lunes, 22 de octubre de 2012

NOTA DE LA REDACCIÓN: MARINA DE PORTINAX

Nota de la redacción

A continuación y con carácter de excepción a su habitual silencio, se va a manifestar, como si de una aparición se tratara, la redacción cepogordista, órgano colegiado.

En los últimos días varias de las entradas de nuestros colaboradores han sido comentadas por distintas personas. Algunas no se han identificado, lo que por otra parte, a la vista de su aportación, comprendemos. Otros comentaristas si lo han hecho. Cepo Gordo optó en su día por el comentario abierto, sin censuras, y hasta la fecha se mantiene igual, incólume. Ello pese a los comentarios soeces vertidos sobre la delicada Marguerite y pese al ataque personal sufrido por nuestro querido Alcides Bergamota, persona vulnerable y especialmente sensible, en su exilio provinciano, a estos ataques malvados.

Pero no quiere la redacción mirarse el ombligo. Dice Albert Boadella en una entrevista que hoy lo tradicional es lo revolucionario. ¡Que razón tiene este hombre! Tampoco queremos hablar de Albert Boadella, aunque nos cae estupendamente y lo que dice coincide en gran medida con lo que esta redacción piensa, en su modestia, desde los lejanos tiempos de la facultad, del campus universitario sembrado de basura. ¡Que pena que no tuviéramos madurez entonces para pasar a la acción! Que lentos somos los que tan penosamente empujamos cuesta arriba el cepogordismo. Dice por ejemplo el Sr. Boadella que, si en España no hay voces discordantes frente a todo el discurso políticamente correcto (el de los nacionalismos, el de que no pasa nada, el del franquismo, el de que lo importante es la economía, etc.) se debe a que la vida pública está tomada por las diversas administraciones que tienen al personal a sueldo y que la gente, por no perder las prebendas, calla. Tiene gracia (triste gracia) oír esto y leer la víspera, en los diarios de Victor Klemperer, lo siguiente: 1 de julio de 1933. (…) Goebbels, en la escuela superior de ciencias políticas, el 30 de junio (o sea, conferencia solemne) sobre el fascismo (o sea en tono laudatorio): “El Partido Fascista [en Italia]  ha montado una organización gigantesca de varios millones de personas en la que está todo reunido –teatro popular, juegos, deporte, turismo, excursiones a pie, cantos- y que el Estado subvenciona por todos los medios”. La subvención una de las claves de la vida política española contemporánea, con tristes y conocidos antecedentes. No nos hartaremos de recordar al personal que el Ministerio de Cultura fue un invento del totalitarismo soviético (algún idiota que no capte el asunto, progre hasta la médula sin saberlo, pensará que por lo menos eso lo hizo bien…)

Tras la breve digresión, a lo que íbamos, esta nota editorial quiere rendir homenaje a Marina de Portinax, exquisita comentarista de la última entrada de nuestro colaborador Sanglier, en la que con tanta delicadeza y finura se recrea en las lindezas de la prosa del autor, llegando a identificarse con las vicisitudes de la entrañable y frágil Marguerite, con esa sensibilidad propia de su delicada condición femenina. Pues bien, ni siquiera Marina de Portinax, la glosadora sublime, ha sido respetada. Ayer era zarandeada con brutalidad digital, y asociado su hermoso nombre de pila a los más chocarreros comentarios. Vaya desde aquí nuestra solidaridad, nuestra comprensión, nuestro apoyo a tan delicada dama, en la confianza de que por esta penosa experiencia no se retraiga de seguir comentando, y adornando con su perfumada prosa, los escritos de esta modesta secta cepogordista.

La redacción.

domingo, 21 de octubre de 2012

UNA AMENAZA SE CIERNE. MARGUERITE

Pasó septiembre sin darnos cuenta. Las playas vacías y los paseos apenas transitados por parejas de ancianos y algún rezagado, como yo, que aguarda bajo las palmeras lo que la jornada quiera darle. Trato de reponer fuerzas. Estoy sentado en un banco frente al Mediterráneo, acabo de encender un Punch que me regaló ayer el cónsul honorario de una extraña república del éste cuya existencia desconocía. La situación en casa de tía Beatrice se ha vuelto insoportable. El verano transcurría maravillosamente, acababa de recibir una nueva remesa de cigarros y un cajón de libros cuando al regresar de un paseo matutino encontré sobre la bandeja del hall la terrible misiva.

Mi estado de nervios es tal que no soy capaz de decirte si la ligadura proviene del hoyo de Monterrey o de otra vega, cuando uno no es capaz de distinguir ni lo que fuma es síntoma inequívoco de que la cosa anda mal, muy mal, así que decido regresar a casa y tomar la pluma para ponerte unas líneas con el somero relato de mis desdichas.

Todo comenzó a principios de mes.

La carta del cabinet Lafleur-Ponsardin-Jaqcuet-Vannon, los abogados de tía Beatrice, informa en su prosa escueta per no carente de elegancia que gracias a la decisión del nuevo gobierno del horrible Hollande su próxima liquidación fiscal puede alcanzar una cifra superior al millón largo de euros. Tras la estupefacción inicial se convocó una reunión de emergencia. Las dos tazas de Earl Grey no hicieron efecto, tampoco la copita de chartreuse, ni la de oporto ni tan siquiera las pastillas de menta que mezcladas con todo lo anterior y un nuevo vistazo a la carta sumieron a tía Beatrice en una suerte de sopor que nos obligó a dejarla en cama durante cuarenta y ocho horas.

Han sido jornadas de teléfono y comidas a base de cold cuts y ensalada de frutas. Un latazo. Tía Beatrice ha llamado a todas sus amistades. Paris, la Turena, el Lemosín, Biarritz, Aix les Bains, Avignon, ¡nada que hacer! El horrible Holland va en serio y muchos amigos comienzan a tomar el camino de Londres, Bruselas, Luxemburgo, un horror ¿a quién se le ocurre que se pueda vivir en Luxemburgo dónde no caben ni dos campos de golf y uno de polo?

La tía Beatrice me ha tomado tal afecto que hablamos de España. Marguerite frunce el ceño y yo pongo los ojos en blanco, o al revés, ya no me acuerdo.

De España nada, le digo. Ya lo dijo el sobrino de Pepón Leguineche, a España no se puede ir ni a heredar, y ahora con Rajoy y sus sicarios con gafas de colorines menos aún. En España sólo se puede vivir bien con el dinero fuera y los bienes registrados a nombre de sociedades. Un papeleo infame y confiar en un despacho de los que minutan una barbaridad, no es plan.

Ha llegado octubre y seguimos sin solución. Desde que llegó la carta, Marguerite ha perdido peso y su piel dorada (una mujer realmente elegante nunca se tuesta como un maní salado) no tiene la tersura de hace unos días.

Ayer intervino Hugo, el primo de tía Beatrice que lleva las bodegas.

Llegó temprano en un Jaguar verde oliva del año de Maricastaña. Entró en el comedor de diario dónde solemos tomar el desayuno y tras una breve inclinación de cabeza dirigida hacia mi persona y un fugaz beso en la mejilla de su prima se sentó a la mesa y sin mediar palabra se zampó piano ma non troppo una tortilla (francesa, obviamente) de dos huevos, una salchicha alemana de ternera, tres riñones a la plancha, dos tomates pochées y una tostada con jalea de ruibarbo todo ello regado con medio litro de zumo de naranja y varias tazas de Lyon’s breakfast tea.

Hugo, hombre sin piedad cuando se trata de contar y repartir euros,  se sentó en la butaca junto a la ventana que se abre sobre el jardín japonés y tras encender su Chacom cebada con una generosa ración de Old Dublin (no sé por qué pero lo irlandés gusta mucho en esta familia) y al tiempo que lanzaba anillos y nubes a las cuatro esquinas del salón, comenzó a explicar con el tono monocorde de quien dicta una lección el plan de acción que iba a permitir a tía Beatrice sacudirse el yugo hollandiano sin verse forzada a emigrar.

A medida que el dictado avanzaba y la densidad del humo aumentaba, las sienes de nuestra querida tía comenzaban a  latir con tal fuerza que Marguerite no podía dejar de fijar su vista, hipnotizada por un fenómeno cuasi paranormal. Yo por mi parte trataba de recordar pasajes felices de mi anterior existencia, arias de ópera, retruécanos de Jardiel Poncela y tuve que recurrir a la muy socorrida tonadilla de Mary had a little lamb como único modo de calmar los nervios.

Las previsiones de Hugo resultaban catastróficas. El patrimonio de tía Beatrice quedaba fraccionado en pedazos ínfimos repartidos en una maraña de sociedades afincadas en los lugares más pintorescos. Las palabras Singapur, Dubai, Bakú y Hong Kong resonaban en nuestros oídos como el canto de un empleado de Thomas Cook enloquecido. Las rentas no podían cobrarse como antaño, las cuentas del Lloyds congeladas y los fondos de Rothschild y Lazard volarían mas allá hacia un ignoto universo de fibra óptica y bytes, una nube de dinero digital cuya ubicación ningún geógrafo conoce.

Hugo marchó como había llegado, a bordo de su coupé oliva y como única concesión a la harmonía familiar alzo la mano como si nos estuviera brindando un toro, o mejor dicho, rematando la cornada que acababa de partir en dos la apacible estancia veraniega.

Desde aquella fatídica visita Beatrice está en cama y Marguerite a su lado. Al caer la tarde, Marguerite cansada y ojerosa viene a reunirse conmigo bajo el magnolio y apoya su cabeza de oro sobre mi hombro, en silencio. Desde hace poco ha desarrollado la costumbre de acariciarme los dedos, uno a uno, desde la yema hasta la palma como si estuviera haciendo una cuenta extraña de nuestros amores o de los infortunios familiares.

Debo dejarte porqué escuchó a lo lejos un estruendo familiar, un bulle-bulle de telas y equipajes, me da la sensación de que tía Beatrice ha despertado de su letargo y nos preparamos para marchar, adónde y cuándo no se decirte, espero poder escribirte pronto.

Tuyo, siempre.

S.

viernes, 19 de octubre de 2012

Alcides en tren

En el intervalo de dos días, entre tren, pueblo y polígonos, en ese paisaje ajeno, prehistórico por su aspecto abrupto y su vegetación rala, prehistórico por su urbanismo detenido en los años sesenta y setenta, y por la humedad de la proximidad del mar, es como si uno desapareciera, como si durante esos dos días se sufriera un rapto con amnesia, se viera lo que no es propio. No hay casa, hogar, lo cotidiano no existe, no hay familia, no vamos a los toros, el paisaje es otro, no hay rastrojos ni encinares. Todo tiene, con su silencio de barriada salubre en alquiler, un vago aire de melancolía. Unos chinos de risa cruel desayunan en la mesa de al lado, y con ellos una máquina por la que se recibe la risa de otra china. En el tren la llanura áspera magnificada por un cielo cubierto de nubes oscuras, densas, que parecen aplastar, amasar, extender más aún el paisaje quieto, como inmutable. El tren correo a casi trescientos kilómetros por hora, y hasta acercarse a Madrid ausencia, ausencia, sólo la naturaleza que parece quieta, callada. Apercibida fugazmente una iglesia al final de una quebrada, visión sobrecogedora y hermosa, de otro tiempo, de este tiempo, que viene a poner en su sitio nuestras preocupaciones electrónicas, nuestra prisa, y sobre todo nuestro deseo de aparentar prisa y ocupación.

-         Joroba Doroteo, si es que la gente es tonta.
-         Ya hijo, ya, pero si es que son así, que quieres que te diga, cuando menos hacen más cara de prisa. La cosa es parecer y pisar fuerte.
-          Lo mismo que con las titis…
-          Doroteo, nadie dice titis ya hombre, y hasta te pueden meter en la cárcel por usar expresiones como esa. Es mejor que digas, más respetuosamente, una tronca. Me han dicho que es más de hoy, más moderno. Yo en el pueblo es que no me entero.
-          Pues el otro día en el trabajo, una con un tatuaje del tobillo hasta la ingle. ¡Menos mal que llega el frío!
-          ¿Pero cómo sabes tú hasta dónde…?
-          Yo no sé nada, pero es que como desaparecía por encima de la rodilla pues lo demás me lo he imaginado. Al principio pensaba que era una flor, pero al fijarme (curiosidad que le pierde a uno) resulta que era más bien una enredadera, madreselva, glicinia o así, enroscándose por la pierna...
- Bueno dejemos aquí la cosa.

FUMEQUE MEDITATIVO

Español contemporáneo arreglando la cosa política.


jueves, 18 de octubre de 2012

MIL PERDONES

Parece que un tío pelele, sin querer, ha programado la máquina para que les lleguen los comentarios a algunos pobres y sufridos lectores, con las molestas consiguientes, pues hay mucho desaprensivo comentando, mucha mala baba, mucho anonimato (los propios cepogordistas en primer lugar). No era esa la intención, pues no pretendemos molestar. Aunque lo intentáramos, creemos que no conseguiríamos ni molestar ni ganar cuartos, tan etéreos y alto volamos. Fly, fly, habano fly, decía un cepogordista en el exilio. Pedimos perdón y volvemos a perdernos en la penumbra azulona, en la niebla sutil del habano. DECÍA PLA, EL GRAN PLA, QUE ÉL FUMABA PARA BUSCAR ADJETIVOS. Vaya esta frase, pescada en Salmonetes ya no nos quedan, como compensación por lo sucedido y homenaje a todos los fumadores.

COYOACÁN

El consejero de Interior catalán dice que puede haber quien "quiera contraponer la legalidad jurídica a la legalidad democrática". No hay mucho más que esto. Este es el nivel. Y con frases como ésta por el aire, que hubieran hecho suyas Goebbels, Hitler o Stalin, los demás en nuestro mundo.

La política española es un permanente darle vueltas a un círculo cerrado, alrededor del que se habla, se parla, pero no se actúa. Así está Sangli, con opiniones para todo y análisis acertadísimos, que compartimos en casi todo lo que dice. Pero son análisis que tienen quince o veinte años y desde entonces son los mismos. Ya sabíamos desde los tiempos de la facultad lo que pasaba, la falta de división de poderes, la partitocracia, la intoxicación de lugares comunes sobre la democracia. Dentro del círculo blindado, sobre el que hablamos cansina y eternamente, sin hacerle una arista, la Clase no ha hecho suyo el discurso de Sanglier, sólo faltaba. Sangli cree en exceso en el poder de lo digital, pero tiene también la honradez de confesar que simplemente no tiene energía. Sangli quiere una ermita intelectual, en Coyoacán o en San Angel. Mentalmente, Sangli ha emigrado.

Luego está lo de la condición femenina: me dicen que la mujer se siente humanamente inferior y que en el fondo no paran de arrearse unas a otras.