lunes, 16 de abril de 2012

Petit Robusto.


Llamar al quema morros petit robusto es como llamar a Jacoba Jacqueline… Lo vimos por primera vez en Valencia. Quiero decir con detenimiento, fijándonos en su diminuto y un poco ridículo tamaño. Pero no había tiempo para otra cosa antes del tren, así que después de un sencillo menú, servido en la terraza de un bar frente a la estación, encendimos el diminuto Hoyo de Monterrey. Contentos por fumar juntos un rato, con las tareas propias del viajante de comercio a la espalda, completadas todas ellas tiempo antes de la hora de comer. Había una gota de desconcierto por el tamaño del cigarro, pero sin mayores comentarios nos lanzamos a él. Adelfas, la luz encendida y suave del mediterráneo, y un airecillo cálido, pese a estar en pleno invierno, que enseguida se puso a jugar con las volutas de humo azulón que se perdían ligeras.

Cuando se levantaron las dos mujeronas de la mesa de al lado, dejaron que se nos revelara la más extraordinaria de las escenas: En la mesa siguiente, fumaban impactantes y majestuosos el punto y la i. El punto era un gordo maravilloso, de redondez cultivada y perfecta, todo a rayas. Fumaba con parsimonia oriental y absoluta delectación una magnífica y aromática pipa, con ojillo encendido y economía de gestos. Su acompañante daba caladas pausadas a un habano mediano, sin duda más digno que los nuestros. Pelo blanco, camisa del mismo color, de manga a la altura del codo, un jersey azul sobre los hombros. El intercambio recíproco de miradas cómplices fue instantáneo, si bien apenas imperceptible para quien no perteneciera a la cofradía de perseguidos que son hoy los fumadores. Y ligero codazo de Tato, susurrando por lo bajini algo así como “no te pierdas a esos dos señores extraordinarios”. ¡Que majestad en el fumar, que plena consciencia de estar en esos momentos viviendo con plenitud, sacando de la vida todo lo bueno que ofrece y regala por poco que se sepa aceptar! No sabemos que pensarían ellos de nosotros, con las corbatas de mezclilla, de gran almacén, los trajes algo gastados, y los muestrarios al pie de la mesa. Alcides discutiendo en silencio con el Petit Robusto y una punta del bigote y Tato Fox, seráfico y socarrón a un tiempo, detrás de las gafas modernas, abandonada en un alarde de modernidad la montura de pasta. Apurando un café recio al que hubo que ahogar en azúcar, pagamos la cuenta y nos levantamos en dirección a la estación. Había que pasar delante de la mesa de los que ya eran, sin conocernos, nuestros amigos, y espontáneamente se entabló una breve conversación. Y porque no decirlo, fue un momento entrañable en su sencillez, en su alarde de comedimiento y de buenas maneras. Un comentario sobre la pipa y los habanos, sobre la hermosura de día, el origen y destino de los viajantes, unas alabanzas a Valencia, algunos detalles sobre los dos lugareños, ya retirados de la vida profesional, pero tan en el mundo como para disfrutar juntos de esa comida sencilla con sobremesa de tertulia y fumeque. El más delgado va de vez en cuando a Madrid para viajar desde allí a Chicago dónde vive una de sus hijas a la que visita de vez en cuando. Intercambio de mejores deseos para la tarde y el viaje. Al poco rato los viajantes cabeceaban mecidos por el tren rumbo a Madrid, en un vagón dónde, para meditación y recreo de la escena vivida poco antes, se había hecho un sorprendente silencio.

1 comentario:

  1. Os vamos a meter un puro por utilizar la marca Hoyo de Monterrey sin permiso. Vais a fumar entre rejas. Os vais a enterar.

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SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.