miércoles, 20 de febrero de 2019

Apuntación antigua. De los diarios de A. Bergamota Elgrande.


A la hora de comer, en el restaurante, indescriptible escena en la mesa de al lado porque el camarero explica que para dividir la cuenta cada uno tiene que decirle lo que ha comido. Unos jovenzuelos de pinta siniestra, trajes de medio pelo y corbatas exageradas, le dicen de todo con grandes aspavientos, con expresiones que revelarían su zafiedad y grosería rabiosamente actuales si uno no pudiera verles. Que les vio. Me hubiera gustado levantarme a montar la gorda. Pero se encargó Tato al dirigirse a uno de ellos, al de traje más feo y corbata más chillona y relamida: “niño ponnos un café cortado y luego te vas a fregar, y –refiriéndose a su acompañante- no te traigas fulanas al trabajo que te podemos despedir”. En la mesa de al lado dos matrimonios. Entre los cuatro les falta poco para juntar los trecientos años. Su tema de conversación es la salida de Morata del Real Madrid. Así están las cosas.


LAS CASILLAS. Cuestiones de mundialismo.


El agua mineral se sirve de forma tan ruidosa, a chorro libre, que cubre la voz del conferenciante. Una voz por otra parte débil, más para susurrar escondido que para arengar a las masas que tan necesitadas están de que alguien les grite. El poder de la gorda que se sirve litros y litros de agua mineral es tal, es como ver un elefante conectando la trompa a un surtidor, que remata la jugada dejando caer con fuerza terrible la enorme botella sobre la mesa. Ante el estallido vibra toda la sala, sus vecinos respingan, a un tío cursi se le caen las gafas y pone un mohín tan atroz que su vecino no lo puede resistir y violento le amenaza con un enorme puño cerrado. Pasado el momento, la onda de violencia provocada por el paquidermo con vestido de flores se extingue. Prosigue la charla sobre procesos. Hay que marcar las casillas, todas las casillas, con un lápiz y por orden… ¿Y si las marco con la minga no vale? Esto lo ha pensado el enano de delante, se ha notado, pero como es como los demás, se calla. Está sentado entre el largo y la gorda, el jirafa y la elefanta. En esta selva el viene a ser una hierba, una hierba, alta para ser hierba, seca, crujiente. En cualquier momento lo arrancan del asiento para zampárselo y aquí se arma una de miedo, con el enano pataleando por los aires, apretado por la trompa del elefante que lo agita como un sonajero para llevárselo a la picuda boca. Cuello de toro se está durmiendo. Es normal, ahora se están describiendo todas las casillas, cada una y su contenido. Hay ciento diecisiete. Es mejor marcarlas rellenándolas con un aspa, con un aspa. Con un punto no, porque es confuso. Al saludarle antes se notaba la falta de un dedo, un rasposo vacío que daba escalofríos. Seguimos con las casillas. Excelente exposición sustentada por todos los hábitos verbales del anglosajón para quien todo es global, mundial, todo son lecciones aprendidas, mejores prácticas, si, no, hacer no hacer… Con ayuda de unos buenos carros de combate todas las artes salen mejor.

Al cumplirse la tercera hora de conferencia sobre procesos y casillas, y pese a la abundancia de agua mineral, ya han muerto dos oyentes. Uno se ha desplomado sobre la mesa, con la cabeza sobre el cuaderno. De forma bastante discreta, todo hay que decirlo. Como estaba sentado no se ha notado mucho. Parce que se ha quedado dormido, pero le sangran las orejas. Ha reventado por dentro en la casilla ochenta y dos, faltaba poco. El otro se desliza de la silla y cae debajo de la mesa, desaparece tragado, escondido por el mantel. No le encontrarán más que al día siguiente, al oponerse su grosura inerte al avance del aspirador. Hay un panorama de cráneos pelados, sobre gruesas nucas, con el cogote surcado de rollizas arrugas. Ya lo decía Pardo Bazán, nosotros vamos a los toros mientras ustedes beben solitarios hasta perder el conocimiento, perseguidos por sus ligas antialcohólicas.

lunes, 4 de febrero de 2019

GLOBULOFF.


Extracto de una carta del crítico Vasili Globuloff dirigida al gran polígrafo en contestación al envío por éste de unos primeros textos. Sucedía esto años atrás.


Vasili Globuloff.
No cabe duda de que su texto denota una mente confusa que no ha llegado nunca a estructurarse ni a formarse del todo, carece de fundamentos, de orden, de método. Y ya es tarde querido amigo. Abandone. No queremos chupatintas, picaflores, capones de granja. No se sostienen las editoriales con estos textos. Y si además es usted como sospecho un hombre blanco, heterosexual y feo no hay nada que hacer. No se hacen negocios con estos materiales. Yo tengo necesidades, ¡mi dacha en Crimea! Tengo que pagar muchas bufandas, cuentas de muchos números. ¡Yo soy el gran Globuloff, crítico!

lunes, 28 de enero de 2019

Noticias.


Veamos a continuación como Clarín, riéndose con acidísimo sarcasmo de los lectores de un casino provinciano, describe en realidad nuestro mundo digital, pretendidamente tan liberador y revolucionario:

“Estos y otros lectores asiduos se pasan los periódicos de mano en mano, en silencio, devorando noticias que leen repetidas en ocho o diez papeles. Así se alimentaban aquellos espíritus que antes de las once de la noche se van a dormir satisfechos, convencidos de que el cajero de tal parte se ha escapado con los fondos. Lo han leído en ocho o diez fuentes distintas. Todos estos caballeros respetables y dignos de estima viven esclavos de tamaña servidumbre, la servidumbre del noticierismo cortesano. Mucho más de la mitad del caudal fugitivo de sus conocimientos consiste en los recortes de la Correspondencia que los periódicos pobres se van echando, como pelotas, de tijeras en tijeras.”




 

Leopoldo Alas Clarín, La Regenta. Edición de la fundación José Antonio de Castro, pág. 152.

viernes, 25 de enero de 2019

BARES.


Hemos comido un bocadillo, acodados a la barra del bar. Frente a nosotros en los impolutos estantes, dos botellas de chinchón. Más lejos, ya en la impoluta cocina, un rayador de queso, de los buenos. Televisiones encendidas, con el sonido apagado, y de repente un hilo musical a toda. Como compañía, el periódico Marca, con lo que se logra la completa bajada a los infiernos. Bocadillo de lomo, cerveza. A nuestro lado una botella de plástico bastante bonita sirve de depósito de corchos de vino usados, todos de espléndidas marcas. Una tía grandota pide chupitos y la cuenta. Nos llaman cariño y mi rey, al despedirnos. Así es, increíble. Toda dignidad perdida. El paseo de vuelta con destino a continuar empujando la piedra por la cuesta, cual Sísifo o Tántalo, lo damos a cuarenta grados, bajo un sol de justicia. Andamos como metidos en un horno luminoso. A la hora del desayuno pasamos del Chinchón a la ginebra. En un estante contamos hasta trece marcas distintas, de Bulldog a Larios. Mirando un poco a la izquierda, nuevo estante con nueva remesa de botellas, también de ginebra, otras tantas marcas. Bien surtido el bar. La camarera dice que no ha pegado el ojo. Que estuvo viendo películas y que se tomó un café tarde y que la cafeína tan tarde ya se sabe. ¿La leche como la quiere? La quiero normal. ¿Oiga y normal que es? Bueno, póngala templada. Se oyen murmuraciones por los dos lados, sin mirarse a los ojos, mientras se sirve la leche normal.

Performance

- ¡Oiga! ¿Qué lleva usted ahí?
- ¿Yo? ¿Dónde?
- En el abrigo, deténgase por favor, dijo el guardia de seguridad.

Se acordó entonces, sólo entonces, de la compra de por la mañana. Ya no daban bolsas en las tiendas y como había pagado la cuenta acomodó la compra como pudo, repartida entre los otros paquetes que ya llevaba consigo. Lo único que no cupo lo metió en el bolsillo derecho del abrigo, dónde encajó silencioso, como anillo al dedo. Después de pasar por casa a dejar los paquetes se fue directo al museo. Hacía días que quería acercarse a ver aquellos cuadros. Tanta conmemoración y estaban casi todos allí, a tiro de piedra. Y entonces el guardia le había pedido, con un exceso de vehemencia tal vez, que se detuviera y vaciara el contenido de sus bolsillos. Recordó entonces la compra. Y mientras lo hacía sacó del bolsillo derecho una bandeja de chistorra fresca, roja, reluciente. El guardia le miraba y miraba la chistorra no sabiendo que decir.
- Oiga con eso no se puede pasar, me parece a mi.
- No, si ya lo entiendo.


El corrillo de curiosos que se había formado alrededor se deshizo comentando la jugada de las chistorras. Por la tarde un periódico digital titulaba: “Detenido activista cultural cuando preparaba performance protesta con chistorra cruda.