¡Como
llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando
sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás
de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y
el horizonte despejándose a la lejos. Por un momento, a no ser por los matices
de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El
invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer
nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y
horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera,
un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad
para dispararse.
jueves, 25 de abril de 2019
jueves, 4 de abril de 2019
¡De repente un chino!
La
mañana luminosa y helada, los coches cubiertos de hielo, por fin, el termómetro
caído bajo cero. Por el poligó, tapada su fea desnudez por los rayos del sol y
la bóveda de este inmenso cielo azul, resiste el chupatintas. Resuenan los
pasos del caminante, chasquidos secos y regulares marcan cada zancada y
contrastan sus artesanales zapatos de piel de potro abotinados, de encerados
cordones, con el calzado industrial de seguridad. Oiga pero no haga estas
comparaciones clasistas que le van a decir algo.
Por el suelo un tornillo,
plásticos, un envase, papel de magdalenas revoloteando. Sopla un aire frío que
huele a nieve. Un largo camión de tres pisos descarga coches en una bocacalle,
llenando el aire de ruidos metálicos, un chirriar de muelles y hierros. Las
tapas de las alcantarillas están recubiertas de una capa delgada de hielo, las
que siguen a la sombra. No es aconsejable pisarlas si uno quiere evitar el
estacazo gratuito y absurdo. Un tío piernas duda con el coche, por aquí o por
allá y me mira como pasmado. Conduce tocado con un infame gorro de lana. ¡De
repente un chino!
lunes, 1 de abril de 2019
ESPLENDOR
Esplendor en la hierba.
Though nothing
can bring back the hour
Of splendour in
the grass,
of glory in the
flower,
We will grieve
not, rather find
Strength in what remains behind
William Woodsworth es considerado como uno de los grandes poetas ingleses
del romanticismo, a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Nos fiamos de lo que
dicen los libros, pues no hemos leído su obra.
Es autor de los versos de donde proviene el título de la película que
comentamos. Versos que a lo largo de la historia que se nos cuenta, tan bien
narrada, tan perfectamente dicha con el lenguaje del cine, servirán, recitados
por primera vez por la protagonista, como detonante de una dramática crisis personal.
Tal vez motivada por la profunda comprensión de su significado y el rechazo a
admitir que puedan ser ciertos. Recordados de nuevo más adelante, servirán para
confirmarnos, con un punto de tristeza y sin sabor, que el ciclo ha concluido,
que la crisis ha quedado atrás, que lo dicho por el poeta con su punta de resignada
melancolía era cierto y que la vida, tal vez en algo mermada, quebrada en su
belleza e inocencia más primigenias, puede, a pesar de todo, continuar.
Natalie Wood, alumna de último curso de bachillerato, está en clase de
literatura. Piensa en el noviazgo con Bud, encarnado por Warren Beatty,
terminado hace poco. No presta atención a los versos de Woodsworth que recita
la profesora. Al darse cuenta de ello, ésta le pide que se ponga de pie y que
abriendo el libro los lea en voz alta para toda la clase. No es la primera
escena de la película que transcurre durante la clase de literatura. En las
anteriores hemos podido ver qué poco interés tienen los alumnos por lo que se
les enseña. Nada les interesa esa literatura que es para ellos una letra muerta
hace muchos años, por completo ajena al pueblo de Kansas en el que viven y a
sus familias. Hasta que en esa escena los versos cobran toda su fuerza.
Se trata de un momento fundamental de la película y puede servir como
muestra de su excelente guión y realización, de que cómo ese momento culminante
se ha ido preparando, sin que el espectador lo advierta, por distintos momentos
anteriores. No es por supuesto la única escena memorable.
La actuación de Natalie Wood a lo largo de toda la película es
espléndida. La acompaña un elenco de actores también magníficos que ayudan a
entender la fuerza de ese cine y que no haya perdido ningún vigor.
Es una película del año 1961. Anterior por tanto a la revolución de
las costumbres que estaba al caer con la contracultura de los sesenta. Es
central el tratamiento de la sexualidad en una ciudad provinciana de los años
veinte del siglo pasado. Por una parte, el sexo no existe, está oculto, es un
tabú. Nada debe suceder entre los novios. La única preocupación de la madre de
ella, es que no hayan ido demasiado lejos.
Hasta el punto de que cuando se queda a solas con su hija no es sino para
preguntar siempre por lo mismo. Lo que da pie a la otra cara del asunto: una
cierta obsesión por el sexo, soterradamente omnipresente y desviado hacia
formas de violencia (escena del aparcamiento durante la fiesta de nochevieja
dónde la hermana del Bud se ve rodeada de hombres violentos, los cuales, en
público, se habían negado a bailar con ella, precisamente por su comportamiento
provocador) o cinismo (escena en la que el padre de Bud le explica que hay dos
tipos de chica y que puede desahogarse con el segundo tipo). La crítica de esa
pequeña sociedad provinciana es demoledora. ¿Constataba la película una
realidad o preparaba el terreno de la revolución de costumbres por venir,
parodiando hasta la exageración los defectos de las gentes de ese pueblillo de
Kansas?
Tratándose de Kazán, nada descubriremos diciendo que Esplendor en la
hierba es un drama y que no ahorra al espectador ningún sufrimiento en el
retrato de la relación amorosa entre Dennie y Bud, sobre trasfondo de vida
provinciana y vísperas de la Gran Depresión.
Asistiremos a la incomprensión entre generaciones y la dificultad de
comunicar –algo generalizado entre todo los personajes- son temas centrales a
lo largo de toda la película, pero que de alguna forma irán resolviéndose, aún
a costa de exponer con toda crudeza la personalidad de varios de los
protagonistas. Exposición dolorosa en el caso de la madre de ella, luminosa en
el caso del padre. Respecto de este último, partimos de un personaje apagado al
principio, que a lo largo de la historia irá creciendo de forma discreta pero sólida,
descubriendo el espectador una personalidad rica y firme que sabrá corregir
bondadosamente los excesos de su mujer.
Asistiremos también a la proyección de los anhelos o frustraciones de
los padres sobre los hijos, esperando que estos realicen lo que sus padres no
lograron –es la clave de la relación entre Bud y su padre-; a la obsesión
puritana con el sexto mandamiento que todo lo impregna.
¿Tiene algún sentido recordar ahora Esplendor en la hierba? ¿Recordar
a Elía Kazán? Tal vez para dejar constancia de la excelencia de la película, de
cómo no ha envejecido, de hasta qué punto es un gran cine, y de esta manera
rendir homenaje a su director, al que debemos títulos tan soberbios como Al
este del Edén, Un tranvía llamado deseo o La ley del silencio. Las dos últimas
películas protagonizadas por Marlon Brando, de alguna manera descubierto para
el cine por Kazan.
Para el Heraldo de Nava, A. Bergamota. Polígrafo.
Coda: Gula, avaricia y lujuria. Tres pecados capitales
representados por uno de los personajes fundamentales de la historia: la madre.
Este detalle nos lo apuntaba un sagaz espectador que volvió a ver la película
con nosotros y les dará una idea de la densidad de la historia.
La madre come durante toda la película, se la ve a menudo bocadillo en
mano, zampa que zampa. Uno de sus temas de conversación preferidos y
recurrentes es el dinero, las acciones de las que son propietarios, el dinero
que producirán si siguen subiendo, todo lo que el dinero podrá comprar, el
dinero que tienen los vecinos. Le brillan los ojos, se frota las manos. Y
finalmente una obsesión por la sexualidad verdaderamente morbosa, hasta el
punto de que la relación con su hija se centra a menudo en ese aspecto, saber si
la joven ha hecho o dejado de hacer. Es decir, saber y controlar si mantiene
relaciones sexuales y en la medida de lo posible evitarlo.
Como ya hemos apuntado la obsesión por la sexualidad y una relación enfermiza
con el tema son por otra parte bastante comunes a muchos de los habitantes del
pueblo. Podría decirse incluso que son una característica de esa comunidad,
junto con el éxito y el dinero como objetivos vitales primordiales. Parece como
si una represión muy fuerte apenas lograra sujetar unos impulsos que al soltarse
resultan muy violentos, casi feroces. Luego llegará la Gran Depresión. La
pintura que realiza Kazán del pueblo como comunidad o como sociedad tiende a
inmisericorde. De los adultos no se salva más que el padre de Dennie realmente.
Más interesante –siendo espléndida toda la película-, más sutil y refinado es
el retrato de la juventud y del complejo tránsito a la vida adulta.
***
lunes, 18 de marzo de 2019
El artista y la sabandija
- ¿De dónde viene usted?
- Del PP.
- ¿Se ha metido en política? ¡Es usted un canalla, una sabandija!
- Quite hombre quite, que vengo del polígono…
- ¿Y esas siglas?
- La segunda pe es de polígono, precisamente.
- ¿Y la primera? ¡No me diga más que atrocidad!
- No se ponga así tío remilguis, que es pe de pecioso, Pecioso Polígono, así sin erre. Vengo del Pecioso Polígono.
- Es usted un artista, y yo que creía…
- Claro, usted es de los del piensa mal.
- Es cierto, un canalla, una sabandija.
- Sin duda, oiga, sin duda.
lunes, 11 de marzo de 2019
viernes, 8 de marzo de 2019
Melancolías del poligó. De los papeles del eximino polígrafo A. Bergamota. Cortesía de C. de Liposthey, biógrafo.
jueves, 7 de marzo de 2019
Una película de Carl Dreyer: GERTRUD.
Gertrud, de
Carl Dreyer.
¿Quién hace la crítica Tato o Enrico Silverstein Dubrokowsky? ¿Y qué
diferencia hay? Hombre, pues está claro. Vamos a decir que Tato será más
directo, más crudo, mientras que Enrico tirará más hacia un estilo Cahier du
Cinema… No sé si me entiende. Para que se haga una idea, Tato dirá algo así:
- No sabemos si Dreyer se ríe de nosotros, de su
personaje, si es un misógino o si la película es simplemente un tostón. La tía
es un petardo, una auténtica pesadilla para todos, para su primer novio – que
es medio tonto pues no es capaz de darse cuenta de la suerte que ha tenido
escapando del monstruo-, para su pobre marido al que reprocha no dedicar su vida
a adorarla, y hasta para sí misma.
En cambio el estilo de Enrico será más del siguiente modo:
En cambio el estilo de Enrico será más del siguiente modo:
- En la filmografía dreyerana la inescrutable Gertrud
viene a representar la autoexploración freudiana de la neurosis de los
sentimientos a través, paradójicamente, de un personaje femenino, sí, pero con
una más que insinuada dosis de androginia, con el que Dreyer por medio de una
identificación de contrarios, o en espejo, diseccionará implacablemente los
resortes de la afectividad femenina.
¿Y a usted que le parece? Pues mire, yo el día que la vi tenía sueño y sin embargo me mantuve despierto y atento.
¿Y a usted que le parece? Pues mire, yo el día que la vi tenía sueño y sin embargo me mantuve despierto y atento.
Creo que lo
que me mantuvo en vilo fueron la forma de contar, la belleza del blanco y negro
y una hermosa teatralidad. Los gestos son precisos, la composición cuidada y
siempre vistosa, los decorados hermosos y sin un detalle equivocado, puede verse
como han sido concebidos con toda intención para enmarcar y reforzar el
desarrollo de la historia (el juego con los espejos sería todo un ejemplo).
Es verdad que
el asunto de fondo –la búsqueda del amor absoluto y la posibilidad o no de
encontrarlo- a mí me interesa más bien poco, por tan manido ya, y tan manoseado
por la literatura, el cine y el teatro. Y mi vecina del cuarto que siempre da
la matraca con lo mismo. ¡Fíjese!
Flota sobre la
película una severidad protestante sin duda. Y a uno le asaltan visiones
contrapuestas de alegría católica, un San Juan por los caminos, una Santa
Teresa llamándole mi medio fraile, Fray Luis por la floresta o Santo Tomás
contemplando la hermosura del mundo, la belleza de la realidad.
Volvamos a
Dreyer y a Gertrud. La complejidad mental del personaje protagonista, Gertrud,
que creyéndose de una alta exigencia y complejidad moral, es en realidad
bastante simplón y egoísta, resulta lo suficientemente interesante como para
querer indagar. No pueden disociarse ni su forma de ser, ni el retrato que de
ella traza Dreyer, de su esterilidad. Esterilidad física pues no tiene hijos e
incluso espiritual, pues no crea a su alrededor más que sequedad. Un personaje
sin duda consentido y egoísta, pero hasta cierto punto valiente pues será
consecuente e irá cortando amarras con situaciones que considera falsas por no
responder al ideal que busca. Que al cortar la amarra rueden por los suelos los
que están a su alrededor eso es a algo que le preocupa menos. Se ve que a
ustede le molesta. No me distraiga por favor.
Durante toda la proyección uno se pregunta si Dreyer está explicando y desmontando el personaje en el sentido que nosotros apuntamos – habrá entonces una mezcla de muy sutil ironía con una ácida crítica- o si le concede la importancia de la que, según nosotros, carece… la pájara (que diría Tato).
Durante toda la proyección uno se pregunta si Dreyer está explicando y desmontando el personaje en el sentido que nosotros apuntamos – habrá entonces una mezcla de muy sutil ironía con una ácida crítica- o si le concede la importancia de la que, según nosotros, carece… la pájara (que diría Tato).
Vean la carga simbólica de los personajes contemplando el tapiz dónde puede verse a su vez una mujer, desnuda, atacada por una jauría. |
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