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jueves, 22 de junio de 2017

TORERO


Nunca estaremos suficientemente agradecidos a Quintero, León y Quiroga. Y si canta Juanito Valderrama...

TORERO, TORERO, TORERO

Farruca (1962)

Letra: Antonio Quintero y Rafael de León / Música: Manuel López-Quiroga

 

Versión grabada por:

Juanito Valderrama

 

I Yo quiero verme en la arena con un sinqueño delante y cuajá una faena que la plasa se levante. Que las parmas echen humo en barrera y en tendío y er valor de que presumo entusiasme al mujerío.

 

Poné er corasón en un volapié er toro a mi planta mirarlo caé. Estribillo Torero, torero, torero, que vengan los toritos der campo de Jeré. Torero, torero, torero, que sierren los ojitos ar verme en el carté. Que por mi fama de temerario tenga er diario que pregoná; con la muleta ya el disloque, con el estoque no tiene iguá. Torero, torero, torero, mejor que el Espartero, valiente y andalú. Torero, torero, torero, que sepa er mundo entero que voy a sé torero por ti María Jesú

 

II Yo no le temo en el rueo que se me arranque la fiera pero en cambio me da mieo de tus ojos, compañera. Son igual que dos sartillos negros y atersiopelaos, son igual que dos cuchillos que en mi alma se han clavao.

Mi pena y dolor te quiero brindá por verte llorando sin pestañeá. Estribillo


Que por mi fama de temerario tenga er diario que pregoná; con la muleta ya el disloque, con el estoque no tiene iguá.

 

Torero, torero, torero, mejor que el Espartero, valiente y andalú. Torero, torero, torero, ¡ay, ay, ay, ay, yo soy torero! que sepa er mundo entero que voy a sé torero por ti María Jesú.

miércoles, 21 de junio de 2017

TOROS


Le vimos torear muchas veces. Por el fuimos a menudo a la plaza. Por lo que hacía, por su actitud, por lo que intentaba. Recordábamos su gran temporada, aquella feria de otoño, el desafío de los seis toros, la salida por la puerta grande de Madrid, una tarde en Guadalajara… Y hace un rato mirábamos los carteles de una plaza del norte y seguíamos buscando su nombre entre los toreros anunciados. Ni siquiera sabemos ahora como titular esto. ¿Recuerdo, memoria, desahogo? ¿Utilizar el latinajo In memoriam? Lo hemos dejado en eso, Toros. Desde que supimos lo que había pasado, llevamos unos días en un silencio interior. Y muchos aficionados están así, aunque parezca increíble, de luto. Sí, llevando un luto silencioso que en nuestro caso ha consistido en callar unos días, hasta que la noticia se ha posado en el fondo; el hecho ha tomado cuerpo definitivamente, pétreo e inamovible. No nos lo podíamos creer cuando nos avisaron el sábado por la noche. Pero ahora… Ahora, lo que era vago, improbable, lo que tal vez era un error, ahora es inapelable, fatal. La muerte del torero, en el ruedo, herido por el toro. Aunque no llevemos signos exteriores de pena, hay por dentro una aflicción, un duelo muy hondos. Y esto se conlleva con la renovada consciencia que al aficionado se impone, de que lo sucedido forma parte de lo que en la Fiesta, como en la vida, puede suceder. La impresión y el dolor tienen que ir inevitablemente acompañados de la plena aceptación de la fiesta de los toros, la del toro íntegro, la de los toros que hicieron grande a Ivan Fandiño. La fiesta en su totalidad, completa, sin mermas, sin disfraz ni recursos impropios, sin parodias, que es la forma de honrar la memoria de Iván Fandiño y de los toreros que como él perdieron la vida en el ruedo. Como comentábamos hace poco con otro aficionado, los toros son hoy, en puridad, una forma de resistencia moral. En la Europa de los minutos de silencio, que nada significan, rezamos por el eterno descanso de Iván Fandiño, por su familia –sus padres, su mujer, su hija-, por su cuadrilla. Para que encuentren el consuelo necesario e imprescindible en la Fe –hay vida después de la muerte-, y en la memoria de los días juntos.

AB el G, para el Diaro de N.

sábado, 10 de junio de 2017

El toro automático: San Isidro la víspera de Miura.

Esta actividad un poco extraña que es ir a ver toros, sólo o en compañía de Pototo, Boliche, Tato, el gran Bergamota, Calvino de Liposthey, toda esta gente que convierte la plaza en un hervidero social. Lo que también forma parte del asunto. El Amigo Pulardo, un poco hastiado, se negaba el otro día a saludar.

Hemos visto el toro automático, Jandilla. Es algo verdaderamente asombroso, el animal completamente mecanizado, frío, neutro, automático. Le buscábamos con los prismáticos, ¡con los gemelos hombre!, eso con los gemelos, el resorte con el que le habían dado cuerda sin duda. Imaginábamos al mayoral en los corrales con la gran llave de manivela. ¿Cuánta cuerda don Borja? Y esto lo decimos sin chufla. Hay que ser un ganadero realmente extraordinario para conseguir ese producto tan acabado, tan pulido, tan mecanizado siendo todavía un animal. Otra cosa es que nos guste ese toro o no. Y no nos gusta. No es el Toro. Es otra cosa, una automatización de lo zoológico que sirve para una forma de entender el toreo que a nosotros nos parece que rompe con lo que torear debería ser, con lo que ha sido torear durante siglos. Y que francamente, tiende a aburrir. El toro automático no plantea problemas, no los que plantea el toro bravo con algo de casta, cuyo comportamiento variará dependiendo de cómo se le hagan las cosas, o los que plantea el toro manso, no digamos el manso encastado, o el bravo encastado, codicioso, de poder. El toro automático pasará mil veces, las mil de la misma forma, sin enterarse, en la misma posición, al mismo ritmo. Nosotros que no vamos apenas a esas tardes de toros automáticos (de esos que permiten el lucimiento cuando no se desploman, el famoso toro artista –las memeces que hay que oír-) nos quedamos verdaderamente asombrados. Y el aburrimiento viene de eso, de lo previsible que no presenta desafío técnico alguno, que alarga las faenas, que resulta, al final, frío y carente de verdadera emoción. Y al asunto ese se le echa encima la palabra arte, para taparlo, y todos encantados, grita el Amigo Pulardo congestionado.

Frente al toro automático, la llamada semana torista. La denominación es ya indicativa de la crisis que se vive. ¿Es que un espectáculo que se llama “los toros” puede no ser torista, puede no tener como centro, como eje, el toro? Pues eso es lo que ocurre. Que el toro es el eje de la fiesta sólo durante los días finales de San Isidro y durante esos días, con la honrosa excepción de Talavante, a quien hay que agradecer el gesto –ya decía el Amigo Pulardo que los toros son gesto, como la vida misma-, las figuras se esfuman. Y se enfrentan al toro toro, otros toreros. A ellos les agradecemos también el gesto, como no, pero nos dejan con las ganas de saber qué pasaría si a esos Cuadri, Dolores Aguirre, Rehuelga (Santa Coloma Buendía) los torearan los que se supone que son los mejores toreros. ¿Veríamos al rey desnudo? ¿Se confirmaría la crisis de verdaderas de figuras del toreo? ¿O por el contrario se revitalizaría el espectáculo?

El éxito de la corrida de Victorino Martín del martes pasado nos da una idea del resultado. Lleno de no hay billetes, 23.564 entradas vendidas. Vimos a Talavante torear esos toros y sobre todo vimos a Paco Ureña fajarse con Pastelero, en unos lances de una profundidad, intensidad y belleza que pusieron a la plaza de pie: la acometividad del toro era impresionante y la forma en que Ureña colocado en el sitio lograba canalizarla en muletazos profundos y largos más aún. Y eso a un toro atento, mirón, serio hasta decir basta, presto a aprovechar cualquier fallo del torero que le diera una pista de por dónde iban las cosas. La vuelta al ruedo que dió el torero, sin mayores trofeos para fallar con la espada, vale más que  la mayoría de orejas de la feria. Al día siguiente, con los impresionantes Santa Colomas de Rehuelga volvieron bravura y acometividad, con seriedad, sin automatismos. En las dos tardes vimos toros acudir raudos al caballo tres veces ¡tres! cada vez desde una distancia mayor, empleándose a fondo con un poder y una bravura que brillaban por su ausencia hasta entonces. Se planteó la cuestión de si los Santa Colomas estaban fuera de tipo o pasados de kilos. Pero lo cierto es que poderío tenían, lo que dio pie a que un aficionado dijera que la casta mueve los kilos que sean. 

Sin duda el toro de la feria debería salir de una de esas dos tardes. ¿Pastelero o Liebre? Y lo mismo decimos de la mejor faena, la de Ureña a Pastelero, y de la mejor corrida, la de Rehuelga, aunque el no haberse lidiado completa (le rechazaron un toro, cosa harta extraña a la vista de los otros cinco) lo impedirá. Como decía un cartel el otro día, en pleno tendido: no hay mejor marketing que la casta.
 Genaro García Mingo Emperador,

para el Heraldo de Nava.


PASTELERO
(fotografía de la web de Las Ventas)
 PASTELERO Y UREÑA
(fotografía de la web de Las Ventas)

El impresionante Liebre, de Rehuelga.
(fotografía de Andrew Moore, publicada en Pureza y emoción)

sábado, 27 de mayo de 2017

A los toros.

Claro que seguimos acudiendo a La Plaza. La Plaza con mayúsculas, pese a todos los avatares. Y con nosotros el Amigo Pulardo, Tato, Bergamota el eximio polígrafo, Doroteo y the Countess, cada vez más arrimados los dos últimos. Calvino de Liposthey a menudo se une a la pequeña expedición que se monta desde Nava de Goliardos, que también es Puebla de lo mismo. Lo que sea necesario para no perder el hilo de sus crónicas.

El Amigo Pulardo ha estado esta misma mañana husmeando por La Plaza, comprando alguna entrada suelta, fisgando y observándolo todo desde su corta estatura, casi todo el rato de puntillas sobre sus lustrosos botines de piel de potro, con sombrero de jipijapa, pañuelo de algodón, corbata de lazo. El Amigo Pulardo se agita en la cola de las taquillas, con poca gente que es muy pronto. Se le acerca un reventa destentado: entradas para hoy. No gracias si tengo ya entradas, vengo para otro día. Un abonado quiere colocar las suyas, son dos, porque el cartel de por la tarde no le entusiasma del todo. Una entrada para el apartado oiga, aquí tiene. Se dirige hacia el patio de caballos al trotecillo lento de su piernas cortas aunque bien proporcionadas. Dos mejicanos piden un programa con los carteles de San Isidro, que lo quieren llevar para Méjico de recuerdo. Se les acerca un señor para explicarles que, por un euro, pueden ver el apartado de la corrida de por la tarde, accediendo por el patio de caballos a los corrales de la plaza. Se quedan como pensativos, asombrados del gesto amable en su humildad de turista modesto, temeroso del engaño. ¿Un euro? Queda en el aire el gesto amable. Mire, es que en los toros, como en la vida todo está en el gesto.

El Amigo Pulardo sube las escaleras despacio, enseguida resopla como un ternero cebado. Va embutido en un terno magnifico, salido de las manos de un buen sastre. No ha renunciado a eso. Los toreros se visten de plata y de oro. ¡El Amigo Pulardo se viste también! Es su forma de hacer, a su manera, un gesto también. Para mostrar respeto por los que pisan el ruedo, un respeto un poco trasnochado para estos tiempos en que hasta la corbata cae y la gente no se viste ya ni para la Misa del Gallo. El traje marca con precisión artesana su silueta canija, elegante y oronda, llena de severo empaque. Pero se ha descuidado últimamente. Teme que si resopla demasiado (resopla usted como una ballena oiga) salten las costuras del traje y puedan asustarse los toros por el estallido, y la gente de verle de repente en ropa interior, semi en cueros, como si de una performance marrana se tratara. Así que se para en un peldaño y deja pasar a la gente, para acompasar la respiración. Aquello está lleno de niños piensa con cierta alegría. La cornamenta inmensa de uno de los bueyes de la parada de la plaza le recuerda de inmediato a Fidelio Lentini Spotti, la pústula de los Abruzzos, el gran cornudo. Se hace el silencio y desfilan los gruesos toros de los Espartales, negros, ensillados. ¿Qué juego darán? Acodado en una barandilla repasa la corrida a placer y ve moverse los toros con los ojillos encendidos.

Ya en el museo taurino, saludos con el de las entradas. De usted me acuerdo caballero. ¿Les gustaron los toros de aquél día? El Amigo Pulardo va a tiro hecho. Lo que quiere es leer de nuevo aquél poema conmovedor de Rafael Duyos, a la muerte de su amigo Antonio Bienvenida. El sacerdote y el torero. Al Amigo Pulardo se le va el sentido murmurando aquellos versos. También se acerca a ver el busto de Ricardo Torres “Bombita”, y el retrato de Belmonte de Vázquez Diaz. Con los billetes en el bolsillo se va a casa. Al salir del patio de caballos se cruza con los dos turistas mejicanos que llevan en la mano las entradas del apartado al que finalmente han asistido. ¡Por un euro, híjole!

domingo, 7 de mayo de 2017

APARTADO

Las Ventas esta mañana. El Cepogordismo acude a taquillas a pertrecharse de entradas sueltas para la feria. A gastarse lo que no tiene, a vivir por encima de sus posibilidades, pues a las entradas habrá que sumar el ajetreo, los cigarros de la habana, el ir y venir, las noches sin sueño estudiando los encastes, la caña, el café, la tertulia. Y el cepogordista, de paso, por una módica entrada de un euro se anima a asistir al apartado de la impresionante novillada del Conde de Mayalde que se lidia esta tarde, gran expectación en el patio de caballos dónde se forma una larga cola delante de la puerta que da acceso a los corrales de la plaza, las zahúrdas de Plutón, las tripas del invento, el lugar dónde se cuece el asunto, en parte. Oiga que las cosas vienen ya cocidas. Ya pero es que presentado así daba más misterio a la asunto. Los condesos son impresionantes, verdaderos toros, más que novillos. Cuatro preciosos castaños, dos negros, todos ellos tirando a astifinos y abiertos de pitones conformando un muy amplio e impresionante balcón. ¿Qué juego darán? Con un promedio creemos que de más de 480 kilos, tal vez algún ejemplar venga un poco sobrado de mollas. Es la duda que queda. Por lo demás los condesos, en chiqueros y corrales impresionan y hay a su alrededor un gran ambiente. En la taquilla, un reventa se dirige a un señor que hace cola para ofrecerle unas entradas. Oiga a mi inglés no me hable que soy de Cuenca. A perdone es que como le veía con el pelo así rojito… Sol de mayo, luz sobre la plaza en un ambiente sereno, patio de caballos, guadarnés, tertulia de picadores en un banco a la sombra, salen los inevitables orientales del museo ¡el sostén de la fiesta!, sigue ahí la parra, con el verde de las hojas encendido por el sol, lápidas de mármol recuerdan tardes de triunfo, y la plaza inmensa y soleada espera sin duda esas tardes en las que se cuelga el cartel de no hay billetes.



 EXPECTACIÓN




 SOMBRA Y BALCÓN


 SOMBRA Y BALCÓN, A VER QUIEN SE ASOMA.


 LA PARRA




MODERNEZ: PLAZA Y CALLES JULIO CAMBA, y SANCHO DÁVILA Y AVENIDA DE  LOS TOREROS. ¿IRÁN A POR ELLAS?

jueves, 9 de marzo de 2017

CARTELES DE SAN ISIDRO, GRAN REVUELO

Ya han salido los carteles de San Isidro. Me llegan rumores de que se ha liado el taco en Nava de Goliardos. ¡Gran revuelo! me dicen. Naturaca, como diría Plinio, lo normal es que la expectación, las ganas apenas aguantás de ver toro y faena se hayan desbordado en primicias y emociones. Como en cepogordo somos gente de más linaje que posibles y de más aptitud que medios (ya tienen frase pa criticar) no podemos afrontar la Feria de la forma que sería adecuada y razonable. Lo suyo sería tener ya habitaciones reservadas en el Wellington y dedicarnos en cuerpo y alma a la Feria. La Fiesta de los Toros requiere de serenidad y reflexión, de tiempo, mucho tiempo, para ir a los sorteos, para hablar con unos y con otros, para digerir las faenas, los detalles, los momentos. Para callar y escuchar, para ver y anotar, para pensar y dejar que las neuronas hagan su trabajo que consiste en ser las papilas gustativas del sublime y misterioso arte del toreo. Pues así estamos señores, compuestos y sin Wellington. En este nuevo ciclo isidril hay una semana que nos va a dejar secos como la mojama. Me refiero a la semana del 4 al 11 de junio que se presenta con un menú de toro-toro que a ningún aficionado consciente puede dejar indiferente, para beneficio del lector reproduzco el menú:

Domingo, 4.- Toros de Cuadri para Fernando Robleño, Javier  Castaño y José  Carlos Venegas.

Lunes, 5.- Toros de Dolores Aguirre para Rafael Rubio  "Rafaelillo", Alberto  Lamelas y Gómez del Pilar.

Martes, 6.- Toros de Victorino Martín para Diego Urdiales,  Alejandro  Talavante y Paco Ureña.

Viernes, 9.- Toros de Adolfo Martín para Antonio Ferrera,  Juan Bautista y  Manuel Escribano.

 Domingo, 11.- Toros de Miura para Rafael Rubio "Rafaelillo",  Dávila Miura y  Rubén Pinar.


¿Que les parece? Canela en rama, chocolate del fino, torrezno supremo. En fin "naide" se puede perder esas tardes que comienzan con los Cuadri y acaban con Los Miura. Palabras mayores. Oro puro de ganaderías portadoras de sensaciones inagotables.

No podremos afrontar esas fechas cumpliendo con la organización más deseable, pero sacaremos fuerzas de flaqueza y buscaremos los medios donde haya que buscarlos para asegurar nuestra presencia. No podemos dejar de ir a ver a los toros-toros, lo demás, saltos de rana y panzadas de animalista. ¡Vivan los Toros! ¡Viva La fiesta! ¡Arriba el campo! ¡Viva España!

miércoles, 1 de febrero de 2017

ANIMALISMO Y LIBERTAD

Vaya por delante que el que ésto escribe no es persona aficionada al circo y menos aún a los números con animales amaestrados. 

Desde mis primeras visitas infantiles al circo recuerdo el aburrimiento que me producían los perros danzantes y las cebras saltarinas. Los elefantes y leones no me producían excesiva impresión, no por ser infante de especial valor sino por las lecturas de las Sagradas Escrituras,  los almanaques de mitología griega, las Mil y Una Noches, Salgari y Verne, alimentos para la imaginación que le iban curtiendo a uno en la aceptación de los fenómenos de la naturaleza y el santo pavor al león de Sansón, a la Medusa y al tigre de Bengala que han ido moldeando el carácter del personal occidental desde hace unos miles de años.

Nos despierta hoy otra noticia que incide en el permanente liberticidio del que es víctima el contribuyente hispano.

Los políticos que dirigen los destinos de la Comunidad de Madrid se plantean prohibir el circo con animales, es decir el circo como se conoce desde hace milenta de años como dirían en La Mancha.

Las razones (aparentes) que se aducen están relacionadas con el maltrato animal. Pues muy bien, se trata de un argumento "cojonudo" cuya lógica serviría para cerrar bares y prohibir infinidad de actividades sometidas a licencia o reglamento (miles). 

La razón fundamental que creo se esconde tras este nuevo ataque a la libertad del personal consiste pura y simplemente en persistir en el ejercicio indiscriminado del pastoreo social y la cura de almas.

Las lumbreras que promueven esta medida, de manera consciente o inconsciente sostienen que el animal es igual al hombre. La bestia tiene los mismos derechos (no deberes, ya que el pato o el perro no pagan impuestos ni se dan de alta en el padrón) que el ciudadano Martínez y por tanto deben ser protegidos de cualquier clase de maltrato, incluyendo su confinamiento en jaulas estrechas o su reclusión en cercados sin el debido nivel de confort. 

Al amparo de esa doctrina antihumana cuyos máximos voceros son las asociaciones animalistas de ideología ultraizquierdista, se nos dice que el circo con animales es malo porque los circenses tratan al bicho fatal y lo someten a maltrato y vejaciones.

Vayamos por partes. Los espectáculos circenses con y sin animales están sometidos a la legislación vigente. Aquellos que ejerzan la actividad conforme a Derecho tratarán a los animales correctamente dentro de lo que se entiende correcto para un animal=bestia inanimada y obviamente no hombre (un animal no es una persona).

Aquellos que maltraten al animal actuarán fuera de la Ley y por tanto serán susceptibles de reprensión en la forma prescrita.

Superado el estrato puramente legal, está la cuestión de la LIBERTAD. El circo es un entretenimiento que gusta al personal desde hace miles de años. Los espectáculos con animales son tan viejos como la humanidad y si su vigencia perdura es por la aceptación que tienen entre un sector no pequeño de la población.

Manifestar que el adecuado trato al animal es algo deseable resulta innecesario en una sociedad evolucionada como la española.

Los animales de circo no son salvajes y se crían en cautividad con el propósito de ser amaestrados para la exhibición de sus habilidades. Ésto puede gustar o no pero no es razón suficiente para prohibir el espectáculo. Siguiendo esa lógica sería legítimo prohibir la exhibición de carnes flaccidas, canillas peludas, tatuajes por todo el cuerpo u otras cosas que a cierta parte de la población ni nos gustan ni nos parecen edificantes.

El problema de fondo es el desmedido deseo de atentar contra la libertad del individuo y la voluntad de imponer un modelo de vida.

El animalismo es uno de los movimientos más siniestros que ha alumbrado la post-modernidad ilustrada por la nueva izquierda. Sus postulados son erróneos de principio a fin y atentan contra la visión del humanismo cristiano que ha permitido el desarrollo de la civilización. 

El ansia de los poderes públicos en manos de la izquierda radical para moldear la vida de los administrados es sólo comparable a la pasividad de la falsa derecha de la careta y el inmovilismo. No se alzan voces que reclamen cordura ante un atropello mas que va minando el libre albedrío del contribuyente. 

Ni tabaco, ni toros, ni opinión independiente, ni praxis religiosa pública, ni tradición, ni folclore ni nada de nada que no sea la mediocridad vital, el sometimiento absoluto a doctrinas pestilentes que deshumanizan al hombre hasta convertirlo en un pelele silencioso, hiperconectado a una red de producción y consumo, un mundo de zombies callados que sirven al gran libertador.

Me dicen que los empresarios del circo suelen ganar sus pleitos en los tribunales, espero que siga siendo así y que los que disfrutan de sus espectáculos puedan seguir acudiendo en Madrid a ver a los perros sabios, las cabras videntes, las cebras saltarinas y el elefante que toca el trombón. A ver si adiestran a un mono para que aprenda a soltar tacos contra los liberticidas y se "cague" en el sistema...será una pruba más de que el hombre amaestra a la bestia.  

martes, 8 de noviembre de 2016

PALOS


A nosotros nos gusta mucho dar de palos.

Cambises García Lardón, activista en paro.

 

Las manos de palos que se pierden, no se pueden ya contar.

Alcides Bergamota el Grande, conferenciante, agitador, polígrafo, eremita.

 

 

Del cartel anunciando una corrida de toros para el 30 de mayo de 1836:

 

“Sigue la prohibición de los encierros públicos, y de que nadie arroje a la Plaza cosa alguna, ni baje a ella hasta muerto el último Toro. Se prohíbe también sin distinción de clases, con inclusión de la militar, el que pueda permanecer persona alguna entre barreras durante la función. Asimismo se prohíbe el uso de chivatas, palos o garrotes, y sólo se permitirán bastones de adorno. Las patrullas celadoras cuidarán de que tenga efecto esta determinación, y los contraventores serán corregidos como corresponde.”

 

Otro cartel anunciando un festejo en Madrid –corrida de la Beneficencia- para el día diez de junio de 1888. Se anunciaron cuatro espadas: Rafael Molina (Lagartijo), Manuel García (El Espartero), José del Campo (Cara-Ancha), y Rafael Guerra (Guerrita), con toros del Duque de Veragua. Puede leerse una advertencia legal semejante a la anterior:

 

“Se previene al público de orden de la Autoridad: 1º Que no se lidiará más número de toros que el anunciado.- 2º Que si algún toro se inutilizase en la lidia no será reemplazado por otro.- 3º Que está prohibido arrojar al redondel cualquier objeto que pueda perjudicar a los lidiadores o interrumpir la lidia.- 4º Que se usarán banderillas de fuego para los toros que no hayan tomado más de tres varas.- y 5º que nadie podrá estar entre barreras sino los precisos operarios, ni bajar de los tendidos, hasta que el último toro esté enganchado al tiro de mulas.”

 

Se ve que las costumbres se han suavizado y el público aquietado un poco, pues no hay referencias ya a garrotes y otras armas contundentes, con las que el público se tiraría al ruedo a lidiar por su cuenta o se daría de palos a la primera ocasión. En cambio, lo que en el segundo aviso trata de prevenirse es el lanzamiento de objetos perjudiciales. A falta de poder propinar garrotazos, lanzamos lo que se tercie. Por ejemplo un botijo. Lo que de uno a otro cartel no ha cambiado son los intentos por acceder al callejón de la plaza (“entre barreras”), suponemos que al amparo de algún conocido, de alguna “influencia”.

 

Como decíamos, las costumbres se han suavizado y hasta llegar a hoy, mucho. Habrá que alegrarse por ello. Pero a veces uno siente nostalgia. Hay tanto cursi en Las Ventas, tanta mula. ¡¡Que pena no poder ya calentarle los riñones al vecino, manejando con saña de aficionado apasionado un fuerte bastón!! ¡¡Unos bastonazos, sólo diez o doce, aunque sean de bastón de adorno!! ¡Y esto en Las Ventas que todavía es un sitio dónde hay criterio, dónde hierve la sangre, dónde hay raza, dónde no está todo perdido! ¡Si habláramos de fuera, garrote nudoso blandido a dos manos!

 

Tato

lunes, 10 de octubre de 2016

Novillada


Fuimos ayer a los toros. Una novillada de encaste Carlos Nuñez. A nosotros nos parecieron bien presentados, escasos de fuerza sobre todo dos de ellos que se desfondaron, aunque sin llegar a naufragar la tarde, que tuvo interés. Uno de los novilleros fue vapuleado por sus dos toros. El primero de una derrote se lo subió al lomo, de dónde volvió a caer sin que pasara nada más grave. El segundo novillo –por hechuras eran realmente toros- le estuvo avisando toda la tarde hasta que al final le prendió de la misma forma y en el mismo momento en que lo había hecho el primero. Pero esta vez con más fuerza, más violencia, de manera tan aparatosa, tan a placer el toro que pensamos que lo había empitonado de verdad y que estábamos asistiendo a una tragedia. San Pedro Regalado estuvo al quite toda la tarde, y nuevamente se produjo el milagro de salir ileso, queremos decir, sin empitonar. Pero realmente lo interesante del lance es que, según nos parece, los dos toros le cogieron por la misma razón, y es que los dos iban sin torear, tan a su aire y tan poco sometidos que se acabaron por enterar de quien era y donde estaba el señor que a buena distancia se movía como haciéndoles la ola. El toro pasaba y el torero pasaba, el toro se paraba y el torero también, el toro arreaba y el torero tenía que arrear cediendo terreno, dando uno o dos pasos atrás, o los que fueran. No vimos parar, ni mandar. Y templar, templaba el toro. Hasta que harto y descubierto el engaño, se fue al bulto y no pasó nada más porque Dios no quiso.

 

Y a ese novillero que no sabe nada de su oficio, que en rigor realmente no toreó, el público de ayer le premió con una oreja. ¡Pero qué público! No nos entretendremos en describirlo porque sería faltar a la caridad. ¿Quién decía aquello de ¡que publiquito! utilizando el diminutivo para no decir más? Salvo que alguien del entorno del novillero haga algo por corregirlo, el premio que equivocadamente le dieron ayer conduce directamente a la cogida grave si no enmienda su actitud y se pone a torear. Otra cosa es que toreando de verdad, mandando y obligando al toro de verdad hubiéramos podido ver ayer tantos pases como ahora se dan. Es posible que mandados y obligados de verdad, por un torero en su sitio y dominador del arte de Paquiro, al menos dos de los seis animales, si no cuatro de los seis, se hubieran tumbado al tercer muletazo mandón. Entonces, porque no se sabe o porque no se puede, por una cosa o por otra, no se torea. Se corre la mano al son que marca el toro confiando en que su floja condición permita dar cuatro o cinco series sin problemas mayores, con un animal repetidor, mecánico y colaboradpr. Pero si el bicho saca un algo, una punta de genio, o de enterarse, o de lo que sea, que no sea seguir sobre los raíles de tren que parece que le han puesto, entonces, como va sin torear, ¡torero por los aires! Y gracias a que ayer sólo fueron magulladuras.

 

Y el público. ¿Qué entrada habría ayer en Las Ventas? ¿Dos mil, tres mil personas? Enorme cantidad de extranjeros, representantes de casi todas las naciones del orbe. El españolito que tenga quejas de sus compatriotas no tiene más que acercarse a Las Ventas una tarde como la de ayer para ver como son nuestros vecinos de otros países de Europa o la tropa norteamericana y asiática. Se le pondrán los pelos de punta. Entiendo que no es un consuelo, pero no deja de ser toda una experiencia. ¡Y eso que estos son los que van una tarde a los toros! Es decir que no forman de la masa radical-ecologista-vegana-antitaurina-animalista-animista. Es posible que pertenezcan a la tribu de tornillo en la nariz, adicta a la Diosa Salud, al footing, jogging, gimansing y al joputin, no podemos asegurarlo, pero al menos han tenido la curiosidad de acercarse a la plaza. Si además el españolito es cepogordista (pero entonces no será quejica, porque el cepogordismo no es llorón), puede rizar el rizo encendiendo entre ese público un habano, un habano pequeño, no hace falta que sea una gran trompeta. El experimento clínico en que consiste la observación de ese raro público alcanza entonces su paroxismo y surgen de repente todos los comportamientos característicos del modernillo cargado de derechos que pone caritas, hace aspavientos y toda clase de gestos. Sobre todo ellas fíjense, ellas, verdadera encarnación del tiorrismo contemporáneo. A nuestra derecha seis que parecen italianos. Menores de treinta y cinco. Pinta medianeja, pero no del todo desastrosa, cierto aseo, ni taladros ni a la vista tatuajes. La que ellas organizan porque en dos ocasiones se les arrima una volutilla de humo sutil es una cosa para filmarla. Por su supuesto el ceporgdista impertérrito lamenta no haber traía la mentada trompeta y una chimenea de cartón para dirigir el humo contra las tiorras. Ellos callan y no mueven un músculo, como avergonzados por las demostraciones de ellas que son las que seguramente mandan, como es hoy en día habitual. Podían haberse cambiado de sitio porque la andanada estaba prácticamente vacía, pero eso no se les ocurre. La cosa es montar el pollo reivindicando derechos que en este caso además no tienen. En el cuarto toro las tiorras se levantan y dan la señal de partida.  Ellos, cabizbajos, las siguen sin rechistar. Nos quedamos con la búlgara de delante que viene con una señora que parece ser su madre y un señor de grandes bigotes y potente nariz, de edad indefinida, probablemente su marido, de ella, no de la madre. A la búlgara le falta un diente. ¿Nos veremos así alguna vez, faltos de un diente? Va correctamente vestida con un detalle importante que le agradecemos: bonito zapato cerrado de color rojo. Es decir, no nos enseña los pies, que es algo tan desagradable y ordinario. Muchas gracias señora búlgara. Encantada al ver que se largan las tiorras italianas se enciende el segundo pitillo y hablamos un poco. Ha detectado que somos indígenas y nos pregunta en buen español alguna cosilla sobre el desarrollo de la lidia que luego traduce a su madre en búlgaro (asumimos que en un perfecto búlgaro). Cae la tarde y al subir las escaleras para llegar a la avenida de los Toreros nos damos un momento la vuelta. La plaza iluminada es un hermoso espectáculo, que transmite hoy una punta de melancolía.

lunes, 1 de agosto de 2016

CANO


Ya saben que ha muerto Cano, el fotógrafo taurino. Ciento tres años. Parece que se le conocía cariñosamente como Canito, pero a nosotros nos gusta más lo de Cano, que es más serio, de más empaque. Así es como firmaba sus fotos. Descanse en paz. De fotógrafos taurinos nos habló en su día el dueño de Salvador. No es que le conociéramos, ni tuviéramos especial trato con él. No vamos a darnos pisto. Es que era amable y aficionado a la tertulia, dos grandes cualidades, y como éramos la última mesa de la hora de comer de un viernes, a la salida nos entretuvimos un poco y le preguntamos cosas. Ya se daría él cuenta de que lidiaba con unos novatos, pero no por eso dejó de atendernos. Entre otras cosas hizo una referencia a la fotografía taurina como profesión, comentando que “claro, hoy en día que cualquiera en la plaza te saca una foto decente, eso se ha terminado. Como profesión me refiero. Yo a algunos que vienen por aquí pues les sigo comprando, tengo montones, no me caben ya. Es por echar una mano.” Algo sí fue lo que nos dijo. Lo que teníamos que haber hecho era pedirle permiso para volver a sentarnos, pedir otro café, pedirle a él que se sentara con nosotros, cerrar el local, encender un cigarro grande, y luego charlar. Pero si no recuerdo mal algún prisucas debía de haber en el grupo, alguno de esos que se sorprenden de que se hable con la gente; uno de los que atienden todo el tiempo el móvil y, si no, lo miran ansiosos de reojo; uno de los que se extrañan de que se siga acudiendo a la plaza de toros y en el momento asegura, todo ancho y pelele, que los menores no pueden entrar, que no es para ellos espectáculo tan fuerte o que se aburren; uno de los que viven como encerrados en la manga de los corrales, corriendo todo el tiempo ciegos hacia los chiqueros, para acabar encajonándose en los más entecos y estrechos horizontes, reduciéndose a la condición de becerro productor. Un gilipollas vamos. Pero el gilipollas debió de tirar del carro porque tenía mucha prisa, muchas cosas que hacer, porque le habían puesto hora, porque vaya usted a saber. Y los demás, más bobos entoavía, le seguimos. Y luego el Sr. Blázquez se murió. La muerte de Cano coincide con un año de presagios regulares para los aficionados a los toros: continúa el mono encaste y se sigue podando inmisericorde la variedad de la cabaña brava; las alternativas a lo de siempre, Victorino, Adolfo, parece que han iniciado una evolución, fruto sin duda de la presión ambiente, hacia algo más manejable. La desgraciada muerte de Victor Barrio es obra de la cornada de un toro de origen Santa Coloma, lo que no hará sino marginar un poco más a esta línea de Vistahermosa. Las terribles cogidas en las novilladas veraniegas de Las Ventas parecen indicar (lo decimos con toda prudencia) una pésima preparación de los novilleros, poco puestos, poco placeados, mentalizados para el toreo moderno, con el toro de vaivén que vacía las plazas porque es aburrido y tiende a ser, además, feo. Y finalmente, para rematar, la proliferación de los indultos –en días pasados a un toro de Victorino y a otro de Adolfo, precisamente- que es casi el peor de los síntomas, porque revela que el público ya no sabe lo que son los toros ni a lo que se va a la plaza. Esto está en perfecta sintonía con la prohibición de matar al Toro Vega, perpetrada por el PP de Castillo y León que esperamos que por fechorías como esta se lleve su merecido y que allana el camino a todas las persecuciones. Aunque los síntomas apuntados parecen indicar que las amenazas a la Fiesta provienen más bien de su propia evolución que del acoso exterior.  Pero bueno. Ya se sabe que desde el comienzo de los tiempos, los Toros han estado siempre en crisis. La afición aguanta y la juventud parece que se arrima. Trataremos de acudir a Bilbao en unos días a ver a Ureña con los Victorinos.
A.B.

Cano con el actor Heston.

domingo, 5 de junio de 2016

Miscelánea taurina: faena de aliño, aseada, pero sin más. El público agradece el gesto, la voluntad.

Esto de los toros es dificilísimo. A manera de resumen, cuatro impresiones generales, que necesitarían desarrollo y matices. Ahí van.


El estado actual de la Fiesta nos lo resume Gregorio Corrochano en un párrafo publicado en un ABC del año 1921. Lo que en el momento en que describe es un caso concreto, pues se lidian otros toros, hoy se ha generalizado.

 

“(…) Un ligero apuntamiento de lo que llevamos visto para que el lector se dé una idea. El domingo se lidiaron toros de Rincón. Unos toros chiquititos que parecían un producto artificial, como fabricados a la medida de los fenómenos. Con estos toros no hay término medio: o son bravitos y el torero se luce porque no le da miedo y lleva al público el recreo de su arte gracioso, o no son fáciles al lucimiento y entonces la corrida fatiga y cansa, porque no queda el recurso de la emoción, de ese miedo del público al peligro, que es la única razón de existencia de las corridas de toros (…)”.

Cogida de Belmonte (ABC, 21 de abril de 1921)

 

La emoción, el miedo, la variedad, lo distinto han venido a este San Isidro por la técnica y dominio de Enrique Ponce, por la vuelta de David Mora y ese toro de Alcurrucén como regalado del cielo (emoción), por la corrida de Baltasar Ibán (con su segundo, el toro de la Feria se percibía el poder descomunal del todo bravo, y por tanto el miedo), por la corrida de Victorino Martín, con todos los peros que se quieran poner, y en menor medida la de Adolfo Martín y de Miura, y por el bombazo de Saltillo (el peligro, el pavor, el viaje en el tiempo, el toro escapado de manos de sus criadores y como salido de una estampa de Goya). Sin las tardes anteriores, sin duda incompletas, discutibles, generadoras de gran polémica: monotonía, fatiga, cansancio.

 

Una de las cosas que más asombra al leer a Corrochano es su manera de ver. Su manera de acercarse y mirar todo ese espectáculo que son las corridas de toros. Todo lo mira, todo lo observa, todo lo comenta, todo cabe en sus crónicas. ¿Tiene una idea de lo que quiere ver, de lo que es torear? Por supuesto. ¿Lo acepta todo? ¿No rechaza nada, no censura nada? Por supuesto que critica, que censura, que prefiere. Lo que no hace es echar fuera de la fiesta lo que no aprueba, lo que no encaja en sus preferencias, en su concepto teórico. Sabe que la corrida de toros no se reduce a ese presupuesto teórico, que la lidia no se reduce a filtrarlo todo por un único tamiz, que por el contrario, incluye y debe incluir un conjunto de elementos variadísimos, y que en eso radica su esencia, en esa variedad. Sabe que la fiesta de los toros es así. Incluye cosas que no nos gustan, pero que forman parte de ella.

 

Y esa forma de ver las cosas es el resultado de mirar primero y ante todo, al toro. Corrochano observa, mira, analiza y participa en la corrida de toros, partiendo del toro. Y por el toro y desde el toro, llega al torero. Fundamenta la fiesta en el toro. Y el torero se mide en función del toro. Y como el toro es variado, produce emoción, y el torero que se aplaude es el torero capaz de afrontar esa variedad, esos toros tan distintos unos de otros, un reto cada vez, un desafío en primer lugar técnico, al conocimiento de las reses y de la lidia y a las facultades para torear, propias de cada torero. El torero y el toreo en función del toro, y no al revés.

 

Una tarde ve torear a Granero:

“Granero es un torero que tiene condiciones que no se pueden negar. Nosotros le vimos hoy con dos toros muy buenos; esperemos a verle con toros difíciles.”

 

Cuando el aficionado oye comentar a Fidelio Lentino Spotti, la pústula de los Abruzzos, el cartel de por la tarde y decir que torea fulano, pero que no se sabe con qué toros, el aficionado mide la profundidad del bache que atraviesa la fiesta. Cuando el aficionado oye al pájaro Lentino decir, mientras agita sus entradas caras en la mano, que si el toro tuviera un poquito más de gas, o metiera un poco más la cabeza o transmitiera un poco más, el torero estaría más a gusto… al aficionado se le ponen los pelos de punta y le entran ganas de cargar el trabuco con posta. No por intransigente, ni troglodita, ni radical, sino porque ve que de esa manera, se acaba con su afición, al convertir al toro en ayudante del torero, en colaborador de la postura, una sola postura, un solo toro, y pronto, monotonía, fatiga, cansancio. Como nos decía un excelente aficionado que además es criador de toros de lidia: lo que no puede ser es el mismo toro y la misma faena, todas las tardes.

 

El Amigo Pulardo, vecino de abono, lector de Ortega, gran aficionado, dueño de una colección de magníficos zapatos abotinados de piel de potro, nos hace una observación con la que estamos plenamente de acuerdo:

 
- Vivimos una época grosera. Las mentalidades groseras no conciben las cosas más que a la medida de su simpleza dogmática y, en general, miope, a veces brutal.

 

Oiga pero es que se va usted por la ramas, escurre el bulto. Mire usted, yo lo que me hago es cien, mil preguntas y poco a poco voy tratando de lidiarlas:

 

¿Debe el toro criarse, construirse para permitir el lucimiento del torero o es el torero el que con su técnica debe salir airoso, dominador, vencedor ante toros de distintos tipos? ¿Debe el público entender que si esto no es así, deben existir y admitirse faenas distintas, formas de torear diferentes según el toro, y que eso, vencer a un enemigo imprevisible, distinto cada vez, es la variedad que da sentido a la fiesta? ¿Debe entender el público que no es figura ni puede serlo quien no torea más que un mismo tipo de toro, tarde tras tarde? ¿Debe entender el público que no pueden expulsarse de la fiesta determinados encastes, determinadas dificultades, que no puede la crítica descalificar, vociferar, desterrar aquello que no encaje con su limitadísima, interesada y menguada forma de mirar, porque supone ir cercenando el espectáculo hasta acabar con él?

 

Pues usted dirá. Hombre, dentro de un orden, claro, dentro de un orden.

Firma las líneas anteriores la terna siguiente:
Alcides Bergamota Elgrande, Tato y Doroteo. Se adhieren inquebrantables Genaro Garcia Mingo y El Ameba.

Y CON LA DE MIURA, NOS DESPEDIMOS...


...con un no se qué, que nos tiene como cavilando. Las tardes de toros, el aire suave de pausados giros, la vida que pasa. ¡Vaya usted a saber!




jueves, 2 de junio de 2016

CON PERMISO DE ANDRÉS DE MIGUEL (texto) y ANDREW MOORE (fotografías), más sobre la corrida de Saltillo.


EL CEPOGORDISMO se permite reproducir aquí, para disfrute de sus cuatro seguidores despistados en materia de toros en la red, la reseña de la corrida de Saltillo publicada por Andrés de Miguel en su blog Adiós Madrid (adiosmadridtoros.blogspot.com) con fotografías de Andrew Moore. No tenemos permiso expreso de ninguno de ellos, pero esperamos que no les importe.
La Redacción.

ANDRES DE MIGUEL (ADIOS MADRID)


Una corrida del siglo XIX, apta para ser dibujada por Daniel Perea y contada por Sánchez de Neira o F. Bleu o Peña y Goñi o cualquiera de los apóstoles del integrismo en la Revista La Lidia que se editó entre 1882 y 1900. Nada que ver con la brava y encastada corrida del pasado mes de septiembre en Madrid.

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 Toros duros de Saltillo con antigüedad de 1845

 

Una corrida con toros de embestida imprevisible, cara alta, duros de pezuña, incansables y aviesas intenciones. El tercero se fue al corral después de los tres avisos y dos estocadas hasta la bola, con la cara bien alta, la boca cerrada y espantando a los mansos.

 

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Luvino-43 con la espada hasta la bola, acomete a José Venegas

 

 

El cuarto, condenado a banderillas negras en lo que pareció un exceso de celo del presidente, puesto que el toro había sido sangrado en varias entradas al caballo, aunque no se quedara fijo en ninguna, no dejó de mirar al torero, el quinto repetía embestidas por su pitón derecho aún con la cara siempre alta y sin humillar.

 

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 Banderillas negras para Cazarrata-45

 

Los dos primeros, de discutible trapío para Madrid, fueron sencillamente imposibles, pues después de huir de los caballos no embestían a la muleta. Rafael Cabrera contó hasta dieciséis desarmes  de matadores y peones sólo entre los toros segundo a quinto.

 

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Discutible trapío e indiscutible seriedad

 





Una corrida que recordaba vivamente las viejas películas de los años 10 y 20 del siglo pasado. Películas que los matadores de ayer no parecen haber visto, y desconocen la técnica de toreo por la cara, pases de castigo, desplantes y adornos.

 

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Sánchez Vara

 

No saben que con la bravura silvestre como la de los toros de Saltillo de ayer, que quizá no se diferenciaran mucho de los que fueron lidiados en Madrid el 14 de julio de 1845 cuando el hierro tomó la antigüedad, hay que agotar al que sale bravo y castigar al manso, que no hay que dar cuartel al toro, que como decía Joselito “El Gallo”: “a los toros hay que darles leña desde que salen de los chiqueros”.

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Alberto Aguilar

 

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José Venegas

 

Se perdieron en intentar componer series de derechazos como Aguilar o en remedar pases del desprecio como Venegas o en defenderse de las acometidas al bulto como Sánchez Vara. Todos ellos fueron despedidos con palmas que hacían más referencia al mal trago que habían pasado que a su capacidad.

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César del Puerto recibiendo a Jabalinoso-67

 

Claro que, ya que no a cargo de los matadores, hubo escenas que mostraron como se puede alcanzar lucimiento con esos toros. Así César del Puerto, de la cuadrilla de Alberto Aguilar paró con gran autoridad al quinto toro y David Adalid puso cuatro grandes pares de banderillas de mucha exposición a los toros tercero y sexto de José Venegas, el segundo de ellos absolutamente extraordinario. 

 



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David Adalid pareando con exposición en sus dos toros



 

Una corrida que tuvo como virtud llevarnos a un coso de finales del siglo XIX o principios del XX sin necesidad de verlo en el desenfocado celuloide de la época, que sirve para recordarnos que el toro bravo proviene de un animal salvaje y que la esencia de la corrida de toros consiste en domeñar esa acometividad, que ejerce de espejo donde mirar el espectáculo tantas veces domesticado y hasta melindroso de tantas corridas actuales, pero que hace tabla rasa de la depuración de la cría de los toros bravos en los últimos 150 años. Sin embargo con este recuerdo, hoy se nos hará cuesta arriba asistir a la corrida de Beneficencia anunciada, de seguro tan distinta.

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Una corrida de otros tiempos

 

Una corrida que resultó entretenida para todos los asistentes pero a costa de sustituir un espectáculo cuya justificación se encuentra en trascender el dominio del toro por el torero en belleza, en otro que atiende a sentimientos más primarios, de emoción basada en el miedo del espectador.

 

 

Fotografías de Andrew Moore

Publicado en Opinión y Toros