jueves, 9 de junio de 2016

ENCUENTROS EN UNA NOCHE DE PRIMAVERA...EN LA PRE-CAMPAÑA ELECTORAL

Con las últimas luces de la tarde la carretera, oscura y cálida, se perdía entre las sombras de los campos de cereal preñados de mieses cimbreantes. A lo lejos apenas se adivinaban las sombras de las encinas gigantes, mudas y solitarias damas de la meseta que dan cobijo a las aves y alimento a las amables bestias de la meseta.
 
Fermín Antero conducía distraído escuchando un viejo cd algo rayado que de cuando en cuando daba un salto dejando en suspenso el bolero como si María Dolores Pradera estuviera aquejada de una tartamudez repentina.
 
 
Fermín cargaba con treinta años de experiencia como veterinario. Cada jornada viajaba de pueblo en pueblo, de finca en finca, de corral en corral, sanando a sus queridos animales como una versión moderna del Dr. Dolittle. 
 
 
Aquella noche conducía como un autómata, conocía la carretera de memoria y dejaba vagar su mente al ritmo de los boleros sincopados. 
 
 
Esa tarde el parto difícil de una yegua lo había retrasado y ansiaba llegar a su casa para darse una ducha y cenar algo antes de caer rendido. 
 
 
En su región, las noches de junio el cielo alcanzaba una tonalidad azul obscuro. En pocos minutos el manto de estrellas se extendería hasta el infinito. De no estar tan cansado le hubiera gustado parar el coche en el arcén y poder dedicar un rato a localizar las estrellas y sus constelaciones.
 
El cd se detuvo al terminar la última canción justo cuando el coche llegaba a lo alto de un cerrillo a poco menos de diez kilómetros del pueblo. En ese preciso instante Fermín se vio envuelto por una luz anaranjada. Al principio creyó que algún camión o vehículo pesado estaba tratando de adelantarle y lo enfocaba con las luces largas, tras verificar que estaba sólo en la carretera se dio cuenta de que la luz que envolvía su coche tomaba una forma esférica y que la tonalidad iba tornando del amarillo pálido al naranja intenso con un ritmo pausado semejante a la respiración de un animal dormido.

Fermín trató de acelerar para apartarse de la luz pero el vehículo no respondía, ni los pedales ni la caja de cambios obedecían, aferrado al volante trataba de comprender que sucedía al tiempo que el coche se detenía y el motor se paraba.

Fermín abrió la puerta. El coche estaba envuelto por una nube anaranjada. Silencio absoluto. Fermín comenzó a escuchar en su cerebro un leve susurro que iba tornándose en una voz más y más audible que se dirigía a el con un tono amable que se expresaba en un correcto español con una ligera inflexión que fue incapaz de identificar.

La voz le decía que no debía tener miedo, que debía relajarse y disfrutar de la experiencia. El era un elegido, uno de los pocos hombres en el mundo que iba a tener la oportunidad de conocer misterios que largo tiempo habían atormentado el alma humana. A medida que escuchaba las palabras que la seductora voz iba trasladando a su cerebro Fermín comenzó a sentir como su cuerpo iba perdiendo peso, poco a poco se encontró flotando sobre el asfalto y unos instantes después se elevaba hacia arriba en dirección al foco del que emanaba el torrente de luz anaranjada.

Transcurrieron varias horas. Más tarde, al tratar de recordar los detalles durante su deposición ante el cabo primero de la Guardia Civil se sentía incapaz de precisar cuanto tiempo estuvo sumido en un sueño del que apenas podía rescatar imágenes inconexas. En su declaración explico como tras elevarse hasta el centro de la luz vio unas figuras alargadas que lo esperaban con los brazos abiertos. De su rostro sólo recordaba hermosas sonrisas. Se sentía acogido como si aquellos seres fuera sus auténtica familia que lo recibían en su casa después de una larga ausencia.

Regresó a su casa con las primeras luces de la mañana.
Aparcó el coche y entró en la casa. Se sentía agotado y eufórico al tiempo. Se ducho y cambió de ropa. No podía dormir. Decidió desayunar frente al televisor, algo que nunca hacía. Mientras apuraba su segunda taza de café en la pantalla apareció un grupo de hombres y mujeres de aspecto desaliñado que arropaban a un ser flaco y algo cheposo que agitaba las manos por encima de su pelo lacio rematado en una larga cola de caballo.
Entonces, la imagen de la pantalla tomó un color diferente, alrededor de aquellas figuras se veía claramente un halo negro con destellos amarillos, de repente comenzó a recordar las palabras de la voz y lo que le habían dicho los seres de la figura alargada y la sonrisa amable; "de los confines de la quinta dimensión más allá de las galaxias conocidas han llegado unos enemigos de la humanidad, han adoptado vuestra forma y a los ojos de los hombres parecen seres normales, no os dejéis confundir, son una raza alienígena que ha venido a colonizar vuestra tierra, estar atentos, sus señas de identidad son la falsa amabilidad, la modestia pedante, la aparente defensa del débil y el amor por lo desordenado, feo y triste". A medida que escuchaba las palabras del orador gesticulante, Fermín fue reconociendo una a una las señas de identidad y ante sus ojos las figuras aparentemente humanas se fueron tornando en unos seres indescriptibles; enanos, obscuros, filiformes, de bocas desdentadas y ojos vacíos.

Unos días después, Fermín Antero descansaba en una cama del ala de psiquiatría del Hospital Provincial. El doctor Galeano hablaba en el pasillo con Benedicta, la hermana de Fermín.

-¿Es grave doctor? ¿Se recuperará? No me mienta por favor, soy fuerte y prefiero conocer la verdad...

Galeano no sabía bien que decirle, Fermín Antero presentaba un cuadro alucinatorio como nunca antes había diagnosticado...

-No se preocupe señorita, su hermano con tiempo y medicación podrá recuperarse, al menos eso espero. De todos modos necesito estudiar a fondo su caso, cuando lo ingresaron llevaba día y medio viendo en la televisión las intervenciones de la pre-campaña electoral y eso es abusar demasiado de los nervios de uno, hágase cargo.... 

HISTORIA COMPARADA: ¡¡NO ESTAMOS SOLOS!! (extracto de un artículo sobre Juan Linz).