domingo, 12 de septiembre de 2021

Excursión. De los cuadernos del gran polígrafo A.B.

Breve excursión por la tarde a Santa Marta del Ródano, ciudad de la que es originaria la familia de Calvino de Liposthey, aunque no lo parezca. Tremendo calor, difícil circulación, los niños se duermen a la vuelta. La ciudad sobre el Ródano, como la de los Papas, su vecina, es blanca y hermosa, colocada sobre una altura, cargada de flores, silenciosa y solitaria y, como todas ellas, tal vez en exceso quieta. Un paisaje fosilizado habitado por gente que no parece corresponderle, que no casa con aquella piedra, con las portadas de los inmuebles, las ventanas historiadas, las almenas, las iglesias, las torres. ¿Qué sería de toda aquella gente? De saber hacerlo, de tener talento para semejante evocación, vendría aquí muy a la mano la elegía del tiempo pasado que no volverá, cantando las hermosas ciudades muertas; quietas y blancas momias dónde ya no resuenan ni el canto del trovador, ni el idioma de Mistral, ni los pasos de las caballerías. Blancas y sonrientes momias destinadas, inertes, a ser contempladas por ese ser extraño que es el turista. Y tal vez la palabra contemplación sea excesiva. No son más que el marco por el que deambula el turista, al azar, aquí como podría hacerlo en cualquier otro lugar o por el decorado bien pergeñado de cualquier rincón, real o imaginario.

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