domingo, 21 de febrero de 2016
sábado, 20 de febrero de 2016
Diario de Alcides Bergamota. Excursión, segunda parte.
Siempre por gentileza de Calvino de Liposthey.
Parte II
Empiezan el camino de vuelta. Van pensativos, ensimismados, tal vez deslumbrados. ¿No había que haber tirado de capote? ¿Intentar un lance, requebrar al pimpollo? ¡Sultana, jenízara! El aire frío les devuelve a otras hermosuras: las del paisaje. El herrerillo, la espléndida pareja de águilas, de vuelo silencioso y suspendido en la altura, como si fuera el mundo quien a sus pies girara, los fresnos sin hoja pero cargados de brotes.
Ahora sí que las masas han hecho su aparición. Del corral han soltado a cien ciclistas, parecen espectros escapados de algún enterramiento, estridentes, silbantes, los ruidos de su máquina semejan el arrastre de cadenas, y dan aviso al incauto caminante de su temible proximidad. Como las ánimas en pena con el negro y deshecho sudario, de negro van ellos vestidos, sobre negros artefactos, con negros cascos, mallas negras, gafas negras, negra velocidad, negro mirar, negra tropa. Un intento de exorcismo casi acaba a tortas, cuando los caminantes se interponen en el camino con los brazos en cruz y gritando un vade retro satanás. Se produce un atasco y poco falta para que rueden por el suelo diez o doce de esos fantasmales pájaros negros. El asno rebuzna, la oveja bala, las vacas pastan, y todos por un momento se asoman a la extraña escena. Los caminantes salen por pies, risco arriba, dónde no pueden seguirles los gentucillas de negras mallas. La sierra vuelve a su ser. El toro brama, la cabra bala, la paloma gorjea, el pájaro gorgorita, la cigüeña crotora, el cuervo grazna, el elefante barrita… ¿Oiga pero que dice?
Parte II
El bar ha cambiado, lo han renovado manos femeninas
sin duda. Hace como cosa de un año, nos explica la espléndida camarera que nos
atiende y que tal vez sea también dueña del lugar. Una venus rural, rotunda y
hermosa con un punto de urbana y morbosa sofisticación. Desprende un magnetismo
y una sensualidad que intimidan al caminante que no quiere pasar ninguna
prueba, que no quiere ser medido ni tentado por esa visión de la mañana. Ella sonríe
enseñando los blancos dientes, con los ojos encendidos, mientras su pecho
serrano palpita al ritmo de una respiración que se agita un algo al atender a
los caminantes. Estas soledades montaraces. Los caminantes se asustan un poco.
Desde lo más profundo de su memoria asoma insinuante el viejo romance y se
azoran. Reducidos a casi nada, saludan a la serrana quitándose el sombrero,
mirando a hurtadillas, sin arrestos para afrontar el evidente convite de la
gran venus retadora, cuyos blancos dientes, cuyos grandes ojos brillan por
momentos con una luz de viejo cuento de hadas. Rompen el hechizo, impiden el
conjuro, pidiendo un pincho de tortilla para dos. La decepción se pinta en los
ojazos, en los colores, en los aires espléndidos de la moza sin par, de la
fundadora de razas y estirpes, de la reserva genética de occidente, que sin
duda esperaba más viriles ademanes. Sirve resignada una ración como para un
pajarillo con remilgos de viejo bujarrón. Se despiden.
Empiezan el camino de vuelta. Van pensativos, ensimismados, tal vez deslumbrados. ¿No había que haber tirado de capote? ¿Intentar un lance, requebrar al pimpollo? ¡Sultana, jenízara! El aire frío les devuelve a otras hermosuras: las del paisaje. El herrerillo, la espléndida pareja de águilas, de vuelo silencioso y suspendido en la altura, como si fuera el mundo quien a sus pies girara, los fresnos sin hoja pero cargados de brotes.
Ahora sí que las masas han hecho su aparición. Del corral han soltado a cien ciclistas, parecen espectros escapados de algún enterramiento, estridentes, silbantes, los ruidos de su máquina semejan el arrastre de cadenas, y dan aviso al incauto caminante de su temible proximidad. Como las ánimas en pena con el negro y deshecho sudario, de negro van ellos vestidos, sobre negros artefactos, con negros cascos, mallas negras, gafas negras, negra velocidad, negro mirar, negra tropa. Un intento de exorcismo casi acaba a tortas, cuando los caminantes se interponen en el camino con los brazos en cruz y gritando un vade retro satanás. Se produce un atasco y poco falta para que rueden por el suelo diez o doce de esos fantasmales pájaros negros. El asno rebuzna, la oveja bala, las vacas pastan, y todos por un momento se asoman a la extraña escena. Los caminantes salen por pies, risco arriba, dónde no pueden seguirles los gentucillas de negras mallas. La sierra vuelve a su ser. El toro brama, la cabra bala, la paloma gorjea, el pájaro gorgorita, la cigüeña crotora, el cuervo grazna, el elefante barrita… ¿Oiga pero que dice?
Trabajos de Calvino de Liposthey. Diarios de Alcides Bergamota.
Calvino de Liposthey publicará pronto su obra sobre
el gran y redundante Alcides Bergamota el Grande y ha tenido la gentileza de
hacernos llegar un adelanto de los apéndices documentales, que vendrán a ser una
suerte de Anales de Alcides Bergamota el Grande o Cuadernos Bergamóticos. Se
trata de una jugoso extracto de su diario personal y debe corresponder, sin
duda, a la época anterior a la que llamamos de
Nava de Goliardos (¿o era Puebla?). De cuando el sin par polígrafo, hundido
en los horrores de la mesocracia, trabajaba por cuenta ajena. Veamos.
Parte I
Entrada del lunes -----. Sin duda un lunes dificultoso, de apatía, de anonadamiento, de ojos hinchados, de desvarío, de mirar ausente, de flaccidez mental, de embotamiento, de embrutecimiento, de baba pendiente, de belfo caído, de negra boca, caverna siniestra que no se cierra, de oscuro orificio que emite el estertor de la cretinez. Y sin embargo, la hermosa naturaleza no se detiene. El frío es cortante, viene el aire cargado de hielo recogido en la sierra cubierta de nieve, omnipresente, blanca, azul de frío, dentada, erguida, permanente y quieta. A los pies de la sierra, el hormiguero de catetos se agita sin freno. Oiga todo ese adjetivar está ya un poco visto, la sucesión de palabras a la manera del noventa y ocho, la sierra cárdena y todo eso… Ya.
Hoy en el menú: monstruosas chuletas viejas de cerdo, azules en su crudeza, a la infame manera, con aires de ponzoña y servilleta estropajosa
Trepamos por la cuesta empinada, bajos los robles, siguiendo la senda que serpentea por entre bloques de majestuoso granito, la cantera de un gigante. Al terminar la subida, el camino se vuelve ligero y alegre, como si el frío de la mañana hubiera preparado un rato de silencio y soledad. Jaras, espinos jugando a esconder las cercas de piedra de las dehesas ganaderas. Al rato algún pino y de repente un cedro. Como de visita, ha tomado posesión de un claro dónde le vemos erguido y con cierta majestad. Es claramente un visitante. ¿De dónde habrá salido? ¿La misma mano osada que los introdujo en los Reales Sitios en el siglo XIX? ¿Algún olvidado propietario? ¿El aire?
El camino desciende ahora lentamente. Las vistas a
nuestra izquierda, de una gran belleza, parecen no tener fin en la claridad del
día, en la nitidez de la mañana. Ni rastro por ahora de joputismo ni
gentucilla. El único ciclista que nos hemos cruzado ha dado los buenos días, ha
desmontado para cedernos el paso, ha besado nuestro anillo episcopal, rodilla
en tierra. Le hemos tirado unas monedas al suelo para que se entretenga. Viejas
losas romanas, una vaca retinta sale de entre las jaras altas y mira mascando
con flemática indiferencia. Saludamos a una familia que contempla el paisaje con
aparente paz, sin navajazos. La escena es bonita y la celebramos con un buenos días al que nos contestan casi
murmurando. En el pueblo, el bar ha cambiado.
martes, 2 de febrero de 2016
martes, 26 de enero de 2016
EL TORERO Y LA HIJA DEL TORERO.
No nos resistimos a añadir unas líneas al hilo de la
actualidad más miserable y frívola. Una de las formas que adopta el dinosaurio
cuyo alimento preferido es la libertad, es esta: El torero Francisco Rivera
publica una foto suya toreando con su hija en brazos. Las redes sociales le
agreden y le insultan. Hasta aquí, el funcionamiento normal de las redes
sociales, el incauto y la horda, pues las llamadas redes sociales se utilizan
en gran medida para insultar.
Por otra parte la foto no tiene nada extraño, para
un torero torear una becerra con la niña en brazos es como para el cateto
llevar a la niña en bicicleta, sólo que el torero va correctamente vestido y
está en buena forma física y el cateto irá con unas mallas negras marcando indecorosas
masas de carne descontrolada, tocado con una gorrita de béisbol regalo de su
ferretería preferida y sentando cátedra de buenos sentimientos. No queremos
añadir nada más aquí sobre lo que pensamos de los dos mundos enfrentados por la
fotografía. Daría para infinidad de acotaciones. Y mire, no es que este torero
amigo de la farándula nos caiga especialmente bien, pero es que no es esa la
cuestión.
Dónde empiezan las cosas a torcerse es cuando los
representantes del poder público deciden echarse al ruedo para comentar la
noticia como los demás. Tiene especial interés lo dicho esta mañana por el
actual Ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, por ser –en teoría- un
representante de lo que se ha venido llamando, para entendernos, la derecha.
Pertenece a un partido que se supone es liberal-conservador (al menos según su
programa electoral del 2011), aunque de hecho es un partido social-demócrata más,
como hemos podido comprobar todos.
El Sr. Alonso dice algo así como: “Fue un riesgo innecesario.” Podría haber
dicho simplemente: “El Sr. Rivera es un
torero profesional y asumo que sabe lo que hace perfectamente, yo no tengo
porque meterme en su vida privada ni valorar como educa a sus hijos, cada uno
es libre de hacer lo que le parece dentro de los límites que todos conocemos.
Es usted una cotilla y parece mentira que me pregunte esto. Me da además la
impresión de que si la misma foto se la hubieran hecho montando en bicicleta
usted no me preguntaría nada. Me parece que es usted una hipócrita, una farisea”.
En cambio, con lo que ha dicho, participa junto con las redes sociales en al
acoso al torero (no es casualidad que la víctima del asunto sea un torero, por
mucho que sea también un personaje del revisterío más infame).
Con la segunda frase, hubiera dado un poco de
doctrina, que falta hace, argumentos para el debate en lugar de sumarse a la
masa progre y vociferante, y una alegría a sus posibles votantes. Los votantes de
un partido normal pueden ser muchos millones (lo demuestran las elecciones del
2011 y la mayoría absoluta del PP), los votantes de un partido como el actual
PP son muchos menos. No porque España sea de izquierdas, sino porque una
gigantesca bolsa de voto busca candidato. Lo encontró mal que bien, a la contra
o tapándose la nariz, en la UCD de la Transición, en el PSOE de Felipe o en el
PP refundado por Aznar.
Nos fijamos en este ejemplo del PP no por manía persecutoria
sino porque, hasta hace poco, podía representar una opción de cierta solvencia
en varios órdenes (formación, ideas, principios), cuando la izquierda llevaba
ya años más allá del monte. Pero a fuerza de sembrar sal…hemos llegado a esto.
Al final el ministro y el podemita no son lo mismo, pero ya no andan lejos el
uno del otro. Y de trasfondo, un nuevo escándalo de corrupción.
Mientras la tropa arremete contra los demás al son
que tocan las ideologías totalitarias y los populismos de todo orden
(animalistas, marxistas, liberticidas, niveladores, capadores, igualitaristas,
de género, etc.) que reaparecen como espectros venidos de la noche de los
tiempos guadaña en mano, los mismos fantasmas con distinto sudario, España es
saqueada por una tropa de ladrones de todos los partidos a cuyo lado los
cuarenta ladrones de Alí Babá serían unas monjitas de la caridad.
Alcides Bergamota el Grande .
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