miércoles, 1 de febrero de 2017

Trompeta, trompetilla (texto amablemente cedido por Calvino de Liposthey, biógrafo).

Vivimos en la deliberada confusión de conceptos y de ideas, en un galimatías en el que nada es nombrado por lo que es, dónde la mentira y las medias verdades se van haciendo lentamente con el terreno, en el mayor desorden. La información nos cae encima como una avalancha que no cesa y cada vez es más difícil informarse, no digamos acercarse a la verdad. Llama la atención la obsesión que hay con Trump que corre paralela a la más absoluta falta de autocrítica por parte de quienes critican al nuevo presidente de los Estados Unidos. Estos críticos, y las fuerzas a las que representan, proclaman a diario su escándalo y su indignación por los hechos y sobre todo por los dichos del nuevo presidente, pero no se molestan demasiado en explicar o fundamentar un estado de ánimo que exhiben como si fuera una verdad indiscutible. Estos críticos –críticos ahora, silenciosos con el anterior presidente por los mismos hechos- tal vez tengan algo de responsabilidad, incluso mucha, en la elección de Trump.

La primera pregunta que uno debería hacerse para entender la aparición del personaje parece obvia: ¿En qué estado de descomposición de encuentra la sociedad occidental para que los dos candidatos presidenciales sean gente de la categoría de Trump y de Hillary? Porque si es difícil alegrarse por el triunfo de Trump, es una prueba de vigor moral y mental, alegrarse de que la pavorosa, translúcida y apergaminada Hillary se la haya pegado.

Todos esos medios al servicio de un partido, de un pagador, sin la menor independencia, todo ese progresismo bien-pensante y perdonavidas, toda esa clase política cerrada sobre sí misma, que nos ordena cómo vivir y cómo pensar mientras nos esquilma, que nos insulta y nos mete en el saco con la etiqueta “deplorables” si no obedecemos, que impide llamar a las cosas por su nombre, que desafía lógica, conocimiento, hechos, sentido común; que carga contra las tradiciones de occidente –o lo que queda de ellas-, contra la familia, el catolicismo, la cristiandad, el espíritu crítico, los fundamentos de la libertad, de la educación ¿no tendrán todos ellos algo que ver con lo que sucede?

Todos ellos: Una mayoría de medios, los progres en masa y una mayoría de políticos, todos ellos enfermos de orgullo y egolatría hasta el extremo. Y tal vez nosotros, por la incapacidad de articular una respuesta organizada que vaya más allá de la resistencia individual, casi en el fuero interno. Piensen que estas palabras estarán ya causando escándalo.

Y es que cuando la realidad no encaja en su esquema entonces, todos ellos, pretenden cambiar la realidad o ignorarla. Si la educación en Occidente sufre horas bajas no es por falta de principios, por el abandono del esfuerzo y del mérito, de la lógica, del respeto al profesor, sino por falta de dinero, y venga a gastar sumas ingentes. El hábito de justificar al agresor –que careciendo de voluntad actúa no por sí mismo sino movido en realidad por la maldad de su entorno- y culpabilizar a la víctima –algo habrá hecho- se ha generalizado en todos los ámbitos de la vida social. Si no gana nuestro candidato, llamamos a la rebelión, montamos manifestaciones contra el vencedor, explicamos que el sistema que para ganar nosotros si es válido, cuando hemos perdido está gripado, corrupto, trasnochado. Y por supuesto cargamos contra la mayoría que ha elegido presidente. Cuando no actúa como queremos ¡ni siquiera la todopoderosa mayoría tiene ya valor! Recordemos los españoles que esa mentalidad no es de hoy. Fue la que acabó con la segunda república española.

¡Vaya soflama dirán ustedes! ¡Que exageraciones, tampoco es para tanto! Cada uno, es verdad, le da importancia a cosas distintas. Pero sí que existe una razón por la que es muy grave que se esté dinamitando lo que podríamos resumir como tradición de Occidente. Y no voy ahora a repasar en que consiste dicha tradición. Si no lo saben ustedes mal estamos. La razón es que no hay libertad sin tradición y que sólo son libres las sociedades que basan su libertad en un sistema de tradiciones vigente que, siendo compatible con la libertad, la sustenta, permite que se ejerza y le suministra anticuerpos contra la tentación utópica, contra la soberbia reguladora, contra el estado sacado de quicio, contra el jacobinismo rampante y contra las gordas. Contra las mentalidades gordas, gruesas, entiéndase lo que quiero decir, frente a las mentalidades egregias.

Terminaba de esta manera su pequeña charla el gran polígrafo. No cabía un alfiler en el salón rojo del Casino de Nava de Goliardos. En el programa de actividades podía leerse “Comentario de actualidad”, por Alcides Bergamota el Grande. A las 13:00 horas. Antes una conferencia sobre palimpsestos, después de un comentario a dos voces sobre tauromaquia –repaso de la Temporada y estado actual de la Fiesta-, a cargo de un crítico venido de Madrid y de un aficionado local, reseñador puntilloso a sus horas. Después de comer, una lectura de poemas, seguida de una mesa redonda para poner fin a la jornada cultural patrocinada por Doroteo y por la Fundación Tato para Varones Desahuciados.

La jornada, en realidad un día completo al que se añadía el programa de cine en tardes sucesivas, se había mantenido contra viento y marea. Contra los que acosaban a los organizadores –patrocinadores y junta directiva del Casino- señalando que el formato y los contenidos eran una antigualla, que faltaban perfórmanses, preferentemente de contenido subido de tono, ¡que faltaban mensajes, odas sáficas, instalaciones y detritus! Era penoso, les espetaban, que el programa no estuviera traducido al inglés. La falta de contenido verdaderamente audiovisual era intolerable – el ciclo de cine con películas de Ford, Lang y Manckiewicz, Chaplin y Neville había sido motejado de pintura rupestre, de herrumbre sin vigencia. Pero el mayor reproche que se les hacía desde el grupúsculo de oposición manejado por Spotti, desde las instituciones culturales de la autonomía y de la capital de provincia, el colmo del horror sin duda, era que no participaba ninguna institución pública.

La modesta jornada cultural no daba pie al pago de ninguna subvención. ¡Sois unos paletos conio!, les reprochaba Fidelio Lentini Spotti. Tirando de cuatro hilos y contratando a unas performers te llueven los euros, un poco de LGTB y nos hacemos de oro. ¡Dejadme participar y os lo arreglo! Doroteo llevaba años rechazando las ofertas del satánico Lentini. Vete a la mierda Lentini. ¡Cómo me sigas tocando las narices el año que viene Nobleza baturra y un ciclo sobre Juana de Arco y verás cómo llenamos también!

Y es que con su modesto formato, dos conferencias, la charla a dos voces, unos poemas, cinco películas en dos días, se llenaba el salón rojo, se llenaba la modesta sala de cine, se aplaudían las películas al final y se seguía con interés el coloquio posterior. No acudían grandes masas, no se descubría la piedra filosofal, pero tampoco se vivía un retablo de las maravillas. No había estafa, ni cultural ni al erario público.



3 comentarios:

  1. Esto es larguísimo. No pasa. Intragable.

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  2. Por sus comentarios se conoce a un memo. Si no quieres leer no leas, o es que necesitas todo en version abreviada?..pero cuanto gili hay suelto por la red. Samuel Poyatos

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