martes, 16 de enero de 2024

Tiorras y tiorros. Pipa. Un extracto de los famosos cuadernos de A. Bergamota.

Homenaje -modesto- a E.P. Jacobs.
 Dice mi amigo Genaro que no hay nada más destructivo para la relación entre un hombre y una mujer que descubrir que el otro es simplemente tonto, sin más. Sabe mucho Genaro y ha descubierto alta tontería en toda una larga fila de tiorras que forman disciplinadamente en su ajetreado pasado. Todos esperamos que la actual se revele de una vez por todas tan inteligente como curvilínea. Genaro es difícil. 

Vi en París un día a un señor de excelente pinta, tal vez de mi quinta, que yo ya soy como no me veo, con pantalones de pana de un verde encendido de magnífico paño, sacudir la pipa sobre el talón de un magnífico zapato izquierdo. Un gesto de Maigret, civilizado, antiguo. Como la tienda de pipas del palacio real, que en francés se escribe Palais Royale. Hay gente que presume de idiomas. ¡Cuántos bofetones se pierden!


lunes, 15 de enero de 2024

Belleza. De los cuadernos de A. Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, editor.

Hay chicas, mujeres realmente, que afeccionan el ancho pantalón de cuadros, como de comedia del arte, el zapato plano con hebilla, un calcetín corto, que remata una pernera de pantalón ancha, porque anchos son sus muslos, todo se da un aire de pirámide al revés. Andan sobre dos pirámides al revés, los cuadros del pantalón van a juego de una rebeca de ganchillo blanco, y llevan lazos en el pelo, a veces una coleta corta. Sonríen y son inteligentes, con un aire sereno y maternal. No hay duda de que la mejor compañía para ellas, y para otras muchas, para casi todas, seria media docena de hermosos hijos y un marido que fuera un apoyo firme como una vieja catedral medieval, un puente romano, una muralla de vieja ciudad castellana. Pero muchas de ellas están solas, con sus hojas de cálculo y su jerga profesional dicha en inglés, y con los pantalones de cuadros y el lazo en el pelo, alguno se atreve todavía, incluso, con unos pendientes de perlas. 

lunes, 13 de noviembre de 2023

De los dietarios de Alcides Bergamota. Apuntes desde un tren.

El tren va a toda velocidad, y el paisaje desfila como una película, cambiando constantemente. Ahora una llanura sembrada de álamos se detiene ante las altas paredes de un cortado que nosotros atravesamos por un túnel. Queda atrás la imagen y surge ahora, a la salida del túnel un páramo ocre, irregular, delimitado a lo lejos por la línea oscura que forman los montes que se levantan hasta dónde la vista alcanza, bajo un cielo luminoso, azul, hermosísimo, punteado de nubes, aquí y allá. Apenas empieza a anochecer. El páramo se suaviza, la aspereza ocre deja paso a una llanura que verdea, lo que intensifica la luz. Un tractor, un pueblo adosado a un cerro. Por la mente, como el paisaje ante la ventana, desfilan cien cosas. 

Antes de deshacerme de los cacharros, fisgo noticias, redes sociales, grupos, todo alrededor de lo sucedido ayer. Luego correos de trabajo, cabezada, paisaje, un ojo se va a la película que proyectan en el tren, muda puesto que ya no llevo auriculares. Barcelona es una ciudad bonita, antipática por todo lo que la rodea antes de llegar. Pero agradable y acogedora al llegar a ella, como si la realidad de andar por una de sus calles en un día de sol y temperatura suave nos alejara de noticias, actualidad, política, nacionalismo. Como si todo eso formara una especie de atmosfera que atravesamos y dejamos atrás al aterrizar en la realidad. Paseo desde la estación hasta la oficina, por la avenida de Sants, sobre todo, hasta Pintor Tapiró. Me hace gracia lo que veo, me hace gracia que nos quieran convencer de que aquello no es España o que es especial: bares, panaderías, bares, estancos, nuevamente bares, tiendas de zapatos con zapatillas de pueblo, gente fumando, catalán, español, una bonita luz, el sol calentando un parque presidido por la estatua de algún personaje de la mitología, con pelo hirsuto y mirada de fauno. Algunas páginas del libro de Bensoussan sobre la memoria y el exterminio judío. Llanura y cielo, nada más. 



sábado, 11 de noviembre de 2023

Una lectura.

Termino, por fin, el libro de J. Le Carré Una pequeña ciudad en Alemania (A small town in Germany). No me vuelve loco. Muchas páginas para algo que al final no es nada del otro mundo. Una lectura para aislarse de las cosas que están pasando. Con algún pasaje interesante y ese Reino Unido tan socialmente estratificado y codificado. Esa parte es siempre interesante y asombrosa. 

Pág. 156: “Karfeld es aislacionista, chovinista, pacifista y revanchista. Y quiere la alianza comercial con Rusia. Es progresista, lo cual atrae a los alemanes viejos, y es reaccionario, lo cual atrae a los alemanes jóvenes. Aquí, los jóvenes son de los más puritano que quepa imaginar. Quieren quedar purificados del pecado de la prosperidad; quieren arcos y flechas y quieren a Barbarroja.”

Pág. 290: “E incluso sabría interpretar alguna que otra pieza. Al menos, siempre me digo que algún día llegaré a tocar el clavicordio. Tomaré lecciones, o me compraré un libro. Pero, en el fondo, no me interesa porque he aprendido a vivir a medio formar, al igual que la mayoría.”


martes, 18 de julio de 2023

Poligonada, poligonerismo, poligonerías, poligó.

 

Volviendo de tomar café en el polígono me cruzo con dos furgonetas. La primera forma ya parte del nuevo orden transnacional: es blanca, tirando a cochambrosa y la conduce un chino con gafas de sol, un chino estiloso, moderno, con corte de pelo de película oriental, droga y artes marciales. En uno de los laterales de la enorme caja de carga lleva una pintada en inglés que dice “bad bitch”. Nada menos, hasta las groserías en inglés. La segunda es más nuestra, más castiza. Del mismo estilo, blanca también pero más cuidada, lleva el rótulo “Chatarrería el Rubio”. La conduce un paisano entrado en años, algo fuerte, como dirían en mi pueblo, vestido con camiseta negra y acalorado. Va con el aire acondicionado que consiste en llevar la ventanilla bajada. Nos miramos al pasar, sin indiferencia.

Mesilla.


 

domingo, 16 de julio de 2023

Comentarios a un cuadro implícito (no sé si captan el sentido homenaje y guiño).

Lo que más me llama la atención es como en ese inmenso y severo edificio, dónde hasta el león parece diminuto y casi insignificante, el pintor consigue que el rincón dónde trabaja el santo transmita sensación de paz y recogimiento, con ayuda de la madera de la tarima y del techo que presta su calidez al ambiente de ese rincón, en contraste con la piedra fría del resto y de la chimenea gigantesca y apagada.

¿Qué decir de Carpaccio? La respetuosa y sutil comicidad de la escena no es lo menos destacable desde luego, con ese Santo un tanto orondo y tal vez algo guasón, el ojillo encendido y como una sonrisa contenida, apenas esbozada tras la espesa y extraordinaria barba blanca.

Supongo que mi aproximación es muy superficial, pero esto es lo que me sugiere a bote pronto.