lunes, 31 de diciembre de 2012

ACTO DE DESAGRAVIO

 Recibo en el correo de ayer por la tarde una amable carta de mi viejo amigo Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca, que me escribe desde su solar en el corazón de la Fidelísima Vardulia a propósito de la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo, solicitándome su publicación en nuestro honrado y modesto Cepo. Atiendo de buen grado a esta petición y procedo a transcribir literalmente la misiva.

"Querido Sanglier, dilecto amigo,

A pesar de mi natural rechazo hacia las llamadas nuevas tecnologías, no dejo de seguir los entremeses, discursos, adagios y aldabonazos que publican ustedes en esa hoja de noticias y curiosidades que han dado en titular Cepo Gordo.

Me resultan particularmente interesantes y simpáticas las noticias relativas a la charanga formada por Alcides, Doroteo, El Tato y Argimiro, ya que suelen referirse a asuntos y ambientes que me son conocidos y queridos.
Grande ha sido mi pesar cuando he conocido la agresión sufrida por nuestro querido Doroteo. No cabe duda de que las hordas frentepopulistas han vuelto a tomar las calles y se afanan en zaherir a las gentes de bien amparándose en los pretextos más nimios.

Si atendemos a la narración de los hechos, al bueno de Doroteo no se le puede imputar ninguna conducta execrable.

Como todo hijo de vecino, Doroteo tiene perfecto derecho de darse un paseito alrededor de su casa después de cenar para hacer la digestión. Que su casa sea una amplia y antigua propiedad no implica que pueda ser objeto de agresión verbal y menos aún física, más bien debería ser objeto de devoción popular por haber mantenido la casa abierta y el pendón en lo más alto y más aún hoy que las familias han dejado los solares arrumbados y los pueblos a merced de la iniquidad popular.

Bien sabes por propia experiencia que los radicales se caracterizan por la intolerancia y el "odio de clase". La dialéctica de la clase y la confrontación marxista ha sido causa de más daños y quebrantos que la malaria y el cólera juntos.

Peor aún es cuando la bazofia marxista entra en la familia de uno, ya sea por la puerta principal o la de servicio. Una cuñada sufragista y "progresista" es peor asunto que una herencia ab intestato.

Que el bueno y querido Doroteo se entregue con demasiada fruición a la comida y la bebida no es asunto que incumba a la desagradable y desafortunada Meli. Esa pobre tonta, a la que conocí siendo una niña en el rastrillo de las Comendadoras,  en vez de malgastar su juventud leyendo las bazofias de Chomsky y Jon Sobrino y buscándose el punto g con la ayuda de un manual de educación sexual de las Juventudes Revolucionarias Nicaragüenses, debería de haber canalizado sus energías hormonales en criar a cinco mozos o zurcir en un hogar del jubilado como esas santas mujeres de la Sección Femenina, ejemplo de entrega, sacrificio y feminidad.

Como acto de desagravio por este hecho infame, he decidido organizar una marcha de apoyo a Doroteo que se celebrará D.m, mañana día 1 de enero de 2013 y discurrirá conforme al siguiente programa:

A las 10:30 tras la misa del padre Leoncio en el Convento de las Carmelitas Descalzas, se reunirá el cortejo en la puerta del coro que se abre a la Plaza de Santa Teresa (hoy Plaza del Chorrillo) y se formará de acuerdo al siguiente orden de marcha:

-            Pendón y estandarte de la Muy Noble e Ilustre casa de Villafranca de Pomar, portado por mi sobrino Alfonso, colegial de Salamanca.
-            Banda de pífano, trompeta y tambor San Carlos Borromeo, formada por Pepón, Luisito y Mateo Mendicutía.
-            Veteranos de la Cruzada en uniforme de campaña, mi tío Remigio y yo. El tío Gervasio, camisa vieja, que está impedido, se unirá a los vivas desde el balcón de su casa.
-            Tía Enriqueta y Doña Dolores, en representación de las viudas de la Cruzada.
-            Augusto, Sebastián y Toñin, de la Cooperativa Vitivinícola Santo Niño de la Roca, en representación del gremio obrero.
-            Celestino Fontecha antiguo director del Círculo Católico (hoy extinto), en representación de la cámara de propiedad agraria.
-            Aristóbulo Peñafría, Segismundo Enlosado y Sebastián Granito en representación del estamento letrado.
-            Jacinto Infante de Larra Coronel D.E.M en la reserva, que al concluir el acto declamará su afamado soneto "Vardulia, cabeza de Hispania o la verdad revelada de Nuestro Padre Santiago y el niño moro".

El cortejo marchará a los sones de la banda que interpretará un potpurrí de marchas patrióticas y discurrirá en orden cerrado por la Calle Mayor hasta la Plaza del Caudillo (hoy de la Constitución), torcerá por la Calle Santísima Trinidad (hoy Pablo Iglesias) y culminará en la Plaza de la Ascensión (hoy Margarita Xirgú).

Tras la lectura del soneto y los vivas de rigor se romperá filas frente al Círculo Agrario dónde a continuación se ofrecerá una copa de vino español de cepas viejas  y unas delicias ibéricas generosamente aportadas por la familia Fontecha, afamados criadores de cochinos de la más acrisolada estirpe y pura raza ibérica.

Espero sinceramente que este  sencillo acto sirva de aldabonazo de conciencias y aviso a navegantes de las turbulentas aguas revolucionarias. La decencia y el orden han sido aparcadas pero no han muerto, ¡todavía hay várdulos que no nos resignamos a vivir de rodillas y no dudaremos en defender nuestros derechos!.

Si bien soy consciente de la premura de este aviso, no sabes la alegría que nos daría contar tu presencia así como la del agraviado Doroteo y los queridos Tato y Alcides.

Se despide afectuosamente, tuyo

Andrés de la Pomarada y Rodriguez de Villafranca.
Señor de Villafranca de Pomar.
Alferez Provisional, medalla al mérito individual.
Caballero Legionario honorífico.
Presidente de la asociación de estudios históricos y genealógicos Vardulia."

sábado, 29 de diciembre de 2012

NAVIDAD BARROCA


Esta mañana, nos escapamos al centro de Madrid. Madrid es una ciudad espléndida en Navidad. Amanece el día envuelto en la más espesa niebla y de golpe la temperatura por los suelos. Sensación absoluta de frío, pleno invierno, día helado, entre gris y blanco, Navidad. Los Cepogordistas acudimos a la plaza de Oriente para ver el extraordinario belén napolitano del Palacio Real. Es una página viva del barroco europeo, en la que se encuentran arte e historia, al servicio de algo de una fuerza mucho mayor como es la Navidad y lo que ésta significa.

¿Qué decir del sinfín de tipos retratados en las numerosas figuras que componen el Belén? Por su cercanía a la vida, por su realismo, son toda una forma de ver el mundo, de enorme agudeza, una sabiduría antigua, mediterránea si se quiere, que sabe lo que el Mundo (con mayúscula) es y lo acepta en lugar de negarlo. No es extraño que estas figuras napolitanas fueran acogidas con entusiasmo en España. El grueso tabernero de cara encendida, fascinante con su punto malvado y excesivo (¿de qué rellenará empanadas y pasteles?), el calvo de inmensas orejas, el contador de historias subido sobre la mesa, a punto de largar su discurso, el bestial jorobado, pobre hombre de inmensa geta múltiples papadas y contrahecha figura, y luego campesinos, artesanos, un panadero, un librero, elegantes caballeros vistiendo casacas bordadas, en la mano bastón de marfileño pomo, un hombre dormido sobre la leña que acarrea, señoras peripuestas, una de ellas pechugona, como solía decirse, con un escote que mal contiene las exuberancias, y varios moros y como turcos, de faja, turbantes, bigotón y hasta coraza. A través de la ventana de una de las casas podemos ver, colgado de la pared, un cuadro barroco, alegórico de las vanidades del mundo, al estilo de un Valdés Leal, tema tan de la época y tan español. Y así vamos rodeando el Belén, pasando por delante de todo ese mundo, de toda esa extraordinaria galería de retratos. Hasta llegar al Misterio, con el que culmina la representación. Se encuentra colocado en lo alto, tal vez un poco alejado. Algunos espectadores, no sólo los niños sino también Tato que mide dos palmos y ha tenido que apagar el cigarro para entrar en el palacio y lo lleva en el bolsillo del abrigo para encenderlo a la salida, se quejan un poco de ello, les resulta inaccesible, un poco pequeño en comparación con el resto de figuras, si lo comparamos por ejemplo con los propios Reyes Magos y su sequito de negros armados de instrumentos musicales, que han llegado al pie del monte y parecen descansar, preparando los regalos, para iniciar la ascensión, el tramo final del viaje antes de la adoración. Uno se pregunta si es a propósito esa distancia entre el lugar dónde se encuentra el Misterio, en lo alto, y el paisaje por dónde evolucionan el resto de personajes, incluidos los Magos, la parte baja, el llano. Y es probable que así sea, pues nada parece dejado al azar por el artista o los artistas extraordinarios que realizaron el trabajo. Parece ser que hay figuras de distintas épocas y que contribuyeron a la escenografía distintos personajes, incluido algún pintor de corte. En efecto, la Sagrada Familia está colocada en la parte alta de un monte (lo escribo de memoria), al amparo de unas ruinas clásicas, como suele ser habitual en los belenes napolitanos. Debajo, en las entrañas del monte, puede verse entre rojos destellos al diablo, a satanás mirando hacia arriba, como rabiando por la escena que se desarrolla por encima suyo, lejos de las tinieblas que él habita, tan sólo sombríamente iluminadas por el siniestro resplandor que arrojan las llamas del infierno. En el campo, al aire libre, en la pureza de las alturas, y bajo un cielo sereno cuajado de estrellas, podemos contemplar el Misterio, la Sagrada Familia, representados por unas figuras de gran delicadeza, la pureza alba de las ropas del Niño, los espléndidos mantos de San José y la Virgen, con unos vuelos que no son de este mundo. Parece como si el artista hubiera trasladado a la escena del portal, de gran humildad (… y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón), la gloria que está presente en la anunciación del nacimiento a los pastores (… Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz (…) Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombre de buena voluntad). El contraste con el personaje de la caverna, el rojo y negro frente al blanco, azul y plata de la Sagrada Familia; oscuridad y encierro, pesadez, opresión, frente a ligereza, hermosura y vuelo. Todo en las figuras contribuye a crear el inmenso contraste, al que asistimos un poco asombrados. Tal vez conscientes de que satanás se encuentra en realidad, aunque dentro de su cueva, a nivel del resto de figuras, mientras que la escena central del Belén queda por encima y nos preguntamos si, tal vez, un poco inaccesible para los pobres espectadores de la escena, que se sienten poco merecedores de la Venida y que son además de corta memoria y débil voluntad, necesitando les sea recordado permanentemente aquél suceso. Es posible que no se trate de un contraste únicamente barroco, sino de gran actualidad. En fin. Ya en la calle, Tato ha sacado del bolsillo medio cigarro y lo ha encendido escondido en una de las garitas de guardia del patio del palacio. El viendo helado arrecia, como con ganas de burlarse un poco de Tato y de fumarse su cigarro de dos soplidos.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

TIPO FÍSICO DEL SIGLO XX (EXTINGUIDO)

AGRESIÓN A DOROTEO (O ZAMPATE LO QUE TE DEN)

Lo que no puede ser es que no se respete al prójimo. Esto le escribe Alcides a Tato, relatando el lamentable suceso. La intolerancia reina por doquier, incluso en la propia familia.

Terminaba Doroteo de cenar. De postre, pian pianito, medio Roblochon y algo de manchego bien curado, para compensar, con una botellita de Rioja, enterita, bien llena la etiqueta de premios y medallas. Reconozcamos que Doroteo no es amigo del pueblo. Mientras se zampaba el Roblochon pensaba por lo bajini: el que no sepa lo que es el Roblochon, que se joda, oye, incluso por estas fechas. Digamos también, que Doroteo es caritativo y bondadoso, aunque no pelota. Para hacer la digestión, un cigarrito de palmo y medio, y tirando a grueso, cepo gordo, que narices. A medio cigarro abrimos la puerta de casa  para sacar las carnes a dar una vuelta, un paseo por ahí (una casa solariega, el que no la tenga que rabie y patee oiga, que es el deporte nacional y se queje amargamente de este país). A los diez pasos, paradita y sonoro regüeldo. En ese momento se oyó aquello, la terrible frase:

-          ¡Gordo cabrón!

No hay respeto. Pero Doroteo no se da por aludido, se palpa un poquillo el panzamen. Rebuscando un poco, apartando aquí y allá, da con el hebilla del cinturón. Comprueba que sigue cinchado en el mismo punto que el año pasado. No soy yo se dice. Reanuda el paseíllo contento. Bien es verdad que el cinturón es elástico, pero así son las cosas. Una caladita al cigarro en la esquina, y al doblarla un succionar más intenso, dándole vueltas, para que espabile un poco. Se elevan las volutas al cielo. Con Luisito, el niño del frutero la parada se hace un poco más larga: hay que hacer figuras con el humo y regalarle la anilla rojigualda a Luisito, contándole una batallita. Cielos, al enfilar la calle, de camino al portón de la casa solariega (ya saben, el que no tenga que se j…), por cierto de magnifico jardín, Doroteo ve venir de frente a la mula de su cuñada sufragista. Doro la llama Meli la sufragista, en realidad Meli es miembro de pleno derecho de la secta moderna y combate con la saña de un Robespierre a todo fumador que se le ponga a tiro. Milita en la secta de la salud mientras cultiva con frenesí un cuerpo de quitar el hipo, lleno de duras curvas. Pero Meli sólo se entrega a la causa. Pesas y facción, abdominales y panfletos. No hay consanguinidad entre Doroteo y Meli, es una política en todos los sentidos. Doroteo trota entonces hasta el portón. Antes de franquearlo tres caladas fuertes, irrespetuosas con el pobre  cigarro que ninguna culpa tiene, y tres bocanadas de humo denso hacia Meli, en el momento en que esta abría la boca para poner en marcha el disco rayado. Cae abatida con un grito histérico, como un mosquito víctima de tres bombeos de DDT, mientras Doroteo, ágil, cruza de un brinco el portón (de la casa solariega) y cierra echando la tranca gritando: ¡Viva los huevos fritos con chistorra! Ya no se puede pasear tranquilo.

martes, 18 de diciembre de 2012

LA TABAQUERA

Perdónenme la frivolidad pero fumar un cigarro también nos recuerda la vanidad de la vida. Por la ceniza, que después de aguantar quieta cobijando la combustión, se desprende graciosa y en silencio, repartiéndose en partículas minúsculas un poco por todos lados. La ceniza. No hará falta que expliquemos más, ni adentrarnos en el simbolismo religioso. Por ello, porque es un símbolo y carece prácticamente de entidad corpórea, el buen fumador no debe tenerle miedo a la ceniza, no debe asustarse por verla caer inofensiva, callada y gris. Es una delicia ver como se posa por solapas, mangas, alfombras, cojines. No nos habíamos dado cuenta, perdidos en la ensoñación, y ya no está al extremo del cigarro. Como la nieve, se ha desplazado sin que podamos advertirlo más que con la mirada, un rato después.

Una vez, asistimos a la aparición de un amigo que salía del cuarto de fumar de una casona que todavía lo conservaba. Se levantaba del butacón cuando nosotros entrábamos y fue realmente una aparición. Surgió de entre el humo de cien habanos, enteramente recubierto de la más pura y gris ceniza de cigarro puro. Había encanecido súbitamente por obra del fumar, la vestimenta se había recubierto de la misma tonalidad, la barba parecía piedra y todo ello le daba una vaga apariencia de hombre de las nieves, ante la que titubeamos por un momento. Después del más efusivo y sereno de los saludos se alejó a la manera en que lo hacen las nubes cargadas de nieve en esos días gélidos y luminosos que son el regalo de Madrid en invierno.

¡Y pensar que esa ceniza, tan delicada y simbólica, desaparece sin el menor amago de resistencia ante un pobre cepillo para la ropa, que la aniquila con sus duras cerdas! A uno le entra como una congoja, al pensar que tal vez, también la vida, en fin… apuraremos la copilla con un asomo de vaga melancolía, recordando como lo hacía nuestra tía con su dedal de anís en las sobremesas. Algo reconfortados por el cobijo de los clásicos. Verdura de las eras, nieves de antaño. Y mejor con la tabaquera llena, claro. De lo contrario se interrumpe la producción de ceniza y con ella la reflexión trascendental (con lo que por lo visto nada se perdería, susurra el pérfido Doroteo).

lunes, 17 de diciembre de 2012

Argimiro en la tertulia (con motivo de Juan Rulfo)

Argimiro aparece en la tertulia de Pascuas a Ramos. Le tienen como un poco a raya, con su pañuelo al cuello que él llama foulard, su vestimenta impecable, de americana cruzada y pantalones grises, en la que, pese a todo su cuidado, desentona siempre algo: otro pañuelo pero en el bolsillo de la chaqueta, de color rojo chillón, que él llama pochette, un zapato italiano con bocado dorado sobre el empeine, un exceso de gomina que afila su perfil ratonil… Pese a que pisa fuerte y va de rumboso, pagando cafeses, Argimiro es admitido a veces en alguna de esas tertulias en las que reinan la fragilidad y el cigarro.

A Argimiro le ha perturbado profundamente la lectura de Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Juan Rulfo es ese señor de corbata y traje bien cortado, tímido hasta la enfermedad, tan encerrado en sí mismo que hasta le cuesta abrir la boca para articular, porque hacerlo sería revelarse en exceso, con impudicia. Tan dentro de sí que hasta su evidente prestancia y belleza física parecen desaparecer, como queriendo esfumarse en un vuelco sobre sí mismas.

Argimiro no entiende, no se explica lo que le pasa. No ha querido dejarse tocar por ese librito dónde todas las estructuras que deberían armar un mundo válido han caído, diluidas y confundidas. Y además están los prejuicios de su seguridad. Porque Argimiro no tiene sentido del tiempo ni conciencia histórica, sería mucho remover las cosas y las cosas, pues son lo que son, ¿para qué más? Empezaríamos a dudar. Argi es el momento presente, cerrado al pasado y temeroso del futuro. Y llega el librito este y todo lo baraja. ¿A quién se le ocurre? ¡Qué originalidad! Pero hay medios defensivos. Como Argi es presente, no le pidamos que le de muchas vueltas a España que para él se reduce a las cuatro calles céntricas entre las que transcurre su trajinar. Así que vamos a expulsar este tomito del paraíso, vamos a decir que este librillo es una cosa mejicana, un poquito ajena, un poquito sucia, que nada tiene que ver con él, lejana. Y llegan estos tres cabrones y se ponen a decir que hay que ver, que pese a todas las diferencias, ¡cuánta proximidad!, ¡cuánto de la una en el otro! El mismo sentido de la muerte, el pesimismo de la generación del noventa y ocho que rebrota en la obra del mejicano, la coincidencia en la percepción de sus países respectivos aquí y allá, un parecido, pese a las muchas diferencias, en ciertas estructuras y procesos históricos del siglo XIX en ambos lados, y la culpa católica y el lenguaje, el idioma español.

¡Y es que los tres utilizan la palabra español al hablar de la maravilla de esa escritura de allá! Si pudieran decir castellano, como se dice ahora por aquí, pues así podíamos decir que no es lo mismo ¡e incluso llamar a este señor tímido latinoamericano! ¡Y no! Los tres: venga y venga con español y con Hispanoamérica. Argi no se ha movido mucho, no sabe nada, y no quiere que le mezclen con esa gente. No sabe nada pero enseguida se refugia declarando que la novela es representativa de la realidad y la historia de aquello y por tanto lejana de nuevo a esto de aquí. ¡Menos mal! Pero le rebaten el argumento sin piedad. Así que es algo tan profundamente nuestro y él no lo ha entendido… ¿Entonces? Entonces llega lo más terrible porque cae la última barrera. Ese señor tímido y con buena pinta, hay que reconocerlo, es evidente, y con corbata. El autor. Con lo agradable que es pasar el rato y luego cerrar el libro, parapetándose con el recuerdo de que lo ha escrito un millonario frívolo en un arranque de genialidad, un amargado patológico, una lesbiana neoyorquina de hace cien años, esa gente rara que no somos nosotros y solo para entretenerse un rato. Entretenerse. Pero este señor tímido que podía ser de la familia… ¡Que contrariedad! Porque entonces ese constante darle vueltas, ese ir y venir a la infancia, a los padres, los hijos, las abuelas, el mujerío, la vida, el magma… No se puede cerrar sin más y pensar que es obra de un personaje estrafalario talentudo y genial pero ajeno, como esas películas tan agradables, de las que no se recuerda nada… Pinche trío, banda de chingones, me jodieron… Argimiro se sorprende utilizando esas expresiones que no debían ser suyas. Se va a casa pesaroso, prometiéndose encerrar a Rulfo bajo siete llaves, y no volver a juntarse con esos pendejos… Con esos tíos. Porque además se han reído de él, a lo mejor. Los tres, Tato el primero pero luego encantados Alcides y Doroteo, han hablado toda la tarde con ese acento y esos giros, con total naturalidad, como si fueran los primos de Rulfo, felices no más.