jueves, 21 de febrero de 2013

PIPISMO

Reflexionaban Tato y Alcides sobre altas cuestiones, mientras Doroteo ponía al día su correspondencia, abriendo los elegantes sobres de la Sociedad Heráldica con una fina daga a modo de abrecartas.

- La cuestión de la pipa no es el habano, ni mucho menos. Así de sentencioso empezó Alcides, para continuar de esta manera:

- En la pipa priman sin duda la belleza del gesto y del objeto sobre el fumar. Belleza, estética, gesto, no es poca cosa. Pero fumar, fumar, el habano. Porque el habano tiene como supremo atributo, la lentitud, la languidez, el tiempo suspenso.

Tato, en lugar de replicar, le siguió el juego: 

- La pipa es más acida, requiere más atención, es más femenina y por tanto más nerviosa, apenas puede estar tranquila, requiere atención, exige cuidados, quiere protagonismo, se apaga caprichosamente. Es aromática, es ligera, ingrávida, tiene un punto de inconsistencia y romanticismo, la búsqueda del gesto, la pose antigua, la brevedad también. Fumar una pipa es, siempre, recordar a mi tío C., que la fumaba de brezo, sujetándola en un lado de la boca, mientras hablaba por el otro, con la pierna cruzada, el gesto pausado y airoso, la pierna cruzada, calzado de alpargata veraniega y pantalones claros, bigote, alta nariz. ¿Cómo transcribir aquí el recuerdo de su voz que todavía oigo?

Y es aquí cuando los dos echaron a andar para dar un paseo de esos, al caer la tarde.

MARIANO RAJOY: LA MENTIRA NO POR MUCHAS VECES REPETIDA SE CONVIERTE EN VERDAD.

Hace tiempo que decidí dejar de comentar los desafueros de la que he dado en llamar la Banda del Empastre; ese alegre grupo de irresponsables comandado por Mariano Rajoy que han tenido la "gracia" de obtener mediante engaños (como por otra parte es habitual en esta falsa democracia) el gobierno de la Nación.

Rompo esa disciplina autoimpuesta al escuchar casi de refilón la voz monocorde y engolada de Mariano en una de sus intervenciones del Debate que dicen, cursis ellos, del "Estado de la Nación".

Mariano no quiere bajarse del momio autonómico. Mariano hace loas y bate palmas ante los logros alcanzados. Mariano es un redomado caradura que no molestaría a nadie mínimamente avisado si no fuera por tres razones de peso; la primera que nos toma por idiotas y eso molesta, la segunda porque nos vacía los bolsillos y la tercera porque con sus gracietas y sus chistes, sus muletillas del "Mire usté..." y esa pose semihierática de canónigo sorprendido a medio eructo se está cargando lo poco que dejaron vivo los anteriores gobiernos de este periodo de la restauración borbónica de Juan Carlos I rey de España por gracia del "odiado Caudillo", que menuda ocurrencia tuvo el pobre.

Mariano Rajoy se aferra a la poltrona y se pone serio. Apela a su condición de electo con apoyo mayoritario para agotar la legislatura con promesas de que al final de la comida viene le bueno. No quiero ni pensar el postre que nos tendrá preparado semejante cocinero.

El problema de España no es único y anda la vieja Europa con achaques por doquier. Desde el fin de la II Guerra Mundial y una vez establecido el bipolarismo Comunismo/Anitcomunismo como eje central de la cuestión internacional, la Europa que dio su cultura a medio mundo ha ido entrando en una agonía lenta y de momento imparable.

Si Europa ya no es referente de nada bueno, en España la cosa adopta tintes trágicos ya que comenzamos a ser referentes de todo lo malo. Los lectores cepogordistas dirán que es ésta una vieja cantinela y que tienen los anaqueles llenos de soflamas y panfletos de toda época y color desde los tiempos de Iliberis hasta el 98  y después, anunciando de la crisis de España y lamentándose de gobiernos y gobernantes. 

Lo que a mi juicio supone una grave novedad es que en todo tiempo anterior hubo crisis y desastres, se perdieron años y vidas, se quebraron sueños y se torcieron voluntades, nuestros campos se tiñeron de sangre y nuestras esperanzas se tornaron vanas pero siempre se alzaron voces y hombres que iniciaron la senda de la recuperación y lucharon contra el poder propio o extraño para recuperar la esperanza del hombre al que Dios, nuestro creador, hizo libre, mientras que hoy, no parece que existan esos hombres ni se vislumbra una sombra siquiera de reacción.

Como explica el Profesor Dalmacio Negro Pavón en su excelente obra La Situación de las Sociedades Europeas, se corre el riesgo que de la crisis política alumbrada por los nefastos gobernantes sólo se pueda salir tras un periodo de dictadura. No es algo que los oídos del ciudadano medio quiera escuchar pero es una de las posibles consecuencias de un sistema basado en la mentira y mantenido por mentirosos.

Cuando el gobierno de una nación es incapaz de proveer a la sociedad de las condiciones básicas para las que existe, es decir paz, seguridad y justicia; cuando no hay Derecho sino Mentira, cuando hay exacción pero no Justicia, cuando la casta política se convierte en tiranía, o se rompe el yugo y se corrigen las causas o la Nación va directa a su disolución por la simple imposibilidad de la convivencia.

La responsabilidad de Mariano Rajoy es enorme. Mucho me temo que carece de las ideas y la voluntad para cambiar las cosas, si estoy en lo cierto debería irse y dejar que esta fruta podrida caiga al suelo para que de su humus surja una planta nueva. 

España precisa, una vez más en su Historia, de una regeneración mucho más profunda de la que preconizan las pocas voces que hablan de esa necesidad (UPyD). España necesita de un gobierno que venga de la sociedad civil, de los no contaminados ni comprados, de los no corrompidos por el sistema, de los hombres y mujeres que no tienen hipotecas políticas ni intereses partidistas y sobre esa base humana, por pequeña que ésta sea, edificar un futuro dónde primen los valores del Derecho Natural, donde haya un justo reparto de las cargas y los derechos, dónde la seguridad y la justicia sean las mayores preocupaciones, una Nación en fin, dónde puedan vivir los hombres y dónde no prosperen los gusanos.

Sanglier.  

miércoles, 20 de febrero de 2013

Una Iglesia Católica, Apostólica y Romana..

Ante la inesperada renuncia de Su Santidad Benedicto XVI surgen desde todos los rincones del orbe multitud de interpretaciones, algunas bienintencionadas y otras no tanto, más bien maliciosas o directamente malvadas.

La renuncia se venía mascando en círculos de gente enterada a raíz de las declaraciones más o menos veladas que gentes próximas al Pontífice y el mismo habían ido dejando caer en los últimos meses del pasado año tras el estallido del escándalo conocido como Vatileaks, de hecho los lectores de "Los Cuervos del Vaticano" de Eric Frattini publicado por Espasa en octubre del 2012 han tenido ocasión de leer estos testimonios.

No me propongo en estas breves líneas tratar de las causas reales de la renuncia que a buen seguro solo Dios conoce con suficiente exactitud, sino llamar la atención de nuestros lectores cepogordistas ante los indudables aires de renovación y cambio que se presienten en el entorno del Vaticano y de la Iglesia Católica.

En lo tocante al gobierno de la Iglesia, el papado de Benedicto XVI se ha caracterizado por dos notas importantes que nadie puede juzgar negativamente; uno es el tratamiento del doloroso y grave asunto de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y miembros de la iglesia ocultado de manera criminal y errónea por muchos obispos durante años y otro es el de haber tratado de afrontar el escándalo de las finanzas vaticanas, si bien en éste último caso su triunfo final aún está por llegar.

El problema de las finanzas del Vaticano es de los más graves que afronta la Iglesia; no tanto en cuanto a la necesidad de hacer una limpieza a fondo de personas, sistemas y costumbres, sino en cuanto es hijo de un proceso histórico que nace siglos atrás y por tanto atañe a la propia orientación de la administración . Lo que ahora sufrimos es el resultado de alineamientos y decisiones adoptadas hace años por otros pontífices y dignatarios de la Iglesia y que han ido configurando la economía del Estado Vaticano que hoy tenemos.

Para dar solución a los problemas presentes el nuevo pontífice tendrá que adoptar medidas que sin duda modificarán profundamente el Vaticano que hoy conocemos. La Iglesia continuará siendo Católica y Apostólica, queda la gran cuestión de si continuará siendo Romana o al menos Romana al estilo de los últimos tiempos, por el bien de todos los católicos espero que no sea así.

Sanglier.


martes, 19 de febrero de 2013

TERTULIAS DERROTISTAS

Rebusqueteando sobre Agustín de Foxá encuentra Doroteo esta frase suya (de Agustín, no de Alcides):

José Antonio mejoró mi espíritu. Lo maduró y me salvó del peligro de las tertulias derrotistas y sovietizantes", afirmó. Las tertulias derrotistas, esto es exactamente, con un formato u otro, a lo que se ha reducido el análisis de la realidad para la mayoría de la gente que nos rodea, que ha pasado sin transición ni reflexión del “España va bien” al “toesunasco” acompañado de los consabidos insultos a nuestra forma de ser, y a nuestra historia. Tropa que continúa ignorando sin el menor asomo de culpa esa historia, que es tan incapaz de razonar con serenidad, sin proyectar sentimientos, tan incapaz de hacer uso de espíritu crítico y de reflexionar como cuando las cosas eran de vino a cien euros botella. Desde luego personalidades en nuestra vida pública que sean capaces de cambiar esto y de sacarnos del derrotismo y de la socialdemocracia de pataleta y derechos no parece que haya demasiadas no.
TATO

sábado, 16 de febrero de 2013

Paseo: alguna vista.

El arbol.

La sierra.


La calzada romana



... y los amigos del cepogordista, en sus cosas.













PASEO

Cuando echa a andar monte arriba el cepogordista lleva en la retina las alturas nevadas del puerto de la Fuenfría, y en las piernas, que se acobardan un poco, el recuerdo de la ascensión. Luego se le ponen delante la inmensidad de los pinares ya por la tarde y las curvas cerradas de la diminuta senda nevada por la que descendieron como cabras hacia las Dehesas, ya de vuelta. Al hombre le había rozado una bota y lo pasó mal. El cepogordista lleva muchas cosas en la retina pero su caletre da para expresar pocas. Así es. En el recuerdo lleva también la belleza y la alegría española de los libros de andares de don Camilo. ¡Del olvidado don Camilo! Y se le vienen a la mente ahora, en esta mañana de sol, de primavera adelantada. El viaje a la Alcarria y el viaje por Castilla la Vieja. Lo habrá notado el lector si no es muy lerdo. Al recordarlos, siente un punto de envidia, pero no de envidia carpetovetónica, no le desea a don Camilo que se tuerza un tobillo o que le roce la bota, ni que le escuezan los muslos puestos en carne viva por un mal calzón. No. La envidia es sólo del silencio, de las soledades, de las distancias recorridas a pie, y del fumeque sentado al pie de algún árbol, o sobre una peña, un honrado Farias seco, apuntalado con papel de fumar. Le hubiera gustado al cepogordista acompañar a don Camilo, silencioso, al menos durante una jornada. Y se le vienen ahora a la mente las páginas, las vivas y hermosas páginas de esos libros de andares por España. Don Camilo, ya saben, aquél hombre grandón que escribió también La Colmena, Mazurca para dos muertos, el prodigioso charlador, el de Papeles de Son Armadans, el inventor de los más extraordinarios nombres. Parece a veces que la gente está a otra cosa.

Trepamos entre robles y fresnos, entre las rocas hasta la silla. Las piernas se esfuerzan y el corazón late y uno siente que la vida se renueva. Luego sigue el paseo regalando rincones y vistas, enmarcados por las moles de granito repartidas como a capricho. La mole de piedra a nuestra dercha siempre, y del otro lado el horizonte se extiende multiplicado por la altura, con la ciudad inmensa perdida entre los brillos del sol que sale tranquilo, como de charla con un resto de nubes que difuminan un panorama que hoy no tiene la nitidez de otros días. Pero que con este día de interludio primaveral se hace querer. Las cumbres nevadas presiden el camino. El paisaje, las vistas, el aire, son un regalo. En palabras del viejo cascarrabias que es Baroja: El Guadarrama resplandecía azul como una piedra preciosa.

Los compañeros del cepogordista, pues no ha venido solo, van a su aire, como es lógico. Otros no han venido. Al cepogordista le gustaría zaherirles un poco, fustigarles con la vara de avellano retórica, azuzarles. Sabe que no vendrán, y que no debe zaherirles. Así es la vida. Pasan delante del inmenso y solitario cedro, se detienen a escuchar los trinares de pájaros que no se muestran, huele de pronto a establo limpio, anunciando la proximidad de una vaquería, siguen hasta llegar al pueblo, donde toman un café. Digamos la verdad, el cepogordista y sus compinches se ven a sí mismos como altos exploradores, como a Valdivia en el Chaco y, aproximándonos en el tiempo, se mueven convencidos de hacerlo con el sigilo de Perro de la Pradera, el guerrero Crown o del trampero Sam Minard, calzado de silenciosos mocasines. Sin embargo sus andares son más bien los de Bisonte que se tropieza. Arrastran los pies, dan pisotones, y arman una escandalera con bastones de duro hierro y afiladas puntas, que repiquetean sobre el granito milenario, al que tratan de arañar rabiosos, gimiendo y vibrando, y a los que han quitado las conteras de coma, como el macarra le quita el silenciador a la moto, para decir aquí estoy yo. Así que los pájaros, no es extraño que no se dejen ver. A media distancia, los habituales mirlos de pico naranja, y un poco más allá, cornejas o urracas, triscando por el campo, con esos saltos de andar como sobre zancos de muelle.

Pero no seamos injustos. El cepogordista y sus compañeros distan mucho de ser eso que se conoce como domingueros. Son inofensivos, y hasta una bendición para la sierra. Han cuidado su atuendo y evitado licras y tejidos chillones; no llevan gorritas de beisbol con publicidad de una constructora, ni radio, ni cascos, ni juegan con el móvil que va en silencio. En su inocencia, llevan en el bolsillo derecho del abrigo unos buenos prismáticos. La senda es amable y no tiene peligro. El único riesgo proviene de unos como ciclistas. Son una gente rara, que zumba con la cabeza gacha, como sin mirar. Un carnero los mira pasar mientras trisca una hierbitas y surge la comparación obvia (y ofensiva para el carnero). Nos avisa de su acometida el ruido infernal, como a desguace, que monta el aparato negro sobre el que van cosidos. Negro el aparato y negros ellos. Un par de veces hemos tenido que dar un brinco a un lado. Son gente que ha mutado, el cuerpo enfundado en ropas prietas que se ajustan a las más variadas carnes que puedan imaginarse y que les han salido como una segunda piel. Llevan plástico, gafas de sol, cascos, decenas de cremalleras y unas como botitas de fierro enganchadas a los pedales. Para colmo, llevan el trasero reforzado, como forrado de un corcho sujeto por dentro de un horrible pantaloncito que seguramente llamarán culotte. Pasan bufando, y como un resto de su antigua condición, se les escapa un saludo, un “buenos días”. Lo sueltan al adelantarnos como ruidosas exhalaciones y esas dos palabras invitan pese a todo a un cierto optimismo. Al segundo les hemos perdido de vista, al momento nos hemos olvidado de ellos, los pájaros siguen cantando, el granito sigue quieto, ya pisamos las grandes losas fuertes y pulidas de la calzada romana, la hermosa e indiferente calzada que marca el camino desde hace dos mil años, y que recuerda al cepogordista las vanidades del momento presente, la fugaz hermosura del mundo. Por el cielo planean dos rapaces inmensas, la cola en forma de uve, el pico curvo, fuerte y corto, los extremos de las alas dentados en redondo, el plumaje del dorso es pardo y negro el resto. El caletre del cepogordista que no es el de don Camilo y no da para identificarlas, y tampoco da para inventarse el asunto. El cepogordista lleva días más bien centrado en el tejón, y se ha dejado el libro de aves. Porque el tejón es un mamífero con el que el cepogordista se identifica especialmente. Pero esto es otro cuento. La pareja de rapaces planea en lo alto por los caminos del aire, delante del Guadarrama que brilla azul y orlado de blanco como una piedra preciosa, como ingrávidas y de otro mundo, como si durante estos años hubieran estado allí siempre, acompañando a la calzada romana, para asombro de caminantes.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Diátriba (no lea usted que es alma sensible).

El pobre Mariano, o el memo de Mariano, según se quiera abordar la cuestión, no deja de ser un Zapatero, sin la pluma, pero un Zapatero al fin y a cabo, aunque sin el aire femenil y cretinoide. Al menos de puertas afuera y mientras tiene la boca cerrada, escondida tras la barba. Cuando la abre, vuelve Bambi, porque en rigor el discurso viene a ser el mismo, es decir nada. La nada. Sus palabras producen una succión de la materia que deja tras de sí el vacío, el desierto, el fin de occidente, la pura masa sin forma alguna. Cuesta creer que alguien pueda tener la cabeza tan hueca o tanta falta de vergüenza, tanto cinismo. La oquedad bajo la tapa del cráneo es tan inmensa que se oye retumbar el eco sin encontrar obstáculo: no hay una convicción, ni un principio, ni una idea, ni una creencia. Oiga usted, mire usted, a mí me parece, yo creo que he sido justo… Nada. Ausencia de discurso, todo es falso menos un poco, y las mismas falacias lógicas que utiliza el que me pone el café en el bar por la mañana, para defender a su equipo de fútbol: le han roto la pierna cuando iba a meter gol, pero eso no tiene nada que ver… He incumplido todas mis promesas pero he cumplido con mi deber... ¿? En fin. No merece la pena.

Retrocedamos unos años. 1547. Algunos progretones nos niegan, niegan a España, nada ha existido. La historia militar no tiene buena prensa por aquí, pero es interesante, porque al sumergirnos en un acontecimiento tan concreto como una batalla o una campaña militar nos facilita fotografías de ese instante, descripciones exactas de quienes estaban presentes cuando fue disparada la instantánea. Y así, en la campaña que llevo a cabo Carlos V contra la liga de Esmalcalda, y que acabó con su victoria en Mühlberg, resulta curioso comprobar, al examinar la fotografía, cuantos de sus protagonistas son españoles. Así puede verse al maestre de campo Álvaro de Sande, al mando del tercio formado por soldados reclutados en gran parte en Hungría, los cuales, poco amigos de los alemanes y por tanto del Imperio, entran en la batallada al grito de “¡España, España!”. En las escaramuzas que preceden a la gran batalla, Álvaro de Sande encabezaba una encamisada llevada a cabo por unos mil arcabuceros españoles que atacan el campamento enemigo sembrando el pánico. Luis de Ávila y Zúñiga dejó escrita una crónica de la campaña en la que participó activamente: de la guerra de Alemaña hecha de Carlo V Máximo Emperador Romano Rey de España. Está fechada en Venecia al año siguiente de Mühlberg, en 1548. El duque de Alba era el principal comandante del ejército imperial, directo asesor del emperador. El cruce del río Elba por el ejército de Carlos V fue posible gracias a la hazaña de once soldados españoles quienes, con las espadas en la boca, cruzaron a nado el rió para apoderarse de los pontones retirados por el ejército protestante que mandaba el grueso Juan Federico, príncipe elector de Sajonia. Se montaron un poco más lejos, río abajo, y permitieron cruzarlo. Una vez derrotados los protestantes y capturado el grueso elector, su custodia fue confiada a Alonso Vivas, maestre de campo del tercio de Nápoles, es decir, de un tercio de infantería española. El lugar dónde al terminar la batalla acampó el emperador, ya de madrugada, fue denominado por la población local Spennsberg, versión dialectal de Spanierberg o monte de los españoles. Más tarde, una de las condiciones de la capitulación de la ciudad de Wittemberg fue que en ella sólo entraran tropas alemanas del Emperador, pero no las españolas. En la campaña de Mühlberg participaron los tercios de Hungría, Nápoles y Lombardía, también conocidos, como era habitual en aquella época, por el nombre de sus comandantes, respectivamente los tres maestres de campo, Sande, Vivas y Arce. En fin, hasta aquí, un poco de color español, en su versión más limpia y positiva.

El que quiera saber un poco más del tema puede consultar Mühlberg, 1547, por Mario Díaz Gavier, publicado por editorial Almena en su estupenda serie Guerreros y Batallas. Sí señor.