miércoles, 17 de julio de 2019

A los toros con don Luis (segunda vez).

En ese mundo extraordinario, en esa escuela de la sensibilidad, que son los escritos sobre toros, colocamos a don Luis en el grupo de los elegidos, en el grupo de los que al plasmar en el papel sus impresiones de una tarde de toros, en el campo o en la plaza, trascienden del género al que se dedican. Pongamos a don Luis junto con Gregorio Corrochano, con Pepe Alameda, con Díaz-Cañabate, y no alarguemos más la lista aunque nos dejemos fuera a muchos, que es de don Luis de quien queremos hablar. El tono sereno, la mirada aguda y precisa, envuelta en cierta bonhomía que no se toma en serio, la capacidad de observación, el gusto por la anécdota sabrosa, para amenizar la lectura tras un pasaje de más sesuda disertación o de un largo recorrido por las complicadas genealogías de la cabaña brava, el profundo conocimiento del campo y de sus gentes, del ganado bravo y de su cría, de la plaza en toda su extensión, desde las elegancias de los palcos hasta las interioridades de los corrales, el profundo conocimiento también, y no es el menor de ellos, de España, de su historia y de su ser.
Portada de Los Cuentos del Viejo Mayoral.
Pues a través, por ejemplo, del retrato que hace de trece ganaderos románticos, nos lleva de la mano por una España de siglo XIX alejada de la espuma política por la que estamos acostumbrados a transitar, adentrándonos en la intrahistoria, en la manera de vivir, en todo aquello que pese a los avatares políticos seguía en pie, viviendo y funcionando ¡y de qué manera, con que personalidad y con qué autenticidad! Y todo esto nos los muestra Fernandez Salcedo con un sabor y un arte de contar espléndidos, apoyado en una forma de ver y entender el mundo que trasciende en cada página y que viene a ser la síntesis, la plasmación en el papel de la mirada sobre las cosas de lo que antes se llamaba, un caballero.
 

Pero volvamos, a través de Fernández Salcedo, por un momento, al reciente San Isidro.
 Para empezar la lectura de don Luis lo que proporciona al lector es perspectiv en eso de ver toros: “(…) pero a pesar de los pesares, el Morenillo fue ovacionado, porque entonces el público se fijaba en la clase de toro que el espada tenía delante. Dijo un cronista de la época: «Nunca  vimos un toro más imposible de lidiar, siempre defendiéndose, cortando el terreno en sus viajes, se arrancaba a todo el que se le aproximaba, se tapaba y no había medio de hacerle humillar, ni aun teniendo la muleta en el suelo…» (¿Qué pasaría hoy si saliera un galán de esa categoría?)”. Es fácil contestar a la pregunta. Hemos visto cierto público mansurrón y descastado entusiasmarse con la eternas faenas automáticas al toro automático, ese que va a al señuelo como los galgos a la liebre mecánica, y no entender las dificultades planteadas por toros de verdad, pitando a las cuadrillas, o afirmar su aburrimiento antes las diferencias de comportamiento o la lidia de un toro manso que tan a prueba pone a todos los intervinientes.
 
Recordarán cierta polémica surgida a raíz de la primera tarde en que actúo Roca Rey. Cogido por el toro, rasgada la taleguilla, apareció una como media abultada, como con aire a neopreno y se comentó la posibilidad de que llevara debajo del traje algún tipo de protección. Se dijo luego que eran unas medias negras y la cosa ha quedado sin aclarar. Pues bien, parece que la tentación –que no sabemos si en el caso de Roca Rey ha existido- de protegerse el cuerpo frente a las cornadas parece que no es nueva y que ya la padeció en su momento el famoso matador El Tato. Le vemos a cargo de cinco toros, por herida de su compañero Cayetano Sanz que solo mata el primero del mano a mano programado:
 
(…) y el Tato fue a menos en su labor, pues quedó bien en el segundo; regular, en el tercero y en el cuarto, y no pasó de mediano en los dos últimos.
 
El toro Pimiento, retinto, le hirió al entrar a matar dándole un fuerte varetazo. Como es sabido, este espada salía muchas veces apurado de la suerte suprema, porque hacía muy alto el cruce y no vaciaba bien. Razón por la cual pensó en la conveniencia de ponerse una especia de coraza debajo de la camisa, lo que no llevó a efecto por temor a las vayas del público guasón.
 
El toro toro.
Ejemplar de José Escolar, San Isidro 2019
Más adelante, siempre en su libro Trece ganaderos románticos, nos encontramos con la reseña del comportamiento de la corrida de Cuadri vista… hace unas semanas en Madrid:
Los seis toros, de bonita lámina y excelente trapío, finos y bien encornados, cuajados y de respeto, no correspondieron, en manera alguna, a la gran expectación que habían despertado. Pero esto no quiere decir que fueran rematadamente malos sino muy vulgarotes. Pelearon en el primer tercio con tendencia a la huida (…).



Puyazo de 1890.
Y finalmente vemos como ya hace tiempo se producía lo que hoy es habitual, exageradamente habitual, el abuso del número de pases durante la faena de muleta. Abuso permitido por otro abuso, que es la presencia constante en los carteles de lo que hace tiempo describimos como el “toro automático”, es decir el toro enseñado a ir a un señuelo, falto de la mínima casta, tontuno. Veamos lo que nos cuenta de Angel Pastor en la página 140 del mismo libro:
"Ángel Pastor abusó de la franela, pues dio nada menos que cuatro pases naturales, quince con la derecha, cinco por alto y dos cambiados, como preparación para un pinchazo. A continuación vinieron ocho con la derecha y tres altos, finalizando la faena con una estocada contraria.” Sumando, nos salen treinta y siete pases. ¿Qué diría nuestro autor en estos tiempos en que por sistema se nos somete a, por lo menos, los cuarenta que traen de casa todos los matadores, para dárselos, todos, al mismo toro...?
Un toro de Martínez.
Para el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo, plumilla.

Tarde de toros. De los cuadernos de Alcides Bergamota Elgrande. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Tarde de toros. Aquí estamos de nuevo. El invierno es un recuerdo. El abrigo de paño de lana ya cuelga hasta el año que viene en el armario ropero. Le hemos cosido un botón. Percha de madera con la forma de los hombros, grises espiguillas, se balancea un poco al colgarlo, hasta quedar inmóvil rodeado de bastones, cajas de sombreros y de guantes, botas altas, zapatos con hormas de madera de cedro. Todo queda en silencio al cerrar la puerta. Y en este día, aniversario de la proclamación de la segunda república de tan infausta memoria, el aire es abrasador y el público de los tendidos, cubatero y zafio, nos parece más municipal y espeso que nunca. Eso le pasa por agarrao
Calle hombre. Pero esto son los toros. Ruedo y tendidos, tendidos y ruedo. El espectáculo es a la vez uno y doble, y no sigamos por ahí. Saltan a la vista los tres gordos. Tres gracias masculinas, modernos por el atuendo apretado y sintético, clásicos por el volumen y la desbordante carnalidad, panzas sujetas sobre las rodillas. Se disculpan por apretar al personal, usted perdone caballero es que estamos algo fuertes, y bromeando dicen que la próxima vez comprarán dos o tres entradas más, para estar más anchos. Se cruzan en el aire las volutas azules de los primeros habanos de la temporada con los pájaros -¿vencejos, gorriones?- que salen disparados desde un lugar inexistente hacia los medios, como catapultados por los espectadores. Mientras el Aficionado (si, con mayúscula) no pierde detalle de la lidia de Chacón a sus dos toros, o de las tres tandas de Robleño a su segundo, del tercio de varas que protagoniza el sexto empleándose bien, a mi izquierda comenta el vecino que esto es una zarzuela en directo. El ganado está como en el fiel de la balanza, sabe usted, nos tiene en ascuas, con cada toro que pisa la arena no sabemos si caerá del lado de la casta y la fuerza o de la flojedad y bobería. Y no puede faltar la tiorra. No es la única mujer claro. Hay muchas y de toda condición. Pero ella, la tiorra, se hace notar por sus aspavientos, su descaro, su condición revenida y aviesa, sus ademanes desvergonzados, su aspecto feroz y brutal. Confidencialmente, y mirando hacia ella de reojo, me dice el mismo vecino: ahí tiene usted arrobas de martirio e infelicidad para el incauto que caiga bajo su imperio. ¡Antes tirarse al ruedo con Miuras que ahorcarse de esa manera! Impresionados por la sentencia que nos deja helados y pensativos, hacemos por perder de vista a la energúmena. ¡Luego hay gente que se aburre en los toros! ¡Gente pa tó!


 


Consultar el INE, una forma de salir de casa. Suplementos de la Voz de Nava (¿pero no era el Heraldo?)


Datos del Instituto Nacional de Estadística ("INE"):

1. Nacimientos fuera del matrimonio.

 

Existe una enorme disparidad en el número de nacimientos fuera del matrimonio que se registró en 2016 en los países de la Unión Europea, siendo el más bajo en Grecia (9,4%) y el más alto en Francia (59,7%). Portugal (52,8%) y España (45,9%) se acercaron al valor más alto.

 

2. Matrimonios canónicos.

De 163.430 matrimonios celebrados en España en 2018, 37.859 lo fueron según la religión católica, es decir un poco más del 23%. Es una media, en algunas zonas baja por debajo de 10%, en otras, para compensar, sigue por encima de 40%.

 
En el 2018 nacieron en España 369.302 niños.



lunes, 8 de julio de 2019

Toc, toc, toc.


Sonaron los tres golpecitos secos de siempre y quedó fijada la escarpia. No necesitaba más Doroteo que había colgado personalmente toda la galería de retratos que adornaba el rincón literario del Café de Nava de Goliardos.
  - Ya era hora de tener aquí a Pepe Conrad, dijo satisfecho Doroteo, dando un paso atrás para asegurarse de que el pequeño retrato no colgaba torcido.
  - Desde luego –le contestó Tato- pero lo de llamarle Pepe no sé si me parece excesivo, tanta familiaridad con un señor tan serio…
  - Quite, quite, ya sabe que así tratamos a todos los que acceden a este rincón de ilustrísimos, además, haberle leído entero, de proa a popa, como quien dice, le permite a uno concederse ciertas licencias.
- La verdad es que sólo por El duelo, ese extraordinario relato, se habría ganado el lugar más alto en el podio del bien contar.
- Sin duda, con ese retrato extraordinario, en cuatro pinceladas sueltas, del viejo emigrado vuelto a la Francia de la restauración, el caballero de Valmassigue.
Por casualidades de la disposición del lugar, a Pepe Conrad le cupo en suerte colgar cerca de una fotografía de don Luis Fernández Salcedo.
Oiga, pero es que no tienen nada que ver. Ya lo sabemos hombre, no diga obviedades. Lo que ocurre es que los dos, cada uno en lo suyo, son maestros.

martes, 2 de julio de 2019

Palo.


Al que se meta con Azorín, palo.

No hay duda de que a día de hoy, y pese a todos los peros y problemas, una tarde de toros es un acontecimiento mayúsculo, algo único, el espectáculo público más extraordinario, auténtico e interesante de un occidente que crea poco y está dedicado a repasar y a sobar lo hecho hace años por las generaciones anteriores. Una fuente de impresiones y estímulos de toda suerte, única.

lunes, 1 de julio de 2019

Soldado azul.


Hemos vuelto a ver la película Soldado azul. Son notables las diferencias respecto de la novela del mismo título que adapta, y es mucho lo que debe a una buena banda sonora setentera que le da un aire de juvenil rebeldía de otra época, siendo el fondo de la historia que cuenta, la espantosa masacre de Sand Creek, terrible. Hay escenas de una violencia excesiva, violencia que podía haberse tratado o transmitido de otra manera sin perjudicar al relato. Fue todo un escándalo entonces y siguen siendo excesivas incluso para mellada sensibilidad actual. Afortunadamente se concentra muy al final, casi en el desenlace. Pero hasta entonces tiene la película un aire setentero y como de contracultura que hace sonreír en algunos diálogos, una pareja de protagonistas que funciona muy bien en esa clave de época –no nos preguntemos si la Cresta de 1860 podía o no parecerse a Candice Bergen o si es verosímil un soldado como Peter Strauss, prácticamente objetor de conciencia desde el principio de la historia- y una trama principal clásica, bien tratada y entretenida, durante la que se nos cuenta como los dos protagonistas escapan a un ataque indio y su odisea campo a través para llegar a Fort Union, con el consiguiente proceso de conocimiento mutuo y enamoramiento.

Decíamos que aunque el hilo argumental es el mismo, las diferencias con la novela de Olsen son notables y la principal el tratamiento de la protagonista femenina. Frente a la más bien ruda y recia campesina de la novela, nos encontramos con una atractiva, deslenguada y un tanto cínica activista de los derechos humanos encarnada por una de esas suecas espléndidas que enloquecieron al hispánico carpetovetónico del desarrollismo. Tampoco les fue mal allende los mares.
Volviendo a la banda sonora, le da a la película –que se leyó en clave de denuncia de la guerra de Vietnam- una aire de inocencia traicionada, de fe hippy en un país joven en pleno crecimiento y al que se quiere (“Yes this is my country/ Young a and growing/ free and flowing. See to see (…)”). Crecimiento, esperanzas y visiones idealistas quebrantadas por la inmoralidad de los mayores y de los dirigentes, personificada en el coronel al mando de los voluntarios de Colorado, viejo, seco, rígido, incomprensivo, racista…


La del vozarrón protesta es Buffy Sainte-Marie, activista amerindia, canadiense de origen Cree, autora e intérprete de música folk, étnica, de lánguidas melenas, desgarrada, rebelde, la imaginaos meneando la cabeza, haciendo que se agite al viento el largo cabello suelto, mientras toca la guitarra como quien blande un arma para el combate…
Los Estados Unidos siguen a vueltas con todo esto, el racismo y la violencia insertos en la raíz de su nacimiento como nación, y de paso la redención de esa culpa nos la hacen pagar a todos con el alumbramiento puritano de lo políticamente correcto y las discriminaciones positivas que son eso, una prolongación del racismo y la violencia. ¡Dichoso el dominico Montesinos que ya en la Hispaniola nos evitó a los españoles este terrible camino de expiación…!
Para el Heraldo de Nava, A. Bergamota.