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miércoles, 29 de mayo de 2019
jueves, 3 de enero de 2019
TARDE DE TOROS. DE LOS CUADERNOS DE A.B.E. Cortesía de CALVINO DE LIPOSTHEY.
Plaza de toros dorada por
un sol otoñal de una gran delicadeza que parece recubrir todo lo que abarca la
vista como de finas láminas del más ligero pan de oro. Hasta el aire adquiere
consistencia áurea, magnificada la impresión por la salida al ruego de las cuadrillas
para el paseíllo. Los ojos se pasean por todo aquello, rendidos a la
fascinación del espectáculo: la variedad de tipos, la mezcolanza de gentes,
gestos, vestimentas, comentarios. El murmullo de voces, la paloma que como cada
tarde se pasea entre las rayas de picar. Por un momento el espectador se queda
abstraído, entregado al mirar y hasta parece que se hace el silencio y que lo
que desfila ante sus ojos no es otra cosa que la vida misma en toda su variedad
y belleza.
Al volver a la realidad, los ojos llegan asombrados a una línea de
pequeñas estrellas azules. Terminan de despertar al darse cuenta de que se
trata de un tatuaje. El tatuaje puesto sobre el grueso brazuelo de una moza de
poder ataviada de rojo. El tirante rojo y tenso de su vestido se hinca sobre un
hombro frescote. Y el brazuelo decíamos: nada tiene que envidiar a los que
soportan al bicho de seiscientos kilos que acaba de saltar al ruedo. Con la
corrida empezada, la luz dorada se mezcla ahora con las volutas de humo azulón.
Y luego vimos aquello, esa forma de torear, esa naturalidad, esa fuerza y aquél
molinete airoso rematando la serie. ¡Y estábamos allí para verlo!
domingo, 27 de mayo de 2018
TOROS - Alcides Bergamota el Grande nos cede unas cuartillas.
- ¡Mu-mu, mueran los señoritos!
- ¿Oiga pero que es ese grito? – exclamó Regino Heno Herrera dando un respingo.
- Pues muy sencillo. Es Lentini Spotti, la pústula de los Abruzzos, que de vez en cuando le da una propina para que el pobre grite esas cosas.
- ¿Y se lo trae desde Nava?
- Con tal de fastidiar es capaz de todo. En cuanto se ha enterado de que habría la casa para la temporada ha empezado con las intrigas. Lo de que mueran los señoritos le chifla – dio una nueva calada al gran cigarro que descubría un poco más de esa ceniza compacta de un gris espléndido, ¡un verso de Mallarmé!
- Pues a mí no me gusta nada eso de las amenazas, aunque las grite un tonto.
- Oiga Regino, no se haga el fino que lo del grito no va con usted, usted de señorito ya sabemos que nada.
Con gesto breve de la mano libre el Amigo Pulardo atajó un principio de protesta de Regino Heno, que venía ese día tan compuesto; con corbata y traje claro, la raya en medio, los cuatro pelos sujetos con un poquito de gomina y bastante riego de un agua de colonia como infantil que a él le parecía que hacía inglés. Porque Regino Heno es culturalmente un inocente, un alma cándida que cree que hacer el inglés le da realce y elegancia, que es una pose adecuada porque aquello, ya sabe usted, no se puede comparar, es superior. Y suelta a veces un plis, por please, y un zenquiu por thank you y hasta un zans por thanks.
Regino se había servido otra palometa. El Amigo Pulardo está bien surtido y para la tertulia con Regino tiene dos marcas de anís, Anís Tenis y la Cordobesa. Porque a Regino que es muy inglés, como él dice, al final le tira más Monforte del Cid que los brandys de Jerez, el vino de oporto o los licores franceses del aparador del Amigo Pulardo.
- ¡Déjeme hombre, que el verbo es de lo poco que nos queda! Así que como le decía, a los de la coleta ni arrimarse. Remato ahora el argumento.
- Pues se le agradece que vaya al grano, sí.
- Hombre, pero que exagerado es usted. Y un tanto cenizo en su análisis. Y además, que quiere que le diga, de esa sociedad que usted describe en tonos tan negros sale el público que va hoy a los toros – y al decir esto, como para darse un premio Regino Heno remató la segunda palometa.
Regino Heno era como el Amigo Pulardo buen aficionado y se unía a la tertulia que él llamaba “de los de Nava” cuando estos acudían a Madrid a los toros. Llevaba tiempo preocupado por lo que el calificaba, refiriéndose a la Plaza de las Ventas, como la desorientación general de público, diestros y empresas. El cigarrón del Amigo Pulardo seguía ardiendo con pausada y constante lentitud, sereno aromático, y subían hacia los cielos del pequeño salón de altísimos techos, volutas de humo azul. Metiendo dos dedos regordillos en el bolsillo del chaleco para consultar el reloj de cadena, apreciadísima joya familiar, se dio cuenta de que era ya hora de partir hacia la plaza.
- Pues mire Regino, tampoco le falta a usted razón. ¿No se dice que los toros son como un reflejo, un resumen, del estado de la sociedad española? Por ahí va su comentario me parece. Todo esto hay que pulirlo bien, matizarlo como conviene porque, por una vez, no hay contradicción entre las alabanzas al espectáculo y la condición del público que acude cada tarde a presenciarlo. Porque al menos ese público sigue acudiendo a las tardes de toros, y aunque lo haga desnortado y a veces en estado calamitoso, sigue interesándose por algo que está por encima de la media y que no es una simple recreación de la cultura muerta de épocas pretéritas.
- Vamos que no llegamos – dijo Regino poniendo punto final a la amigable charleta.
- ¿Oiga pero que es ese grito? – exclamó Regino Heno Herrera dando un respingo.
- No se preocupe Regino. Ese es Pablillo el tonto de
Nava con lo suyo – contestó el Amigo Pulardo sin inmutarse. Dio luego una
plácida calada a un habano largo, inmenso, una verdadera cachiporra de tabaco.
- ¿Pero que hace por aquí? Regino al hablar se había
removido inquieto en el butacón. Dio un sorbito a la palometa, apurando la
copilla de cristal con forma de dedal. - Pues muy sencillo. Es Lentini Spotti, la pústula de los Abruzzos, que de vez en cuando le da una propina para que el pobre grite esas cosas.
- ¿Y se lo trae desde Nava?
- Con tal de fastidiar es capaz de todo. En cuanto se ha enterado de que habría la casa para la temporada ha empezado con las intrigas. Lo de que mueran los señoritos le chifla – dio una nueva calada al gran cigarro que descubría un poco más de esa ceniza compacta de un gris espléndido, ¡un verso de Mallarmé!
- Pues a mí no me gusta nada eso de las amenazas, aunque las grite un tonto.
- Oiga Regino, no se haga el fino que lo del grito no va con usted, usted de señorito ya sabemos que nada.
Con gesto breve de la mano libre el Amigo Pulardo atajó un principio de protesta de Regino Heno, que venía ese día tan compuesto; con corbata y traje claro, la raya en medio, los cuatro pelos sujetos con un poquito de gomina y bastante riego de un agua de colonia como infantil que a él le parecía que hacía inglés. Porque Regino Heno es culturalmente un inocente, un alma cándida que cree que hacer el inglés le da realce y elegancia, que es una pose adecuada porque aquello, ya sabe usted, no se puede comparar, es superior. Y suelta a veces un plis, por please, y un zenquiu por thank you y hasta un zans por thanks.
Regino se había servido otra palometa. El Amigo Pulardo está bien surtido y para la tertulia con Regino tiene dos marcas de anís, Anís Tenis y la Cordobesa. Porque a Regino que es muy inglés, como él dice, al final le tira más Monforte del Cid que los brandys de Jerez, el vino de oporto o los licores franceses del aparador del Amigo Pulardo.
- Mire Regino deje que le explique, porque ya le he
dicho muchas veces que el asunto de los toros va siempre de contradicciones, de
todo orden y a todos los niveles. Mire, hace años era frecuente que una parte
de lo que podemos llamar la buena sociedad mirara con malos ojos la afición a
los toros y trataran por todo los medios de apartar a sus vástagos de la plaza.
Esto lo cuenta muy bien García Pavón en aquel libro estupendo que son Los
cuentos de mi tía. Cuando había toros en Tomelloso ¡prohibido salir de casa! Nada
de tentaciones. Paco Pavón –perdone la familiaridad- entonces niño en casa de
sus padres se asomaba al balcón a ver pasar a las cuadrillas a pie, a los matadores
en coche descubierto y a la muchedumbre que los seguía entusiasmada hacia la
plaza. Imagínese al niño mirando desde el primer piso, sujetando los montantes
del balcón con las dos manos, como un preso asido a la reja de la celda,
fascinado por el espectáculo. Al libro le remito para que vea que no me lo
invento. Para mucha gente de entonces en los toros anidaba escondida la
tentación de majeza y flamenquería, de tablaos y juergas, de chulería y taberna,
como dijo el poeta. ¡El miedo a que el jovencito de familia se perdiera en nocturnos
ejercicios venatorios por colmaos y tabernas, entre claveles y mantones de
Manila…!
- ¡Que barroco es usted Amigo Pulardo! -se atrevió a comentar
Regino ante la parrafada encendida que le acaban de soltar- pero no veo a dónde
quiere llegar.- ¡Déjeme hombre, que el verbo es de lo poco que nos queda! Así que como le decía, a los de la coleta ni arrimarse. Remato ahora el argumento.
- Pues se le agradece que vaya al grano, sí.
- Lo que quiero decirle es que en el estado actual de
derrumbamiento social, cuando la gran diversión, la más fina, es ver un partido
de futbol por la tele dando gritos y alaridos; cuando el hijo de familia es un
concepto que a la gente le da risa; cuando la única vertebración social y
probablemente familiar es ya la pasta gansa, no contando apenas todo lo demás,
pues resulta que una tarde de toros es algo de un refinamiento y de una belleza
únicos. Una belleza estética que está prácticamente ausente en el resto de
manifestaciones sociales a las que podemos asistir. La gente en lo que está es
en dotarse de medios económicos para llevar a cabo las cientos de actividades
que exige el frenesí social contemporáneo y aguantar el ritmo, ¡de los viajes
en chancletas y de todo lo demás!– al concluir la frase el Amigo Pulardo se
había puesto de pie de un brinco y agitaba toda su corpulencia, como sacudiéndose
el esfuerzo.
- Hombre, pero que exagerado es usted. Y un tanto cenizo en su análisis. Y además, que quiere que le diga, de esa sociedad que usted describe en tonos tan negros sale el público que va hoy a los toros – y al decir esto, como para darse un premio Regino Heno remató la segunda palometa.
Regino Heno era como el Amigo Pulardo buen aficionado y se unía a la tertulia que él llamaba “de los de Nava” cuando estos acudían a Madrid a los toros. Llevaba tiempo preocupado por lo que el calificaba, refiriéndose a la Plaza de las Ventas, como la desorientación general de público, diestros y empresas. El cigarrón del Amigo Pulardo seguía ardiendo con pausada y constante lentitud, sereno aromático, y subían hacia los cielos del pequeño salón de altísimos techos, volutas de humo azul. Metiendo dos dedos regordillos en el bolsillo del chaleco para consultar el reloj de cadena, apreciadísima joya familiar, se dio cuenta de que era ya hora de partir hacia la plaza.
- Pues mire Regino, tampoco le falta a usted razón. ¿No se dice que los toros son como un reflejo, un resumen, del estado de la sociedad española? Por ahí va su comentario me parece. Todo esto hay que pulirlo bien, matizarlo como conviene porque, por una vez, no hay contradicción entre las alabanzas al espectáculo y la condición del público que acude cada tarde a presenciarlo. Porque al menos ese público sigue acudiendo a las tardes de toros, y aunque lo haga desnortado y a veces en estado calamitoso, sigue interesándose por algo que está por encima de la media y que no es una simple recreación de la cultura muerta de épocas pretéritas.
- Vamos que no llegamos – dijo Regino poniendo punto final a la amigable charleta.
miércoles, 20 de septiembre de 2017
LAS VENTAS: más de lo miso. No hacemos sino recoger lo dicho por varios aficionados (entre ellos Domingo Delgado de La Cámara en el programa de Radio EsToros). Por supuesto la responsabilidad de lo escrito es sólo nuestra.
Las obras que al parecer se quieren hacer en la Plaza de las Ventas son
una muy mala noticia para los aficionados a los toros. La plaza no necesita una reforma, necesita simplemente mantenimiento:
arreglos puntuales, pintura, limpieza y eliminar ciertos adefesios que
pretenden darle una aire discotequero.
En la plaza no se han producido, gracias a Dios, accidentes,
incendios, se sale de ella con facilidad y rapidez.
La única razón para las obras propuestas es convertir definitivamente
la plaza en una instalación multiusos,
lo que permitiría explotarla al máximo, alojando en ella espectáculos ajenos
a los toros: conciertos, motos, baloncesto… Esto con el fin de sacarle el
máximo rendimiento económico. Nada que objetar a esa rentabilidad económica y a
ganar dinero, siempre que no sean el motivo para desvirtuar completamente la
función de un edificio concebido desde el principio para ser una plaza de toros,
y no otra cosa. Es decir, la rentabilidad desde lograrse sobre el negocio
de las corridas de toros que para eso sirve la plaza. La
rentabilidad no puede ser el caballo de Troya con el que poco a poco se vaya
cambiando el uso de Las Ventas. Sí, es cierto que desde hace mucho se dan
conciertos en la plaza. Pero hasta hoy eso no afectaba a su fin esencial, ni a
su estructura. Recordemos que en el diseño de la plaza participó directamente
Joselito El Gallo. Ahora queremos enmendarle la plana, reduciendo el tamaño del
ruedo, y eliminando más de 2.000 localidades, lo que lógicamente encarecerá los
precios. Mucho mejor, más lógico y más de verdaderos aficionados a los toros
sería calcular la rentabilidad, el rendimiento de la plaza en función
únicamente de los espectáculos taurinos. El concurso organizado por la Comunidad
de Madrid para adjudicar la gestión de la plaza, muy próximo a la subasta y
rodeado de secretismos, es un verdadero despropósito, que no tiene en cuenta
los intereses de la fiesta de los toros sino exclusivamente los de la Comunidad
de Madrid, consistentes en sacar el máximo dinero posible aún a costa de
aquello para lo que la plaza existe: la celebración de corridas de toros. Una
Comunidad de Madrid gobernada por el PP que por supuesto es el responsable de
todo el follón, de todas las oscuras maniobras. EL mismo partido que ha hecho
lo necesario para prohibir el Toro de la Vega de Tordesillas, secundando las
iniciativas liberticidas de los radicales de siempre, a los que nadie se opone.
Y menos que nadie el PP. ¿Todavía se extraña de esto alguien? Pero sigamos: con
la fórmula de la subasta –introducida por a CAM gobernada por el PP- no hay más
remedio que explotar la plaza como sea para pagar lo comprometido y entonces surge
la necesidad de modificarla para convertirla en espacio multiusos, afectando a
las localidades, a su aspecto, tal vez a su sonoridad, a su dimensión histórica
y quien sabe a cuantas cosas más.
En momentos en que los ataques a los toros son tantos, todo esto da
muy mala espina y no puede haber ningún descuido. Las cuestiones de la
seguridad y de la comodidad tienen sentido –en todo caso- cuando se llenan
gradas y ruedo para otros
espectáculos, no cuando la plaza se usa para lo que es. También se utilizan,
seguridad y comodidad, como pretextos para ir sustituyendo el uso para el que se
destina la plaza. Esto es como el pretexto para lograr el objetivo ques está
detrás de todo el asunto: ponerse las botas nuestros políticos.
La Plaza de Toros de las Ventas es la plaza de toros más importante
del mundo, pese a todos los peros que se le quieran poner. Es el lugar dónde
toros y afición resisten atrincherados contra toda suerte de ataques, los que
vienen desde dentro, y los que vienen desde fuera. Es la gran plaza de las
600.000 entradas vendidas en San Isidro y que no sólo no vive de subvenciones
sino que da dinero, y mucho, a la Comunidad de Madrid. Es un monumento
histórico, testigo de la historia de España, que incluso vacía, una tarde sin
toros, produce emoción: por su perfecto diseño, por su coherencia
arquitectónica, por su belleza, externa, pero sobre todo interior. Si la
avaricia de Comunidad de Madrid acaba rompiendo el saco de la rentabilidad que
puede proporcionar el espectáculo de los toros como tal será, claro, a costa de
la fiesta de los toros y de los aficionados. ¿Pero le importa esto a un partido
como el PP?
Para la Voz de Nava,
Genaro García Mingo
(fotografías de Poética de Sinforoso García Pote Limitada).
sábado, 16 de septiembre de 2017
Un sueño (uno de tantos). De los papeles del eximio polígrafo, Alcides Bergamota Elgrande.
Agradecemos como siempre la gentileza de Calvino de Liposthey que desinteresadamente nos hace llegar este sencillo relato.
Salía
contento del simposio en el que había participado con una conferencia muy
sonada. Al calor de los aplausos sucedía ahora el frío helador de una noche negra
y silenciosa, sin luna. Las sombras parecían piedra maciza de tan
impenetrables. Segundo simposio en defensa y promoción de una Fiesta auténtica,
convocado y organizado por la asociación El Toro Integro, de la que era
vicepresidente y por la Peña los Puros, para la que servía gustoso de tesorero.
La calle estaba desierta. Y todo por no andar lejos de la plaza. Quien le
mandaba, pensaba ahora al oírse andar, al oír su corpulencia respirar
pesadamente, por efecto del frío, del paso que había acelerado y de las arrobas
que arrastraba, quien le mandaba haberse mudado a estas calles tan solitarias
de noche. Cerrado el comercio, claro, cerrado el taller de coches, y la
academia de contabilidad, cuyo rótulo decía estudios financieros, y cerrados
también bares de copas, era lunes, y tascas taurinas, era tarde y era día sin
toros. Había estado soberbio con su charla larga y concienzudamente preparada,
y hasta un poquito flamenco, chasqueando los dedos para adornar pasajes de su
conferencia, aupándose casi de puntillas sobre sus botines lustrosos,
asomándose por encima del atril, ¡embalado! Nuevamente aguzaba el oído. Era la
segunda vez que los oía nítidos. Pasos que le seguían. Precisamente ahora, cuando
llegaba al desmonte, al solar de aquella casuca que habían tirado hace poco. En
la calle estrecha, en la que se mezclaban diminutos chalets de otro tiempo con
un jardín raquítico, y edificios de pisos, de cinco o seis alturas, estrechos, de
un ladrillo pobretón, de terrazas pequeñas cerradas de cualquier forma -pese a
todo dueña de cierta gracia castiza- en esa calle, no se oía a esas horas ni un
alma. Salvo aquellos pasos, otra vez, claramente. Y sonaban de una forma
peculiar, inconfundible para el oído finísimo del Amigo Pulardo. Eran pasos de
boto campero, o de botín flamenco, de calzado de tacón macizo y alto. No había
duda. Se inquietó de repente un poco, recordando los pasajes más encendidos de
su charla, cuando arremetió contra el toro raquítico y colaborador, descastado
y repetidor, que eliminaba de la fiesta toda emoción; cuando puso a caer de un
burro al todo el gremio de picadores, clamando por la reforma de la pulla y por
cabalgaduras más ligeras, cuando recordó que Bienvenida, Antonio, había tomado
la alternativa con toros de Miura, ganadería que alguna de las pretendidas
figuras esquivaba por sistema, Aplausos, puntillas, chasqueo de dedos, pulgar
contra cordial y el público rugiendo, es un decir, prorrumpiendo en si señores
repetidos… No había duda, ahora a un lado, la negrura, el espesor de la noche,
se movía. Se movía sigiloso como una nube oscura que se desplazara sin pisar el
suele, pese a que a la altura de los zapatos parecían brillar unas grandes hebillas.
Al acercarse, la nube se hizo saco, y al acerarse más aún, un poco asustado,
Pulardo tuvo que hacerse a un lado. El saco negro del tamaño de un hombre encorvado
le recortaba. Si le recortaba y le quebraba, obligándole a salirse del camino,
empujándolo con tres gestos más bruscos a una bocacalle desierta. Pudo por fin
distinguir un sombrero ancho, una capa española llevada como embozo. Se quedó
helado: ¡El estudiante de Falces! Quiso echar a correr, pero entonces una mano gigantesca
lo agarro con fuerza y de un tirón casi en volandas, lo metió en el callejón. Ven
aquí tú, tío piernas, lechuguino, piquito de oro, tío pera, listillo. La voz
era ronca y cavernosa. Encendieron un farol y entonces pudo verles. Al gigantón
de voz cascada y aguardentosa, de patillas a lo Paquiro, de aires a lo canalla
antiguo pese a lo moderno de su chupa vaquera, le conocía de vista, de las
tertulias del patio de caballos. Luego miró a los otros y ya no tuvo dudas,
conspicuos representantes del denostado gremio: el Pimpi, el Rubio, el Linchi y
el Mingas. Pero no podía ser, los dos primeros, ¡con lo que habían sido! ¡Si
tenían que estar de acuerdo con el! Que quiere usted Amigo Pulardo, la
solidaridad gremial, nosotros no queremos, en el fondo no es nada personal. En
cambio los otros dos, el Linchi y el Mingas, le miraban con saña, con los ojos
vidriosos del que se pasa el día achispado. Ventrudos, hinchados, apenas
capaces de cerrar sus enormes muslos para andar derechos, la corpulencia del
Amigo Pulardo a su lado no era nada, el gorrión frente al gocho. Cuando parecía
que nada iba a suceder, volvió aparecer el estudiante embozado, con el venía
Martincho montado en un toro cornalón ensillado con una albarda. Se hizo de
repente un silencio atroz. Todas las miradas se inclinaron hacia el suelo. Se
puso el Amigo Pulardo a seguirlas hasta entender lo que había provocado el
silencio. Ahí estaba vestido de corto, con sus polainas camperas, su castoreño
como de juguete, sus manazas peludas y chupando un cigarro Antonio Merino, el
enano de Las Ventas. Asomaban de la faja que le ceñía la cintura las cachas de
su faca descomunal. Abrió la boca para decir maligno: así que mis compañeros de
ahora son un gremio de botijeros y montan caballerías como montañas, así que
son jugadores de ventaja que pican protegidos por un caballo que es como un
carro de llevar cántaros, así que hay que reformar las cosas, que se pierde la
suerte. La suerte la vas a perder tú ahora cuando probemos contigo si esta
pulla sirve o no sirve. Y diciendo esto escupió el cigarro y abrió la
gigantesca faca. Vaya, faca de bella factura se dijo Pulardo, ya no se ven así.
De esas de capar gorrinos y de abrir melones de piel de sapo de un solo tajo.
¡Zas, por la mitad! Parece una antigüedad. Y dejando de temblar pensó, ¿y este
enano cuantos años puede tener hoy…? No puede ser y tampoco el Pimpi, ni el
Rubio. Por la ventana entraba el primer rayo de sol.
Debajo:
Francisco de Goya. El diestrísimo estudiante de Falces.
lunes, 11 de septiembre de 2017
TOROS: SALTILLO Y JUAN LUIS FRAILE
Una de las cosas más tontas que suele destacarse para reprochar a los españoles una supuesta indolencia y despreocupación por las grandes cuestiones del momento es el haber acudido a los toros la tarde –o tal vez fuera al día siguiente, ya no recuerdo- del día en que se conoció la pérdida de Cuba. Los que eso señalan se quedan tan anchos, encantados de su observación y agudeza, felices de haber demostrado la existencia de un nuevo rasgo nacional más, negativo por supuesto. Pues bien, será que la historia se repite, porque en pleno golpe de estado en Cataluña, eso es exactamente lo que hicimos nosotros ayer, irnos a los toros.
Todos los días al abrir el periódico soñamos con que nos enteramos de que por fin se ha suspendido la autonomía, se ha detenido a los sediciosos, miles de catalanes aliviados salen a la calle con banderas españolas, se anuncia la retirada de las competencias sobre educación, justicia y seguridad a todas las comunidades autónomas y se cierran las televisiones públicas regionales. Atreverse con una bajada de impuestos ya nos parece un imposible hasta en sueños. Pues bien, ayer domingo por la mañana los golpistas seguían con su proyecto ilegal, financiado con nuestro dinero. Así que nos dijimos: ¡Una buena tarde de toros que no nos la quiten!
Las ganaderías anunciadas prometían y no decepcionaron. Tres toros de Saltillo, antigüedad de 1845 y procedencia Marqués de Saltillo –el vallisoletano Antonio Rueda de Quintanilla- hoy propiedad de don José Joaquín Moreno Silva, y tres toros de Juan Luis Fraile, con antigüedad de 1895 y procedencia Conde de Santa Coloma y Graciliano Pérez Tabernero. Ahí es nada. Ahí tenemos tradición, antigüedad, continuidad en el tiempo, pericia ganadera… ¡y la continuación de una labor iniciada en su día por sendos títulos del Reino! Oiga Pulardo, ¿esto último es para decir luego que les conoce a todos? No que va. Es que como el otro tópico es que aquí no ha habido élites… Ya ve usted, hasta en los toros. Hombre, Amigo Pulardo, yo no sé si este apunte suyo está un poco fuera de lugar, pero en fin.
Los toros como decíamos, con fuerza, casta y presencia, no decepcionaron. Un ganado imponente que se hacía sentir en la plaza, de gran seriedad, bocas cerradas y consintiendo pocos errores. Además el espectáculo de comparar las dos ganaderías era un aliciente más:
El toro cárdeno o negro de saltillo, de menos complexión física, más estrecho, alguna testuz rizada, el quinto cariavacado, de mucho sentido, enterándose, pero metiéndose en la muleta si se podía con el. El segundo entró hasta cuatro veces al caballo. De forma esquiva las tres primeras, haciendo cosas de manso con genio, para luego, a la cuarta y para sorpresa de todos, empujar con nobleza, fijeza y enorme fuerza, apretando al caballo contra las tablas, recibiendo un duro castigo, pero que no se notó en la muleta dónde fue extraordinario.
El graciliano, con aire de toro antiguo, alto de remos, ensillado, enmorrillado, bien armado, prontos al caballo dónde pelearon con bravura y de reacciones rápidas. Una lámina espléndida, variados de comportamiento, tremendo de difícil el último.
Variedad de comportamientos, evolución del comportamiento de un mismo animal durante su lidia, en función de que se le hicieran las cosas bien o mal, de forma confusa u ordenada, con cabeza o atropelladamente… De los tres matadores nos quedamos con el capote de Octavio Chacón que luchó con los toros de salida para sujetarles y ahormarles y que los puso al caballo de forma primorosa y muy torera (vimos una media verónica doblando la rodilla de gran sabor). Venegas cortó una oreja que no le íbamos a discutir con estos toros. Y Pérez Mota estuvo mal, fuera de sitio toda la tarde.
Con el paso del tiempo es posible, nos dice el Amigo Pulardo, que los españoles ahora más modernos e internacionales, mejor pertrechados intelectualmente con sus redes sociales y sus teléfonos, las generaciones mejor preparadas y demás, pasaran ayer la noche pendientes de Cataluña, haciendo cábalas, enrolándose en partidos y organizaciones para demostrar su compromiso contra la secesión –cosas del progreso-. Lo decimos porque la plaza estaba casi vacía. Un cuarto de entrada. Eso no impidió que a la salida –en un acto de verdadera frivolidad política- tuviéramos nuestros diez minutos de tertulia exclusivamente taurina.
Para El Heraldo de Nava
A. Bergamota Elgrande
miércoles, 30 de agosto de 2017
LAS VENTAS
Leemos en la prensa lo siguiente (los subrayados son nuestros):
“La Comunidad de Madrid va
invertir 15,1 millones de euros en la rehabilitación de la plaza de toros de
Las Ventas para adecuarla al
funcionamiento de espacios multiusos y adaptarla a la nueva
normativa vigente en materia de seguridad. Así lo acordó ayer el Consejo de
Gobierno, que aprobó el encargo de la redacción del proyecto y de la ejecución
de las obras a la empresa pública Obras de Madrid. (…) Según informa Roberto
Becarés en El Mundo, Las Ventas de Madrid perderá
al menos entre 2.000 y 2.500 de los 23.700 asientos de que dispone”[1].
Esto es una muy mala noticia. No hay ninguna necesidad de reformar la
plaza para que pueda servir como espacio multiusos. La plaza de Las Ventas
debería tener un único y exclusivo uso: la celebración de corridas de toros y
otros espectáculos taurinos de toreo a pie y a caballo (nada de recortes). El
pliego para la concesión de su gestión debería redactarse teniendo en cuenta
este único uso, ajustándose a las posibilidades económicas que la explotación
de festejos taurinos permite.
Espacios multiusos en Madrid, sobran. Los hay a patadas. Esa no es la
cuestión. Nuevamente cortinas de humo, disimulación, medias verdades, oscuridad.
La cuestión es pura y únicamente la pasta
gansa.
Esto que escribimos no es nada original. Lo encontrarán mejor
expresado en varios artículos en la red. Llevamos meses siguiendo este tema en
prensa escrita, digital y radio y aún a riesgo de repetir lo que otros han
dicho sin duda mejor, no queremos dejar de arrimar un poco el hombro.
Por lo que hemos podido entender, hace años, las condiciones
económicas de la gestión de la plaza eran muy sencillas: únicamente festejos
taurinos, repartiéndose los beneficios generados por mitades: la mitad para el
empresario, la otra mitad para el dueño de la plaza, la Comunidad de Madrid.
Pero la rapacidad de nuestros políticos no tiene límite. El pliego preparado
por el equipo del Sr. Ignacio Gonzalez (hoy entre rejas) y no sé si los pliegos
anteriores, adoptó la fórmula de la subasta. El que más dinero ponga sobre la
mesa se lleva la gestión de la plaza. De esta manera, la mera celebración de
espectáculos taurinos no puede garantizar el pago por parte del empresario del
dinero comprometido, por lo que necesita explotar la plaza todo lo posible,
exprimirla como un limón hasta la extenuación mediante su uso para otros
espectáculos no taurinos. Con esos espectáculos se llenan no solo las gradas
sino también el ruedo (para un concierto por ejemplo) y para esos espectáculos
son necesarias otras medidas de seguridad (se multiplica la ocupación de la
plaza) y los permisos del Ayuntamiento… es decir, en estos momentos, de
Podemos…
Por lo tanto el uso de la plaza como espacio multiusos multiplica los
flancos por los que puede ser atacada, como de hecho lo está siendo, de forma
silenciosa y traicionera, por unos y otros. Por los movimientos antitaurinos,
por la rapacidad de los políticos, y también, todo hay que decirlo, por la
rapacidad de las empresas del mundo del toro, interesadas en un negocio de
mayor tamaño al que se llega a través de la fiesta. ¡Simón, ese empresario de
la noche! Pero no hablemos hoy de el.
¡¿Suprimir más de 2.000 localidades?! ¿Qué pasa con los abonados? ¿Qué
pasa con el precio de las entradas que lógicamente subirá? ¿Qué pasa con el
ambiente único de la plaza, con su sonoridad, con el eco de todo lo que sucede?
¿Qué se va a tocar? ¿Es que no nos damos cuenta de que esto, como las ganas de
cubrirla con un tejado, no es más que un ataque contra los toros? Todo son
pretextos –la lluvia, la comodidad- para conseguir dedicar la plaza a otra cosa
que no sean los toros. Con el intento de cubrirla se produjo un milagro y el
tejadillo móvil se derrumbó el día de su estreno. Se ve que en el Cielo el
mundo del toro tiene todavía alguna consideración.
La Plaza de Toros de las Ventas es la plaza de toros más importante
del mundo, pese a todos los peros que se le quieran poner. Es el lugar dónde
toros y afición resisten atrincherados contra toda suerte de ataques, los que
vienen desde dentro, y los que vienen desde fuera. Es la gran plaza de las
600.000 entradas vendidas en San Isidro y que no sólo no vive de subvenciones
sino que da dinero, y mucho, a la Comunidad de Madrid. La reforma que se
propone es un verdadero asalto. ¡Nada más y nada menos que reducir el número de
asientos en más de dos mil con el pretexto de adaptación multiusos! Reducir la
plaza, hacer que mengüe, hacer un poco más difícil al aficionado mantenerse…
Bastaría con pintar, hacer las reparaciones necesarias, limpiar, reparar óxidos
y limpiar cuartos de baño. Sería más barato y, no sirviendo la plaza más que
para ir a los toros, suficiente. De paso se podrían suprimir las adherencias
más modernas y groseras introducidas con pretensiones de darle a la plaza un
aire actual y moderno que es en realidad aroma discotequero de chiringuito
zafio.
Y por favor, que no nos digan que los asientos de la plaza no son muy
cómodos (no sea rata y cómprese una almohadilla) o que la plaza no es moderna,
o que se está muy apretado o que el confort
–vaya palabra- de hoy exige la reforma pretendida. No sean tan pardillos y
que no se la cuelen por ahí, no compren el timo de que la reforma se hace por
nuestro bien, para que estemos más agustito.
No sean tan lelos. Sobre todo si quien se traga esa trola es de los que aparece
por la plaza una vez al año, y poniendo pegas. Si esa es su aportación, creemos
que es mejor estarse callado, chitón. A los que vamos un poco más a menudo la
plaza nos parece suficientemente cómoda, nos gusta un poco de apretura, nos
gusta ese ambiente excepcional que sólo hay en los toros, esa comunión entre
aficionados, el poder departir con el de al lado, porque le tenemos cerca, el
que las apreturas obliguen a ser civilizado, a saludar, pedir perdón, ofrecer
tabaco, compartir aperitivo. Si quiere que le pongan un asiento individual de
plástico y una papelera para las pipas váyase a… ver baloncesto o fúbol. A los aficionados,
la cuestión ésta de la comodidad es lo que menos nos importa, lo primero que se
nos olvida, cuando empezado el festejo en el ruedo se torea.
Por lo tanto, póngase fin a la actual adjudicación (instrumentos
legales habrá sin duda), redáctese un pliego nuevo para la explotación de la
plaza como plaza de temporada, únicamente para festejos taurinos, y convóquese
un nuevo concurso. Espacios multiusos en Madrid sobran. Y eso sí: píntese,
repárese lo necesario y asegúrense el orden y la limpieza.
Para el Heraldo de Nava
Genaro García Mingo Emperador.
[1] Lea
más en http://www.purezayemocion.com/noticia/5212/actualidad/la-comunidad-invertira-151-millones-en-la-rehabilitacion-de-las-ventas.html#xYGm24IGlZ4DctYy.99”
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