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domingo, 25 de agosto de 2013

Calvino de Liposthey

No me conocen ustedes y no es de buena educación entablar lectura o conversación sin haber sido presentados, así que les diré mi nombre. Me llamo Calvino de Liposthey. Si señores, como lo oyen. La razón de mi nombre de pila será siempre un misterio, si bien creo que tiene mucho que ver con el ingenio de mi padre y de su amigo José Mari Ardenas, aficionados los dos a lo estrambótico, sin que mi madre se quedara corta como puede verse. Lo he llevado siempre con dignidad y alegría y con ayuda de los puños cuando ha hecho falta. La preposición de pueden dejarla o mantenerla, indica simplemente que mi apellido es un topónimo. Es decir, que si buscan en un mapa es muy probable que encuentren un lugar con la misma denominación. La gente anda muy tonta y confundida con estas cosas y se pirra por una preposición. Qué le vamos a hacer. En cuanto a la nobleza, con independencia de la preposición, mucha y muy antigua, claro que sí. ¿Que se habían creído? Pero no es este el momento de hacer gala de las vanidades propias de cada cual. Diré simplemente, para que se sitúen que soy bien parecido, cosmopolita, refinado, de exquisita distinción, un lujo para una cena, para que me entiendan aquellos para quienes lo anterior resulte un poco abstracto y difícil. La gente es hoy muy tosca. Creo que por el momento no necesito más presentación, ya habrá tiempo para que me conozcan mejor (a quien eso interese). Sólo queda explicarles en una línea qué hago aquí.

Resulta que soy vecino de Doroteo. Si señores. Pero no crean que compartimos régimen de propiedad horizontal. No, todavía no hemos caído tan abajo ninguno de los dos. Noten los picajosos que digo abajo y no bajo. Los matices son importantes. Digamos, para no enredar más de la cuenta, que las tapias de nuestros jardines (Mamá dice que no es jardín la palabra adecuada sino parque) lindan, yuxtapuestas, cada uno tiene la suya, y juntas forman un grueso muro, apodado por sus dimensiones y extensión la muralla china. Al conocernos hemos descubierto, simultáneamente, que al otro lado de la muralla de cada cual no hay bárbaros y a menudo cruzamos la frontera para tomar café o té, dependiendo de quién reciba. Después de un tiempo prudencial de cuarentena, fui presentado por fin al eximio polígrafo y pude tener en mis manos las del gran Alcides Bergamota. El encuentro merece que le dediquemos tiempo otro día. Sólo puedo decir que, con el asentimiento y la benevolencia de los pretorianos de Alcides, Doroteo y Tato, he tenido el privilegio de aproximarme al gran hombre y se me ha permitido incluso tomar apuntes, recopilar datos e incluso acceder a manuscritos y borradores. Todo esto debería ser objeto desde luego de una narración más cuidadosa y es merecedor de una escritura más pausada y meditada. Pero no me resisto a dar una primera noticia de mis diletantes estudios y es que he logrado reconstituir gran parte del texto de la famosa conferencia en el Casino Libertad y conocer con cierto detalle las circunstancias del escándalo que entonces se produjo. Espero poder ofrecer dentro de poco tiempo el resultado de este pequeño trabajo.

domingo, 30 de junio de 2013

PENA DE JUAN Y JOSÉ

El toro de Santa Coloma, autor Adolfo Rodríguez Montesinos.

El cepogordista es un modesto aficionado a los toros y alguna vez en Cepogordo le hemos dado una vuelta a la cosa taurina, tanto en la forma de reseña de una tarde en la plaza, como a modo de sesuda reflexión sobre la Fiesta.

Un poco a trancas y barrancas y como hemos podido, pero ha salido alguna conclusión. La primera de todas es que si la fiesta está de alguna forma amenazada, no es por la política y sus prohibiciones, que también, sino por su actual discurrir, es decir, por su actual decadencia, interesada y fomentada por una mayoría de directores del espectáculo y una mayoría de toreros, con las figuras a la cabeza. En resumen, la amenaza política y nacionalista es una amenaza general contra la libertad, y por eso contra todos nosotros y contra lo que se supone que una sociedad abierta y libre debería ser. Los problemas de la fiesta son otra cosa: la adulteración del espectáculo con un toro sin fuerzas, sin casta y que no es bravo, toreado por supuestas figuras que naufragan vergonzosamente en cuando salen de esa rutina (véase Talavante con los Victorinos en Madrid), espectáculo frente al que los niños bostezan, porque no transmite nada y los cursis se extasían antes posturas y culillos en pompa. No queremos extendernos más, para no repetirnos. Pero enlazando un tema con otro, la mejor defensa de la Fiesta, la que volvería a llenar las plazas, es la defensa del toro bravo, de la lidia, realizada por maestros que la conozcan, y no la tontería de la cultura, el arte y decir que a Picasso o a quien fuera le gustaba el asunto de los toros, que qué nos importa. Ya nos explicaremos con más calma si no se ha entendido. Pero cedemos la palabra a alguien mucho más entendido que los que esto escriben y se despiden dando una larga cambiada.

En el epílogo del libro El toro de Santa Coloma de Adolfo Rodríguez Montesinos, podemos leer lo siguiente (por otra parte algo obvio y conocido entre los aficionados a los toros, que no a las posturas y a las figuras y demás, como decíamos):

“La importancia histórica de la raza de lidia debería bastar por si sola para convertir al toro bravo español en un animal mimado por las Administraciones Públicas, las cuales deberían proteger y estimular los esfuerzos de los ganaderos por seleccionar y mejorar la cabaña brava. Nada más lejos de la realidad, porque el toro ha sido y sigue siendo un animal marginado por los poderes públicos, ignorado dentro del marco de la política agraria de nuestro país y hasta vilipendiado cuando las corrientes de la moda han soplado en contra de la fiesta nacional.

En esas circunstancias, la existencia del toro de lidia es mérito exclusivo de los ganaderos que han invertido y siguen arriesgando su patrimonio en la producción del ganado bravo y, como no, de todas las personas que acuden a las plazas de toros y con su aportación económica posibilitan la supervivencia de esta raza y mantienen una complicada estructura en la que se integran todos los profesionales que, de forma directa o indirecta, viven la fiesta de los toros.

No obstante, la galopante mercantilización del espectáculo taurino surgida en los últimos tiempos y que está alcanzando cotas desmesuradas en la década de los noventa, está imponiendo por vía dictatorial la supremacía de los valores económicos sobre cualquiera de las virtudes de tipo ético y estético que, tradicionalmente han constituido el mejor patrimonio de la fiesta y que están abocadas a la desaparición en un plazo de tiempo muy breve. [Nota cepogordista: este párrafo y el siguiente serán objeto de comentario aparte, pues merecen matizarse]

Hoy día la corrida de toros es un simple producto de consumo, como lo son igualmente las figuras del toreo y el resto de los integrantes de la cadena de producción del espectáculo. El torero ha perdido mayoritariamente el sentido y la capacidad de la lidia y parece programado para repetir únicamente la misma faena ante el mismo tipo de toro (descastado, suave, blando, y carente de toda emoción), impuesto por los amos del “circo taurino”. [Nota cepogordista: como hemos dicho en otras ocasiones, hoy no hay figuras del toreo, lo son únicamente aquellos diestros que todavía son capaces de ponerse delante de los Albaserrada –Victorino y Adolfo Martín, José Escolar-, Cuadri, Cebada Gago, Torrestrella, Miura, etc.]

A base de enfrentarse siempre a un ejemplar sin contenido alguno, cuyas mayores complicaciones son falta de fuerza y falta de interés por acometer a los engaños, los toreros son cada día más incapaces de solventar cualquier tipo de dificultad emanada de la casta y se ven desbordados o se acobardan cuando sale un toro que conserva algo más que reminiscencias de bravura y repite media docena de embestidas.

Quienes manejan el entramado organizativo de la fiesta son conscientes de estas limitaciones crecientes en la capacidad de los diestros y por ello velan escrupulosamente para que solo salga a la plaza el tipo de toro que no complica la vida a los profesionales del toreo y además, en la generalidad de los casos, que salga de la forma que resulte más agradable para los diestros, de modo que el fraude mayor no es la mutilación de las defensas de las reses, sino la manipulación genética para mermar o eliminar su casta.

El concepto del espectáculo taurino manejado por los profesionales se basa en la ignorancia de lo que es un toro de lidia que tienen la mayor parte de los asistentes a las plazas, mientras que los verdaderos aficionados que ocupan los tendidos son una minoría. Así las cosas, se intenta aburrir al aficionado serio para que deje de ir a los cosos y se promocionan socialmente las figuras del toreo para que la mayoría de las plazas se llenen de un público festivo, ávido seguidor de la prensa rosa y sin exigencia alguna. Este tipo de clientela profana en la materia no tiene interés real por el espectáculo taurino, sólo le interesa ver a los toreros del momento, va a rendir pleitesía a sus ídolos y aplaude con el mismo calor lo mismo que lo inadmisible.

Pero para los rectores de la Fiesta, estos “aficionados eventuales” tienen muchas ventajas, ya que realizan su aportación económica en las taquillas de las plazas, no plantean problemas a la hora de admitir como bueno un espectáculo adulterado, devaluado o degenerado, como el que se está ofreciendo tarde tras tarde, feria tras feria.

En esto, como en todo, también hay algunas excepciones (Madrid y pocas plazas más), pero, salvo en la capital de España, los mentores de las figuras del toreo actúan a su antojo y cuando no pueden imponer sus exigencias, se “caen” de los carteles.

El proceso degenerativo que sufre el espectáculo taurino induce irremediablemente a la crisis de la ganadería de lidia, dónde la bravura y la casta son objeto de persecución implacable por parte de quienes dominan el negocio taurino, condenando al ostracismo o a la desaparición a las dividas que aún poseen lo que antes fuera el mayor tesoros de la raza.

Adolfo Rodríguez Montesinos. El toro de Santa Coloma.
Consejo General de Colegios Veterinarios de España, 1997
ISBN 84-923276-0-X

sábado, 29 de junio de 2013

LA FERIA DEL LIBRO

Hace unos días terminó la feria del libro de Madrid. Y como entre las manías del cepogordista se encuentra la manía libresca, en la forma de afecto desordenado, mezcla de extravagancia y tendencia al furor, decidió acudir a darse una vuelta, para saciar la vista de libros y disfrutar también del resto del espectáculo. No sabe que parte le ha gustado más.

Era una de esas tardes de verano inclemente, repentino, como si nos hubieran echado a todos una gruesa manta de la más compacta lana. Luz lechosa, difuminada, engordada por el bochorno. Libros por todos lados, y también multitud de tipos. Con el calor, sensación de poca ducha y demasiada chancleta. Tatuajes, piernas peludas, y no sólo las de ellos, también ellas, sobre todo en las casetas progres, aquellas de grupos editoriales de ultraizquierda presididas por efigies del Che, que siguen predicando la ruina del mundo con absoluto orgullo y entusiasmo. Y es gracioso que sigan en un combate que en realidad, a día de hoy tienen ganado, puesto que estatismo, dirigismo, progresismo y nihilismo están a la orden del día. Pero como buenos iluminados, ellos a lo suyo. Pronto no quedará nada que derribar y no sabemos que harán con la maza. Tato dice que se la me… Bueno las cosas que dice Tato a veces es mejor no repetirlas. Tampoco era demasiado bonita la caseta de una editorial o librería, no recuerda el que esto teclea, para gais. Ya me entienden, asuntos de maricones. Pasamos corriendo. En general, tal vez por el calor traicionero que se nos echó encima sin avisar y cogió a la gente desprevenida y sin los afeites convenientes, vimos fealdad, bastante fealdad. ¡Que viva el Tercio y se mueran los feos! gritaba el otro día Curro en A mí la legión. Pues de cumplirse el deseo hubiera quedado la feria mermada de público, la verdad. Pero estas pequeñas cosas, estos detalles inevitablemente observados por el cepogordista son la excepción, y dan color solanesco a la feria. También lo dan las absurdas colas, a pleno sol, en plena cocción, para conseguir la firma de no se sabe que autor juvenil que está de moda. Afortunadamente, no sabemos ni quién es ni que ha escrito En la caseta Verde, libro sobre reflexoterapia o masaje sexual. Pues claro, que puede esperarse acudiendo a la caseta verde. Otro detalle verde fue el libro escrito por Giovanni Verga titulado Eros que publica Gadir. Hay cierta lógica entre el apellido del autor, uno de los grandes de finales del XIX italiano, y el título del libro. Por supuesto lo hemos comprado. Veamos una de sus frases: “Las primeras inquietudes del corazón depositaron en su mente la semilla funesta del análisis”. Gadir publica la pequeña colección El Bosque Viejo, grandes autores clásicos para todas las edades, es decir, para niños. Pequeños libros bien editados, bien ilustrados, atractivos con magníficos textos accesibles, que nos permiten huir de la espantosa literatura infantil (así la llaman), con su horrible desfile de brujas buenas, lobos tímidos y otras cursilerías, ñoñeces y demás. Ya lo decía don Wenceslao: “No es fácil escribir un libro de lecturas para la infancia. Muchos creen que para esto basta con que el autor carezca absolutamente de talento. Es un error.” Para el que tenga curiosidad remitimos a la entradita dónde copiamos el resto de las palabras de don Wenceslao: http://cepogordo.blogspot.com.es/search/label/Wenceslao%20Fern%C3%A1ndez%20Florez. Cuando la bruja deja de serlo, cuando el lobo es cariñoso, el gigante va al psicólogo para curar su miedo a la oscuridad y el ogro hace pasteles vegetarianos, es decir cuando se subvierten las categorías, se vacían de principios y sentido y el cuento se convierte en una gilipollez, en una moralina ñoña que nada refleja de nada, el siguiente paso cuesta abajo es que Blancanieves se lie con todos los enanos a la vez, la Bella Durmiente sea una militante lesbiana, los tres cerditos, pues imaginen ustedes, y Caperucita Roja decida con el lobo aplicarle a la abuelita un tratamiento al amparo del derecho a la eutanasia (adquirido por la nieta, ¿por qué no?), que ya es hora que la vieja nos deje la casa. Así que para huir de todas estas horrible cuestiones, el Bosque Viejo, de Gadir.

Las casetas, en el tramo más largo de la feria, formaban un pasillo muy largo por el que se movía la masa de visitantes, de una caseta a otra. En ese pasillo, salvo por momentos en que corría el aire, se concentraba el calor, por estar cerrado, y por la acumulación de gente. Hubo momentos en que pensó el caminante que circulaba por un pasillo entre dos chiqueros. Sin embargo, algunos de los paseantes se distinguían del resto por su elegancia o su porte. Un chico alto y bien vestido, pantalón y camisa en tonos marrón claro caminaba erguido y no sudaba, indiferente a su alrededor, con los ojos puestos en los libros. Otro personaje trotaba cargado de bolsas, se veía que iba a tiro hecho a darse el atracón, vicioso él. Vestía traje bien cortado de tres piezas, impecable barbita rala, nudo de corbata sencillo que desde que lo hizo por la mañana no se le había movido y llevaba una novia que cual mora trotaba detrás de él, como podía, intentando no perder rueda. Un grupo de señoras charlaba en un descanso, y era como para quedarse mirando: peinado de peluquería, collares de perlas, pendientes de perlas, vestidos, sobriedad, elegancia, sonrisas, iban luego a merendar juntas, seguro. A lo lejos, Martínez Campos a caballo, seguía un año más ahí, en su eterna caballada.

La feria parece que remonta, que ha ido bien. Ha conseguido más ventas que el año pasado. Al parecer, un nueve por ciento más. Y es que, según nos explican, la gente ha acumulado títulos. Es decir, en esta feria del 2013, ha pedido títulos del 2012. Es decir, la tropa se ha estado aguantando las ganas y ahora se gasta el dinerillo. Para que luego se meta la gente con España y los españoles. Mientras tanto, una administración local, destina hace unos días 484.716 euros en forma de subvención a la “mejora de la alfabetización mediática” con el fin, entre otros, de contribuir a “revelar la identidad propia” de los habitantes de esa región española (parece ser que no acaban de conocerse a sí mismos del todo). Estas son las dos Españas. Las del personal que acude sudoroso a la feria a comprar los libros del año pasado y la de los sacamantecas demagogos. No hay otras y no las ha habido nunca.

Dice Tato que al que le vuelva a sacudir con eso de las dos España para explicar lo que pasa hoy le devuelve el golpe, pero con la bota y en todo el hocico. Doroteo ha dicho que a esas ferias que no va, que son para las masas, que a él con la biblioteca de su casa la basta y le sobra y que sólo puede leer en libros encuadernados en piel, porque si no le pican las manos y estornuda.

domingo, 23 de junio de 2013

CONFERENCIA EN JUNIO

Conferencia en junio. Una gorda polaca les enternece porque es gorda y ama a los Estados Unidos y ama más aún a la empresa, a la corporación. Es gorda y sonríe como una gran magdalena rellena de chocolate, es un gran muffin como se dice ahora. Todos sonreímos. Pero antes de seguir criticando o describiendo con la ojeriza que provocan el cansancio y las formaciones cerradas, pensemos un poco de dónde venimos todos. Antes de que llegaran estos sonrientes y bélicos norteamericanos, con sus principios, su inocencia y su organización, todos cosechando patatas, en el mejor de los casos, y ahora hablando inglés. Termina la gordita. Gran aplauso. Ya nos hemos ablandado y ya la queremos un poco, la formación cerrada hace su efecto y ya no es la gorda sin más, le hemos cogido afecto, tierna gordita, gorrionciote. Pero no sólo porque enternece, sino porque es una fiera eficaz, y cosecha más gavillas de trabajo que otras cinco personas juntas, es una apisonadora laboral, dicho sea sin segundas y sin faltar. Sube al estrado un enano cabezón con apellido insoportablemente italiano y un careto de norteamericano que apenas se puede resistir: estructura cuadrada, cráneo al descubierto pelado a máquina, quijada, pómulos salientes, hoyuelos por todos lados boca mascadora. Más adelante le sigue un tal Ajgndhmidfgghghr, un indio de la India que ha dejado las sectas y el acerado kriss y acepta por unos días cenar pasta y ensaladas en lugar de ojos de carnero y cerebro de mandril viejo al curry. Y aquí estamos los dos, hermanados por el Gran Hermano para el que todos trabajamos y al que todos queremos entrañablemente.

Como puede verse, el cronista, que diría el gran don Camilo, está un poco hasta las narices de la cháchara internacional, de la corporación, de la jerga, de sus recomendaciones, de sus amenazas y de su cariño. Pero el cronista, como don Desiderio Papús Garriga[i], necesita llenar la despensa a fin de mes. Así es la vida, y suerte que tiene el cronista, que por lo tanto se ha pasado la semana sonriendo y dando conversación, doblando el espinazo ceremonioso, como si recogiera patatas, y dando las gracias en tres idiomas y en el lenguaje de los signos, y a Dios el primero.


[i] “Don Desiderio Papús Garriga, cabeza visible de familia numerosa, se había pasado la existencia tratándole de buscar una raíz científica al hecho — sucesivo e inexplicable — de llegar todos los meses a fin de mes.” El Hacendista. Nuevo Retablo de don Cristobita. Camilo José Cela. Editorial Destino.

lunes, 13 de mayo de 2013

TOROS EN MADRID

Dice Baroja, don Pío, con su acusado pesimismo post romántico que “Las condiciones en que se desliza la vida actual hacen a la mayoría de la gente opaca y sin interés”. Es posible que tenga cierta razón, aunque tenemos al respecto nuestras reservas. Y desde luego hay una circunstancia y un lugar dónde esto no se produce nunca: una tarde de toros, en particular y sobre todo, una tarde de toros en la madrileña plaza de Las Ventas. Se da en una tarde de toros en Las Ventas un fenómeno misterioso, una conjunción de factores en la que se acumulan tal variedad de tipos, tal variedad de caracteres, en la que coinciden tal multitud de personas de diverso origen que por una parte, lo anodino, lo gris, lo vulgar desparecen en el bullir de la plaza que cobra vida y por otra parte, eso mismo: la plaza vive por si misma y adopta por unas horas la personalidad más viva, despierta, vital, abigarrada, apasionada, agradecida, exigente, gruñona y contradictoria que imaginarse pueda. El gran don Pío desconocía esto y quizá sea este su mayor defecto, el único que le ponemos como escritor, aceptando su mal carácter, su espíritu gruñón y contradictorio que tan naturalmente se hubieran sentado en un tendido o en una andanada a dar su opinión y a participar, incluso desde la más extrema individualidad, o por eso mismo. Es uno de los asombros de la Plaza (con mayúsculas) y uno de los motivos para agradecer y admirar, pese a todos sus errores, la presencia del SIETE, formado tarde tras tarde como una legión imperturbable, sin un claro entre sus prietísimas filas, exigente, gozoso y agradecido a un tiempo, participando. No sólo el siete claro está, pero también. Gutiérrez Solana, contemporáneo de don Pío, nos ha dejado crónicas en las que resalta a un tiempo su horror por el espectáculo de caballos reventados, faltos de la protección del peto, y de torerillos y maletillas bestiales, y su profundo conocimiento de las suertes y de la corrida, la misma contradicción que se da entre su profunda religiosidad y su brutal clerofobia. Contradictorios somos, contradictoria es la plaza y espléndida la tarde de toros, en su dureza y en su hermosura, haciendo de reflejo condensado, comprimido, de lo que la vida es y ofrece. De lo que la vida regala. Hay un elemento especialmente difícil, y duro en esta Fiesta, también con mayúscula. Un elemento que también comparte la Fiesta con la vida misma y del que hasta hoy, con todo el sentido, no ha querido desprenderse. Y es que está presidida, como quien no quiere la cosa, por la terrible calva. La Muerte, en imagen solanesca, está ahí, unas veces con el huesudo mentón apoyado sobre un burladero, desde dónde observa la lidia con su risa petrificada; otras veces, con las tibias cruzadas, sin necesidad de almohadilla, sentada en un tendido, o escondida en lo alto entre el público de alguna andanada. Esta es la verdadera tragedia del espectáculo que sin el riesgo del toro verdadero, de la bestia poderosa e imponente pierde su emoción y razón de ser. Deseamos desde aquí a todos los diestros y cuadrillas que estos días pisan el suelo de la plaza para lidiar una corrida de toros, la mayor suerte y la protección del Altísimo, para que puedan actuar sin dar el mínimo triunfo a la solanesca calva. Y dedicamos estas buenas intenciones y estas pobres líneas a todo ellos, pero muy en especial a los que se enfrentan al Toro (nueva mayúscula), verdadero centro y piedra angular, con el miedo que su poder despierta, de la Fiesta. Ese toro hoy lo traen algunas ganaderías. Permítasenos que bajemos por un momento de las alturas para entrar un algo en la arena: nos referimos al toro con pies, al toro que no se cae, al toro que llena la plaza con su sola presencia, al toro codicioso, al todo que exige mando, al toro que no perdona que se le hagan mal las cosas, al toro que se arranca ya muerto. Los vimos ayer con la corrida que trajo a Madrid el ganadero José Escolar. Don José Escolar. Aplaudimos a los toros, admiramos a diestros y cuadrillas, que con su valor ante ese enemigo que lo es, mantienen viva la Plaza y con ella a ese mundo de siglos, en el que los espectadores que acudimos alguna vez a Las Ventas, a ver ciertos toros, tenemos el privilegio de participar, ausente toda vulgaridad. ¡Chimpón!

viernes, 22 de marzo de 2013

LA CATA (extracto)

Han echado a Doroteo de la cata de vinos organizada por Fidelio Lentini Spotti. Se titulaba Cata Infame de vinos caros. Tres errores:

El primero, presentarse envuelto en el aroma del más extraordinario habano recién terminado, todavía llevaba hebras de humo prendidas de la frondosa cabellera, y la anilla colocada en el anular izquierdo a manera de anillo de sigilar. Todo el grupo de sociópatas marginatas que componía el público de asistentes a la cata-sablazo de Lentini hizo un mohín maricón al percibir el olor, las mismas cotorras que en pocos minutos dirían que notaban un toque de tabaco y madera en el retrogusto. Molestaron también sus gruesos zapatos ingleses, abotinados y de fuertes cordones, pura artesanía española, con la suela reforzada por pulidos y sólidos clavos y remates de acero en la puntera. Molestaron sobre todo a un alfeñique con aspecto de resentido social que dio un gritillo de rata al notar el pisotón. Doroteo lo había hecho sin querer, pero cortó el amago de disculpa ante los aspavientos del cursi.

Segundo error: Preguntó en voz alta a una enana renegrida por el sol del esquí, con pinta de deportista frenética y de la otra acera, que porqué una extranjera se permitía pontificar con tanta pedantería sobre vinos españoles. Sin saberlo había desarmado la claque de Lentini, pues la tapona vigoréxica cataba a sueldo.

Tercer error y último, pues luego tomó la puerta con toda serenidad: Amablemente exasperado por los tonos bermellón, el olor a pasa de los Dardanelos en boca y a coulis de frutos del bosque en nariz, dijo que se percibía claramente mezclado con la acidez un toque de meao de gallina de patio de la tía Tecla, vecina de las Bardas del Portillar, y que la gallina era clueca. Se cataba el vino estrella de Lentini, don Fidelio, su proyecto personal como se dice en estos sitios, con el que pensaba dar la puntilla económica a la tropamemos y concluir la cata infame.

Al llegar a casa, tocar algunos tiestos para medir la humedad de las begonias y, cruzado el patio, habano y lagrimón de brandy.

lunes, 7 de enero de 2013

GUTIERREZ SOLANA

Alcides quiere una vitrina. Cuando se quiere una vitrina es porque, casi sin apenas notarlo, uno es ya uno de los objetos para cobijo de los cuales se desea la vitrina. Alcides es un bibelot. Pese a ello y por la mala influencia de Tato y de Doroteo, con su panza, ha cenado demasiado. Tato dice que el vino es para beberlo por oleadas, notando como desciende por la garganta, refrescándola toda. Y Doroteo dice que nada de untar, que se corta el queso se apila sobre el pan y leña y luego se riega con el buen vino que en España se hace hoy, se riega como se riega la plaza antes de los toros, matando el polvo y la telaraña.

Han comentado los tres el libro del pintor Solana titulado La España Negra. Es propiedad de Alcides que no lo presta. Tato y Doroteo que lo conocen bien han leído en voz alta pasajes escogidos, y se han estremecido, asombrado y reído a un tiempo. Alcides está todavía bajo la impresión de la lectura, brutal, asombrosa, hermosa. Ha escrito un pequeño texto, en el que se limitará únicamente a repetir cansinamente su entusiasmo y admiración.

Título este de La España negra que a veces nos parece sorprendente para un libro que tan a menudo rebosa poesía y hermosura página tras página. Sí cae bien la primera parte del título, la palabra España. Porque es de lo que se trata, leemos un poco de España en cada línea. Hay hermosura incluso en los pasajes más duros y siniestros, más sórdidos. España está en la expresión, en el idioma de Solana, tan vivo, tan claro, con ese don para lo expresivo, para el detalle, para lo truculento pero también para la chanza y el rasgo de humor. Las páginas de Gutiérrez Solana, el idioma y el lenguaje de Gutiérrez Sola son la más extraordinaria de las compañías. Nos reconocemos cierta debilidad por dos de sus extremos: la belleza de la evocación tan a menudo poética sin proponérselo tal vez (como el capítulo en que narra una boda a la que asiste) y lo procaz y rahez, expuestos sin circunloquios ni timideces, y que más de una vez han provocado en Alcides, pero sobre todo en Tato y Doroteo una carcajada disfrutona. Y es que, como diría Solana, los hay que tiene gustos de caballería.

Gracias al escritor Gutiérrez Solana, tan gran escritor como pintor y puede que incluso mejor todavía con las palabras que con el pincel, desfilan ante nuestros ojos los más extraordinarios paisajes españoles, no nos cansamos de decirlo, españoles, con toda la carga positiva que para nosotros tiene la palabra. Campo, pueblos, ciudades, barberos, libreros, convidados a una boda, cocheros, toreros, mujeres de la vida, prestamistas, casas de dormir, curas, plazas de toros, arrabales, Madrid. Todo está vivo, presente. A su lado, el periódico de hoy es una antigualla, viene a ser algo así como una tableta de arcilla con las cuentas de la despensa de Hammurabi. Tratar de ilustrar esto con una cita nos llevaría a la completa transcripción del libro. Sólo a modo de ejemplo para los que, tantos hoy, se quejan de que haya barullo en los toros y de que no se vaya a la plaza como al teatro, estas líneas de lo sucedido durante una corrida goyesca:

Ya era casi de noche y empezaban a encender papeles los espectadores como si quisieran alumbrarse. En un tendido se arma una bronca a garrotazos y tiene que subir la Guardia Civil a mantener el orden y a hacerse fuerte (…).

No hay lectura con más méritos para merecer la compañía del más grueso y mejor de los cigarros habanos. Nos cuenta por ejemplo, que los amigos que forman la tertulia del librero de viejo (cuya mujer gorda hace calceta refunfuñando en la trastienda) son pájaros de pocas carnes y que el cerero disfruta con el lápiz detrás de la oreja (- ¡Anda como yo! exclama Tato).

Pero digamos toda la verdad. No es libro para todos los paladares, sino sólo para los más refinados y a la vez más curtidos y bragados. Pues tiene el libro muchas cosas terribles, como terribles son el mundo y la vida tantas veces. Como esa mujer pidiendo, sentada a la entrada de la catedral de Toledo, en este día helado, apoyada sobre la verja que abierta franquea el paso a la entrada que es sólo para el Culto. Está envuelta en ropajes de todas clases y en mantas que no tienen forma, que la deshacen perdiéndola en un bulto de trapo del que asoma su cabeza. La lleva también cubierta por un paño negro y su mirar es triste pidiendo limosna. Los labios apenas murmuran, y pide en realidad con la mirada, lo único que no está envuelto y que nos asalta expuesto sin disimulo en toda su cruda tristeza mansa, resignada. Y cuando salimos sigue allí, recogiendo monedas, pocas, pues casi nadie la mira. Sigue en la misma postura, apoyada contra la verja, quien sabe desde cuándo y hasta que hora seguirá allí, cuando estemos ya nosotros de vuelta hacia Madrid, rodando de noche en el coche, como viajando en el tiempo por entre luces desde las páginas del pintor Solana.

Y en el momento de disolverse la tertulia, como surgido de la parte más terrible y brutal de los cuadros de Gutierrez Solana, como si hubiera estado encerrado en el libro, surge inesperado y como imposible un grueso moscardón, en esta noche helada de enero, y revolotea brutal, golpeando cuadros y paredes, asfixiado por el humo del habano.

lunes, 31 de diciembre de 2012

ACTO DE DESAGRAVIO

 Recibo en el correo de ayer por la tarde una amable carta de mi viejo amigo Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca, que me escribe desde su solar en el corazón de la Fidelísima Vardulia a propósito de la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo, solicitándome su publicación en nuestro honrado y modesto Cepo. Atiendo de buen grado a esta petición y procedo a transcribir literalmente la misiva.

"Querido Sanglier, dilecto amigo,

A pesar de mi natural rechazo hacia las llamadas nuevas tecnologías, no dejo de seguir los entremeses, discursos, adagios y aldabonazos que publican ustedes en esa hoja de noticias y curiosidades que han dado en titular Cepo Gordo.

Me resultan particularmente interesantes y simpáticas las noticias relativas a la charanga formada por Alcides, Doroteo, El Tato y Argimiro, ya que suelen referirse a asuntos y ambientes que me son conocidos y queridos.
Grande ha sido mi pesar cuando he conocido la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo. No cabe duda de que las hordas frentepopulistas han vuelto a tomar las calles y se afanan en zaherir a las gentes de bien amparándose en los pretextos más nimios.

Si atendemos a la narración de los hechos, al bueno de Doroteo no se le puede imputar ninguna conducta execrable.

Como todo hijo de vecino, Doroteo tiene perfecto derecho de darse un paseito alrededor de su casa después de cenar para hacer la digestión. Que su casa sea una amplia y antigua propiedad no implica que pueda ser objeto de agresión verbal y menos aún física, más bien debería ser objeto de devoción popular por haber mantenido la casa abierta y el pendón en lo más alto y más aún hoy que las familias han dejado los solares arrumbados y los pueblos a merced de la iniquidad popular.

Bien sabes por propia experiencia que los radicales se caracterizan por la intolerancia y el "odio de clase". La dialéctica de la clase y la confrontación marxista ha sido causa de más daños y quebrantos que la malaria y el cólera juntos.

Peor aún es cuando la bazofia marxista entra en la familia de uno, ya sea por la puerta principal o la de servicio. Una cuñada sufragista y "progresista" es peor asunto que una herencia ab intestato.

Que el bueno y querido Doroteo se entregue con demasiada fruición a la comida y la bebida no es asunto que incumba a la desagradable y desafortunada Meli. Esa pobre tonta, a la que conocí siendo una niña en el rastrillo de las Comendadoras,  en vez de malgastar su juventud leyendo las bazofias de Chomsky y Jon Sobrino y buscándose el punto g con la ayuda de un manual de educación sexual de las Juventudes Revolucionarias Nicaragüenses, debería de haber canalizado sus energías hormonales en criar a cinco mozos o zurcir en un hogar del jubilado como esas santas mujeres de la Sección Femenina, ejemplo de entrega, sacrificio y feminidad.

Como acto de desagravio por este hecho infame, he decidido organizar una marcha de apoyo a Doroteo que se celebrará D.m, mañana día 1 de enero de 2013 y discurrirá conforme al siguiente programa:

A las 10:30 tras la misa del padre Leoncio en el Convento de las Carmelitas Descalzas, se reunirá el cortejo en la puerta del coro que se abre a la Plaza de Santa Teresa (hoy Plaza del Chorrillo) y se formará de acuerdo al siguiente orden de marcha:

-            Pendón y estandarte de la Muy Noble e Ilustre casa de Villafranca de Pomar, portado por mi sobrino Alfonso, colegial de Salamanca.
-            Banda de pífano, trompeta y tambor San Carlos Borromeo, formada por Pepón, Luisito y Mateo Mendicutía.
-            Veteranos de la Cruzada en uniforme de campaña, mi tío Remigio y yo. El tío Gervasio, camisa vieja, que está impedido, se unirá a los vivas desde el balcón de su casa.
-            Tía Enriqueta y Doña Dolores, en representación de las viudas de la Cruzada.
-            Augusto, Sebastián y Toñin, de la Cooperativa Vitivinícola Santo Niño de la Roca, en representación del gremio obrero.
-            Celestino Fontecha antiguo director del Círculo Católico (hoy extinto), en representación de la cámara de propiedad agraria.
-            Aristóbulo Peñafría, Segismundo Enlosado y Sebastián Granito en representación del estamento letrado.
-            Jacinto Infante de Larra Coronel D.E.M en la reserva, que al concluir el acto declamará su afamado soneto "Vardulia, cabeza de Hispania o la verdad revelada de Nuestro Padre Santiago y el niño moro".

El cortejo marchará a los sones de la banda que interpretará un potpurrí de marchas patrióticas y discurrirá en orden cerrado por la Calle Mayor hasta la Plaza del Caudillo (hoy de la Constitución), torcerá por la Calle Santísima Trinidad (hoy Pablo Iglesias) y culminará en la Plaza de la Ascensión (hoy Margarita Xirgú).

Tras la lectura del soneto y los vivas de rigor se romperá filas frente al Círculo Agrario dónde a continuación se ofrecerá una copa de vino español de cepas viejas  y unas delicias ibéricas generosamente aportadas por la familia Fontecha, afamados criadores de cochinos de la más acrisolada estirpe y pura raza ibérica.

Espero sinceramente que este  sencillo acto sirva de aldabonazo de conciencias y aviso a navegantes de las turbulentas aguas revolucionarias. La decencia y el orden han sido aparcadas pero no han muerto, ¡todavía hay várdulos que no nos resignamos a vivir de rodillas y no dudaremos en defender nuestros derechos!.

Si bien soy consciente de la premura de este aviso, no sabes la alegría que nos daría contar tu presencia así como la del agraviado Doroteo y los queridos Tato y Alcides.

Se despide afectuosamente, tuyo

Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca.
Señor de Villafranca de Pomar.
Alferez Provisional, medalla al mérito individual.
Caballero Legionario honorífico.
Presidente de la asociación de estudios históricos y genealógicos Vardulia."

miércoles, 19 de diciembre de 2012

AGRESIÓN A DOROTEO (O ZAMPATE LO QUE TE DEN)

Lo que no puede ser es que no se respete al prójimo. Esto le escribe Alcides a Tato, relatando el lamentable suceso. La intolerancia reina por doquier, incluso en la propia familia.

Terminaba Doroteo de cenar. De postre, pian pianito, medio Roblochon y algo de manchego bien curado, para compensar, con una botellita de Rioja, enterita, bien llena la etiqueta de premios y medallas. Reconozcamos que Doroteo no es amigo del pueblo. Mientras se zampaba el Roblochon pensaba por lo bajini: el que no sepa lo que es el Roblochon, que se joda, oye, incluso por estas fechas. Digamos también, que Doroteo es caritativo y bondadoso, aunque no pelota. Para hacer la digestión, un cigarrito de palmo y medio, y tirando a grueso, cepo gordo, que narices. A medio cigarro abrimos la puerta de casa  para sacar las carnes a dar una vuelta, un paseo por ahí (una casa solariega, el que no la tenga que rabie y patee oiga, que es el deporte nacional y se queje amargamente de este país). A los diez pasos, paradita y sonoro regüeldo. En ese momento se oyó aquello, la terrible frase:

-          ¡Gordo cabrón!

No hay respeto. Pero Doroteo no se da por aludido, se palpa un poquillo el panzamen. Rebuscando un poco, apartando aquí y allá, da con el hebilla del cinturón. Comprueba que sigue cinchado en el mismo punto que el año pasado. No soy yo se dice. Reanuda el paseíllo contento. Bien es verdad que el cinturón es elástico, pero así son las cosas. Una caladita al cigarro en la esquina, y al doblarla un succionar más intenso, dándole vueltas, para que espabile un poco. Se elevan las volutas al cielo. Con Luisito, el niño del frutero la parada se hace un poco más larga: hay que hacer figuras con el humo y regalarle la anilla rojigualda a Luisito, contándole una batallita. Cielos, al enfilar la calle, de camino al portón de la casa solariega (ya saben, el que no tenga que se j…), por cierto de magnifico jardín, Doroteo ve venir de frente a la mula de su cuñada sufragista. Doro la llama Meli la sufragista, en realidad Meli es miembro de pleno derecho de la secta moderna y combate con la saña de un Robespierre a todo fumador que se le ponga a tiro. Milita en la secta de la salud mientras cultiva con frenesí un cuerpo de quitar el hipo, lleno de duras curvas. Pero Meli sólo se entrega a la causa. Pesas y facción, abdominales y panfletos. No hay consanguinidad entre Doroteo y Meli, es una política en todos los sentidos. Doroteo trota entonces hasta el portón. Antes de franquearlo tres caladas fuertes, irrespetuosas con el pobre  cigarro que ninguna culpa tiene, y tres bocanadas de humo denso hacia Meli, en el momento en que esta abría la boca para poner en marcha el disco rayado. Cae abatida con un grito histérico, como un mosquito víctima de tres bombeos de DDT, mientras Doroteo, ágil, cruza de un brinco el portón (de la casa solariega) y cierra echando la tranca gritando: ¡Viva los huevos fritos con chistorra! Ya no se puede pasear tranquilo.

martes, 18 de diciembre de 2012

LA TABAQUERA

Perdónenme la frivolidad pero fumar un cigarro también nos recuerda la vanidad de la vida. Por la ceniza, que después de aguantar quieta cobijando la combustión, se desprende graciosa y en silencio, repartiéndose en partículas minúsculas un poco por todos lados. La ceniza. No hará falta que expliquemos más, ni adentrarnos en el simbolismo religioso. Por ello, porque es un símbolo y carece prácticamente de entidad corpórea, el buen fumador no debe tenerle miedo a la ceniza, no debe asustarse por verla caer inofensiva, callada y gris. Es una delicia ver como se posa por solapas, mangas, alfombras, cojines. No nos habíamos dado cuenta, perdidos en la ensoñación, y ya no está al extremo del cigarro. Como la nieve, se ha desplazado sin que podamos advertirlo más que con la mirada, un rato después.

Una vez, asistimos a la aparición de un amigo que salía del cuarto de fumar de una casona que todavía lo conservaba. Se levantaba del butacón cuando nosotros entrábamos y fue realmente una aparición. Surgió de entre el humo de cien habanos, enteramente recubierto de la más pura y gris ceniza de cigarro puro. Había encanecido súbitamente por obra del fumar, la vestimenta se había recubierto de la misma tonalidad, la barba parecía piedra y todo ello le daba una vaga apariencia de hombre de las nieves, ante la que titubeamos por un momento. Después del más efusivo y sereno de los saludos se alejó a la manera en que lo hacen las nubes cargadas de nieve en esos días gélidos y luminosos que son el regalo de Madrid en invierno.

¡Y pensar que esa ceniza, tan delicada y simbólica, desaparece sin el menor amago de resistencia ante un pobre cepillo para la ropa, que la aniquila con sus duras cerdas! A uno le entra como una congoja, al pensar que tal vez, también la vida, en fin… apuraremos la copilla con un asomo de vaga melancolía, recordando como lo hacía nuestra tía con su dedal de anís en las sobremesas. Algo reconfortados por el cobijo de los clásicos. Verdura de las eras, nieves de antaño. Y mejor con la tabaquera llena, claro. De lo contrario se interrumpe la producción de ceniza y con ella la reflexión trascendental (con lo que por lo visto nada se perdería, susurra el pérfido Doroteo).

jueves, 6 de diciembre de 2012

CARGAS A LA BAYONETA

De la correspondencia de Espartero a su mujer.

-          ¿Quién el torero?
-          ¡No! ¡El famoso general! …

He escarmentado bien a la canalla (30 de marzo de 1834)
La canalla fue bien escarmentada como lo será siempre (12 de abril de 1834)
La canalla me teme más que al diablo (6 de mayo de 1834)
Los rebeldes me tienen un terror pánico (1 de junio de 1834)
Yo en persona cargué a la bayoneta (6 de agosto)
Yo salí sin pérdida de consideración pues no resiste nadie la impetuosidad de mis cargas a la bayoneta (15 de noviembre)

Tato, siempre tan fino le comenta al Doroteo mientras repasan esta correspondencia:

-    Oye, esto de tanta carga a la bayoneta en las cartas dirigidas a su mujer… ¿no irá con segundas?
-    Hombre! Pues claro que no, si fuera por ahí hubiera escrito sable en ristre…

Monarquía


De las memorias del editor y poeta barcelonés Carlos Barral. Si tenemos fuerzas lo comentaremos en otra ocasión.

“De vez en cuando eran los monárquicos los acosados por los provocadores. Pero evidentemente sólo había monárquicos por causa de vanidades sociales. El monarquismo, como el polo, es un sport de las buenas familias que no suele implicar ninguna idea. En aquellos años llevar en la solapa una J y un tres en romanos entrelazados en forma de lira era mucho más un signo de elegancia que una afirmación política. Esa lira y una pluma de perdiz en la cinta del sombrero –que barbaridad, había olvidado que gran número de estudiantes llevaban sombrero, qué tiempos- indicaban más que el fervor de don Juan, el pretendiente, que se veraneaba en Puigcerdà y que se poseían fincas. Lo que defendían a puñetazos los llamados monárquicos contra los zafios falangistas era generalmente una partícula postiza de los apellidos o un marquesado pontificio. No, apenas había nadie con ideas.”

Carlos Barral
Años de penitencia
Tusquets Editores
Primera edición 1990.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Crónicas de Doroteo

Alcides, en su retiro provinciano, se hace cada día más conservador, y esto me preocupa. Incapaces para la práctica, somos en cambio dados a discutir la teoría, pero no de forma intelectual y especulativa, a la alemana. Discutimos en teoría las posibles acciones que no llevamos a cabo. Alguna vez se cuela en la discusión alguna cuestión de más altura, sobre el fundamento de las cosas, de la ley, de la moral, del orden público, de las estructuras sociales… Esto se lo debemos a la poca formación adquirida en la facultad de derecho. Recuerdo los paseos con Alcides por el claustro antiguo, húmedo y musgoso en las sobremesas de invierno, apenas iluminado por una luz lechosa y mortecina. Por allí pasearon los grandes doctores de nuestra historia vieja, Francisco de Vitoria el más grande. Nosotros esperábamos la llegada de don Eutimio para la clase de derecho natural. Don Eutimio era entonces un lujo para la universidad, pues no leía apuntes, metido en un papel, sino que paseaba dando una clase amena y variada, haciendo gala de conocimientos y erudición, pero también de vocación por enseñar. En cambio, por ejemplo, la ayudante de administrativo, apodada la “Penca”, daba clase como quien pudiera estar leyendo la lista de la compra. Echada para atrás, enfrascada en la lectura de unos apuntes costrosos, que sin darse cuenta apoyaba sobre la bandeja de su delantera imponente, único atractivo de la clase. Pero decía que con las pocas luces de nuestra formación teórica yo había llegado al menos a la conclusión de las bondades del liberalismo bien entendido, amparado por la Ley y el Estado de Derecho, que son lo que son y no lo que vivimos en la cotidiano. Alcides venía a estar en la práctica convencido también, e incluso Tato, tan renuente a aceptar nada, tan inclinado a la carga con los cuernos por delante. Pero hete aquí que me llega hoy esta misiva, con el matasellos de su rincón, que estará ahora solitario y limpio, helado y transparente:

Querido Doroteo,

Cuando uno oye por la radio las tonterías, las simplezas, la demagogia, las falacias lógicas y la falta de sinceridad y rigor con que se aborda, discute y manosea el asunto de las uniones homosexuales, con el único afán de llamarlas matrimonio cuando ni lo son ni lo pueden ser, uno comprende perfectamente que durante siglos la Iglesia católica prohibiera a las masas no versadas tratar directamente con la Biblia. Una prueba evidente de sabiduría.

En cuanto a la resolución de ese tribunal constitucional, que más o menos está basada, en que es lo que piden los tiempos, pues que quieres que te diga. Tantos años de facultad para esto. El día que los tiempos pidan otra cosa, por ejemplo comerse a los niños, más tiernos que los viejos, pues adelante. Así queda abierta la puerta a todos los excesos, la tiranía, el salvajismo. Si la ley vuelve a prohibir que, por ejemplo, den clases los profesores de origen judío, diremos que muy bien, que es lo que piden los tiempos. Es curioso ver hasta qué punto no se aprende o se aprende despacio. El catecismo y sobre todo los diez mandamientos son el último refugio para que, si conseguimos que los aprendan los más jóvenes, no nos lleven al matadero cuando andemos con la cachaba. Y en cuanto a esa tropa de maricas militantes, prefiero no comentar por escrito lo que se me ocurre. Iba a decir eso de que se vayan a tomar por c… Pero claro, me dirán que encantados. Están dedicados a derribar el edificio; a ver qué cara se les pone cuando sobre las ruinas aparezca la morisma. A ver cuando vienes por aquí, a comer plato de puchero y lumbre, que la señá Tomasa sigue en forma y no puede desaprovecharse. El veguero de la vuelta de abajo dejaré que lo pongas tú, será motivo para evocar vidas de ultramar y uniformes de rayadillo. Este verano sin falta hay que ponerse uno.

Tu amigo que lo es.

Alcides.

¿Qué les parece? Yo noto un no sé qué indefinible, tal vez la edad, tal vez el exceso de paseo y meditación. Veremos a ver.

Por cierto, ¿alguien sabe cual es el nombre de pila del comisario Maigret?

viernes, 19 de octubre de 2012

Alcides en tren

En el intervalo de dos días, entre tren, pueblo y polígonos, en ese paisaje ajeno, prehistórico por su aspecto abrupto y su vegetación rala, prehistórico por su urbanismo detenido en los años sesenta y setenta, y por la humedad de la proximidad del mar, es como si uno desapareciera, como si durante esos dos días se sufriera un rapto con amnesia, se viera lo que no es propio. No hay casa, hogar, lo cotidiano no existe, no hay familia, no vamos a los toros, el paisaje es otro, no hay rastrojos ni encinares. Todo tiene, con su silencio de barriada salubre en alquiler, un vago aire de melancolía. Unos chinos de risa cruel desayunan en la mesa de al lado, y con ellos una máquina por la que se recibe la risa de otra china. En el tren la llanura áspera magnificada por un cielo cubierto de nubes oscuras, densas, que parecen aplastar, amasar, extender más aún el paisaje quieto, como inmutable. El tren correo a casi trescientos kilómetros por hora, y hasta acercarse a Madrid ausencia, ausencia, sólo la naturaleza que parece quieta, callada. Apercibida fugazmente una iglesia al final de una quebrada, visión sobrecogedora y hermosa, de otro tiempo, de este tiempo, que viene a poner en su sitio nuestras preocupaciones electrónicas, nuestra prisa, y sobre todo nuestro deseo de aparentar prisa y ocupación.

-         Joroba Doroteo, si es que la gente es tonta.
-         Ya hijo, ya, pero si es que son así, que quieres que te diga, cuando menos hacen más cara de prisa. La cosa es parecer y pisar fuerte.
-          Lo mismo que con las titis…
-          Doroteo, nadie dice titis ya hombre, y hasta te pueden meter en la cárcel por usar expresiones como esa. Es mejor que digas, más respetuosamente, una tronca. Me han dicho que es más de hoy, más moderno. Yo en el pueblo es que no me entero.
-          Pues el otro día en el trabajo, una con un tatuaje del tobillo hasta la ingle. ¡Menos mal que llega el frío!
-          ¿Pero cómo sabes tú hasta dónde…?
-          Yo no sé nada, pero es que como desaparecía por encima de la rodilla pues lo demás me lo he imaginado. Al principio pensaba que era una flor, pero al fijarme (curiosidad que le pierde a uno) resulta que era más bien una enredadera, madreselva, glicinia o así, enroscándose por la pierna...
- Bueno dejemos aquí la cosa.