El tabaco habano es un concentrador. En la
sociedad de la interrupción, definida de esta manera por el Gran Polígrafo en su
ensayo sobre Internet, el tabaco nos mantiene quietos durante una hora, o
durante dos horas, dependiendo de la calidad y tamaño del tabaco seleccionado.
Durante esas dos horas, la compañía tiene necesariamente que ser sosegada, no
caben incomodidades ni agitaciones, y la preferida suele ser la del libro de
papel, si es necesario con un lápiz encajado en la oreja, para las anotaciones.
No hay enlaces dónde pinchar, no saltan las pantallas, no se clica ni se
arrastra, no hay zumbidos ni destellos, sólo el humo azulón que sube formando
volutas para perderse fuera del arco de luz que la lámpara de luz delimitada.
El humo y el arco de luz forman por tanto una doble protección para el lector
afortunadamente desconectado. Los vaivenes del fumar – acercar el cigarro al
cenicero, arrancar la anilla, tal vez volver a encender, observar el color y la
forma de las volutas de humo, permitirán levantar un momento los ojos de la
lectura, y dejar que la mente vague un poco por lo leído, lo masque y le de
unas vueltas, para seguir al momento el viaje por las páginas. Le ha quedado muy fino, oiga.
Vicio y viciosos. Palmaréis pronto!!
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