Edgar Neville es uno de
esos directores que de alguna manera rescatan el cine español. No es el único
por supuesto. Un argumento sencillo y ameno, sin histrionismos ni segundas intenciones,
nadie va a darnos una lección. Cuidada realización, dominio del contar haciendo
cine. Excelentes actores, todos ellos. En esta ocasión Conchita Montes y
Fernando Fernán Gómez, pero también la extraordinaria Julia Lajos, por citar
sólo a uno de los llamados actores de reparto, que se come literalmente la
pantalla. Y por encima de todo, Madrid.
Un paseo por Madrid visto
por unos ojos que saben mirar ¡y de qué forma! el Rastro, la plaza de Cascorro,
una corrala. Es el gran acierto de Edgar Neville, mirar lo suyo, contar lo que
conoce. Domingo de Carnaval podría formar junto con La torre de los siete jorobados y El crimen de la calle de bordadores algo así como una trilogía de
Madrid. Un Madrid entre castizo y noir,
entre alegre y terrible por la presencia del crimen, pero sin que esto suponga
caer en tremendismo, tópicos o Españas negras. Por la sencilla razón de que el
talento y la finura del director, que es también guionista, no lo permiten. Un
paseo por la ciudad redescubierta por la mirada viva y no exenta de ironía de
un gran cineasta.
Manuel Requea en su papel de ... Sr. Requena precisamente. |
No falta en su cine una
veta de profunda comicidad. Ahí es donde el papel de Julia Lajos es es esencial,
pero también el de Manuel Requena, fabuloso en su papel de impasible castizo
metido a ayudante de detective.
Máscaras solanescas. |
Por otra parte, agradecemos
infinitamente su recreación de Madrid y de lo español; el tono, el acento, la naturalidad
y en definitiva el profundo conocimiento de aquello que recrea y narra. Y todo
ello se resume en el clarísimo y natural homenaje a la pintura de José
Gutierrez Solana y, por Solana, inevitablemente también a la de Goya. La obra
de los dos pintores, sobre todo la del primero, amigo de Neville y que moría
poco antes del estreno de la pelicula, forma el paisaje en el que se
desarrolla toda la película, en pleno carnaval. Y ahí están las máscaras
terribles –una de ellas en un momento determinando nos hace dar un brinco en el
asiento- las escenas de comparsas, el entierro de la sardina llevada sobre una
cama antigua, de las de barrotes, escena que recrea la recogida por Solana en
uno de sus cuadros. Y todo ello sin las estridencias ni el esperpento que tanto
ha encasillado al cine español, después de que la extraodinaria pareja formada por Berlanga
y Rafael Azcona hubiera como secado, por el vendaval de su enorme talento, otras
fuentes de inspiración, dándose hoy por imposible, parece, retomar con ánimo y
talento la senda que dejó abierta Edgar Neville.
Para el Heraldo de Nava,
Alcides Bergamota Elgrande