lunes, 25 de mayo de 2015

MI TINTERO, doña Emilia por un contemporáneo (nosotros no comentamos nada, pueden hacerlo a pier de entrada si quieren)


¿Por qué la Pardo Bazán no puede llegar a ser Académico de la Española?

Es fama chismográfica, que víctima Cánovas del Castillo de un continuo acoso conyugal para que patrocinase resueltamente la admisión en la calle de Felipe IV de la eximia escritora, solía disculparse asegurando irreductible la prevención antifeminista de sus colegas; argumento al cual oponía Joaquina este otro.

-  Pero, ¿qué tiene de mujer Emilia Pardo Bazán?

Puede suceder que sea todo ello una leyenda, como lo es positivamente la pertinacia de nuestro antifeminismo. En la Academia de la Historia, (donde tenemos asiento tantos numerarios de la Decana), figura hace más de doce años, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, y su elección, en 1932, fue tan lisa y llana como haya podido serlo la que más de las nuestras.

(…)

1910. Baile de trajes en el hotel de Casa Valencia.

Doña Emilia va disfrazada de “Mi tintero”. Esto quiere decir que lleva negro vestido de noche, con mangas de encaje, a través de cuyas mallas se pueden leer “cosidas a modo de foro” páginas impresas o manuscritas de sus obras. Se toca con una bacinilla que, en rigor, puede servir también de tintero.

Cuando me acerco a saludarla, me ruego que la acompañe a una de las habitaciones del piso alto (dónde no sube casi nadie), porque desea hablarme de un asunto confidencial. Accedo resignado, y nos instalamos en la salita de confianza de la dueña de la casa.

Inicia la plática esta otra condesa, colmando de elogios a mi padre, víctima reciente del “asunto Ferrer”. El mundo entero, según ella, le moteja, sin razón, de reaccionario incomprensivo, no obstante la amplitud liberal de su espíritu.

Desgraciadamente, no podrá volver al gobierno sino desvaneces tan injusto pero nocivo error.

Bastábale para ello dar alguna prueba convincente, y ninguna lo sería más que llevar a la Academia Española a una mujer, por ejemplo, a ella.

Prometí transmitir textualmente sus palabras a mi padre; y lo hice, en efecto, al siguiente día, para regocijo de entrambos.

Reflexiones, confidencias y recuerdos
Por el duque de Maura
Fundación Antonio Maura
Madrid, 1992

viernes, 22 de mayo de 2015

LA TARDE DE TOROS - BORRADOR

¿Cómo fue la tarde de toros? Pues una tarde de toros es de una manera o de otra en función de la idea que el espectador se haga de lo que es torear. Ni más ni menos. Asistir como espectador a una corrida de toros tiene mucho, al menos en buena medida, de ejercicio teórico. Hay que llevar una idea. No significa que sea una idea rígida, tópica, pétrea. Pero si debe acudir el espectador con una idea de lo que es y en que consiste el espectáculo al que va no sólo a asistir sino, sobre todo, a participar. Ya nos lo decía en su columna de ABC de hace unos días Ignacio Ruiz Quintano refiriéndose al público: “en la tríada del toreo (torero, toro y público) es el que tiene el papel más feroz”. El público es el tercer protagonista y debe acudir con una tauromaquia en mente, lo que no significa acudir cargado de prejuicios y dogmatismos, pero tampoco ayuno de conocimientos, pasivo, con el único bagaje del “baja tú” ya comentado. Y en primer lugar, en lo que debe fijarse el espectador, en lo que debe fijar la vista, es en el toro. Y qué dificil es. Esto, claro está, no lo decimos nosotros. Lo explicó Gregorio Corrochano. Lo sabe todo buen aficionado. Y si se piensa en la muerte del toro, resulta algo así como obvio. Si no nos fijamos en las condiciones del toro, ¿cómo valorar lo que hace el torero? Pero resulta que eso de fijarse en el toro resulta hoy en día dificilísimo para unos aficionados que acudimos a la plaza como huérfanos. Huérfanos en el sentido de que acudimos solos, a lugares sueltos, sin arropar por quien  pudiera transmitir conocimientos, sin el abrigo de una peña de aficionados con quien poder departir. El espectador moderno acude, en una mayoría de casos, sin tradición, a tragar. Hay dos maneras de ponerle remedio a eso: La primera, leer a los clásicos –Paquiro, Corrochano, Fernández Salcedo, etc.- y a los pocos críticos que se molestan hoy en tratar de explicar lo que han visto, sin enredar en los enjuagues del sector. Se cuentan con los dedos de una mano. Y la segunda, por supuesto, consiste en arrimarse a un grupo de aficionados de más experiencia, a escuchar y a preguntar, y si es posible ahorrando a los demás un exceso de apreciaciones. Porque si es verdad que ante un espectáculo hecho de emoción y plasticidad cualquiera puede reaccionar, no es menos cierto que una corrida de toros es algo dificilísimo de ver, sobre todo y precisamente, sin preparación alguna. Queremos decir en el sentido de penetrar en lo que vemos, captarlo y desentrañar su significado para poder valorarlo. Cuantas veces se oye aquello de me gusta pero no entiendo nada. A esa dificultad se añade lo efímero de cada uno de los gestos que suceden en el ruedo. Se trazan en el aire para desaparecer al momento sin que sea posible la repetición. Esto exige por parte del espectador una atención, un esfuerzo de concentración que parece poco compatible con chanzas, merendolas excesivas, móviles y demás. El aficionado sale de la plaza exhausto.

domingo, 17 de mayo de 2015

CAMINO DE SANTIAGO

EL AIRE 


LA SABANA


EL CRISTO DE COCA


DINTEL EN NAVA DE LA ASUNCIÓN


EL CRISTO DE VILLEGUILLO


LA HISTORIA


EL CRISTO DE ALCAZARÉN
(Retablo del Cristo del Amparo, Iglesia de Santiago Apóstol)


ASOMANDO




El Cristo del Amparo (fotografía antigua)

COMPLOT SINIESTRO -diga mejor intriga.

Nuevamente se atribuyen apariencias equívocas y siniestras a nuestros protagonistas. Ni Tato, ni Doroteo ni el gran Alcides Bergamota se parecen al supuesto retrato aparecido hace poco en una gacetilla local, dónde se ven únicamente dos personas, lo que no cuadra con insinuar que pueden ser tres. Todo es incoherente, como los tiempos. No sea quejica hombre. 


miércoles, 13 de mayo de 2015

BAJA TU II

No hay duda de que el asunto de los toros da para darle más de una vuelta. Y tampoco hay duda de que aquí como en muchos lados la cosa del arte hace mucho daño. ¡Mamá yo quiero ser artista…! Pues va a ser que no. Y cuando el público se lo dice al incauto con ínfulas que lo ha hecho francamente mal salta el pelele de turno, preocupado por el arte y el mérito, y suelta lo de ¡baja tú! Ya lo hemos comentado, no insistiremos más. Hay gente que acude a la plaza con la única idea de que eso, torear, tiene mucho mérito, y que el mérito lo justifica todo, que por el mérito se puede hacer cualquier cosa, hasta dar un espectáculo de impericia y falta de vergüenza. Así no vamos a ningún lado, oiga.

Es verdad que torear es peligroso y que ponerse delante de un toro es en sí admirable, pero eso no puede ser la excusa para hacerlo mal, o muy mal y que eso se tenga que aplaudir. Tiene mucho mérito cantar un aria de ópera. ¿Y si el tenor en lugar de cantar soltara un largo regüeldo cervecero? ¿Qué diríamos ante la protesta del público insultado? ¿Bajad a cantar vosotros? Oiga, usted exagera. Un respeto. Ya sé que exagero, pero usted me entiende. Respeto se lo deben al público los de a pie que tienen que actuar conforme a lo que torear es. Ayer vimos a un torero levantar los brazos en triunfo después de una estocada infame, un auténtico bajonazo, chorretones de sangre manando por las fauces del toro. Eso no se hace. Si se está mal con la espada, pues los brazos quietos, el gesto resignado. Hay que conocer el oficio, ser consciente de lo que se hace, y en determinadas plazas no intentar el ¡a ver si cuela, Ramonchu! No vaya a ser que un día la gente se decida a bajar de verdad con la estaca en la mano y a montar un escándalo, que precedentes hay.

Luego está lo demás. Ante un toro berrendo en colorado algunos alrededor hablaban de vaca; otros ante la palabra berrendo comentaban que ellos berridos no oían. Así no hay manera. ¿Qué quiere que le diga? Detrás de nosotros un señor empingorotado, con corbatita, zapatines apretados y pinta de ejecutivo sesi, decía que le sorprendía que el toro que estaba en el ruedo pudiera pesar más de seiscientos kilos como decía el programa. Le dijimos que a nosotros nos pasaba lo mismo porque según el programa el toro de seiscientos y pico era colorado y este del ruedo… negro. El señor tan peripuesto no se había percatado del asunto de la pinta del toro, del color, ni de que por estar uno de los diestros en la enfermería habían corrido el turno para darle tiempo a volver y se había alterado el orden de salida de los toros. El tío pera se enfadó un poco por nuestra observación y empezó a murmurar algo así como que en este país no hay seriedad y cosas por el estilo. Cuando Tato se disponía a zarandearle, Doroteo terció diciendo que al toro, que es a lo que veníamos, no a la crónica de tendidos. Y miren ustedes lo que nos ha salido. De la corrida ni pío.

BAJA TU.

Sin duda hay que estar agradecido a todos los trucos, mecanismos, sistemas e indicios que nos permitan detectar a un cretino. Nos gustaría precisar que el cretino lo puede ser por materias. Es decir, se puede ser un cretino para la política, por ejemplo, y a la vez un excelente poeta o un buen padre de familia, si es que esa referencia tan jurídica –la del buen padre de familia- existe todavía, pero esa discusión sería abrir otro melón.

Pues bien, en el mundo de los toros, el cretino nos hace el gran favor de identificarse a sí mismo sin rubor y sin pudor alguno. Lo hace al gritarle a los demás, cuando protestan un lance, el ya habitual “pues baja tú”. Según el cretino taurino, el estar en el tendido y no abajo, prohíbe participar del espectáculo, prohíbe todo espíritu crítico y sobre todo la manifestación de cualquier discrepancia. Como no está en el ruedo, el espectador no puede opinar. Según el cretino taurino, el espectador en los toros debe estar callado. Está ahí para aplaudir y si del cretino taurino dependiera debería pagar la entrada y luego aplaudir sentado de espaldas al ruedo. A la manera de aquellos castigos de colegio de monjas, con los alumnos de espaldas a la pantalla de cine en la que se proyecta una película. Así que el cretino taurino tiene algo de lo monjil antiguo, extraña coincidencia. Con el imperio del cretino taurino se confirmaría del todo la escisión –parcialmente iniciada ya- entre el público y el espectáculo que se le quiere ofrecer. Es a lo que parece que aspiran muchos taurinos modernos. El espectador debe callar y admirar a la figura taurina mientras ésta se estira con sus pasos de baile frente a un animal que debe colaborar (la propia expresión debe colaborar dicha de un toro de lidia daría para una extensa glosa y es muy reveladora de toda una mentalidad).  En las plazas dónde esto se logra, no tarda mucho en clarear el tendido y en apagarse lentamente el espectáculo. Claro está que, como todavía queda raza, a muchos baja tú se les contesta con un gilipollas.

sábado, 2 de mayo de 2015

Tarde de toros.

El Amigo Pulardo ha soñado. Ha soñado que su mujer le recriminaba su inclinación al alcohol, un consumo excesivo, una cerveza y luego dos vinos, y dale, y luego la copilla con el cigarro. Cuando abrumado ha despertado por fin, ha caído enseguida en la cuenta de que es soltero. Esto le ha aliviado un poco. Pero ha hecho, pese a ello, firme propósito de no pasar del dedal de brandy habitual. Esto nos lo contaba hoy de camino a la plaza y comentaba Alcides Bergamota  que se trata de un caso único de hombre con mujer virtual. Muy de estos tiempos por otra parte. Tato se reía por lo bajini mientras Doroteo buscaba caramelitos pequeños, en forma de perla, en el bolsillo de la chaqueta, con aire ensimismado. El Amigo Pulardo al llegar a la plaza saludaba y daba apretones de mano. Es el peaje que tiene el ir con el Amigo Pulardo a los toros. Pero tiene otras cosas buenas, como por ejemplo haber asistido a una extraordinaria tarde toros, de esas que nos dejan exhaustos, que recordaremos durante años, que revelan toda la grandeza de la Fiesta pero también su dureza, el terrible drama que representa, su anacronismo. Cuando uno de los diestros entraba a matar, oímos un susurro que venía de nuestra derecha: vamos, vamos, mata a la muerte ya. Se le escapaba a un espectador calvorota y desdentado que se bebía con los ojos todo lo que sucedía en el ruedo. Y es que el parte de las heridas sufridas por Angel Teruel (verdadero motivo de que nos acercáramos a la plaza hoy) y de López Simón es espeluznante, varias trayectorias, veinte centímetros, les ahorramos el resto y deseamos una pronta recuperación a los dos toreros. Milagroso parece que el segundo toreara a su segundo toro – y de qué forma- antes de pasar a la enfermería. Le habían hecho un torniquete en el muslo derecho, al sacarle de entre los pies del toro que le prendió en la suerte suprema. Lo sucedido con Angel Teruel es para el buen aficionado desolador, porque lo que pudo enseñarnos entraba por los ojos provocando un principio de honda emoción, truncada por la cogida: la forma de andar, esa manera de ir al toro, de doblarse en los primeros compases y una serie que prometía mucho. De repente, sin extraños, sin apenas violencia, el toro le coge de manera terrible. Creemos que fue en un lance en que el torero dejó al toro suelto, lejos de la muleta, la cara alta, sin mando, sin sumisión y se fue a por él, sin más, a falta de otra cosa, de otro señuelo, tal vez, precisamente, a falta de muleta. Fueron unos segundos de distracción. Angel Teruel toreó en el 2014 sólo dos veces. Este es algo difícil de entender. Morenito de Aranda, después de su primer toro, tuvo que matar al que hirió a Teruel y más tarde al quinto y al sexto, pues López Simón mato a su segundo en cuarto lugar, seguramente para poder hacerlo, pues ya estaba herido. ¡Qué gesto! Y que pundonor en los tres matadores, que magnífico Morenito de Aranda ya sólo en el ruedo. Quiso como Simón, torear y hacerlo de verdad, colocado, en el viaje del toro, cargando la suerte, logrando series de verdadera belleza y hondura, rematadas con esos pases de trinchera de una sobriedad y belleza que no nos cansaremos de ponderar. Un triunfo sin duda merecido ante una plaza medio llena. Y no decimos medio vacía, porque la tarde de toros fue tan extraordinaria que la plaza parecía haberse llenado hasta la bandera. ¿Y los toros? nos dirán. Se habrá adivinado por lo que contamos que hubo toros, que hubo ganado de verdad, con fuerza, con pies, corrida bien presentada y de preciosa estampa, salvo tal vez el primero más gordo. Ganadería Montealto, encaste Juan Pedro Domecq, sorprendentes en su juego por eso mismo. Ganado con pies que hacía hilo a los banderilleros y que puso en aprieto a las cuadrillas. Más tarde noble en la muleta, repitiendo con codicia, salvo, tal vez, el último, negro bragado y más reservón que los hermanos colorados con ojo de perdiz y castaños. Vimos buenos pares de David Adalid y estuvo extraordinario Jose Carlos Aranda, pequeño, enjuto, poniendo banderillas, llevándose al toro con una larga que arrancó los aplausos al público. Del espectáculo de los tendidos hablaremos otro día, que también tiene su aquél. Hablaremos de los chinos, del polvorilla del tendido alto que se movió por toda la plaza, del hombre de los refrescos y hasta de unos botines flamencos, de aúpa. En fin, por tener tuvimos hasta tertulia a la salida de la plaza. Otras reseñas saldrán, escritas por personas más enteradas, a ellas les remitimos para un análisis de más enjudia, de estas impresiones que acabamos de dar.