lunes, 24 de abril de 2023

Un apunte sobre Una danza para la música del tiempo, de A. Powell. Extraído de los dietarios de A. Bergamota.

Termino el segundo volumen de Una danza para la música del tiempo: Verano. Comprende tres novelas que son En casa de Lady Molly (1957); El restaurante chino Casanova (1960) y Los bondadosos (The kindly ones), de 1962. Sin duda tiene Anthony Powell talento y la obra como fresco tiene mérito, belleza, y se lee con interés, particularmente la evocación de la infancia, de niños, adultos, servicio, campo. Son agudos también y logrados los personajes, su caracterización, sus retratos y el entramado de relaciones. La narración es ágil con momentos realmente excelentes de acierto en la descripción psicológica y acierto al plasmarla en el texto. Un ejemplo sería el diálogo entre Nicholas Jenkins y Lady Warminster en la primera novela , realmente magnífico[1]. Llama mucho la atención la casi total ausencia de vida religiosa. Acaba resultando asombroso, también, el constante baile de relaciones sentimentales y la promiscuidad entre unos y otros. La ausencia de trascendencia quita consistencia a la narración y puede llegar a hacerla por momentos trivial. No resiste por ello la comparación con el Retorno a Brideshead de Waugh. Se salva el tomo por la belleza formal y por la mirada curiosa del protagonista sobre el mundo. Lejos de ser una marioneta, logra mirar a su alrededor y dejar constancia de lo que ve, dando un acertado retrato de un tiempo y un lugar. Su tiempo y lugar quizá fueran simplemente así. Subyace en la narración un tono poético, muy ligero, a veces apenas insinuado, propio de quien mira hacia atrás sin ira y sin ánimo de ajustar cuentas. Este es el elemento que sin duda salva a este volumen de la trivialidad que a veces se insinúa y de la sordidez moral con que viven varios de los personajes protagonistas. Habría que añadir a ello la presencia de un muy sutil sentido del humor -no sé si es el tan mentado humor británico o pura excentricidad, o humor montado sobre la excentricidad-, como cuando la madre del protagonista al referirse al estado de ánimo de una doncella de la casa dice: “(…) Pensé que no tenía buen aspecto. Yo ya sabía que era una consumada malade imaginaire, pero, después de todo, había visto un fantasma y no estaba demasiado bien de los nervios. La verdad es que no es justo obligar a los sirvientes a dormir en una habitación hechizada, aunque yo tenga que hacerlo también. Pero… ¿en que otro cuarto podíamos ponerla? No podía sentirse más asustada que yo algunas veces. (…)[2]”. Toda la descripción de Albert que se da al comenzar el capítulo tercero de Los bondadosos va en ese sentido, mezcla de precisión, agudeza, gracia y serena objetividad -tal vez sea la serena objetividad de la mirada del narrador lo que da el tono a todo el libro- no exenta de humor: “Ahora había sentado las bases para convertirse con el tiempo en un hombre gordo, con los privilegios profesionales y la nada desdeñable posición en la vida que suelen corresponder a los gordos. Mantenía aún su crónico cansancio de espíritu, con una ironía brutal en su descarnada visión de las cosas.” De las tres, tal vez la mejor sea la primera, En casa de Lady Molly, si exceptuamos -o le añadimos- la evocación de la infancia que es la parte esencial del tercer libro, Los bondadosos. Pero, puesto que se trata de un fresco, de una amplia panorámica, no la cortemos por la mitad. Empecemos por el volumen anterior, Primavera.


 



[1] En casa de Lady Molly, página 184.

[2] Los bondadosos (The kindly ones), 1962, página 460 de la edición de Anagrama.


lunes, 10 de abril de 2023

BURRICIE. Un apunte de A. B.

Cuando de un tema no se sabe nada, se sale del paso -cuando se considera necesario por orgullo o vergüenza, por temor a decir “no sé nada del asunto- con un comentario conexo, enmascarador. Pero luego, más tarde, si el interés es verdadero, se podría investigar, buscar, informarse, formarse. Sin embargo, pasará un mes, volverá el asunto en la conversación más mundana, y saltará de nuevo, el mismo comentario, soltado con el mismo aire de fundada opinión sobre un asunto, sobre el que es de buen tono pronunciarse. Y así, seguiremos como dando las mismas vueltas alrededor de la misma noria, como un jumento de largas orejas. Así somos.

miércoles, 22 de marzo de 2023

De los dietarios de A. Bergamota.

¿Es cruel calificar a un autor de querido memo o de insustancial glosador o de infecto rascador de papel?

Hoy el día parecía tan claro y luminoso como en pleno verano, pero el frío le daba un aire estático, helador, odioso. No, no, no soy uno de esos días azules de la infancia, no. 

De un Armiño en Chernopol: 

“Cuando en años posteriores recordábamos nuestra infancia, lo que habíamos conservado de ella, el recuerdo doloroso de su riqueza y su dignidad, se nos antojaba una herencia conseguida con lisonjas y engaños. Se corresponde tan poco con lo que hemos llegado a ser, que a veces nos sentíamos inducidos a considerarla de verdad aquella “existencia literaria” sobre la que el señor Tarangolian había creído conveniente advertirnos.”



jueves, 16 de marzo de 2023

Las series. De los cuadernos de Alcides Bergamota. Apunte.

Las series van como tostando el cerebro, tienen un efecto anestesiador, contrario al de la lectura que es estimulador. El problema o dificultad de la lectura es la capacidad de responder a los estímulos que provoca, sería necesaria una segunda vida.

viernes, 3 de febrero de 2023

LECTURA DE INFANCIA - una nota de los dietarios de A. Bergamota.

S
i pienso en cuales fueron las lecturas de mi infancia pienso en primer lugar en Blanquito y Toro y en una versión muy infantil de El conejo Pedro y el señor Malas Pulgas. Corresponden a la primerísima infancia creo. El primero es de Robert Vavra con ilustraciones de John Fulton. Conservo los dos. Enseguida llegó Tintín y a la vez libros de historia adaptados a la edad, sobre todo franceses, regalo de mis padres, de uno de mis tíos periodista o de mi abuela. Están todos por casa y son una estupenda divulgación hexagonal. Por la misma época pasaba las páginas de la enorme edición de Salvat de la historia de España del marqués de Lozoya, para ver sus ilustraciones leyendo los comentarios que las acompañaban.

Recuerdo luego libros que en realidad he leído o vuelto a leer con los niños, cuando eran pequeños, como si para mi de una segunda infancia se tratara: El viento en los sauces, Peter Pan, Winnie de Puh, Jardin de versos para niños de Stevenson, David Balfour y la Isla del Tesoro, también de Stevenson, Un capitán de quince años de Verne, varias antologías de cuentos, tanto tradicionales españoles y de otros países como los clásicos de Grimm, la antología de Nathaniel Thorthon, Los cuentos de la selva de Horacio Quiroga, etc.

Volviendo a mi propia infancia recuerdo también, por supuesto, la colección de Joyas Literarias, en versión comic o en versión comic y texto, de Bruguera; El capitán Trueno; el Jabato; Mortadelo y Filemón, el comic franco belga, Black & Mortimer, Asterix, Lucky Luck, etc. También fue importante una colección francesa de cuentos y leyendas que andaba por casa de mi abuela y que recuerdo haber leído con entusiasmo, sobre todo Cuentos y leyendas de Roma y unas primeras versiones de la Iliada y la Odisea. Las leyendas de Bécquer llegaron un poco después, durante los veranos en el campo. Contando con extraordinario arte El monte de las ánimas, una prima mayor nos hacía pasar verdadero miedo. 

Con menos edad, con muy pocos años seguramente, recuerdo haber leído o haber sido el atento oidor de dos grandes antologías de cuentos escritos en francés y extraordinariamente ilustrados, narrados por mi madre en francés con gran paciencia y mucho talento. La primera de cuentos rusos, con la bruja Baba Yaga, el Zar Saltán, el caballo de fuego y un sinfín de personajes. La segunda y tal vez la de mayor peso en los recuerdos, era de cuentos de hadas. No se donde andará el libro. Lo identifico por el nombre de un personaje no olvidado desde entonces, como grabado a fuego en la memoria, Gourmandinet. No recuerdo haber sido especialmente goloso, pero debió de impresionarme aquel personaje hartándose de pasteles pese a los severos castigos que se le administraban. He investigado hace poco y resulta que Gourmandinet es un personaje de la condesa de Ségur, que aparece en el cuento Histoire de Blondine, de Bonne-Biche et de Beau-Minon.

Creo que no existe una traducción exacta al español de la gula reservada al dulce, que es lo que en su sentido negativo significa “gourmandise”. Existe goloso y también glotonería, pero no golosinería, aunque fácilmente se entenderá la traducción de Gourmandinet como Golosino o similar. Existe el verbo golosinear, que es “andar comiendo o buscando golosinas”. Se pintaba a Gourmandinet como a persona de mérito, pero estropeada por su afán de zampar dulces, por su hábito de golosinear a todas horas. Tampoco existe en francés una traducción adecuada para gula, que se traduce por gourmandise precisamente, pudiendo sonar a goloso, sin más, sin la connotación pecaminosa que supondría comer con desmesura, exceso, ansiedad, descontrol zampante.

¿Como traducir el pasaje siguiente?:

« Je t’aime bien, Gourmandinet, mais je n’aime pas à te voir si gourmand. Je t’en prie, corrige-toi de ce vilain défaut, qui fait horreur à tout le monde. »

Gourmandinet lui baisait la main et lui promettait de se corriger ; mais il continuait à voler des gâteaux à la cuisine, des bonbons à l’office, et souvent il était fouetté pour sa désobéissance et sa gourmandise.

Proponemos la traducción siguiente :

Te aprecio, Gourmandinet, pero no me gusta verte tan goloso [la palabra goloso parece natural aquí, más que glotón o codicioso]. Te ruego corrijas tan feo defecto, que a todos horroriza.

Gourmandinet le besó la mano y prometió enmendarse; pero siguió robando pasteles en la cocina y dulces en la despensa, y a menudo fue azotado por su desobediencia y glotonería [mejor que gula y que avaricia o codicia.]

Y traducir parece fácil.




martes, 31 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo III. ¡Hija mamá! La vida es una.

Un gordo con voz de pito visita a su madre ingresada. No para de hablar por teléfono y se ve que la madre pregunta varias veces o le llama interrumpiendo. Se oye bastante alto.

- ¡Hija mamá, que estoy hablando con mi amiga Paloma!

Desde dónde estoy no puedo verle. La voz me suena a marica de buena familia. Voz aflautada de gordo amanerado, pero sin más. Picado por la curiosidad me levanto a por agua y de paso a verle. 

Lo que veo es a un tío bestia en pantalón corto y camiseta, todo en colores negros. Pero el hombre hace la visita, se preocupa, parece cariñoso con la anciana madre.


Mi vecino trabaja por teléfono. Estamos separados por una cortina, pero se le oye dar toda clase de explicaciones. Hay un punto de angustia por el contratiempo profesional que supone estar ingresado en urgencias. Y sin embargo la vida no admite esas divisiones, la vida es una. Enfrente, el paciente dolorido resulta que es médico. Al descubrirlo, el tono es otro. Dos enfermeros se enguantan con cara de pocos amigos, largos guantes de color morado que dan miedo. 

A la hora de comer se oye una voz que, bastante alto y con un deje casi de desesperación, reclama un poco de sal. Espontáneamente, los que podemos hacerlo nos reímos, sin maldad, conmovidos por una petición tan inocente. Ahora mi vecino duerme profundamente, abrazado a su almohada, como con pasión. Han quedado aparcadas las urgencias profesionales.

Un poco de agua, pide un enfermo a una señora oronda y sonriente que recoge las bandejas de la comida.

Tiene que pedirlo a las enfermeras – contesta ella- si no, yo con mucho gusto se lo daría.

Lo dice con un acento que parece cubano, con un español tan limpio, y con una dulzura amable que son en sí un bálsamo.



lunes, 30 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo II.

El murmullo es constante, un run-run que no cesa, por debajo o por encima, se distinguen a veces frases entrecortadas, voces, conversaciones completas, llamadas, quejidos, preguntas, se oyen términos médicos, alguna carrera. Hay amabilidad y cierta cordialidad pese a que el hospital está al parecer saturado. 

Se oye gritar:

- ¡Jose, Jose! Es una voz femenina que sabe alzarse sin violencia. 

- Jose, soy la doctora, abra los ojos…

Jose debe ser muy mayor y le incorporan para examinarle. 

Ahora una discusión entre una enfermera y una paciente, paciente que además de estar enferma es muy pesada la pobre. Llegan casi a dar voces. Aunque este rincón dónde me han puesto ahora es mucho más tranquilo, se oye casi todo.