jueves, 13 de diciembre de 2018

Una nota en El Heraldo de Nava.


Hace mucho que Cepogordo no comenta la actualidad política. La razón es muy sencilla. Puesto que no somos periodistas profesionales ni disponemos de fuentes de información distintas a las del común de los mortales, hay poco, muy poco, que podamos añadir a lo que escriben y comentan los miles de profesionales que hablan y escriben en prensa de papel, digital, radio y televisión. Entendemos que la exhibición de nuestros sentimientos y reacciones respecto de la actualidad –indignación, contento, sorpresa, indiferencia- poco aporta y poco importa al lector.

 

El comentario que sigue no es una excepción a lo anterior. Más que comentar la actualidad nos preguntamos si una parte de lo que hoy ocurre no está ya en los libros de texto o al menos de historia, por haber ocurrido antes, hace muchos años.

 

La Historia, con mayúsculas, se entiende de distintas formas. Es un círculo, un eterno retorno, lo que ha sucedido volverá a suceder. ¡No! Es una línea, de progreso constante para unos, de simple continuidad para otros. Y para otros es una espera. Dijo Marx que la historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa. Y Santayana que quien olvida su historia se condena a repetirla, refiriéndose a los pueblos, claro.

 

¿Dónde se sitúan las recientes elecciones andaluzas? Apenas doce diputados de un parlamento regional y parece como si llegara el fin del mundo. Escándalo e insultos, lluvia de palabras y expresiones como extrema derecha, ultraderecha o derecha extrema. ¿Será que para la España oficial, la que maneja y se zampa la tarta, la llegada de este partido que no se muerde la lengua y que tiene objetivos claros –algo tan distinto a la nebulosa que es Ciudadanos- anuncia cambios que podrían afectar a sus prebendas?

 

De ahí el movimiento de pánico que se ha producido en la clase política y en sus medios de comunicación, que lo son casi todos. ¿En qué estado de debilidad mental creen los medios oficiales –prensa, radio, televisión, partidos- que se encuentran los españoles? ¿Creen que tapando la realidad con las palabras de siempre -fascismo, populismo, ultras- seguirán dictando sin más su moralina de corrección política, su doctrina para una nueva sociedad, tutelando al ciudadano de a pie al que desprecian? Parece que han ido demasiado lejos y que ya nadie se calla.

Pero nos referíamos al principio a la Historia. Y es que hay cosas que se repiten. Cuando llegó la segunda república, ardieron edificios religiosos ante la pasividad de la autoridad (la biblioteca de los jesuitas que ardió en Madrid, era al parecer la segunda en importancia de España, después de la nacional). El mensaje que se dio fue más o menos el siguiente: esos edificios no forman parte de la república. Cuando la derecha –radicales de Lerroux y CEDA- ganó las elecciones en 1933, los demás partidos reaccionaron escandalizados, negándose a admitir lo sucedido y presionando para que no entrara la CEDA en el gobierno. Acabaron por alzarse en armas contra el gobierno legítimo. Un golpe, el de 1934, organizado por el PSOE, verdadero preludio de la guerra civil. Las izquierdas concibieron la segunda república como un régimen a su servicio, que deslegitimaron en cuando perdieron las elecciones. Las urnas como plebiscito de adhesión a la izquierda, nada más. Nada de aceptar las reglas. Se hizo responsable al partido Falange Española de la violencia que se instaló en las calles españolas de entonces, refiriéndose siempre a aquello de la dialéctica de los puños y las pistolas. Pero se oculta que Falange, en primer lugar y antes que nada, antes de pasar a defenderse, fue víctima de los pistoleros de izquierda que atentaban contra sus miembros y simpatizantes. Hasta el punto de que se contaba un chiste macabro sobre sus siglas, FE, diciendo que significaban Funeraria Española.

Muy poco tienen que ver las circunstancias de entonces con las de ahora. Prácticamente nada. No hay Falange Española, no hay un partido de extrema derecha tampoco. Ni el país es el mismo, si sus circunstancias sociales, ni su economía. Tienen poco que ver, salvo en un punto: la reacción y el comportamiento de la izquierda oficial española no sólo ante el resultado de las elecciones, sino en el juego político.

 

Vox, pues de Vox se trata obviamente, no ha protagonizado un solo acto violento. No ha boicoteado actos políticos, ni atacado rivales, no tiene matones que repartan palos por las calles, prendan fuego a contenedores o rompan escaparates y destrocen el llamado mobiliario urbano. No pinta las sedes de otros partidos, no utilizad el lenguaje ni las expresiones de los terroristas, no llama a realizar escraches. Cumple estrictamente con la legalidad y actúa dentro del marco de la vigente constitución, sin ocultar que quiere reformarla. Todos sus actos los preside la bandera española, sin que se enarbolen banderas históricas. Pero desde hace mucho tiempo, y con anterioridad a las elecciones andaluzas desde luego, sufre no sólo insultos sino que se han producido incitaciones a la violencia contra el partido y contra sus simpatizantes y los primeros acosos y ataques.

Valgan como botones de muestra los siguientes: el acoso sufrido por su campamento de verano en Tarragona, en julio del 2018 (“pim, pam, pum, que no quedi ni un”, en catalán), las palabras de Pablo Iglesias en la noche electoral animando a tomar las calles, animando a la lucha antifascista (¿?), las algaradas en Cádiz y en Granada, las protestas contra Vox en Sevilla ante el parlamento andaluz, el mal perder de la candidata socialista a la Junta (“(…) impedir que el gobierno de #Andalucía dependa de un partido extremista, machista, homófobo y racista. Hablaré con todas las fuerzas constitucionalistas.”), o el reportaje de la sexta en Marinaleda tratando de identificar a los 44 votantes de Vox, es decir, señalando a los disidentes con el dedo en un pueblo de dos mil setecientos habitantes. Son simples botones de muestra. Hay mucho más. Además, esta izquierda que tan mal digiere los resultados electorales enarbola cada vez que puede la bandera que fue oficial durante la segunda república. Según su atroz jerga, una bandera preconstitucional. Una izquierda que ha hecho de arremeter contra las instituciones y en particular contra el Rey, su programa.

¿Se repetirá la historia? Desde luego nuestro deseo es que no se produzca la repetición y que, en el libro de texto que se está escribiendo, la narración sea completamente distinta a la evocada, sin incendios, persecuciones, ni violencias. Habrá que contribuir todos a ello.





2 comentarios:

  1. No andabas descaminado ¡carca!! Pintadas amenazantes en la finca de Morante por apoyar a Vox. Le llaman nazi y le quierenbpegarun tiro, a la cuneta, etc.

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