miércoles, 22 de marzo de 2017

De los diarios de Alcides Bergamota el Grande: nacional catetismo. Cortesía de Calvino de Liposthey.

A la vista de los acontecimientos que desde hace años predominan en nuestra vida pública –hoy recrudecidos- no será exagerado afirmar que una de las aportaciones de nuestro actual régimen político a la España contemporánea es la exaltación del cateto. Triunfan y son el gran modelo social a seguir los enanos mentales, los cretinos localistas, los tontos del pueblo. Vivimos en plena magnificación del paleto, en la elevación a los pedestres altares laicos de la mentecatez, de la hemiplejia mental, del garrulismo, de la pequeñez mental, de la cortedad de miras, de la miopía mental, intelectual. Se cultiva con ciega pasión y grandes exhibiciones de estupidez la planta raquítica y seca, que aunque esté muerta, si es autóctona no importa. Puede decirse que, subidos a la ola de grandes ínfulas y superioridad moral que caracterizan el estado actual de cosas (el pasado no existe o era un erial), hemos pasado del nacional catolicismo al regional catetismo.
Alcides Bergamota el Grande

martes, 21 de marzo de 2017

Desdoblamiento.

Antonio Alcalá Galiano en sus Recuerdos de un Anciano, al referirse a la ciudad de Cádiz comenta lo siguiente: “Era muy de notar entonces la falta de vulgo insolente y soez”. Esta cita nos gusta mucho y la utilizaremos más veces, para zaherir, como arma arrojadiza de afilada punta y cortante hoja. Ha salido el cepogordista hace poco del Hôtel de Chaulieu, al cerrar las páginas del tomete de Balzac que se está endilgando. Y sin apenas transición, de nuevo se encuentra sumergido en las miserias del tráfico mercantil. Baretos y polígonos sustituirán a los salones dónde ha evolucionado durante unas horas. Una voz: está usted completamente enfermo, perdiendo la razón. ¡Calle hombre déjeme en paz! Decíamos, antes de que nos interrumpiera este memo que todo se lo debe a sí mismo, que con nosotros seguían todavía presentes las páginas de Azorín a las que nos hemos asomado, y las de Julio Camba. Julio Camba. ¡Con la falta que nos haría usted ahora, don Julio, para retratar a su manera a toda esa tropa de ganapanes, gentuza, horteras, plumíferos, vendidos y bellacos que pueblan con descaro y ordinariez sin fin nuestra vida pública! ¡Un paquete de libros! ¿Hay algo más delicioso que abrirlo al amor de la lumbre -que pronto volveremos a encender-, con ayuda de la fina hoja con la que abrimos los cigarros seccionándoles la perilla? La otra voz da un paso atrás. Para esta tarea, la de abrir el paquete, es necesario el silencio, una luz baja, que la chimenea cante y que el protagonista vaya tocado con un gorro de lana con borla y se ría por lo bajini de satisfacción. ¡Pero oiga eso es el retrato de un avaro, de un vicioso! ¿Y a usted que le importa? ¡Largo de aquí! ¡Ji, ji, ji! Genaro García Migo, Emperador, es nuestro encuadernador. ¡Y tiene un oficio sin par, es un artista de la nervura, un orfebre de la letra en oro, la pasta española, el remate de tela, la holandesa de colores! ¿Y no se pone musiquilla para la ceremonia esa de abrir el paquete de libros? Pues claro que si oiga, claro que sí. Teniendo en cuenta que llevo gorro de lana y estoy al lado de la chimenea que crepita, que todavía es invierno, que la sala está en penumbra y que me río por lo bajini, ¿Qué música cree que me pongo? Pues oiga, no sé. ¡Pues sonatas para violonchelo tocadas por un grillo amaestrado! Lo guardo en una caja de cigarros de la Habana, transformada en hogar para el gríllido. Vive en ella como un rey en su palacio, envuelto en los olores de la hoja del tabaco que agudizan sus facultades musicales. Era bastante fácil y obvio. Usted perdone. No esperaba nada de usted. ¡Que genio oiga! A nosotros nos gustaría ser es señor pequeñito que describe Camba “(…) un hombrecillo débil y violento, uno de esos cascarrabias chiquirritines, con los ojos saltones y los bigotes revueltos, que asestan puñetazos heroicos a las mesas de los cafés y luego comienzan a dar gritos porque se han hecho daño (…)”, pero mire, ni eso siquiera oiga, siervos de las tascas maléficas.

lunes, 20 de marzo de 2017

Pipismo psicodélico y otras ilustraciones alrededor de la pipa de fumar.

Y además, de regalo, imagen de personaje grueso y refinado que no fuma. Todas las ilustraciones de pertenecen a la colección Cepo Gordo, en depósito en la Fundación Tato, dónde se exhiben las obras en aclamadas exposiciones temáticas temporales.


1. Pipismo psicodélido




2. Pipas de escaparate.




3. Gordo refinado, que mira de lado.




4. Varios, incluye a Daumier, Genaro García Mingo Emperador y Luna Inglesa.








sábado, 18 de marzo de 2017

Andar.

Cae la tarde dulzona y se pone lentamente un sol que ya es, sin reticencias, de primavera. Se han consumido los cigarros, que hoy eran inmensos, habaneros, aromáticos, de mecedora y porche de blancas columnas, de buganvillas sobre la pared enjalbegada. Cantan los mirlos.


El caminante recuerda ahora los kilómetros durante los cuales, a ratos, ha sido peregrino. Un peregrino intermitente, cansado, por momentos, revestido de una cáscara casi impenetrable de ansiedades, de prisa, de números e instrumentos, partido en mil fragmentos inconexos que deshacen a la persona. Moderno al fin y al cabo. El camino, de alguna manera, ha puesto por momentos un bálsamo de sosiego. Sólo pasos y el aire, los Cristos de las iglesias, la ventanas cerradas de los tapiales, el silencio de los pueblos, las hileras de chopos, un puente. Por encima de todo, aquella señora a la que pedimos las llaves de la Iglesia. Rafaela, vamos a decir, la señora Rafaela. ¡Si no veo hijo! nos contesta al darle los buenos días. Aunque es temprano está levantada, ha bajado a encender el fuego de la estufa para calentar la casa. La casa quieta y limpia, en aquél pueblo silencioso que desde hace años, siglos, se extiende alargado a los dos lados del Camino, el Camino del Santo que lleva a la Compostela de Galicia. Abríguese señora que hace frío. Si es que no encuentro el manto, por aquí lo tenía. La entrada está en penumbra, en la gran cocina los rescoldos de la estufa ya palpitan. El caminante, que a ratos, cuando se acuerda, es hasta peregrino, pide permiso para entrar. Déjeme señora que me parece que lo he visto. Rafaela es pequeña, casi diminuta, encogida por la edad, tiene unas facciones hermosas, la piel clara, los ojillos cansados, rodeados de arruguillas de perfecto dibujo. El caminante se adentra un poco en la casa. Mire aquí lo tiene. Si este es. Es un manto de lana negra con el que se cubre la señora Rafaela la cabeza y los hombros. Cruzamos la calle y abrimos la iglesia que está helada. No coja frío señora. ¡Si es que estoy sin peinar! No se preocupe que cuando terminemos yo la aviso para cerrar. La iglesia en penumbra se llena. Se reza el Rosario, un misterio gozoso. En la calle un puesto ambulante vende a la expedición lo que tiene, asombrado su dueño por la abundancia de gente a esas horas, por los niños que corretean por las calles del pueblo hasta hace poco vacío. A lo largo de la nave imágenes de la Virgen y de santos, modernas, sencillas, amorosamente vestidas con ropas cuidadas y de una blancura que enternece, adornadas de flores. Las señoras del pueblo seguramente. Se hace la luz de repente. El caminante, que ahora está reclinado, levanta la mirada y ve cómo sale de la sacristía la señora Rafaela, pequeña y a paso corto. Ha encendido las luces y se sienta en un banco de la segunda fila. Se ha cambiado, se ha peinado, lleva ahora el manto de lana sobre los hombros y sonríe. Casi no se la ve de lo pequeña. Guiña los ojos, ¡es que no veo hijo! El caminante se despide del pueblo, de la señora Rafaela, después de apagar con ella las luces del templo silencioso y de cerrar juntos la puerta al salir. Luego vendrá el párroco. ¡Buen camino, que lleguéis bien! ¡Uy toda esta gente! A cada paso, y aún ahora, el caminante lleva en la retina la imagen de los Cristos, de los tapiales mudos, de los pueblos silenciosos, de los páramos de la Tierra de Campos leonesa, perfilada por las hileras de chopos, del perfil, de un azul helado, a lo lejos, de los Picos de Europa. Y de la sonrisa de la señora Rafaela que nos abrió la Iglesia, casi de madrugada.

El Mundo


 EL TEMPLO











IMÁGENES DE LA ANTIGUA FE:
 


 SAN GERÓNIMO






Realismo... (San Juan escribiendo el Evangelio)

jueves, 9 de marzo de 2017

Vivir en Nava

Para que vamos a negarlo, vivir en Nava de Goliardos es una fuente constante de estímulos. Hace días que las mimosas han florecido anunciando la primavera. Pero sólo hoy han comenzado a soltar el embriagador perfume de sus flores, que atrae y marea a una tiempo, llenando las narices del paseante que instintivamente se despoja del abrigo y lo lleva bajo el brazo. Mimosas o tal vez la variedad de acacias que tanto se les parecen. Habría que contar los peristilos de las flores y oiga, no está uno para mancharse los dedos esta tarde. La mimosa no es otra que el aromo de las canciones de Atahualpa, las cantadas por Cafrune ya saben: …unos aromos en flor… La mimosa resulta que es australiana. Quien lo iba a decir. Los durillos parece que van más despacio, asoman las flores, pero todavía de un color pardo, esperamos a verlas blancas dentro de poco. Quiso Lentini Spotti invitarnos a una infusión de flores de durillo, pero no picamos. El durillo tiene como todas las plantas muchos nombres, un poco a la manera de Nava de Goliardos que es a veces Puebla de lo mismo. Nos gusta que pueda llamarse laurentina, o laurentino (¡que adecuado para los tiempos que corren!), durazno, laurel salvaje, laurel de los poetas. Hay otros nombre que nos gustan menos asi que no los mentamos. Pues yo tuve una perra que se llamaba Laurentina mire usted. Calle hombre, no siga por ese camino.

Como Mimosa y Durillo se conoce también a cierta parejita de Nava, que es escandalosa y se enciende con la primavera, a la sombra del durillo, al olor de los aromos en flor.

Pregunta Tato si ya es tiempo de declarar inaugurada la temporada oficial de musleo contemporáneo. La conclusión es que todavía es pronto, un poco de paciencia. Tiene que haber días grandiosos, no hay que exaltarse tan pronto, al primer atisbo, al primer gesto. Todo a su tiempo.

CARTELES DE SAN ISIDRO, GRAN REVUELO

Ya han salido los carteles de San Isidro. Me llegan rumores de que se ha liado el taco en Nava de Goliardos. ¡Gran revuelo! me dicen. Naturaca, como diría Plinio, lo normal es que la expectación, las ganas apenas aguantás de ver toro y faena se hayan desbordado en primicias y emociones. Como en cepogordo somos gente de más linaje que posibles y de más aptitud que medios (ya tienen frase pa criticar) no podemos afrontar la Feria de la forma que sería adecuada y razonable. Lo suyo sería tener ya habitaciones reservadas en el Wellington y dedicarnos en cuerpo y alma a la Feria. La Fiesta de los Toros requiere de serenidad y reflexión, de tiempo, mucho tiempo, para ir a los sorteos, para hablar con unos y con otros, para digerir las faenas, los detalles, los momentos. Para callar y escuchar, para ver y anotar, para pensar y dejar que las neuronas hagan su trabajo que consiste en ser las papilas gustativas del sublime y misterioso arte del toreo. Pues así estamos señores, compuestos y sin Wellington. En este nuevo ciclo isidril hay una semana que nos va a dejar secos como la mojama. Me refiero a la semana del 4 al 11 de junio que se presenta con un menú de toro-toro que a ningún aficionado consciente puede dejar indiferente, para beneficio del lector reproduzco el menú:

Domingo, 4.- Toros de Cuadri para Fernando Robleño, Javier  Castaño y José  Carlos Venegas.

Lunes, 5.- Toros de Dolores Aguirre para Rafael Rubio  "Rafaelillo", Alberto  Lamelas y Gómez del Pilar.

Martes, 6.- Toros de Victorino Martín para Diego Urdiales,  Alejandro  Talavante y Paco Ureña.

Viernes, 9.- Toros de Adolfo Martín para Antonio Ferrera,  Juan Bautista y  Manuel Escribano.

 Domingo, 11.- Toros de Miura para Rafael Rubio "Rafaelillo",  Dávila Miura y  Rubén Pinar.


¿Que les parece? Canela en rama, chocolate del fino, torrezno supremo. En fin "naide" se puede perder esas tardes que comienzan con los Cuadri y acaban con Los Miura. Palabras mayores. Oro puro de ganaderías portadoras de sensaciones inagotables.

No podremos afrontar esas fechas cumpliendo con la organización más deseable, pero sacaremos fuerzas de flaqueza y buscaremos los medios donde haya que buscarlos para asegurar nuestra presencia. No podemos dejar de ir a ver a los toros-toros, lo demás, saltos de rana y panzadas de animalista. ¡Vivan los Toros! ¡Viva La fiesta! ¡Arriba el campo! ¡Viva España!

miércoles, 8 de marzo de 2017

Crónicas de Nava. Fundación Tato.


Calvino de Liposthey rara vez encontraba resistencia a su labor de cronista local. Se dedicaba a recabar los pequeños hechos de la localidad, a retratar a sus habitantes y a profundizar en la vida de los más egregios, en particular en la personalidad sin par y obra singular del gran Alcides Bergamota, eximio polígrafo. Contaba para ello con los papeles del escritor y con el archivo de Doroteo, de una riqueza inexplorada, dónde podían encontrarse las más variadas noticias sobre Nava de Goliardos, la villa y sus habitantes. Pero como en toda labor surge siempre un pero, la hormiga amanuense que era Liposthey, armado de plumín y libreta, mitones y bufanda, encontraba resistencia tenaz, evasivas y silencios, al arrimar su curiosidad a la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Era consciente de no poder acceder a la documentación clínica de los pacientes, ni al listado de los que en algún momento habían ingresado para tratarse de ofensas, humillaciones, persecuciones y vejaciones de todo orden. Pero sabía de la existencia de una suerte de diario, una especie de cuaderno de bitácora, dónde, de manera constante y puntillosa Tato consignaba el día a día de la Fundación, lo que incluía no pocas referencias, al parecer, a los distintos casos que por allí pasaban. Eso aseguraban al menos las fuentes que discretamente informaban a Liposthey, sin por ello traicionar la confianza de Tato ni su deber de lealtad con la Fundación. En realidad se habían limitado a comentar que, efectivamente, todas las tardes entre semana, a la hora en que se hacía el cambio de turno y llegaba el personal de guardia, Tato se recogía en su despacho provisto de un pequeño paquete de caramelos de violeta. Eran esos caramelos, al parecer, el indicio de que se disponía a escribir, pues avanzaba por el pasillo hacia el despacho chupando un puñado con fruición y despidiendo sólo con un gesto breve a los que se iban, al no poder articular palabra. El hecho de llevar bajo el brazo cierto particular cuaderno, grueso, de buena encuadernación, con nervuras doradas, con aire de haber sido encargado a medida, era también indicio de que se acercaba el momento de escribir. Eso apuntaba al menos el informador más sagaz.

Tato se instalaba en su gran mesa y se reconcentraba sobre el cuaderno, rascando página tras página. Para poder atender a los imprevistos que pudieran surgir, la puerta quedaba entreabierta y Tato a disposición del personal, aunque por la hora reinaba por lo general un gran silencio únicamente turbado por Paqui la asistenta que barría, recogía papeleras, fregaba los suelos y, a la menor oportunidad, daba todo el palique posible al personal de guardia.

La puerta entreabierta era también una medida de seguridad impuesta por el patronato de la Fundación, después de realizar una sesuda y muy cara consulta a un conocido despacho de abogados para determinar las normas de régimen interno más convenientes. G. Provecto, Migraña & Sinclair Abogados, S.L.P. había recomendado expresamente, y pese a la descripción que se les había facilitado de Paqui, que se evitara que el personal de dirección o los patronos, quedaran encerrados en un despacho con cualquier subordinado, empleado o colaborador de la Fundación. La jurisprudencia más reciente consideraba esa situación, el encierro sin testigos, como la ocasión que pintan calva, como el momento propicio para dar rienda suelta a los mayores abusos, las más sórdidas tentaciones, la más desenfrenada y vil lujuria

- ¿Pero incluso con Paqui, con lo decrépita que está?
- Por supuesto, que tendrá que ver la decrepitud con el abuso y el ánimo lujurioso.
- ¿Pero oiga por quien me toma?
- No se irrite, que el consejo es genérico, nada personal. Usted verá.

Se aseguraba que, al abstraerse sobre el cuaderno con la boca llena de caramelos de violeta, Tato se reconcentraba de tal manera al anotar los casos que pasaban por la Fundación que se le escapaba, al describir los más fuertes, un hilo de baba morada. Un hilo cárdeno a veces, una pequeña mancha violácea otras. Todo lo absorbía sin dificultad el grueso papel del gran cuaderno secreto, de sin par calidad, la baba de violeta y las narraciones de Tato.