domingo, 10 de abril de 2016

De los diarios de Alcides Bergamota el Grande: un comentario sobre Edmundo Burke.


Estos fanáticos no tienen escrúpulos en declarar su opinión de que un Estado puede subsistir sin religión alguna mejor que con religión y que pueden sustituir cualquier bien que pueda encontrarse en ella por un proyecto de su propia invención (…).

 

La lectura de Las reflexiones sobre la Revolución en Francia, de Edmund Burke resulta apasionante, como la de la mayoría de clásicos. En un mundo lastrado por la duda constante, cuyos cimientos se tambalean, resulta conmovedor leer a alguien con convicciones, con una visión del mundo sólida y claramente fundada. El contraste con lo que vivimos viene a ser desolador. Más aun, al ver que el libro contiene la explicación y la refutación de mucho de lo que hoy acontece, pues es evidente que en campos como la política o la moral, prácticamente todo había quedado establecido ya en la época en la que escribe nuestro autor. Se explican a la perfección la manipulación de las masas, los mecanismos de la tiranía, la demagogia, las maniobras con la que el tirano, individual o colectivo se abre paso, con el pretexto de cuidar del que va a ser a la postre pisado y sometido sin piedad. Nos dice Burke: Si mal no recuerdo, Aristóteles observa que una democracia tiene en muchos puntos un sorprendente parecido con una tiranía. La revolución francesa aparece como el primer gran golpe asestado en la obra de destrucción que entonces se inicia y que habían ido preparando ciertas corrientes de pensamiento. Pero el edificio es antiguo, bien construido y muy sólido y todavía se tiene hoy, mal que bien, en pie, no sabemos por cuanto tiempo. El edificio no es otro, claro está, que la Europa cristiana. Como ejemplo de la claridad y contundencia de su forma de exponer las cosas damos esta brevísima muestra: “No presto mucho crédito a quienes me hablan mal de aquellos a quienes van a despojar de sus bienes.” Mucho de lo que sucede en la actualidad en España, y también por supuesto en el resto de Europa o en Hispanoamérica, está claramente explicado en este libro, cuya continuación evidente son los libros de Tocqueville. ¿Debe uno desmoralizarse por estar viviendo un fenómeno ya conocido y explicado hace doscientos años? Evidentemente no, porque sólo puede flojear el ánimo de quien en su absoluta ingenuidad desconozca la naturaleza de la condición humana. Oiga, se pone usted muy solemne y olímpico. A lo mejor le apedreamos a la salida. Lo dudo mucho, porque me esperan mis pretorianos con un carro blindado contra el que nada podrán sus cantos rodados. Por cierto, que para los que andan flojos de ánimos, Burke apunta, por supuesto, el camino: ¿Es que estos caballeros no han oído nunca, en el ámbito total de la teoría y de la práctica, que hay algo entre el despotismo del monarca y el despotismo de la multitud? Es decir, entre el despotismo de los partidos y el despotismo de la demagogia y el populismo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.