sábado, 14 de junio de 2014

NICANORA

Atardecer de tormenta, un aire cálido juguetea por el jardín sobre el que se cierne la penumbra del anochecer.

- Si, hazme tuya, ya noto tu fuego.
- Allá voy, como en las novelas.
- Como las princesas raptadas, llámame princesa…
- ¡Princesa!
- Tiemblo…
- ¡Si, si, princesa Nicanora!
¿?
- Nicanora no puedo más, no voy a dejar ni el carné de identidad, te vas a enterar…
- ¿Pero cómo que Nicanora? 
Calla sultana…
¿Sultana? ¿Nicanora? – mete el codo- pero yo esperaba algo.., no sé más romántico, más, otra cosa, …
- No me frenes Nicanora que me pierdo... 
Pero bueno, quita, con lo que me gustaba lo de princesa, princesa Jocelyne… que se yo, Sigrid, Rosebud… 
¡¡Pero Nicanora que me cortas las alas con tanto recelo!!
Calla quita –ahora hinca el codo con mala idea- ¡Nicanora! Y esos giros de arriero…
- A lo mejor preferías Teofrasia… 
Miserable, con lo lanzada que estaba, el fuego, la pasión, me sentía ligera... ¡Largo! - jugando con el codo le derriba cayendo encima-. 
¡Pero que ligera! Si pesas 100 arrobas, un quintal. ¡Claro que me voy! Quita de encima, ¡¡Mafixio!!


La condesa se despertó tocando con las yemas de los dedos la fresca marquetería de su mesilla de noche Decó, única concesión a la modernidad en su magnífica casa Carlos IV, la Bombonera.

miércoles, 11 de junio de 2014

EL AMIGO PULARDO: Pulardo en los toros.

Pulardo, ¡Amigo Pulardo! El amigo Pulardo zumba como un moscardón alrededor de la plaza de toros. Hay corrida ahora, en un rato. Vuela sobre sobre sus lustrosos botines, crujientes y diminutos, trota saludando. Saluda de cerca, con una palmada en el hombro, un leve apretón en el antebrazo, incluso con un rápido y sonoro abrazo. Y también saluda de lejos, con la mano en alto, con grandes aspavientos en medio del gentío que rodea la plaza. El gentío que hinchando los papos levanta el runrún de un millón de pájaros, como si la plaza fuera el palomar de un gigante y los miles de espectadores fueran a levantar el vuelo de un  momento a otro. También saluda, más lejos aún, a los conocidos que bajan en tropa desde los cafetines de la Avenida de los Toreros, a los que identifica con una vista que es de águila para estos menesteres. Les ve bajar cautelosos las escaleras que les acercan a la puerta de arrastre ante la  que se forman los corrillos postineros. El amigo Pulardo les echa el ojo y desde Fleming agita ventrudo y zumbón su sombrero de jipijapa, acompañado por los amplios vuelos de su chaqueta de lino blanco o de su blazer azul marino de dorados botones, según el día. ¿Cómo resistirse a quedar en Fleming? ¡Quedamos en Fleming! No hace falta decir más. A veces surge el escándalo. Un joven con aspecto distraído le pregunta el otro día señalando al doctor si es ese Bienvenida –ha quedado en esa estatua- y al amigo Pulardo casi le da un telele. Es Pulardo propenso a teleles y soponcios. El amigo Pulardo está rebrincado, no cabe en sí de gozo, no se tiene en el sitio, ventea el ambiente como un perdiguero viejo, se barrunta el lleno de no hay billetes. Ya trota el amigo Pulardo hacia la puerta, le gustaría llevar la entrada en la boca, como el perdiguero viejo en el que sueña a veces que se ha convertido, en alguna noche de esas de calor y mal dormir, bajo las sábanas levantadas en oronda pirámide por su prominente panzamen. ¡Pero Pulardo repórtese! La entrada en la mano y al tendido. Dentro de la plaza, ¡qué placer, que deliciosa ansiedad al recorrer de una punta a otra el pasillo del tendido bajo! Unas veces a favor de corriente y otras, que también es gustoso, a la contra, como un cachalote deshaciendo un bando de peces pequeños, y siempre mirando de reojo la aguja de su fino reloj de caballero. Vamos hasta el estanco a por un cigarrón, y luego hasta la otra punta, a asomarse a las fotografías. Se le van los ojos: Belmonte con Vázquez Díaz, Joselito doblándose con un toro inmenso, Manolete de paisano con unas gafas de sol inmensas, los tendidos llenos hasta la bandera con esa afición de entonces. ¡Quién hubiera podido sentarse en las gradas junto con El Gallo, Belmonte y don Álvaro, y con un cigarro en la mano también! Pero no, no nos ha tocado. Sigue Pulardo trotando: fisgar la exposición, asomarse a la Puerta Grande tarareando Er Mundo. De nuevo saludando, apretando, aculando a conocidos que son desplazados sin contemplaciones por los volúmenes que menea Pulardo sobre sus diminutos zapatos abotinados de crujiente cuero cortado a medida. Mingitorio para que no aprieten luego las ganas a destiempo, brinquito para colocar la cremallera en su sitio, terminado con un taconeo airoso. Y las carnes se encajan, bien ceñidas por el corte impecable de la chaqueta. En los grandes días, en los días de los grandes carteles, antes de salir del común, el amigo Pulardo gira airoso sobre sí mismo, a la manera de una gran peonza, y de reojo mira en el espejo eso, el corte de la chaqueta, la ligereza de la franela ceniza de sus pantalones de altas vueltas. ¡Tarde de Toros amigo Pulardo! ¡Y que animales han traído, que trapío, que presentación y hay dos castaños y un cornipaso, que velas! El amigo Pulardo saluda, pero no merienda en la plaza. Oiga mire, todavía no es todo lo mismo. Y además es aficionado, que se habían pensado. Así que esta mañana ha subido ligero su corpulencia por la escalera de los chiqueros para ver el apartado de la corrida de por la tarde. Se le salían los ojos al amigo Pulardo. ¡Viva el ganadero! ¡Viva la gente honrada que todavía queda! Lo comentaba luego con Tato y con Doroteo mojando una gran porra en el café con leche de media mañana. Hace calor y Pulardo viejo amigo, se enjuga un ligero sudor de la frente con el pañuelo de algodón blanco. El amigo Pulardo vive feliz en España porque en España - si señora España esa maravilla – en España por la mañana se pueden mojar las porras en el café con leche y por la tarde se puede fumar un habano después de comer y luego irse a los toros, saludando y dando brinquitos, y en el tendido encender otro, una trompeta de la Habana que dure seis toros, y decir ole, OLE y OLE, ahora que la plaza se ha llenado de maricones que dicen bieeeeen. ¡Ay amigo Pulardo, amigo Pulardo que cosas dice usted! Pulardo las dice porque sabe que en la plaza esas cosas todavía se pueden decir sin que se revuelva ningún gilí. Pulardo sube las escaleras que llevan al tendido bajo, como quien asciende a la luz, al cielo, consciente en su pulcritud de cometer una irreverencia, menor si se quiere, al dejarse embargar por esa como elevación. ¡Es así el amigo Pulardo! Otra gente no es así y al subir por las mismas escaleras parece que gatea, mientras el amigo Pulardo se yergue, mete riñones, saca el cuello de entre las papadas, todo lo que da de sí, y por un momento, al salir al sol y al aire de la tarde, se descubre llevándose al pecho con la mano izquierda, el sombrero de jipijapa.

lunes, 9 de junio de 2014

MIURA III

Y MÁS DE LA DE MIURA...

EL TORO


El segundo de la tarde
Zahonero toro cárdeno bragado meano, 611 kilos, una joya de la Ganadería de los Señores Miura. 
Con toros así la Fiesta no morirá jamás.




Marco Galán.
"el mejor subalterno con el capote de todos los que han pasado por la Feria" según dejó ayer escrito José Ramón Márquez. 
Se pueden decir más alto pero no se pueden expresar mejor.

¡MIURA!

Acudimos ayer a los toros, para despedirnos de la feria de San Isidro con la corrida de Miura. Se oye a la banda tocar desde el tendido, es domingo, y los alrededores de la plaza son un bullir de gente, se presiente un lleno de no hay billetes. Uno de los pocos de la feria. Llena Miura. Antigüedad, 1849. Vemos llegar al crítico que con tanta inteligencia escribe en un periódico de los grandes, hoy que tan mal y tan interesadamente se escribe de toros. El viento le despeina la corona de pelo blanco que recompone con gesto rápido mientras habla con su acompañante, un chico joven al que va explicando una cosa y otra. La plaza tomada por el muslismo contemporáneo. Esperando en Fleming, muslismo con pamela, la sombra del buen doctor parecía alagarse más de la cuenta y maliciosa hacia el muslismo con pamela o pamelomuslismo. Como el viernes pasado, cae el sol a plomo y los tendidos, la plaza entera, están abarrotados. No queda papel dicen a nuestra espalda. Tarde también de extraordinarios cigarrones, público de trabuco y sombrero panamá. En la grada dónde nos sentamos, el muslismo contemporáneo degenera en grosero-muslismo: tres tiorras distraídas se han venido a la plaza en pijama encogido, espectáculo de desaliño poco edificante y más bien sucio. Afortunadamente lo que ocurre en el ruedo capta toda nuestra atención. De seis toros cuatro de bandera y el sexto, de peor condición, humillaba cuando iba toreado. Los cuatro primeros se arrancaban de lejos al caballo, con alegría y poder, empujando con fijeza metiendo los riñones, meneando el rabo. En general muy castigados en varas. Humillaban sin mañas ni malicia ni sentido, con poder. Pero parece que pesó más la leyenda de la divisa y ninguno de los diestros se decidió a aprovechar la ocasión. Tal vez, como en el día de Vitorino, se tratara de una terna que llega hasta dónde llega, es decir con limitaciones técnicas muy claras, con un techo que no logran superar. Con honradez y valor para ponerse delante de estas corridas, pero en una paradoja que es hoy habitual, de alguna manera abocados a no poder sacarles partido, a no triunfar con ellas. El quinto fue devuelto por escaso de fuerzas y con gran prisa por parte de la presidencia que otros días espera y espera. Según un comentario del corrillo de aficionados a la salida de la plaza “había que chulear a Miura”. Como siempre la cuadrilla de Javier Castaño, a excepción de Tito Sandoval mal ayer, dio una exhibición de excelente lidia y toreo entregado, con saber antiguo, a grabado de La Lidia, estampa de majeza goyesca. Ver a Marco Galán colocar los toros en suerte de un solo capotazo amplio y sin violencia, es impresionante. Fernando Sánchez y David Adalid banderillearon poniendo a la plaza de pie. A nuestra espalda un grupo de aficionados de Tarancón pegan la hebra con nosotros y acaban ofreciendo bocadillo, torta de Tarancón y trago de la bota. Cuando al banderillear al sexto se va por fin el sol, un vecino de localidad suelta socarrón a los amigos: no os quejaréis, precios de sol y ahora da la sombra…

Leemos por la noche la crítica que hace Vincente Zabala junior a la tarde de los “Vitorinos”. Viene a ser un texto que bebe en el mismo espíritu que tanto parece escandalizarle. Reprocha al público, al que llama masa, haber convertido la plaza en un circo cruel, y lo hace denigrando al ganado y al ganadero con la misma violencia y saña irracionales que reprocha a la masa. Con el agravante de que se le suponen a él condiciones y conocimiento suficientes para ver algo más, para ayudarnos a indagar y discernir en lo visto. Su crítica es un bajonazo infame, un despachar la tarde con la misma violencia y grosería respecto de la ganadería que fue la de cierta parte del público al pitar tan injustamente a los toreros. Que diferencia con Andrés Amorós. En su artículo en el ABC nos encontramos con una crítica serena y lúcida, en la que como modestamente lo hacíamos ayer, expresa su desacuerdo con las pitadas del público –salvando como nosotros sobre todo a Ferrera y Aguilar-, explicando que se trataba de una corrida muy difícil, pero que por otra parte no es posible que se echen todas las tardes toros sin casta, sin fuerza, sin las condiciones básicas del toro de lidia, si es que el toro debe ser la base de la Fiesta (sobre lo que no puede haber ninguna duda). El cigarro nos ha durado seis toros, una auténtica trompeta de Sancho Panza para una estupenda tarde de toros. En fin.

sábado, 7 de junio de 2014

LA CORRIDA DE VITORINO. De nuevo y por fin, el toro.


Resulta difícil expresar la avalancha de sensaciones vividas ayer, el sinfín de impresiones, de emociones provocadas por esa tarde de Toros. De Toros con mayúscula, se diga lo que se diga y nos pongamos como nos pongamos, la mayoría con el trasero en pompa. Y nos resulta difícil, no sólo por la variedad y abundancia de lo que nos gustaría expresar, sino porque somos apenas aficionados en ciernes con poca costumbre de poner por escrito lo visto en el ruedo. Eso sí, con los sentidos puestos en el toro, siguiendo el consejo de don Gregorio Corrochano.

Uno sale de la plaza derrengado, exhausto, hecho migas física y mentalmente, tal es el esfuerzo de atención que requiere la tremenda exigencia del espectáculo. Y es que no se deja ver si el espectador no pone en ello todo lo que lleva dentro. Han trabajado la cabeza, con todo lo que da de sí la pobre inteligencia que pueda llevar dentro, apoyada en los magros conocimientos que atesora el espectador, pero también las emociones: el corazón, los nervios y la sensibilidad. Si el aficionado sale así del tendido, fundido, ¿cómo saldrá el matador de toros?

Si los toros son el anacronismo por antonomasia, los Albaserrada de Victorino Martin, mejor dicho, los “vitorinos”, son en la actual deriva de un Fiesta que decae, el anacronismo de los toros. No hay hoy quien pueda enfrentarse con solvencia a este ganado que nos recuerda que hubo un tiempo en que el toro bravo atesoraba eso que se llama casta, a este ganado que hoy nos ha sobrecogido, apabullado, arrollado. Run run en la plaza durante toda la corrida, polémica, emoción, verdaderas tertulias improvisadas y encendidas entre cada toro y a la salida corrillos de aficionados que abarrotaban los alrededores de la plaza sin disolverse, un verdadero gentío comentando la tarde, y que seguían allí cuando a la misma hora de otro día se hubieran ya dispersado, o no hubieran llegado a formarse. Cuántas veces hemos salido despacio de la plaza y nos hemos encontrado los alrededores ya desiertos, con algún rezagado corriendo hacia el metro, papeles por el suelo, movidos por el aire y algún programa abandonado, pisoteado.

Ayer por la tarde no se movió de su sitio ni un espectador, no salió nadie al terminar el quinto. Me dirán ustedes que vaya reseña. ¿No habla usted de los toros? Lo que quiero transmitir es lo que sucede cuando hay toro en la plaza, cuando tiene casta, fuerza, poder, presencia, hechuras. Todo lo transforma. En una palabra, emoción, sensación de estar la plaza llena, ocupada, tomada por el Toro.

Se evocaban a la salida nombres de algunos maestros de antes: Ruiz Miguel, Palomar, Esplá, y algunos se acordaban también de Andrés Vázquez y de muchos otros de los que no tomamos nota. Y si se evocaba a aquellos maestros era sin duda por contraste con la terna de ayer, superada en todos los terrenos por una corrida enormemente exigente contra la que los tres diestros se estrellaron. ¿Dónde estaban las figuras? Las figuras que cobran altísimos honorarios a cambio de sumir y mantener la Fiesta en una negra monotonía falta de la menor emoción, que puede sin duda acabar con ella. Figuras que son una amenaza interna para la Fiesta sin duda mayor que la amenaza externa que son los anti-taurinos de toda especie.

Pero sobre los toreros de ayer apresurémonos a puntualizar algo esencial. Nosotros nos quitamos el sombrero y tenemos el máximo respeto por quien sale al ruedo a ponerse delante de una corrida como la de ayer, cuando las mal llamadas “figuras” optan casi siempre por la falta de casta, de fuerzas, de acometividad, llegando a organizar festejos con toros elegidos directamente en el campo, sin sorteo, que ya es el colmo. Figuras que por mediocridad, codicia y falta de respeto a su profesión están sumiendo la fiesta en una monotonía con sensación de amaño que puede ser su final. Por lo tanto nuestro respeto y admiración a Uceda Leal y sobre todo a Antonio Ferrera y a Alberto Aguilar. Y nuestra censura más absoluta y categórica al comportamiento final de una parte del público, quizá lo peor de una tarde tan cargada de emoción y en la que había tanto que ver en el ruedo.

Es habitual que mucho aficionados comenten el deterioro de la plaza de Las Ventas y del público que a ella acude, la proliferación de cubatas y merendolas opíparas que trasiega un público que ni sabe lo que ve ni de esa manera puede verlo. Un público que ahíto y con la boca pastosa exige faena (¡ponte a torear!), así, sin más. Y lo exigía ayer cuando era obvio que era algo que no íbamos a ver, desbordada como estaba la terna, naufragando matadores y subalternos. Pero todos ellos, sólo por estar ahí, dónde nosotros no hubiéramos bajado ni por todo el oro del mundo, merecían al menos el respeto del público. No el aplauso, pero tampoco el insulto. Desde luego se debe exigir a los toreros, sobre todos a tantos que hacen las cosas de una manera engañosa. Pero también hay que saber ver y exigir a quien puede dar y no lo hace o no quiere hacerlo, a quien se reserva o hace trampa. Ni se reservaron ni hicieron trampas Ferrera y Aguilar ayer, es que no pudieron, no supieron. Desde mi punto de vista los dos fueron ayer honrados, que es todo lo que podían darnos.

En cuanto al ganado, les remito a las crónicas que hoy habrá en diversos medios. No las hemos leído todavía, para tratar de no contaminar esta pequeña crónica. Imaginamos que pondrán verde al ganadero, injustamente desde luego. Corrida magníficamente presentada, espléndidos toros, serios, poderosos. En el caballo, varios no pelearon con franqueza pero otros repitieron varias veces, y se les pegó mucho, en la muleta fueron a más, humillando, con casta, pies, fuerza, poder. Bocas cerradas y muertes espectaculares. El quinto tal vez manso, pero no pudimos verlo porque el matador no quiso sacarle de sus querencias y planteó la faena dónde quiso el toro. Primero en la tablas dónde el animal se hizo fuerte al terminar el tercio de varas y se mantuvo durante el segundo y luego en los chiqueros.

Les dejamos con este párrafo de una reseña de Rafael Cabrera, publicada hace unos días, que creemos viene a resumir muy adecuadamente el trasfondo de lo que vimos ayer y el momento que vive la Fiesta, público aparte. Y el domingo Miura si Dios quiere.

“Hace años sabías que un Raúl Sánchez, un Miguel Márquez, un Pedrín Benjumea, un Sánchez Bejarano, un Aurelio García Higares, un El Hencho, un Dámaso Gómez, un Pepe Ibáñez o Juan José, El Regio o El Inclusero y tantos otros lidiadores de más o menos segunda fila, tenían la capacidad y solvencia necesarias para quitarse ésta, o la corrida de El Pizarral, Cortijoliva, El Jaral, la de Sánchez Romero, Villagodio, Frías, Luciano Cobaleda, Arcadio Albarrán, Marqués de Albaserrada, los saltillos de Charco Blanco, los mezclados de Zaballos, la de Camaligera o cualquiera de las que en los años 70 y 80 pisaban el ruedo madrileño en los calores del estío.” Y ayer añadía la gente, un Ruiz Miguel, un Palomares, un …

MISCELÁNEA con recetario de poligó.

Dice Calvino de Liposthey que habrá que contar algún día las tardes de toros del gran Bergamota, de las que da muchas pistas, espigadas aquí y hallá, el material que con paciencia de escribano antiguo va desgranando el devoto biógrafo, y hasta cierto punto, reconocerlo es de justicia, hagiógrafo, de nuestro protagonista, el gran Alcides Bergamota, el grande. Veamos algún ejemplo, sacado de uno de los numerosos cuadernos de apuntes bergamotianos que se conservan en la biblioteca de Nava de Goliardos. NAVA, así sin ese, narices.

Algunos tabacos de pipa huelen extraordinariamente, tanto en la lata como al prender, pero en conjunta la pipa seca los morros.

A la salida de los toros, un grupo de aficionados nobles, encastados pero también con algo de genio, declaran su enfado por lo visto, el estado del público, de la plaza, de España. Teniendo parte de razón o mucha, en cuanto a público y plaza, quizá lo visto en el ruedo no nos desagrada tanto como a ellos. Hablando de que al poco tiempo de adquirido lo de Juan Pedro Domecq se les va de las manos a los nuevos ganaderos, lo explican diciendo que es que ahí dentro, en ese ganado, están metidas todas las castas y que sin la receta original –que sólo tiene el vendedor que transmite las reses pero no libros genealógicos, historia, etc.- enseguida se modifica la mezcla y sale por dónde menos se espera. Hacen toda clase de bromas sobre el símil de la cocina, la receta, el coctel, etc.

Gazpacho al vinagre revirado, con espanto de tropezones a la grasa y cadaver de hortaliza.
Marmitaco con k a la infamia harinosa, en mortaja de pez muerto.