viernes, 18 de enero de 2013

El mismo coloreado y una cosa sobre el armañaque.



Este cepogordista encuentra en internet la clasificación básica de los Armagnac en función de la edad mínima del aguardiente más joven:

L'âge de l'armagnac mis à la vente est indiqué par les désignations suivantes représentant l'âge du mélange le plus jeune:

*** ou V.S., au moins deux ans

V.O., V.S.O.P ou Réserve, au moins cinq ans

X.O., Extra, Napoléon et Vieille Réserve, au moins six ans

Hors d'Age, au moins dix ans.

En général, en goûtant l'armagnac vous reconnaîtrez son goût.

lunes, 14 de enero de 2013

Tipo físico, transición siglo XIX al XX (extinguido). Plutócrata militar, probable coronel de infantería.

Las probabilidades de que fumara cigarros habanos de una vitola de forma esbelta y alargada son muchas. Hay pocas dudas de que además fumara pipa, cubierto con un sombrero de jipijapa, en las tardes de guarnición, asomado al porche, tal vez en compañía de don Santiago o paseando despacio, jugando con un bastoncillo de caña.

jueves, 10 de enero de 2013

EL JARDÍN DE VENUS

Bien es verdad que algo de culpa tuvo Alcides en el primer batacazo. Hay que remontarse mucho en el tiempo para recordar como empezaron a torcerse las cosas. En aquella época, tocado de cretinez y pedantería, aspirante a las academias sin haber escrito una línea, crítico feroz de este país, a la manera de aquél amigo de Larra retratado en el famoso artículo, embrutecido por los millones que luego se llevaron Charo la Estrecha (omitiremos los nombres verdaderos) y Toñi la Socialista y que le daban un aplomo y una seguridad absolutamente carentes de todo apoyo sólido, por aquél entonces, Alcides era amigo de regalar libros que no había leído. Y como no leía ni el mapa del Metro pese a todos sus aires de grandeza, la cosa iba de oídas, cubiertas, encuadernaciones, solapas, introducciones, y culturales varios, cansinamente ojeados entre sarao y sarao. Y fue así como sucedió. De la forma más inesperada. Samaniego, el bueno de Felix Mari. ¿Que sabía Alcides, de Felix Mari? Algo de unas fábulas, a la manera de Esopo, don Juan Manuel, La Fontaine. No había leído a ninguno de los tres, ni tampoco las fábulas de Samaniego, ni las de Iriarte. Pero con todos estos nombres, con todo este bagaje la cosa pintaba bien. Y la edición era preciosa. Encuadernada en pasta española, título grabado… Perfecto, no había ni que ojearlo. Y la cena era a las nueve. Perfecto. Detalle navideño impecable. Así que ahí estaban todos, sus dos enormes cuñados, Eufrosino, nombre de tradición familiar heredado de generación en generación y Dimas, el sacerdote, sus suegros, la tía Juana, su cuñada Tere, solteras las dos y entregadas a la caridad, Juanín el pequeño, siempre enfundado en su esmoquin, del Viejo Club al Campo de Tiro, del Casino a la Gran Roca, de sarao en sarao mundano hasta la extenuación y compañero de sociedad de Alcides en aquella etapa, por ser además el preferido de Charo su mujer. Estaban además los amigos habituales de por aquél entonces, y dos sobrinitas, con el lazo sobre la frente. Alcides brilló como siempre en la cena, los chistes preparados, las pullas a los conocidos, los juegos de palabras, las frivolidades de siempre, absolutamente convencido de su gracia, de su ligereza, pero también de las profundidades del saber sobre el que creía firmemente asentado todo aquél cacareo, todo ese gracejo insustancial, compuesto en realidad por las más penosos lugares comunes y la eterna concatenación de falacias lógicas, todo envuelto y disimulado en su brillante verborrea ante un auditorio entregado y tan tarugo en el fondo como él. A los postres quiso rematar la faena adornándose con el regalo. Su suegro le apadrinaba en unos días para la adhesión a la última asociación cívica a la que le faltaba pertenecer y poco después le daría el empujón necesario para el ingreso en la cofradía nobiliaria de la hermandad de hijosdalgo de Vardulia y Villafranca de Pomar. Todo iba sobre ruedas, pues no merecía Alcides, de tan buena familia, nada menos. Sólo faltaría ya la academia de bellas artes o de bellas letras, que tanto monta y con cualquier pretexto, en unos años. Así que con una leve inclinación, y mientras se servía el café, le tendió el magnífico volumen a su ventrudo, miope y engolado suegro, gran admirador de una literatura absolutamente ignorada por poco frecuentada.

-          Espero que te guste… Me ha costado encontrarlo, una rareza, pese a lo muy conocido que es Samaniego…
-          Desde luego, desde luego. Mil gracias. ¡Qué detalle! El otro día en el suplemento de letras había alguna cosilla sobre él, pero iba con prisa, no tuve tiempo, con el lío que tengo, ya sabes. Algo sobre jardines creo.
-          Seguramente, como buen ilustrado era muy cultivador de la botánica y aficionado a las plantas.

La frase la había soltado al vuelo Alcides. Una de sus extraordinarias frases. No decía nada, no era verdad ni mentira, inverificable, pero todos aplaudían al erudito, hasta Juanín y Eufrosino, las dos mulas. Eufrosino que heredaría los dos títulos con la grandeza, salvo que Charo que era la mayor se decidiera de una vez. Alcides iba haciendo su labor de zapa, al carajo las tradiciones, leñe, igualdad entre nosotros, igualdad.

-          Oye que preciosidad – insistía don Basilio repasando el grueso tomo. Lo que no sabía es que hubiera escrito tantas fábulas. Con lo bonitas que son, para leer a los niños.
-          Tan edificantes y sencillas además – añadía el pater.
-          Sin tanta porquería como hay por todos lados, apostilló Eufrosino, el hereu.
-          Pues no se hable más –brincó Charo entusiasta-. ¡Que nos lea una padre!- dijo, dándole una palmadita a don Basilio sobre el chaleco cruzado color marfil, que sujetaba la ventruda panza. La carnaza resonó como un gong, agitándose el reloj de oro y alguna de las medallas de congregaciones y obras pías de las que don Basi era fanático defensor.
-          Eso, eso, abre al azar y lee la primera que se te presente, que es más bonito. 

Don Basi abrió el tomazo pasada la mitad, se aclaró un poco la garganta y leyó con voz clara y fuerte:

“Reñía una casada a su marido
Porque no estaba bien favorecido
De la naturaleza,
Y a gritos le decía:
Fue grande picardía
que con tan chica pieza
pretendieras casarte y engañarme
puesto que no puedes contentarme…”

Se produjo en la concurrencia una leve zozobra, un principio de silencio incómodo. Don Basi, hombre de mundo al fin y al cabo, se apresuró a carraspear y, abriendo el libro un poco más lejos, a enmendar el chasco con una nueva lectura.

-          A ver si damos con una de animales que son las más bonitas.

Mientras tanto Alcides había roto a sudar en frío. Algo raro, algo inesperado y terrible estaba sucediendo, se barruntaba. No podía ser. Había consultado por encima el principio del índice y todo eran ratones, conejos, hormigas, leones, la zorra, el lobo…y algo de un jardín, pero nada más. No podía ser.

Reanudó la lectura don Basi:

-          Esto será bonito, la Peregrinación, veamos. Al azar:

“Quedaba un musulmán de bigotazos
que quitaba los virgos a porrazos,
engendrador a roso y a velloso
y eterno atacador del sexo hermoso.
Este, pues, embistió con la beata,
ella en sus movimientos se desata…”

-          Ghghghg… ¡Fue el último sonido proferido por don Basi antes de quedarse mudo de ira!

Alcides empapado en sudor y demudado simulaba un feroz y brutal estornudo para interrumpir la lectura en el momento en que todas las miradas convergían hacia él, cargadas de ira y a don Basi se le resbalaba el libro abierto de las manos, sobre la mesa del café. Alcides con un brusco movimiento llegó a cerrarlo de un puntapié certero, atinando en la esquina de la cubierta que sobresalía de la mesita de marquetería. Y es que recordaba vagamente que se trataba de una edición ilustrada con unos grabados franceses, al menos en la parte de las fábulas. Con un poco de suerte tal vez no en la de… jardinería. Pero en ese momento, ¡Mariquita! la sobrinita, el repollín de grandes lazos sobre la cara de pan, exclamó:

-          Mira Mami, están todos sin pijama….

[Citas tomadas de El Jardín de Venus, de Felix María de Samaniego, en Obras Completas, edición de la Fundación Jose Antonio de Castro, Madrid 2001.]

miércoles, 9 de enero de 2013

Una de abogados


Una de abogados: párrafo encontrado en el tratado sobre los toros de Cossío:

Eran antes los contratos escuetos y sencillos, pero hoy el recelo, la consideración comercial de la profesión y el predominio de la verborrea abogadesca, verdaderamente incontinente, han ido dando a esto contrato cada vez mayor extensión, y sin que se enriquezcan con condiciones sustanciales, sus cláusulas han ido adquiriendo número y complejidad cada vez mayores.” ¿Qué diría hoy el autor si se asomara a los documentos jurídicos de formato anglosajón que nos imponen la fuerza de la economía de los países de esa tradición y la debilidad de nuestra cultura y formación? Y no me refiero sólo a la jurídica claro. El contrato entre apoderado y representado o entre diestro y empresa, empezaría, a la anglosajona, con diez o doce páginas de definiciones de los términos a utilizar en el contrato:

Toro, significa en el presente contrato bóvido salvaje, pero criado por un ganadero profesional miembro de una asociación de ganaderos y perteneciente a las castas fundacionales Vistahermosa, etc.

Dependiendo de si el torero es estrella o no, es G-10 o meritorio, entonces se puede acotar la cosa, trabajar la definición:

Toro, significa en el presente contrato bóvido salvaje, pero sin exagerar, criado por un ganadero profesional miembro de una asociación de ganaderos y perteneciente, el ganado, a la castas fundacionales Vazqueña y/o Vistahermosa, encaste Veragua, Domecq, Tamarón, subencaste Juan Pedro, únicamente, etc.

Definiendo hasta el galimatías y la absurdez.

lunes, 7 de enero de 2013

GUTIERREZ SOLANA

Alcides quiere una vitrina. Cuando se quiere una vitrina es porque, casi sin apenas notarlo, uno es ya uno de los objetos para cobijo de los cuales se desea la vitrina. Alcides es un bibelot. Pese a ello y por la mala influencia de Tato y de Doroteo, con su panza, ha cenado demasiado. Tato dice que el vino es para beberlo por oleadas, notando como desciende por la garganta, refrescándola toda. Y Doroteo dice que nada de untar, que se corta el queso se apila sobre el pan y leña y luego se riega con el buen vino que en España se hace hoy, se riega como se riega la plaza antes de los toros, matando el polvo y la telaraña.

Han comentado los tres el libro del pintor Solana titulado La España Negra. Es propiedad de Alcides que no lo presta. Tato y Doroteo que lo conocen bien han leído en voz alta pasajes escogidos, y se han estremecido, asombrado y reído a un tiempo. Alcides está todavía bajo la impresión de la lectura, brutal, asombrosa, hermosa. Ha escrito un pequeño texto, en el que se limitará únicamente a repetir cansinamente su entusiasmo y admiración.

Título este de La España negra que a veces nos parece sorprendente para un libro que tan a menudo rebosa poesía y hermosura página tras página. Sí cae bien la primera parte del título, la palabra España. Porque es de lo que se trata, leemos un poco de España en cada línea. Hay hermosura incluso en los pasajes más duros y siniestros, más sórdidos. España está en la expresión, en el idioma de Solana, tan vivo, tan claro, con ese don para lo expresivo, para el detalle, para lo truculento pero también para la chanza y el rasgo de humor. Las páginas de Gutiérrez Solana, el idioma y el lenguaje de Gutiérrez Sola son la más extraordinaria de las compañías. Nos reconocemos cierta debilidad por dos de sus extremos: la belleza de la evocación tan a menudo poética sin proponérselo tal vez (como el capítulo en que narra una boda a la que asiste) y lo procaz y rahez, expuestos sin circunloquios ni timideces, y que más de una vez han provocado en Alcides, pero sobre todo en Tato y Doroteo una carcajada disfrutona. Y es que, como diría Solana, los hay que tiene gustos de caballería.

Gracias al escritor Gutiérrez Solana, tan gran escritor como pintor y puede que incluso mejor todavía con las palabras que con el pincel, desfilan ante nuestros ojos los más extraordinarios paisajes españoles, no nos cansamos de decirlo, españoles, con toda la carga positiva que para nosotros tiene la palabra. Campo, pueblos, ciudades, barberos, libreros, convidados a una boda, cocheros, toreros, mujeres de la vida, prestamistas, casas de dormir, curas, plazas de toros, arrabales, Madrid. Todo está vivo, presente. A su lado, el periódico de hoy es una antigualla, viene a ser algo así como una tableta de arcilla con las cuentas de la despensa de Hammurabi. Tratar de ilustrar esto con una cita nos llevaría a la completa transcripción del libro. Sólo a modo de ejemplo para los que, tantos hoy, se quejan de que haya barullo en los toros y de que no se vaya a la plaza como al teatro, estas líneas de lo sucedido durante una corrida goyesca:

Ya era casi de noche y empezaban a encender papeles los espectadores como si quisieran alumbrarse. En un tendido se arma una bronca a garrotazos y tiene que subir la Guardia Civil a mantener el orden y a hacerse fuerte (…).

No hay lectura con más méritos para merecer la compañía del más grueso y mejor de los cigarros habanos. Nos cuenta por ejemplo, que los amigos que forman la tertulia del librero de viejo (cuya mujer gorda hace calceta refunfuñando en la trastienda) son pájaros de pocas carnes y que el cerero disfruta con el lápiz detrás de la oreja (- ¡Anda como yo! exclama Tato).

Pero digamos toda la verdad. No es libro para todos los paladares, sino sólo para los más refinados y a la vez más curtidos y bragados. Pues tiene el libro muchas cosas terribles, como terribles son el mundo y la vida tantas veces. Como esa mujer pidiendo, sentada a la entrada de la catedral de Toledo, en este día helado, apoyada sobre la verja que abierta franquea el paso a la entrada que es sólo para el Culto. Está envuelta en ropajes de todas clases y en mantas que no tienen forma, que la deshacen perdiéndola en un bulto de trapo del que asoma su cabeza. La lleva también cubierta por un paño negro y su mirar es triste pidiendo limosna. Los labios apenas murmuran, y pide en realidad con la mirada, lo único que no está envuelto y que nos asalta expuesto sin disimulo en toda su cruda tristeza mansa, resignada. Y cuando salimos sigue allí, recogiendo monedas, pocas, pues casi nadie la mira. Sigue en la misma postura, apoyada contra la verja, quien sabe desde cuándo y hasta que hora seguirá allí, cuando estemos ya nosotros de vuelta hacia Madrid, rodando de noche en el coche, como viajando en el tiempo por entre luces desde las páginas del pintor Solana.

Y en el momento de disolverse la tertulia, como surgido de la parte más terrible y brutal de los cuadros de Gutierrez Solana, como si hubiera estado encerrado en el libro, surge inesperado y como imposible un grueso moscardón, en esta noche helada de enero, y revolotea brutal, golpeando cuadros y paredes, asfixiado por el humo del habano.

lunes, 31 de diciembre de 2012

ACTO DE DESAGRAVIO

 Recibo en el correo de ayer por la tarde una amable carta de mi viejo amigo Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca, que me escribe desde su solar en el corazón de la Fidelísima Vardulia a propósito de la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo, solicitándome su publicación en nuestro honrado y modesto Cepo. Atiendo de buen grado a esta petición y procedo a transcribir literalmente la misiva.

"Querido Sanglier, dilecto amigo,

A pesar de mi natural rechazo hacia las llamadas nuevas tecnologías, no dejo de seguir los entremeses, discursos, adagios y aldabonazos que publican ustedes en esa hoja de noticias y curiosidades que han dado en titular Cepo Gordo.

Me resultan particularmente interesantes y simpáticas las noticias relativas a la charanga formada por Alcides, Doroteo, El Tato y Argimiro, ya que suelen referirse a asuntos y ambientes que me son conocidos y queridos.
Grande ha sido mi pesar cuando he conocido la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo. No cabe duda de que las hordas frentepopulistas han vuelto a tomar las calles y se afanan en zaherir a las gentes de bien amparándose en los pretextos más nimios.

Si atendemos a la narración de los hechos, al bueno de Doroteo no se le puede imputar ninguna conducta execrable.

Como todo hijo de vecino, Doroteo tiene perfecto derecho de darse un paseito alrededor de su casa después de cenar para hacer la digestión. Que su casa sea una amplia y antigua propiedad no implica que pueda ser objeto de agresión verbal y menos aún física, más bien debería ser objeto de devoción popular por haber mantenido la casa abierta y el pendón en lo más alto y más aún hoy que las familias han dejado los solares arrumbados y los pueblos a merced de la iniquidad popular.

Bien sabes por propia experiencia que los radicales se caracterizan por la intolerancia y el "odio de clase". La dialéctica de la clase y la confrontación marxista ha sido causa de más daños y quebrantos que la malaria y el cólera juntos.

Peor aún es cuando la bazofia marxista entra en la familia de uno, ya sea por la puerta principal o la de servicio. Una cuñada sufragista y "progresista" es peor asunto que una herencia ab intestato.

Que el bueno y querido Doroteo se entregue con demasiada fruición a la comida y la bebida no es asunto que incumba a la desagradable y desafortunada Meli. Esa pobre tonta, a la que conocí siendo una niña en el rastrillo de las Comendadoras,  en vez de malgastar su juventud leyendo las bazofias de Chomsky y Jon Sobrino y buscándose el punto g con la ayuda de un manual de educación sexual de las Juventudes Revolucionarias Nicaragüenses, debería de haber canalizado sus energías hormonales en criar a cinco mozos o zurcir en un hogar del jubilado como esas santas mujeres de la Sección Femenina, ejemplo de entrega, sacrificio y feminidad.

Como acto de desagravio por este hecho infame, he decidido organizar una marcha de apoyo a Doroteo que se celebrará D.m, mañana día 1 de enero de 2013 y discurrirá conforme al siguiente programa:

A las 10:30 tras la misa del padre Leoncio en el Convento de las Carmelitas Descalzas, se reunirá el cortejo en la puerta del coro que se abre a la Plaza de Santa Teresa (hoy Plaza del Chorrillo) y se formará de acuerdo al siguiente orden de marcha:

-            Pendón y estandarte de la Muy Noble e Ilustre casa de Villafranca de Pomar, portado por mi sobrino Alfonso, colegial de Salamanca.
-            Banda de pífano, trompeta y tambor San Carlos Borromeo, formada por Pepón, Luisito y Mateo Mendicutía.
-            Veteranos de la Cruzada en uniforme de campaña, mi tío Remigio y yo. El tío Gervasio, camisa vieja, que está impedido, se unirá a los vivas desde el balcón de su casa.
-            Tía Enriqueta y Doña Dolores, en representación de las viudas de la Cruzada.
-            Augusto, Sebastián y Toñin, de la Cooperativa Vitivinícola Santo Niño de la Roca, en representación del gremio obrero.
-            Celestino Fontecha antiguo director del Círculo Católico (hoy extinto), en representación de la cámara de propiedad agraria.
-            Aristóbulo Peñafría, Segismundo Enlosado y Sebastián Granito en representación del estamento letrado.
-            Jacinto Infante de Larra Coronel D.E.M en la reserva, que al concluir el acto declamará su afamado soneto "Vardulia, cabeza de Hispania o la verdad revelada de Nuestro Padre Santiago y el niño moro".

El cortejo marchará a los sones de la banda que interpretará un potpurrí de marchas patrióticas y discurrirá en orden cerrado por la Calle Mayor hasta la Plaza del Caudillo (hoy de la Constitución), torcerá por la Calle Santísima Trinidad (hoy Pablo Iglesias) y culminará en la Plaza de la Ascensión (hoy Margarita Xirgú).

Tras la lectura del soneto y los vivas de rigor se romperá filas frente al Círculo Agrario dónde a continuación se ofrecerá una copa de vino español de cepas viejas  y unas delicias ibéricas generosamente aportadas por la familia Fontecha, afamados criadores de cochinos de la más acrisolada estirpe y pura raza ibérica.

Espero sinceramente que este  sencillo acto sirva de aldabonazo de conciencias y aviso a navegantes de las turbulentas aguas revolucionarias. La decencia y el orden han sido aparcadas pero no han muerto, ¡todavía hay várdulos que no nos resignamos a vivir de rodillas y no dudaremos en defender nuestros derechos!.

Si bien soy consciente de la premura de este aviso, no sabes la alegría que nos daría contar tu presencia así como la del agraviado Doroteo y los queridos Tato y Alcides.

Se despide afectuosamente, tuyo

Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca.
Señor de Villafranca de Pomar.
Alferez Provisional, medalla al mérito individual.
Caballero Legionario honorífico.
Presidente de la asociación de estudios históricos y genealógicos Vardulia."

sábado, 29 de diciembre de 2012

NAVIDAD BARROCA


Esta mañana, nos escapamos al centro de Madrid. Madrid es una ciudad espléndida en Navidad. Amanece el día envuelto en la más espesa niebla y de golpe la temperatura por los suelos. Sensación absoluta de frío, pleno invierno, día helado, entre gris y blanco, Navidad. Los Cepogordistas acudimos a la plaza de Oriente para ver el extraordinario belén napolitano del Palacio Real. Es una página viva del barroco europeo, en la que se encuentran arte e historia, al servicio de algo de una fuerza mucho mayor como es la Navidad y lo que ésta significa.

¿Qué decir del sinfín de tipos retratados en las numerosas figuras que componen el Belén? Por su cercanía a la vida, por su realismo, son toda una forma de ver el mundo, de enorme agudeza, una sabiduría antigua, mediterránea si se quiere, que sabe lo que el Mundo (con mayúscula) es y lo acepta en lugar de negarlo. No es extraño que estas figuras napolitanas fueran acogidas con entusiasmo en España. El grueso tabernero de cara encendida, fascinante con su punto malvado y excesivo (¿de qué rellenará empanadas y pasteles?), el calvo de inmensas orejas, el contador de historias subido sobre la mesa, a punto de largar su discurso, el bestial jorobado, pobre hombre de inmensa geta múltiples papadas y contrahecha figura, y luego campesinos, artesanos, un panadero, un librero, elegantes caballeros vistiendo casacas bordadas, en la mano bastón de marfileño pomo, un hombre dormido sobre la leña que acarrea, señoras peripuestas, una de ellas pechugona, como solía decirse, con un escote que mal contiene las exuberancias, y varios moros y como turcos, de faja, turbantes, bigotón y hasta coraza. A través de la ventana de una de las casas podemos ver, colgado de la pared, un cuadro barroco, alegórico de las vanidades del mundo, al estilo de un Valdés Leal, tema tan de la época y tan español. Y así vamos rodeando el Belén, pasando por delante de todo ese mundo, de toda esa extraordinaria galería de retratos. Hasta llegar al Misterio, con el que culmina la representación. Se encuentra colocado en lo alto, tal vez un poco alejado. Algunos espectadores, no sólo los niños sino también Tato que mide dos palmos y ha tenido que apagar el cigarro para entrar en el palacio y lo lleva en el bolsillo del abrigo para encenderlo a la salida, se quejan un poco de ello, les resulta inaccesible, un poco pequeño en comparación con el resto de figuras, si lo comparamos por ejemplo con los propios Reyes Magos y su sequito de negros armados de instrumentos musicales, que han llegado al pie del monte y parecen descansar, preparando los regalos, para iniciar la ascensión, el tramo final del viaje antes de la adoración. Uno se pregunta si es a propósito esa distancia entre el lugar dónde se encuentra el Misterio, en lo alto, y el paisaje por dónde evolucionan el resto de personajes, incluidos los Magos, la parte baja, el llano. Y es probable que así sea, pues nada parece dejado al azar por el artista o los artistas extraordinarios que realizaron el trabajo. Parece ser que hay figuras de distintas épocas y que contribuyeron a la escenografía distintos personajes, incluido algún pintor de corte. En efecto, la Sagrada Familia está colocada en la parte alta de un monte (lo escribo de memoria), al amparo de unas ruinas clásicas, como suele ser habitual en los belenes napolitanos. Debajo, en las entrañas del monte, puede verse entre rojos destellos al diablo, a satanás mirando hacia arriba, como rabiando por la escena que se desarrolla por encima suyo, lejos de las tinieblas que él habita, tan sólo sombríamente iluminadas por el siniestro resplandor que arrojan las llamas del infierno. En el campo, al aire libre, en la pureza de las alturas, y bajo un cielo sereno cuajado de estrellas, podemos contemplar el Misterio, la Sagrada Familia, representados por unas figuras de gran delicadeza, la pureza alba de las ropas del Niño, los espléndidos mantos de San José y la Virgen, con unos vuelos que no son de este mundo. Parece como si el artista hubiera trasladado a la escena del portal, de gran humildad (… y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón), la gloria que está presente en la anunciación del nacimiento a los pastores (… Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz (…) Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombre de buena voluntad). El contraste con el personaje de la caverna, el rojo y negro frente al blanco, azul y plata de la Sagrada Familia; oscuridad y encierro, pesadez, opresión, frente a ligereza, hermosura y vuelo. Todo en las figuras contribuye a crear el inmenso contraste, al que asistimos un poco asombrados. Tal vez conscientes de que satanás se encuentra en realidad, aunque dentro de su cueva, a nivel del resto de figuras, mientras que la escena central del Belén queda por encima y nos preguntamos si, tal vez, un poco inaccesible para los pobres espectadores de la escena, que se sienten poco merecedores de la Venida y que son además de corta memoria y débil voluntad, necesitando les sea recordado permanentemente aquél suceso. Es posible que no se trate de un contraste únicamente barroco, sino de gran actualidad. En fin. Ya en la calle, Tato ha sacado del bolsillo medio cigarro y lo ha encendido escondido en una de las garitas de guardia del patio del palacio. El viendo helado arrecia, como con ganas de burlarse un poco de Tato y de fumarse su cigarro de dos soplidos.