miércoles, 3 de diciembre de 2014

LOS CAPAOS (como suena).

Calvino de Liposthey no cesa en su incasable recolección de las obras y hechos del eximio polígrafo que es, además de sujeto objeto de estudio, su vecino y gran amigo. En efecto, Liposthey reúne tanto material como permite la poliédrica y a veces escurridiza personalidad del gran Bergamota, es decir, verdaderamente mucho.

Se nos ha reprochado últimamente el haber desplazado el haz de luz de nuestro inquisitivo foco desde la extraordinaria y protagónica figura de Alcides Bergamota el Grande a la de otros personajes como Tato o Doroteo, para llegar incluso a la de tipos verdaderamente menores como el pobre Antimo Caponeti Moreto. Nosotros no hemos dejado de trasladar este tenue y amable reproche al paciente biógrafo, que nos surte con su paciente labor de hormiga bibliotecaria. Conviene con nosotros Calvino de Liposthey en que siempre resulta más sencillo abordar al personaje de menor relieve – de entre los que exceptúa sin duda a la Condesa de la Croqueta a Tato y a Doroteo- que pulir y trabajar el duro mármol, la fuerte piedra, a veces inatacable, en que se constituye la compleja personalidad de nuestro gran Bergamota.

En la vida, todo es hacer digresión, ¿quién quiere acabar nada? ¡Hombre Calvino!

Pues bien, Calvino de Liposthey nos anuncia la llegada de un material que considera delicado y sensible, en la medida en que puede ofender a nuestros lectores más ñoños y melindrosos. Se trata de unas breves páginas, a medio camino entre las memorias y el ensayo de interpretación social, que se refieren precisamente al querido Antimo Caponeti Moreto y a nuestro no menos querido –y compadecido- El Ameba. Llevan por peregrino título “Los capaos”.

Ya empezamos oiga usted. Hombre, que quiere, lo escrito, escrito está.

Rogamos a nuestros seguidores más ñoños y melindrosos nos indiquen si desean afrontar semejantes páginas o si prefieren darse de baja. O incluso si prefieren  que se ejerza la más férrea censura y sean omitidas. Continuará.

martes, 2 de diciembre de 2014

ACEPTACIÓN DEL ADVERSARIO

La política de aceptación del adversario. Antimo Caponeti Moreto siempre practicó esa política de aceptación del adversario porque era pequeñito y se hacía daño al apretar el puño. Nunca se sintió a gusto entre los camaradas que venían a casa, amigos de su hermano Heriberto, que por el contrario era un coloso. Los papás de Antimo Caponeti Moreto engendraban antítesis a pares. Antimo y Heriberto; Petronila y Mari Bárbola. Petronila era cursi y atroz y quería llamarse Brigitte. Mari Bárbola, sana como una manzana, recia y verdadero bastión familiar carecía de la belleza y la sensual gracia de su hermana. Aquella era capaz de calibrar y medir el efecto que causaba entre los hombres –esas sabandijas- en proporción a los centímetros de tacón de sus botines, que calzaba, más o menos altos, de caña más o menos alargada, de planta más o menos amplia, de ante o de piel, bruñida o lisa, cocodrilo o potro, según el efecto deseado. Como buena estratega en materia fina, era capaz de aplicar, cuando lo consideraba necesario, el principio de concentración de sus fuerzas de choque, preparando vertiginosos escotes que habían sido fuente de escándalos, accidentes de tráfico y le habían valido el mote de la Artillera. Antimo Caponeti Moreto, por esas cosas de la vida, por aquello de que los contrarios se atraen, Antimo Caponeti Moreto era amigo de Tato.

NICO Y FELI

Nos gobiernan cerdos. Esta es al menos la teoría granjera, muy en la línea orweliana, que sostiene Tato. Tato tiene especial manía a esa a la que designa como la de la vista baja, en un nuevo símil porcino. La imagina trotando por los pasillos de la Moncloa, por las cochiqueras de la vicepresidencia, con las orejas cerdas, el morro respingón y la vista baja, física y moralmente baja, rastrera, por los suelos. Es una caricatura de Mortadelo y Filemón. Oink, oink, un brinquito, un gruñido, oink, trota que trota con la vista baja, las carnes rosas, la cara cerda. Cuando se cabrea gruñe más fuerte y el rabito sacacorchos se le desenrosca de rabia para luego volver a su ser. España en manos de la T.I.A., el tbo hecho realidad. Oink.

-       ¿Es usted Nico?
-            Sí.
-            Nico de Nicolás, claro.
-            No, de Nicodemo, listillo.

Nicodemo Orejón Morcillo tiene un poco de mala baba, resultado de los años que lleva arrimando el hombro.

-            ¿Es usted Feli?
-            Desde luego, para lo que usted guste mandar.
-            Feli de Felipe claro.
-            Uy que va, Feli de Felisín, vamos, de Félix, que me lo puso mi padre porque así se llamaba el padre de mi abuela Antonia. Ya sabe usted lo que son las cosas de familia, muy unidos todos sabe usted, y claro aquí en el trabajo lo de Felisín pues no es caso, que queda un poco raro con estas barbas y esta panza que pesa un quintal y me vence, así que como lo de Félix a secas no hay quien lo diga o la gente no sabe, pues la Nuri fue la primera que le quitó la equis, y lo dejó en Feli, que yo mire usted, encantado, que no pongo dificultades. Y desde entonces Feli, Feli por aquí y por allá…

Se ha oído un estertor y se han llevado al interlocutor de Feli que ya agoniza. Feli es como Nico, pero con muy mala leche. Desde hace muchos años llena su jornada laboral alargando indefinidamente y a propósito las explicaciones sobre cualquier cosa. Explicaciones que han pasado de poder ser breves y concisas a hacerse, voluntariamente, interminables, confusas barrocas, jopúticas.

GALERÍA DE TIPOS FÍSICOS EXTINGUIDOS: FERDINAND BAC. La verdad que es una pena, observen el refinado bigote.

lunes, 1 de diciembre de 2014

HABANERA: LA FUMADA GOCHA

- Una de las mejores fumadas habaneras es la llamada fumada gocha, el fumador se retrepa en su grueso sillón, se echa la manta sobre las rodillas, está convenientemente calzado, con zapato abotinado normalmente –tal vez unas gruesas babuchas de oloroso cuero-, mira y remira el habanete con ojos golosones, juego con él, como el marrano con la calabaza, da unos gruñiditos y por fin, lo huele.

En ese momento quedó la audiencia como en suspenso. Algunos conocían la escena por haberla presenciado, otros habían oído hablar de ella. Tato aseguraba que podía hacerse con cualquier cigarro, pero él tenía predilección por hacerlo con uno de calibre grande, gigantesco. De una descomunal purera sacó un inmenso Lusitania, lo miró, lo calibró, lo sopeso, mientras preparaba el olfato con un esfuerzo de concentración. Se acercó el cigarro a las narices, y colocando la derecha sobre la capa de suave marrón anaranjado del gran cigarro, inhalo con intensa y gran potencia. Se inflaron sus gigantescos pulmones, se produjo un gran silencio en la sala. Las manos de Tato reposaban sobre la mesa y el cigarro seguía suspenso de su nariz, sujeto por la potencia de la inhalación. El personal, los grandes prohombres del fumeque de Nava de Goliardos, estalló en un alegre aplauso. Los preliminares habían terminado. Recuperando el habano entre dos dedos, ajustando un poco la manta sobre las rodillas, Tato lo exhibió ante la audiencia, mientras que con la otra mano enseñaba una pequeña navaja de cabrero que le había tendido Doroteo. Para la auténtica fumada gocha, el habano sólo puede abrirse con la habilidad de unos dedillos regordetes o con el acerado filo de una navaja cabrera.

Les dejamos para seguir con la clase práctica. Ji,ji.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Miscelánea cepogordista.

La gran abundancia de malas  películas, de pésimas historias, de guiones ridículos y artificiales, de horribles novelas que no valen el papel en que se imprimen, nos rodea de narraciones que tanto en la forma como en el fondo son pésimas y pueden llegar a producir, en momentos de debilidad, un poco de vergüenza ajena, e incluso un cierto asombro ante las cosas de la humanidad. Indice de libros prohibidos y hogueras son una tentación contra la que hay que mantenerse firmes, pese a las ganas. Hay que tener paciencia con los gilipollas y las historias pésimas, se lo digo yo hombre. Esta región de España que ahora atraviesa usted al trote está hecha de desordenados fragmentos, quebrada, como rota con su aire mediterráneo pero mojado por la lluvia. Cañerías, arquitecturas fragmentadas y cojitrancas, infinidad de cursos de agua, riachuelos, arroyos, regatos, correntías, siempre tapados, siempre escondidos por la maleza, por hileras de espadañas, plumeros y juncos. Es la tierra del junco y la espadaña. Sobre ese campo verdiblanco, mojado, quebrado, se oye el graznido seco del pterodáctilo. Por la noche la sucesión de casas cerradas, el perfil de dos cipreses, el crepúsculo anaranjado, casi enteramente comido por la oscuridad evocan un mundo pequeño y seco, de boina calada y cigarrillo liado que se fuma en un silencio de sepulcro, con los dientes apretados. ¿Pero qué me dice? ¿Significa entonces que no encontraremos aquí al gaucho matrero con sus espuelas de fierro, que caracolea a lomos de su petiso, sobre el recado de pieles? ¿No es esta tierra de asados, potreros y grandes trashumancias? ¿Pero cómo es posible? ¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está muy yegua mora, y mi silla de montar, mi cobija mis espuelas y mi soga de enlazar? ¿No se corren aquí los toros en el campo? ¿No se quiebra la embestida de la fiera con garbosa hombría? ¿No sé para de frente ni se carga la suerte? Pero oiga usted, ¿Qué ha pasado aquí?

Entre los claros y evidentes enemigos del cepogordismo se encuentra sin duda el orovivo o gusano del alambre, las rosquillas, el alacrán cebollero, el grillo tolpa y el gorgojo del tabaco. En cambio, el escarabajo pelotero, la chicharra o cigarra y el gallo lira despiertan una gran simpatía e incluso un moderado afecto entre el cepogordismo.

BERGAMOTA DIGITAL: sobremesa retocada.

-          Oiga eso es puro artificio.
-          Cállese hombre
-          Digo lo que me da la gana, sólo faltaba.
-          Pues eso.