de
filas corporativo, ideológico, de amiguetes. Hasta el escritor este tan
valentón, auténtico capitán Matamoros, verdadero matón de las redes, que tan
recio arrea cuando el enemigo tiene pocos medios de defensa, que quería pegar
físicamente a aquél escritor mayor y hoy olvidado, con su bufanda, que en paz
descanse; incluso este trabucaire, mezcla de periodista y plagiador de
folletines decimonónicos, se calla, se achanta, cierra filas.
Y
el segundo lapsus es el siguiente, temo que también revelador y no simple
producto del cansancio.
El
que tenga ánimo y estómago podrá encontrar en la tercera del ABC del tres de
mayo un artículo firmado por el rector de una universidad católica. Un
espantoso revoltijo de lugares comunes que provocarán nauseas en el lector más
sensible, y que son motivo suficiente para retirar de inmediato a los
estudiantes matriculados en esa universidad si realmente el espíritu de la
tercera ha llegado a permear hasta las clases.
La
ensalada mixta es espectacular, tiene de todo. Referencias a la actualidad más
intrascendente -como empezar el artículo citando a esa horrible niña sueca
convertida en espectáculo mundial- o dudosa – ¡la ONU y su agenda de desarrollo
sostenible!-; el uso de un lenguaje mitad académico mitad clerical, que si son
ambos incomprensibles por separado, mezclados ya ni les cuento; una predicación
entre religiosa y ecológica hueca, vacía, tan inane que provoca vergüenza ajena.
Sirva de ejemplo esta frase: “(…) encuentran
en ella el marco adecuado para alinear creativamente sus esfuerzos por la
justicia social mirando de frente a las condiciones socioeconómicas y
medioambientales, con el signo de los tiempos de la diversidad cultural y
religiosa.” Y no es la peor. Y entre toda la hojarasca, aparece lo que
desde luego tiene que ser un lapsus: “Ahondar
en el pozo de la tradición cristiana se convierte en modelo e invitación para
que otras tradiciones (…)”. A Lo mejor nos pasamos de puntillosos o somos
un poco retorcidos, pero pensábamos que la tradición cristiana es más una fuente
que un pozo, que no son exactamente lo mismo.
La
fonte que mana y corre aunque es noche...
Debe
ser que lo de fuente no va ya con el signo de los tiempos o que es poco
diverso. En fin.
Para
LA VOZ DE NAVA, Genaro García Mingo.
jueves, 25 de abril de 2019
Oiga, ¡es que usted sólo habla del tiempo! ¿Y que quiere que le diga?
¡Como
llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando
sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás
de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y
el horizonte despejándose a la lejos. Por un momento, a no ser por los matices
de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El
invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer
nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y
horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera,
un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad
para dispararse.
jueves, 4 de abril de 2019
¡De repente un chino!
La
mañana luminosa y helada, los coches cubiertos de hielo, por fin, el termómetro
caído bajo cero. Por el poligó, tapada su fea desnudez por los rayos del sol y
la bóveda de este inmenso cielo azul, resiste el chupatintas. Resuenan los
pasos del caminante, chasquidos secos y regulares marcan cada zancada y
contrastan sus artesanales zapatos de piel de potro abotinados, de encerados
cordones, con el calzado industrial de seguridad. Oiga pero no haga estas
comparaciones clasistas que le van a decir algo.
Por el suelo un tornillo,
plásticos, un envase, papel de magdalenas revoloteando. Sopla un aire frío que
huele a nieve. Un largo camión de tres pisos descarga coches en una bocacalle,
llenando el aire de ruidos metálicos, un chirriar de muelles y hierros. Las
tapas de las alcantarillas están recubiertas de una capa delgada de hielo, las
que siguen a la sombra. No es aconsejable pisarlas si uno quiere evitar el
estacazo gratuito y absurdo. Un tío piernas duda con el coche, por aquí o por
allá y me mira como pasmado. Conduce tocado con un infame gorro de lana. ¡De
repente un chino!
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