martes, 31 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo III. ¡Hija mamá! La vida es una.

Un gordo con voz de pito visita a su madre ingresada. No para de hablar por teléfono y se ve que la madre pregunta varias veces o le llama interrumpiendo. Se oye bastante alto.

- ¡Hija mamá, que estoy hablando con mi amiga Paloma!

Desde dónde estoy no puedo verle. La voz me suena a marica de buena familia. Voz aflautada de gordo amanerado, pero sin más. Picado por la curiosidad me levanto a por agua y de paso a verle. 

Lo que veo es a un tío bestia en pantalón corto y camiseta, todo en colores negros. Pero el hombre hace la visita, se preocupa, parece cariñoso con la anciana madre.


Mi vecino trabaja por teléfono. Estamos separados por una cortina, pero se le oye dar toda clase de explicaciones. Hay un punto de angustia por el contratiempo profesional que supone estar ingresado en urgencias. Y sin embargo la vida no admite esas divisiones, la vida es una. Enfrente, el paciente dolorido resulta que es médico. Al descubrirlo, el tono es otro. Dos enfermeros se enguantan con cara de pocos amigos, largos guantes de color morado que dan miedo. 

A la hora de comer se oye una voz que, bastante alto y con un deje casi de desesperación, reclama un poco de sal. Espontáneamente, los que podemos hacerlo nos reímos, sin maldad, conmovidos por una petición tan inocente. Ahora mi vecino duerme profundamente, abrazado a su almohada, como con pasión. Han quedado aparcadas las urgencias profesionales.

Un poco de agua, pide un enfermo a una señora oronda y sonriente que recoge las bandejas de la comida.

Tiene que pedirlo a las enfermeras – contesta ella- si no, yo con mucho gusto se lo daría.

Lo dice con un acento que parece cubano, con un español tan limpio, y con una dulzura amable que son en sí un bálsamo.



lunes, 30 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo II.

El murmullo es constante, un run-run que no cesa, por debajo o por encima, se distinguen a veces frases entrecortadas, voces, conversaciones completas, llamadas, quejidos, preguntas, se oyen términos médicos, alguna carrera. Hay amabilidad y cierta cordialidad pese a que el hospital está al parecer saturado. 

Se oye gritar:

- ¡Jose, Jose! Es una voz femenina que sabe alzarse sin violencia. 

- Jose, soy la doctora, abra los ojos…

Jose debe ser muy mayor y le incorporan para examinarle. 

Ahora una discusión entre una enfermera y una paciente, paciente que además de estar enferma es muy pesada la pobre. Llegan casi a dar voces. Aunque este rincón dónde me han puesto ahora es mucho más tranquilo, se oye casi todo. 




viernes, 27 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo I.

Así que el nene se pone exigente.

¡Oiga a mi marido no le llame nene!

- Lo digo por lo de querer birlarnos la mantequilla, a su edad.


En la sala saturada de enfermos, la distribución de la merienda había provocado tensiones inevitables.

- Yo si insiste le doy mi mantequilla, pero si es diabético no debería.

¡Pero si no es diabético! ¡Traiga!

Como le veo tan grueso.

- Encima faltando.

- ¿Cómo que encima? Si el que le he dado la mantequilla he sido yo. Pero que cara. ¿No sé la irá a comer usted?

- Pues claro que sí, el bocata es para mí que soy la sufrida acompañante. Si este no come ni alpiste.

- Pero bueno, un poco de respeto.

- Usted a callar.

La llegada una enfermera pone orden. La luz es chillona, el movimiento de celadores, camillas, sillas de rueda, médicos y enfermeras es constante. A veces marea.

- Corazón, tomate la agüita – le dicen a Julián, todo un señor, quien, por la edad y la pinta, incluso en pijama, es más de los tiempos del usted.



domingo, 20 de noviembre de 2022

Sobre la historia, a propósito de don Ramón Menéndez Pidal.

“Pero la historia no parece que se da tan bien a los jóvenes. La Historia parece producto de mentes reposadas, reflexivas ya que no siempre desengañadas.” 

Julio Caro Baroja, Grandes amigos, grandes figuras, pág. 390, Editorial Caro Raggio.

lunes, 31 de octubre de 2022

Más apuntes. De los cuadernos de Alcides Bergamota.

Fuimos a pasar el día a Nava del Bolo que no conocíamos, con el Doctor Leitao que se unió. Fuimos en su coche para más señas. Comentamos los sentimientos contradictorios que durante mucho tiempo despertó la sierra de Madrid en nosotros. Aquellas visitas a casa de algún amigo de padres con “chalé” por Galapagar, los Molinos o Navecerrada, que nos dejaba tan fríos -incluso en verano-, tan incómodos. Paredes con grueso revoco de gotelé, paisaje de montaña, pero casa situada en una urbanización de calles asfaltadas que nos quitaban la sensación de haber salido de Madrid, falsas rusticidades, barandillas de escalera vallas parcela hechas de los mismos tablones de madera barnizada. Jardines sin hacer, oscuros y fríos. Eran más un trozo de pinar sombrío, acotado como parcela que un verdadero jardín. Un garaje con bicicletas viejas, un balón pinchado, un hermano mayor listillo, ¡niños a jugar! Personas mayores con anorak y hasta algún vaquero acampanado. ¿Qué pintábamos allí? Y sin embargo, cuando al atardecer había que volver llevábamos ya un rato largo jugando, corriendo como locos, olvidados de todo por fin. Y había que romper el encantamiento, meterse en el coche, con la radio encendida y el atasco de la carretera de la Coruña desbordado sobre sus carreterillas de acceso. Parados en Moralzarzal, Galapagar, Guadarrama o Collado Mediano, según la excursión.

Por la carretera, de repente una casa de verdad, una villa, que imaginamos alberga comedor, biblioteca, un salón. 

Oímos Misa en la parroquia de Nava del Bolo. Qué duda cabe que hay buena voluntad, pese al guitarreo, los cánticos más allá de modernos, los aplausos, la sentimentalidad almibarada, la hiper feminidad, pues la nave la llenan niños y las señoras que los llevan y los preparan junto con el sacerdote. Los hombres, quien sabe dónde están. Llueve a cantaros cuando nos dirigimos hacia el castillo. La visita es bonita, el edificio espléndido y bien arreglado para el visitante, con calefacción que se agradece en este día de frío repentino. Llaman la atención las espléndidas vistas, el precioso patio renacentista, con los grandes escudos heráldicos tallados en piedra que allí se exponen. En uno de ellos todavía puede leerse sobre la piedra el Ave Maria Gratia Plena de la divisa. En alguna de las salas se recrean estancias de época, una de ellas con un gran comedor con un cuadro que parece de excelente factura en el que se representa el hospital de Atocha original, que estaba dónde se encuentra hoy el museo de arte moderno reina Sofía, con una procesión que pasa por delante. 



Apuntes. Dietario de Alcides Bergamota Elgrande.

Comemos estupendamente en el restaurante Los Tapiales, en una terraza cubierta contra el agua que cae a mares. Nos toca en un rincón que casi parece un reservado, y la charla es amena. Tanto como el viaje de vuelta, en la luz del atardecer que saca brillos metálicos a los pastos de las dehesas ganaderas y se filtra entre los árboles, dando un aire de paisaje mágico a las grandes fresnedas. Nubes en las cumbres. 

Uno no sabe si quisiera emanciparse de las tareas del trabajo cotidiano para poder dedicar el tiempo a la lectura y el estudio, y si ese anhelo no es en realidad más que un pretexto para distraerse de la rutina con otras cosas. Tal vez si el sueño se hiciera realidad descubriríamos que no hay tal deseo, que los ojos se cierran ante los textos, que nos invade el sueño con las lecturas, que la mente se atora, la vista se nubla, el entendimiento se espesa hasta detenerse. Se nos cae una gota de babilla. Tal vez mejor no arriesgarse a probar. 

Termino ayer Terror rojo, de Wenceslao Fernández Flórez. Me parece un buen libro, terrible, conciso, claro. Lo que relata pone los pelos de punta. Pensar que la izquierda española está de nuevo a vueltas con todo aquello resulta desolador. 

Sería divertido dedicar un rato a glosar el discurso de aquella escritora en la feria del libro de Frankfurt, que seguramente con buenas intenciones y atroz voz de pito nos endilga todos los tópicos sobre literatura que cualquier memo espera oír hoy en día, desde las tres culturas a la literatura como no se sabe que salvación, pasando por el mal olor de la edad medida, la intolerancia de nuestros reyes y hasta la dictadura de Franco. Todo ello envuelto en la más almibarada y empalagosa ñoñería. Pero no seamos injustos, volvamos a escuchar el discursejo y veamos si esa primera impresión se confirma o no. Tal vez sea incluso peor. Oiga, no se pase, que es usted insoportable.