viernes, 6 de septiembre de 2019

Las plumas del ave.


Chesterton relaciona divorcio y esclavitud.
“Sólo toleran una forma de libertad, y es la clase de libertad sexual que cubre la ficción legal del divorcio. Si preguntamos por qué solo queda esta libertad, cuando tantas libertades se han perdido, encontraremos la respuesta en el resumen de este capítulo. Intentan quebrantar el voto del caballero como quebrantaron el voto del monje. Reconocen en el voto la antítesis vital del estado servil, la alternativa, luego el antagonista. El matrimonio hace un pequeño estado dentro del estado, que resiste a toda regimentación. Ese lazo rompe los demás lazos. Desean que la democracia sea sexualmente fluida porque el nacimiento de pequeños núcleos es como el nacimiento de pequeñas naciones. Como las pequeñas naciones, son una molestia para las mentes de alcance imperial. En resumen, lo que temen es, en el sentido más literal, el autogobierno.”

viernes, 30 de agosto de 2019

Las palabras del músico. Recogidas para el Heraldo de Nava, por GGM, plumífero.


“(…). En cualquier caso creo que lo urbano, hasta tiempos recientes, no hace acto de presencia irreversible en el mundo rural convirtiendo un sistema cultural que podría responder a calificativo de “plácido” en “angustiado”. Hoy no se conoce un lugar del planeta al que no haya llegado esa angustia en forma de radio, de televisión, de refresco de cola o de deporte obligatorio que necesariamente hay que practicar o que sufrir como espectador. Todos los conocimientos llegan a los jóvenes por el único camino que tienen para recibirlos, y reduciendo su capacidad crítica y especializando al máximo el aprendizaje, con lo que ello conlleva de pérdida de curiosidad y  de posibilidades de relación. (…) Esa vida de relación e intercambio de conocimientos ha desaparecido en favor de una sociedad con grandes adelantos técnicos pero con los mismos problemas humanos y de relación entre individuos que hace tres o cuatro mil años.”
Joaquín Díaz
Las palabras del músico, conversaciones con Joaquín Díaz, por Joaquín Alvarez Barrientos, editorial Ámbito, 2001

viernes, 2 de agosto de 2019

ESCRIBIR

- Hoy en día escribe cualquiera
- ¡Incluso usted!
- ¡Oiga que yo hago lo que me da la gana! ¡Hasta escribir!
- Hombre, tampoco se ponga así.
- No, si no me pongo.
- Con los medios que hay, que remedio.




miércoles, 31 de julio de 2019

Chinos que son japos. De los diarios de Alcides Bergamota el Grande (época de Hierro). Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Uno se pasa la vida en proyectos y muchos no pasan nunca de la idea vaga. Y también tomando notas y apuntes y pegando recuerdos –entradas, papelitos, dibujos, postales- en diversos cuadernitos, desordenados y confusos que poco valdrán y nadie querrá en unos años. Pero así somos. Tal vez pensamos que al pegar, rellenar, pintar y apuntar, lo que hacemos es atrapar.
¡Cuentos chinos! nos dice Tato. Cuentos chinos es lo que le cuentan a la gente para formatearla… en sesiones de formación claro. No ya de espíritu nacional, doctrina católica, o clase de historia. Son sesiones para la digestión de cursis palabras inglesas: cuchin (en inglés “couching”); embrasin dibersiti (embracing diversity); mainfulnes (mindfuldness), inspairin líder (inspiring leader); jodin the marraning (to… ¡Esa no existe oiga!).
Se han dado cuenta –los que piensan tanto- de que el trabajador occidental por cuenta ajena, una vez liquidado el cristianismo, inexistente la comunidad y vaciado el individuo de cualquier anhelo y sentido vital, puede resultar pesado de tratar. Y puede no rendir adecuadamente. Para que no pase de la furia a la depresión, para que no pase de machacar al prójimo a salir corriendo, para volver a darle equilibrio y un lugar antes las cosas y el mundo, hay que volver a darle un poco de estructura, pero sin pasarse. Sobre todo darle mucho YO.

Rendirá más si tiene algo de vida personal, si da los buenos días por la mañana, si aprende a organizarse, a ser respetuoso para trabajar en grupo (¿Mirando a Cuenca? ¡Cállese hombre!), si es capaz de apreciar al prójimo, tal vez no como a sí mismo, pero si lo suficiente para evitar el inmediato punta pie. Pero sobre todo ganará eficacia si cree profundamente en si mismo y se convence de que rebuscando en su interior encontrará respuestas y recursos para todo lo que se proponga. La pluma de Dumbo, entiende usted. Trascendencia no gracias. Así que se le enseñan técnicas de relajación, para que aprenda a escuchar, para que mejore percepción y concentración, para que aprenda a comer despacio, a escucharse y a escuchar. Pero para que tampoco nos pasemos con el religar se le anima a competir, a rendir, a ser el mejor, a triunfar (¡triunfe leñe!) con la expresión inglesa tu plei in lig guan (to play in league one).


A este individuo que está un poco más que hueco, se le rellena ahora con técnicas para mejorar el rendimiento profesional en entornos dónde debe colaborar con otras personas. Se le recuerda que las personas merecen respeto, que hay que interactuar unos con otros, que se puede preguntar. Pero no vemos imposible que se le pueda rellenar más adelante, en la siguiente generación, cuanto mayor vaya siendo la distancia con la extinta Europa cristiana, con técnicas de combate y aniquilamiento del prójimo o de si mismo, con técnicas de aceptación y adaptación a todos los horrores contemporáneos, a todo aquello que se le ocurra a la jerarquía económica, política y mediática que suministra regularmente los argumentos para estos cuentos chinos.



lunes, 29 de julio de 2019

Responso de San Antonio (de los diarios de A. B. E.).



Cenamos ayer en casa de la Condesa. En el piso que conserva en la capital, salvado de la ruina familiar. Además de Doroteo y Calvino se acercaron Norma Desmond –mote con el que cruelmente identificamos a doña María Tecla Ruibarbo Colmenares, siempre tan joven a sus cien años- y don Manolito. Don Estra sigue ingresado en la clínica tras su último estallido de cólera esteparia y no pudo acudir, claro. A Tato no le dio la gana salir de Nava.
Se mencionó durante la conversación el responso de San Antonio de Padua. Lo leímos en voz alta después de cenar. Los señores fumábamos un cigarro; a poca distancia tronaba la música tachundera de una embajada, recibiendo no sabemos si a vips –como se dice ahora- o a masas plebeyas. El contraste entre la estruendosa música y el hermoso y sencillo responso era evidente. Este es el texto:

 

Si buscas milagros, mira,

Muerte y error desterrados,

Miseria y demonios huidos,

Leprosos y enfermos sanos.

 El mar sosiega su ira,
Redimense encarcelados;



Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

El peligro se retira,

Los pobres van remediados;

Cuéntenlo los socorridos,

Díganlo los paduanos.

 

El mar sosiega su ira,

Redimense encarcelados;

Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo

 

El mar sosiega su ira,

Redimense encarcelados;

Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

Ruega a Cristo por nosotros, Antonio glorioso y santo,

Para que dignos así

De sus promesas seamos. Amen.

 

¿Y que es un responso? Lo define el diccionario de la Real Academia como “responsorio que, separado del rezo, se dice por los difuntos”, definiéndose a su vez responsorio como “en el rezo, serie de preces y versículos que se dicen después de las lecciones en los maitines y después de las capítulas de otras horas”. Es decir, formaría parte de la Liturgia de las Horas u Oficio Divino, un antiguo libro de oración de lo que un día fue la Cristiandad.

domingo, 21 de julio de 2019

Museo de pinturas. La tercera del Heraldo de Nava, por Genaro García Mingo.


Don García de Medici todo lo preside desde su pequeño marco en la inmensa sala. Nada turba desde hace siglos la rosada carnación de sus mofletes soberbios, los bucles rubios de refinado infante. Es hijo de la hermosa Leonor de Toledo. Leonor, que vino a la Italia, a la Florencia de los Medici y dio al duque la numerosa descendencia que este ansiaba, y pudo sujetar el voluble humor de su consorte, introvertido y colérico. Leonor de Toledo, hija de don Pedro, Virrey de Nápoles. La sonoridad de su nombre evoca por si sola las más altas cumbre de nuestra historia. El refinamiento de su porte aristocrático, inmortalizado por uno de sus pintores, el Bronzino, nos impresiona. Mantiene a conveniente distancia a quien se acerca atraído por su belleza.

En nada nos extrañan, por tanto, el porte, la mirada, los bucles de don García. Si animamos un poco el hierático retrato cortesano, veremos que don García tiene un aire con un punto cómico, don García de Medici, niño de tres años, pequeño adulto por esa vestimenta de corte, encarnadas sedas, cuello bordado de perlas, rico collar. Es algo consentido, tal vez gruñón a ratos, como delata el ligero mohín de su boca regordeta, pero también risueño y despierto. La flor del azahar de su mano derecha recuerda su pureza infantil. Lo que no le impide mirar severamente a quien se para a contemplarle. Su refinada presencia es un recordatorio sencillo de que no todas las cosas son como nos las quieren pintar. Le mira un señor con el pelo pintando de verde y vestido con una camiseta de baloncesto. Resiste poco tiempo la mirada  de don García. Luego se acercan unas chicas muy mal vestidas las pobres, una flacucha, la otra desparramada, su único adorno son los cascos que les ha prestado el museo, pues la poca belleza que pudieran tener de nacimiento bien disimulada la llevan, si es que existió alguna vez. La mirada de don García se hace más severa. ¡Quien las ha dejado pasar vestidas de esta guisa! ¡Ellas se ríen con impertinente descaro del noble infante!

La presencia de don García parece recordarnos que si somos iguales a los ojos de Dios, y deberíamos serlo ante las leyes –cosa que va siendo dudosa- ahí se acaban los emparejamientos, porque para lo demás, la cuna, la educación, el pulimiento, las maneras y la sensibilidad, más a menudo separan que igualan, en un mundo en el que ya son raros los que aspiran a lo mejor, a elevarse, y multitud los que se afanan en arrastrar a los demás al fango en el que les complace revolcarse. ¿Oiga pero usted quien se cree que es? ¡Ya ha saltado el primero!

 

Pasaron los años y la malaria se llevó a don García, como se llevó a otros mortales, sin hacer distinciones. Lo que ni quita ni pone a lo anterior, simplemente lo confirma.
- ¿Qué quieren ustedes? nos dice don García de Medici. Es la pura realidad.



En San Miguel. De los cuadernos de Alcides Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo, para la Voz de Nava.


En San Miguel, frescos que veo de lejos, la gente que circula por toda la Iglesia impide acercarse más. En el órgano, un medallón en el que aparece una mujer tocando, mujer antigua, vestida en azules, pelo recogido, mangas amplias, cerradas sobre las muñecas. Parece tocar, pero en silencio, sin que su gesto inmóvil  provoque la menor nota de música, mientras la vida de la Mallorca turística se agita a sus pies. En este calor sofocante, en esta ciudad encarnación del Mediterráneo -de una belleza en su parte vieja serena y clásica, palacios, iglesias, plazas- tomada al asalto por hordas de turistas armados de videos, móviles, cámaras, la Iglesia sigue impertérrita impartiendo los Sacramentos y proclamando el Evangelio. Pese a todos los avatares que se quieran evocar. En San Miguel, bautizo colectivo, pese a todo, pese al calor del estío, los turistas, la bohemia, las masas.

Agosto del 2008