CRONICA DE UNA GUARDIA
Hace unos meses, en la última reunión lúdica del círculo, en un ambiente de sana camaradería e insana polución medioambiental, se encargaron las colaboraciones para el siguiente número del Cepo.
Juraría, entre la nebulosa de mis recuerdos aumentada con la edad y el deterioro de mi neurona, que me asignaron la “Crónica de una guardia de extranjería”
Salvedad: a toro y ron pasados, el tema me carece sumamente ameno e interesante para los lectores. Mi consejo: pasen directamente al siguiente artículo y archiven cuidadosamente el mío en la papelera.
Hace ya tiempo que me dedico a estos asuntos de extranjeros –entre otras cosas para poder llevarme algo a la boca- y os puedo asegurar que en mis primeras guardias, el ojo estaba abierto y la mano, pluma en ristre, preparada a las siete de la mañana, esperando una llamada del Colegio de Abogados indicándome dónde tenía que acudir y “los clientes” que tenía que “defender”.
Evidentemente, el tiempo pasa y las costumbres se relajan y las mías no van a ser menos.
Después de estas breves líneas introductorias, sólo para rellenar papel, entraremos en materia.
Hagan ustedes un ejercicio de imaginación mental, los que puedan, y sitúense en los primeros días de agosto de 2009, vacaciones, el despacho casi cerrado y el ilustre Letrado roncando a más y mejor en la cama junto a su legítima. Santa y sufrida ella.
En determinada hora de la mañana, no se puede precisar, pero desde luego no eran las siete, llamada al canto. El Sr. Letrado se levanta como un resorte al toque de corneta y contesta.
Mmmmm, diga. Don ………. le llamo del Colegio que está usted de guardia. Vaya por Dios, a ver cuénteme.
Le voy a dar las seis asistencias juntas (el Letrado se espabila, hombre esto empieza bien, las seis juntas, no me van a tener el día corriendo por la provincia, digo Comunidad Autónoma), le toca Barajas (la cagamos) y las personas son……………………………
¿En Barajas donde? pregunta solícito el Letrado oliéndose la tostada; respuesta en la T4. Entonces el Letrado, ilustre donde los haya, se acuerda de la familia del empleado del Colegio, sus ascendientes y descendientes incluidos, hasta la cuarta generación.
El Ilustre Letrado desayuna, se asea, se viste –inciso como no va a tener que ir al Juzgado, el atuendo es fresquito y deportivo-, recoge sus papeles, un libro, sale a la calle, compra el periódico, coge el Metro y se planta en la T4. Sin prisa.
Una vez en ese edificio tan bonito pero tan inútil, pasa por Comisaría –agradables y monos los chicos, qué buen humor tienen esa mañana-, le dan al Letrado su permiso especial para transitar por las instalaciones reservadas del complejo, evita el chequeo corporal por la puerta reservada al personal autorizado aeroportuario; cola y manoseo que se evita ¡todavía hay clases!; empieza a recorrer pasillos, escaleras, baja a los sótanos y coge el tren que une la T4 con el “satélite”.
Para el resto del personal no iniciado en estas lides. A los que no dejan pasar en la T4, los retienen en unas dependencias ubicadas en el “satélite”. Muy modernas, se inauguraron hace un año. Eso sí, se acabaron con retraso porque a causa del pepino de ETA en el aeropuerto, no había dinero para acabar estas obras y las paralizaron. ¿Les suena estos de algo? ¿La falta de numerario? (Acepción 3ª del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, limpia, fija y da esplendor).
El Letrado, despejado, ilusionado y lleno de vigor y energía, se adentra por los pasillos del satélite, pasa los controles de pasaporte al revés, de dentro a afuera, se encuentra fuera del territorio del Reino de España (los de izquierdas que se jodan), y entra en las dependencias de la Brigada de Fronteras. Hora sobre las once treinta de la mañana de un jueves. La guardia empezó el día anterior a las 22 horas.
Me presento. Buenas que soy el Letrado del Colegio. Muy bien pues espere por ahí que dentro de un rato empezamos.
Efectivamente, a los tres cuartos de hora empezamos, tres mujeres guineanas, una uruguaya y otra de la cual no me acuerdo su nacionalidad.
El interrogatorio de las tres guineanas es penoso, una de ellas, el dueño de una discoteca –con una lista de antecedentes en España que podía servir de borrador a Saramago para sus pestiños (que se j… el Tesorero)-, la había dejado preñada y la remitía para Valencia a abortar; otra madre de familia a intentar ganarse la vida para alimentar a su familia y al parásito del marido, etc.
Lo normal, ninguna reunía las condiciones para poder entrar, así que todo se resume en un mero formulismo teatral, donde los actores somos el poli malo, el abogado bueno y el retornado convenientemente pasado por la piedra sin distinción de sexos. Igualdad pura.
La chica uruguaya tenía tela, aunque en ese momento no sabía cuanta, contó que venía invitada por su jefe a Palma de Mallorca como premio a su gestión laboral. Un poco difícil de creer.
Una vez que les notifican el acuerdo de denegación de entrada y retorno, rellenar con ellas los papeles de justicia gratuita, etc.
El Letrado les pone en lugar bien visible su sello. Nota del autor. Las normas del Colegio prescriben que les debes dar tu nombre, teléfono, dirección, número de fax, correo electrónico, el del Colegio. Vamos como si en lo profundo de Bolivia o de Guinea tuvieran esas facilidades.
Les explica que para que les den la justicia gratuita tiene que remitir al Letrado o al Colegio de Abogados, copia completa de su pasaporte, certificado de empadronamiento en España y certificado de vida laboral expedido por la Tesorería General de la Seguridad Social. Los últimos dos documentos muy fáciles de conseguir en Bata. ¡Viva al Administración y la burocracia!
(Perdones ustedes el desahogo)
Total que el Letrado se ha mandado fabricar un sello con todos los datos necesarios y lo planta en los papeles de los pav@s. Es enorme, y los funcionarios policiales se quedan con la boca abierta, pero reconocen su utilidad y en el fondo les da envidia.
No piensen mal los lectores, el sello se pone en los papeles, aunque a veces dan ganas de ponerlo en la frente u otro lugar que dejo a su imaginación.
Bien, es la hora de comer, las tres de la tarde y queda un pavo, un turco kurdo, al que hay que esperar traductor, el cual se dejará caer para las cuatro de la tarde.
Vale se dice el Letrado, vamos a menear el bigote. Sale de las dependencias, pasa las garitas del control de pasaportes y se dirige a buscar algún lugar donde den comida, la que sea. No hay que ser demasiado exigentes.
Después de intensas gestiones, se le informa que los únicos abrevaderos están donde las puertas de embarque, a los cuales no puede acceder por no disponer de billete de avión. La autorización de la Comisaría me la puedo meter por donde quiera.
Solución, coger el tren, volver a la Terminal T4, comer algo, volver a coger el tren y regresar. Todo facilidades.
El intérprete se retrasa y nos pone de mala leche a todo el personal, al Letrado y a los policías. Sobre todo porque tiene plaza en un avión a las seis de la tarde, todo hay que decirlo.
Mientras tanto, se pone al Letrado en antecedentes, se trata de un kurdo que está mal de la chota, volaba de Estambul a Rabat y en la escala en Madrid, decide que está mal y que se queda para le atienda un loquero. A todo esto, le han tenido que suministrar calmantes porque está agresivo y no saben si quiere pedir asilo o la va a emprender a guantazos con todos. Total un cromo.
En la espera, empiezan las llamadas del jefe de la uruguaya, un empresario suizo de cuyo nombre no quiero acordarme, que lo que dice la uruguaya es verdad, que él la trae como premio por lo bien que trabaja, ta, ta, ta. En realidad la trae para que le trabaje en una fiesta que daba en su casa de Calviá.
Se le dice que me mande la documentación por correo electrónico y que ya veré lo que se puede hacer.
Seguimos con el kurdo, efectivamente chota total; el intérprete es turco y saltan chispas a cuenta de la nacionalidad que debe figurar en los papeles oficiales. Como el intérprete está tocando los…… cojo al toro por los cuernos y de acuerdo con la funcionaria policial ponemos lo que nos da la gana.
Como el kurdo habla francés, conversamos y dejamos al tocapelotas del traductor aparte.
A todo esto, varios policías observando de reojo por si el pavo se ponía violento.
Indirectamente por parte del Letrado y los funcionarios de policía se le indica al chota si necesita algo más, si quiere pedir alguna cosa, ya sabe…. El chota ni se entera, así que se le dice por las bravas que o pides asilo o te embarcamos en el siguiente avión camino de Turquía.
Tranquilícense los lectores: no hubo acoso policial ni coacción física o moral. Simplemente se le ayudó a tomar una decisión.
Cae del guindo y pide asilo., Todos respiramos y al Letrado le toca de propina una ración de besos de agradecimiento.
La pena es que no se atendió la sugerencia de mantener retenido al intérprete unos días para meditar.
Vuelta al despacho; examino la documentación de la uruguaya y veo que la embarcan a las dos de la madrugada.
Escrito mierdero y cagando el producto vacuno de color blanco, el Letrado se sube a Plaza de Castilla, al Juzgado de Guardia para solicitar a SSª que impida el embarque.
Una vez en el Juzgado, comentario, vaya era raro que hoy no hubiéramos tenido una solicitud de esas. El escrito pasa al Juez, pasa el tiempo, entran funcionarios judiciales con bolsas de comida, se cierra el Juzgado, la gente que espera fuera y cuya categoría social está en la mente de todos se amotina. Un picoleto de edad provecta los trata de calmar con razones y buenas palabras. ¡Cómo ha cambiado el Cuerpo!
Por fin a la una de la madrugada me comunican que el Juez acepta la petición de medidas cautelarísimas y que la pava se queda. Mientras firmo la notificación del Auto del Juez, me piden el número de fax de la T4 porque no les entra el fax.
Llaman a Barajas y se monta la bronca entre el Juzgado y el funcionario de policía, SSª se pone al teléfono y le monta el pollo al madero. Total la dejan en tierra en el último momento con un cabreo importante. Sigue el culebrón. El viernes, llama la uruguaya, que ha hablado con su jefe y que se quiere volver. Uno se acuerda de su familia y de la del jefe.
Los maderos de Barajas dicen que hay una orden judicial y que por mucho que ella se quiera volver, que narices. Lógico, se les ha fastidiado el retorno la noche anterior, billete de avión, asistente social, policías para el traslado a la aeronave, etc. Todo el operativo. Contentos.
El sábado ante la insistencia del jefe se acude al Juzgado de Guardia a solicitar a la Jueza de turno que revoque las medidas, explicándole el problema. Muy comprensiva con el Letrado, deniega la petición cagándose en los muertos de la uruguaya por tener a orza a todo el mundo con sus cambios de opinión.
Por fin el lunes se acude a los Juzgados de lo Contencioso, se averigua a qué Juzgado ha correspondido esa pieza de medidas urgentes, se habla con el Juez sustituto y se hace una comparecencia del Letrado con todos los escritos presentados manifestando que la pava renuncia y quiere retornar. A última hora de la mañana el Juez dice que bueno, que no hace falta la vista con el Abogado del estado y la pava presente y que la retornen.
Como mera anécdota, son vacaciones judiciales y sólo se tramitan estas medidas y vulneración de derechos fundamentales, por lo que en los Juzgados hay escasez de funcionarios y en todo el edificio de jueces. A todo esto se supone que la guardia son 24 horas y finalizaba el jueves anterior a las 22 horas. La Santa con un cabreo del 357 Magnum ya que le había prometido que después de la guardia, es decir el viernes, cerraba la barraca por vacaciones.
Para conocimiento de los sufridos lectores sólo un pequeño detalle sobre el jefe de la uruguaya; se trata de un importante empresario suizo que pensaba que la justicia española era como un reloj de su tierra.
Al finalizar estas evocadoras líneas, me sigo acordando de la parentela del suizo y de la uruguaya con ganas.
Un saludo del abuelo cebolleta del siglo XXI