viernes, 18 de diciembre de 2020

HAENDAEL

Parece que Haendel era gordo y muy tragón. Encarga un menú en un restaurante mencionando una sola bebida. Después de tomar nota el encargado le pregunta, ¿y sus dos acompañantes que beberán?, sin duda asumiendo que lo encargado era para dar de comer a tres personas. Haendel muy enfado contesta, mis dos acompañantes soy yo idiota.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Y de repente se ve usted convertido en hombre con un perrito. Pasicorto y alelado, tiene usted el ceño fruncido, el morro saliente, los papos colgantes. Lo peor de todo es que el perro es perrito y lo lleva usted sujeto con una de esas horribles correas extensibles. Una caja con asa, dentro de la que se enrollan varios metros de correa plástica que se suelta o recoge con una pestaña negra. Para empeorar las cosas el artefacto es de color azul, o rojo, o rosa. Y el perrito es un poco lanudo, de trotecillo respingón, de color indefinido y voz chillona, ladrillo seco, entrecortado, como de vieja gruñona. Ningún eco de nobles realas.

- Oiga, eso es una pesadilla horrible.

- Ya lo creo, menudo soponcio.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Un apunte del mes de noviembre (de los cuadernos de A. Bergamota).

El más espléndido otoño: El aire es fresco, el sol brilla con delicadeza, hay un manto de hojas doradas y naranjas también, ya enteramente desplegado, que cubre toda la acera. Un moro compra té, cincuenta gramos de una variedad, cincuenta gramos de otra, y así hasta que se marcha con varios paquetitos. Mientras tanto, un niño pequeño, rodeado de señoras, es educado, por decir algo, en el “truco o trato”, que es algo en la España de hoy, ya propio de estas fechas. Gorriones sobre una tapia, dos urracas cruzan la calle soleada y desierta en tres o cuatro de esos brincos eléctricos que a uno le gustaría poder dar, imitándolas, para pasmo del personal.

sábado, 14 de noviembre de 2020

De los diarios de Alcides Bergamota el Grande.

Al indio de la India le gustan los colores extremos, por ejemplo, la camisa de un morado oscuro, de buganvilia encendida, surcada de rayas negras, las gafas cuadradas, de buena pasta y patillas azules, el grueso reloj, el acento de Gunga Dhín al hablar inglés.


Cuando el cepogordista se cruza por la calle con dos moros que hablan a gritos como si estuvieran solos, en el extraño idioma gutural y cavernoso que es el suyo, le corre por el cuerpo una cierta desazón y casi involuntariamente invoca silencioso las Navas de Tolosa y se refugia en el recuerdo de don Alfonso VIII diciendo al arzobispo Jiménez de Rada “Arzobispo, voy y yo aquí muramos”. De repente se da cuenta de que ninguno de los dos está ya en este mundo, ni Pedro de Aragón, ni Sancho de Navarra, ni el señor de Vizcaya y que los pueblos y villas castellanos que mandaron a sus milicias a combatir al moro son hoy lugares de gente mayor y poco vigor.

Se rechaza una novela. Nota sobre un sucedido, cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.

¡Soy Genaro García Mingo, candidato del Partido Regular! Estoy aquí rodeado y me quieren hacer cosas feas y luego cosas malas, y me han tirado un huevo. Mira Alcides, esto no es verosímil, si lo publicamos se nos queda todo en las librerías, si es que conseguimos colocarlo en la mesa de novedades. La escena del asedio y el tío diciendo que el desfile de la fiesta nacional le parece un coñazo, nadie se lo cree. Y la escena del sindicalista forrándose de marisco y percebes en Bruselas, eructando mientras reniega del capital y brinda con litros de cerveza contra la clase empresarial, todo pagado por los impuestos del contribuyente… ¡Pero hombre! Como sátira, como farsa reconozco que tiene su fuerza, pero no encaja en la ficción política. Y la coca, las putas, los chaletes, los lujos de medio pelo, ¡todo pagado con los presupuestos para la lucha contra el paro! La verdad es que eres un cínico. Te pasas tres pueblos. Y el sátrapa del sur, nuevo Abderramán de la corrupción democrática metiendo las manos en un caldero lleno de billetes de quinientos y toda esa gente corriendo por todos lados cargando con bolsas de basura llenas hasta arriba de pasta gansa. ¡Pero hombre, deja ya la bebida! ¿Qué tomas antes de irte a dormir?

jueves, 5 de noviembre de 2020

Inclinaciones, por Calvino de Liposthey, cronista.

-    Que el mundo sigue siendo hermoso, como obra de Dios que es, que se puede respirar aire puro y quedar uno absorto o deslumbrado, según cada cual, ante este otoño espléndido, no hay duda. Pero tampoco parece haberla sobre el hecho de que nuestro mundo -no el mundo como tal sino el nuestro, ¿entiendo usted? - parece colocado desde hace tiempo sobre un plano inclinado. Y puesto sobre ese plano inclinado, se va deslizando hacia un abismo en el que desaparecerá. La inclinación del plano parecía leve y de alguna manera fácil de corregir. Pero hoy, por el contrario, la inclinación parece cada vez mayor y la velocidad del deslizamiento aumenta por momentos. El edificio se va desmoronando.

-      Oiga, no se ponga siniestro.

- Me pongo como me parece. Pues sólo faltaba. ¡Vamos hombre!

- Y yo me cisco en usted, en los profundos, en los analíticos y en los literatos.

- Es usted incorregible, su zafiedad no tiene límites.

-  Pues va a pagar usted la cuenta, además.

La conversación anterior pudo oírse no hace mucho en el Café Libertad de Nava de Goliardos. Se tomó la molestia de transcribirla Calvino de Liposthey, fiel a su labor de cronista, amanuense, testigo, memorialista y también, porque no decirlo, fiel a su condición de viejo cotilla. Estaba sentado bastante cerca de los que esas cosas se decían sorbiendo un dedal de anís y, como el mismo dice, se le fue la oreja por los planos inclinados...