viernes, 10 de agosto de 2012

MARGUERITE

Madrid, 9 de agosto de 2012

Querido,

Me crees en los cuarenta grados a la sombra de Madrid, pero no.

Realmente estoy en Cap Ferrat cerca de Juan Les Pins.

Resulta que ayer por la mañana paseando por Serrano me encontré con una señorita  con vestido estampado y una canotier muy gracioso a la que se le había enganchado el tacón de la sandalia en una rejilla del metro. No sin dificultad ayude a la dama a liberarse del cepo municipal y ella a cambio me regaló la vista con una perspectiva bastante cercana de sus interminables piernas. Tras semejante sacrificio, la joven en cuestión que responde al nombre de Marguerite, me informó que eran sus últimas horas en Madrid ya que esa misma tarde partía con destino al aeródromo de Niza para visitar a una tía que tiene una villa en Cap Ferrat justamente al final de la carretera que conduce al promontorio que domina el cabo.

Como no tenía cosa mejor que hacer y estábamos haciendo buenas migas, llamé a case e instruí que me prepararan un equipaje de urgencia y lo enviaran con el coche al aeropuerto.

El viaje fue delicioso, Marguerite no solo ha sido agraciada con las piernas interminables a las que antes me refería sino que es poseedora de una encantadora sonrisa que hace juego con su preciosa corona de rizos cobrizos y unos ojos de aguamarina que recuerdan las aguas de un fiordo bajo la luz de media tarde. No puedes hacerte una idea de lo contenta que se puso Madame de Latour-Valois, que es la queridísima tía de Marguerite y cuanto insistió en que me quedara con ellas a pasar la temporada.

No me hizo falta consultar el Botin para recordar que la delgada y elegante señora que nos recibió con tanta amabilidad es la heredera de una de las bodegas más antiguas de Avignon y que cuenta con viñedos históricos en Chateauneuf du Pape. Resulta que Margueritte es su único pariente vivo ya que la familia quedó diezmada entre los caídos en Sedán, los accidentes deportivos y un viaje a Oléron que causo la muerte por intoxicación del padre de Margueritte y su tío Dominique durante una ostrada de campeonato...

En fin, que aquí me tienes, instalado en unas habitaciones pintadas de un agradable green tea-room y decoradas con grabados de motivos florales y unas marinas de Corot, que no me entusiasman, pero que hay que reconocer que quedan muy bien bajo la luz del mediodía.

Marguerite y yo nos entendemos bien, tía Béatrice (ayer me pidió que la llamara así, y claro no puede negarme) sonríe beatíficamente y creo que aprueba nuestra relación ya que aprobé por los pelos un pequeño examen que tuvo a bien hacerme al seleccionar los vinos para la cena.

En fin, ya os iré contando, ahora tengo que dejaros porque me esperan para bajar al embarcadero y subir a la lancha, tenemos que comer con unos amigos en Cap Juan... No sé si podré soportar tanto estrés, menos mal que en el equipaje han tenido la amabilidad de no olvidar dos tomos de Eça y la caja de Saint Luis Rey. En fin las tardes están salvadas, hay un banco muy cómodo bajo las adelfas, orientado hacia poniente...

Tu amigo que lo es,

S.

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