viernes, 25 de mayo de 2018

FUMEQUES. Del cuaderno dietario del Gran Polítgrafo. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Anastasio Cantaleta López Honduras regresó por fin de Cuba y trajo para los amigos un buen mazo de tabacos de la Habana.
- Oiga, ¿y a que fue usted a Cuba, justo ahora en primavera?
- No, a nada.
- ¡Ah! Permítame otra pregunta, se lo ruego.
- Es usted un poquito pesado, pero si no hay más remedio...
- Esos puros que dicen que ha traído, ¿por lo menos serán Premium? Quiero decir, de alto lujo.
- Se perfectamente lo que quiere decir. Es usted un cantamañas.



Así, de manera tan abrupta, concluía el diálogo entre Anastasio Cantaleta y Fidelio Lentini Spotti, que se quedó con las ganas de más.



 

Le voy a decir la verdad. Me equivoqué al encenderlo por la noche. La noche de un domingo lluvioso en que no había logrado parar ni un momento. Los Currutacos se instalaron y no había forma de largarlos. ¿Y quien son los Currutacos? Calle hombre, ¿a usted que le importa? Sólo le diré para ponerle los dientes largos que la Currutaca está un rato buena. ¡Pero oiga, por quien me toma! Bueno pues enciendo. Exceclente tiro, combustión pareja, aroma y fuerza. Leo mientras fumo. Silencio alrededor. Aparece como un cansancio. Llego a la mitad del cigarro. El brazo que sujeta el libro – un pesado tomazo encuadernado en piel de tortuga- va cediendo y de repente miro de reojo el cigarro. Pesa casi tanto como el tomazo. Es un enorme chisme, aromático, intenso, descomunal. Con las siguientes caladas llego al límite, se ha hecho tarde. Hay de repente como una resistencia física al tabaco, aunque el ánimo es de seguir leyendo. Me voy a la cama. Al tumbarme, noto como la mente está en realidad funcionando a toda velocidad, con absoluta precisión, todos los sentidos disparados, perfecta percepción del entorno, del exterior pero también del interior. El pensamiento adopta forma de habitación estricta. ¿Cómo que estricta? ¿Pero usted que pastillas toma, está pimplado? Pues eso estricta. He dicho que estricta y se acabó. Eso. Trato de calmare y dormir, momento en que abro los ojos todo lo que dan de si. Me levanto, abro una novela y aparece la historia de una gallina loca, causa de la amistad final entre dos vaqueros fornidos. Gato encerrado en todo el asunto, pero el autor pasa de puntillas. Pasada una hora, vuelvo al catre y ya me duermo. Mejor dicho, me traslado a un sueño. Viajo en tren, tren de mercancías con vagón de pasajeros, por el oeste. Un oeste de Walsh, de Ford, de Hawks. Pero de repente el tren cruza por encima de una gigantesca carretera moderna por la que circulan gigantescos vehículos norteamericanos, Ford, Mustang, Chevrolet… Indignación. ¡Como se ha podido cometer semejante error! ¡La escena arruinada, no se puede montar, hay que volver a rodar! ¡El director es un gilipollas! Ha llegado el alba: no volver a encender un domingo por la noche cigarro de los que trajo de Cuba Anastasio Cantaleta.


1 comentario:

  1. ¡Simpático!: " pero el autor pasa de puntillas", a ver si está más atento el autor.

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SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.