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jueves, 3 de enero de 2019

EVOCACIONES. DE LOS CUADERNOS DE A.B.E. Cortesía de CALVINO DE LIPOSTHEY (editor).


Poemas del poligó: evocar la esquina del ailanto, nuevamente, china, amarilla, peligrosa, invasiva, y contraponerla con la esquina de la higuera, romana, medieval, dulce, clásica, mediterránea.
Recordamos imágenes regaladas por este espléndido otoño tan variado. Ha sido lluvioso y soleado, ha sido frío y templado, ha sido brumoso y luminoso. Al desembocar con el coche en la carretera más ancha vemos un amanecer encendido sobre Madrid, con el horizonte ardiendo en una única e inmensa metálica llama. Más adelante, la orla azul de frío, bruma y mañana sobre la línea de pinos en el horizonte. Luz, perspectiva, profundidad, anchura. ¡El ancho mundo! ¡Daban ganas de echarse a andar para recorrerlo a pie, despaciosamente, como un viajero de otro tiempo! Finalmente, desde una de las alturas de esta ciudad inmensa que se extiende a los pies de la sierra se veía, de repente, todo el horizonte; la inmensa hondonada poblada del valle: árboles y edificios hasta dónde alcanzaba la vista, venciendo finalmente los primeros al remontar el paisaje hacia la montaña. Una sierra majestuosa, un coloso quieto, inmóvil, como detenido en una meditación de siglos, con su gran manto de la más espesa, sólida, blanca y consistente nieve. En medio de nuestras miserias, de nuestras pequeñeces de oficinista de vida pequeño burguesa, de chupatintas, aquello resultaba grandioso. Observen el detalle: lo que se califica de pequeño burgués es la vida que se lleva, no a quien la lleva. El sujeto, por tanto, podría ser otra cosa, tal vez mayor, aunque la querencia clara, evidente, sin duda inexorable y fatal, sea la condición de rastacueros, pelagatos, peladilla o pinchaúvas.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Memorias del Poligó. Ilustración de autor portugués, sin duda magnífico.


6 de noviembre.- Polígono. Me acerco un momento a tomar algo en la barra de un bar del polígo. Busco el periódico del día. No está. Miro hacia las dos mesas ocupadas. En una de ellas un gordo rotundo, impertérito, como de mármol o mejor de plomo, inmóvil, con un palillo en la boca. Lo tiene el. Nada que hacer. Lo lee con absoluta concentración e inmovilidad. Con el palillo en la boca. Ni siquiera el palillo se mueve. No se le oye pasar las hojas, no hay gestos. Creo que las pasa con la mirada. Al pagar lo hace con la mínima gesticulación, la cabeza fija, no parpadea, el palillo sigue en su sitio, petrificado. Hay en este gordo mucha humanidad, incluso en su flemática quietud. Siempre habrá más humanidad en un gordo potente y sano que en un flaco huesudo y rechupado, sin duda. Toda la barra tiene el cuello girado hacia la televisión. Desde que he llegado el único tema es el futbol, la sequía de goles, se dice, de una superstrella del deporte, como si el jugador fuera un dios del Olimpo que provocara la lluvia o la sequía de goles. Toda la barra está atenta y sigue con interés el asunto. Los que comen bocadillo se han girado ya del todo hacia el aparato. Los que tienen plato sobre la barra, van y vienen girando el cuello. Tristeza de poligó. Sólo el potente gordo, en su silencio, en su quietud paquidérmica, como de pausado y pastante rumiante, añade una nota pintoresca, de color, a este panorama de triste silencio televisivo.
De los diarios del gran polígrafo Alcides Bergamota Elgrande

(Nota: como es obvio la ilustración está muy por encima del ambiente y de los personajes reales de los que transmite una imagen distorsionado a mejor, sobre todo del camarero).

martes, 17 de julio de 2018

TIPOS CIRCULISTAS. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte III (y última).

Vivíamos calladamente esperando a que el mediodía nos dorara el destino.
Pedro Mourlane, El discurso de las armas y las letras.


[Proseguía el conferenciante con el ambiente caldeado, refiriéndose a las manos del personaje.]

Sí, lo sabemos, también lo hemos visto, y desde el primer momento: ¡Un grueso anillo! Algunos han querido utilizar este detalle para desprestigiar a Hipólito Arcadievitch. Pero todo es inútil. Sabemos que el anillo es otro recuerdo de la mar. Sólo lo llevan con esa gracia sencilla y discreta, casi escondido, aquellos que desafiando la mar en calma y bajo un calor enloquecedor han cruzado el Ecuador, y más adelante, aterrados, azotados por un mar desatado en la más horrible de las tormentas han doblado el cabo de Hornos. ¡Es el anillo de los caborneros! ¡Y todavía hay quien ha querido ver en este modelo para la juventud, en este Hércules contemporáneo, a un vendedor de baratijas, a un tendero adornado! [Vuelven agitación y murmuraciones ¿Qué tienen de malo los tenderos? vocifera un gordo con aire de patán mientras agita amenazante un puño cerrado descomunal]
Junto al anillo, una alianza. En el anular de la mano derecha. Esa mirada un algo apagada, un tanto cansina, como sostenida por una dosis de paciencia, casi sobredosis, ¿tendrá algo que ver con alguno de los misterios de la vida conyugal? ¿Es acaso la contraria de Hipólito quien le apunta inflexible con otra cámara, obligándole a posar? ¿Es acaso ella quien le ha prohibido encender ese pitillo inerte que se apoya sobre el labio inferior, un algo así como grueso y sensual? [Las representantes de las asociaciones universitarias Feminismo de Hierro, Tiorras Orgullosas, y Asociación de Capadoras, todas muy feas, van a lanzarse a la arena cuando el conferenciante hábilmente da una larga cambiada].
Dejemos que cada uno se conteste a tantos y tan apremiantes interrogantes y vamos nosotros llegando al final de esta charla con dos detalles de la mayor relevancia estética, sobre todo para nuestra juventud desorientada. Debemos elogiar en primer lugar el contorno elegante, la silueta firme pero discreta de una panza magnífica. [Indignación de los Estudiante progresistas para la salud; de la Asociación de vigoréxicos sin complejos y del representante de Cuerpofit, la famosa pastilla puedelotodo que fabrica una multinacional, más conocida por su pienso para mascotas que por los fármacos con los que ya está diversificando su actividad]. Su misma existencia denota la buena alimentación y crianza del personaje, y esto es importante en tiempos de absurdas modas, de repelentes delgadeces faltas de toda personalidad y sentido. Y en el caso de nuestro personaje el resultado no es excesivo, no es brutal, no hay triporra, barrigón, odre ni pellejo. Todo sigue siendo comedido y ejemplar. [Por un momento las protestas no dejan proseguir, pero se calman de nuevo, distraídos los asistentes por ciertos golpes y empujones que se producen al fondo].

Y finalmente los bigotes. ¡Qué podemos decir! ¡Nos quedamos mudos de la emoción! Nos sube un sentimiento ligero y amable por la garganta y se hace lagrimilla al llegar a los ojos entornados con los que contemplamos extasiados este detalle extraordinario, fruto de un trabajo cotidiano, paciente y laborioso. [Se oyen un grito, y unas palabras confusas]. ¡No! ¡No son bigotes de morsa ni bigotes de facha! ¡Quién se atreve a decir algo semejante! Hipólito Arcadievitch perdió un par idéntico a los de la foto después de una pequeña fiestecilla que terminó tarde y en la que el licor circuló con abundancia. Pero no vayamos a pensar en ninguna embriaguez, ni en escenas desagradables. Hipólito había trabajado mucho y se quedó dormido cuando estaba a punto de llegar a casa, al doblar la esquina. 
Andrei Petrov, presumiblemente.
Colección particular
Ya se veía el portal. Su amigo Andrei Petrov –volvían juntos pues eran vecinos- resbaló sobre la nieve y parece que le hizo tropezar. No hay nada de eso que aseguran las malas lenguas, que iban abrazados para sostenerse mutuamente y cantando cancioncillas ligeras. Habladurías. Lo cierto es que en pleno mes de enero moscovita, los bigotes se congelaron rápidamente y el chiquillo que avisó del percance al portero del inmueble se dio antes el gusto de la inocente travesura infantil: los quebró de sendas tobas. Desde entonces Hipólito Arcadievitch vuelve siempre a casa en coche de caballos.

Cuando le preguntan si no le convendría una temporada de régimen de verduras, contesta alegre que hace tiempo que ya se somete a él, pues fuma después de cada comida un gran cigarro del mejor tabaco de la Habana (cortesía de Serapio García, que aconsejado por Hipólito se repuso de sus melancolías buscando un clima más templado, yendo hacia el oeste, siempre al oeste, y acabó estableciéndose en la entonces provincia española de Cuba). Hasta aquí esta pequeña charla, para tratar de pulir a esta chusma… [No pudo proseguir porque al grito de ¡Imperialista! se lanzaron a por él].
                                  Alcides Bergamota

(Las acotaciones son de C. de L. según testimonios de numerosos asistentes pacientemente recogidos).

 

Coda. Por Calvino de Liposthey.
Ya advertimos al lector de la inocencia y candidez de cuanto antecede, sin que por ello neguemos el valor de una historia que sucedió aproximadamente tal y como se cuenta. El texto corresponde a una época de su autor a la que ya nos hemos referido. En cualquier caso podemos imaginar ya los reproches:

¿Pero qué mundo es ese que retrata? No existen ya esas poses ni esos progres.

Al contrario, al contrario, lo gracioso, o lo triste, según se mire, es que no sólo sigue existiendo ese ambiente sino que ha rebrotado con fuerza inexplicable y han vuelto las odas a Stalin y al gulag. Parece mentira la cerrazón del personal, pero es así. La batalla campal todavía no está plenamente instalada como hecho cotidiano, aunque las hay, pero mucho nos tememos que si las cosas no cambian mucho volverá, porque mucha gente hasta ahora pasiva, aislada y calada en su poltrona ya no puede más y se está organizando para resistir. Hay por tanto esperanza.

Son los sueños de un alcohólico.
Esto no sabemos si pretende ser un comentario crítico o un halago, la verdad. A menudo, para lidiar o para olvidar a la piara una copilla puede venir bien. Es verdad que en aquella época Bergamota se pasaba tal vez un poco. Pero cambió de la noche a la mañana en cuanto Toñi La Roja le dio la patada. Sucedió al día siguiente de este escándalo por el que Toñi tuvo que pagar una fortuna en indemnizaciones a ayuntamiento y organizadores.

Late una pulsión fascista en esa violencia que parece tan apetecida, tan deseada, tal vez la sublimación de represiones de orden sexual.

Ya tenemos al argentino con las cochinadas. Oiga mire, el conferenciante dedica un rato a comentar una foto ante un auditorio de salvajes, se calienta un poco, les dice cuatro cosas y le atacan… No hay más.

Mentalidad de señorito sin desbastar, primitiva y reduccionista.
¡Hombre! ¡Por favor no sea tan duro y despiadado!
 
Finalmente, algún lector atento tal vez se pregunte por el grupo del fondo, el de los bastones. Nada más sencillo. Venían, claro está, a fastidiar un poco, presentándose vestidos de manera elegante y sencilla. Incluso de manera clásica y hasta anticuada si se quiere, ahora que los padres de familia van a Misa en pantaloncitos cortos llenos de bolsillos a los lados. Querían provocar con el contraste. No hizo falta. Al lanzarse la horda a linchar al conferenciante, los dos personajes de corbata de lazo hicieron una señal previamente convenida, olvidando problema locomotor alguno. En un momento habían formado una verdadera escuadra que a bastonazos abrió un pasillo hasta el estrado del salón de actos. Rescataron al Gran Bergamota que estaba a punto de sucumbir, y lo sacaron de allí. Habrán adivinado que los jefes del elegante grupo no eran sino Tato y Doroteo. De esta manera conocieron al gran polígrafo.
Hasta aquí.



lunes, 16 de julio de 2018

Nota biográfica; por Calvino de Liposthey, obviamente.

Se reprochaba al gran polígrafo la dispersión de su obra, diseminada en opúsculos, panfletos, acotaciones, glosas y explicaciones dadas en la prensa, en periódicos locales, regionales o extranjeros; en revistas especializadas, marginales, subterráneas, escondidas, montaraces. Escritos nunca sistematizados ni recogidos en antologías más que muy parciales y sesgadas, reunidas por sus enemigos para difamarle defendiendo la tesis de su radicalidad y violencia, de su elitismo, misoginia, xenofobia y agorafobia. Era efectivamente tildado de agorafóbico por su costumbre de conferenciar siempre en recintos cerrados, viejos cafés o antiguos teatros reservados para la ocasión. Siempre que haya terciopelo de un rojo oscuro me parecerá bien, aseguraban que decía en una nueva demonstración de su esnobismo, de su elitista y plutocrático espíritu. Estas antologías sesgadas y manipuladas habían sido analizadas y refutadas por los críticos y seguidores del polígrafo, demolidas en artículos implacables con los que habían demostrado la mala intención, la rabia y la vesania de sus enemigos. Estaban también los prólogos, los ensayos parciales, los textos de las conferencias, las monografías acotadas a temas concretos, especializados. Pero se reprochaba al gran Bergamota la ausencia de la gran obra, del gran corpus doctrinal. Y también del gran poema épico. ¿Pero cómo es esto? respondía el aludido cuando se lo comentaba Mireia Morcón Chumbera, la periodista. Si Sr. Bergamota se le reprocha la ausencia en su obra de un gran poema épico. Una Ilíada, unas Lusiadas a la manera de Camoens. ¡Pero si yo no soy poeta oiga! Pues esfuércese, esfuércese, insistía la periodista tensando el busto hacia adelante, no cediendo un milímetro ni en la argumentación ni en el espacio. Es un auténtico despliegue de misiles balísticos intercontinentales murmuraba Tato al oído del Amigo Pulardo que asistía con él a la entrevista. La periodista, tensando el velamen de su blusa de seda blanca insistía: ¡Unas Lusiadas de Nava de Goliardos! ¿Se lo imagina? La verdad es que no oiga, la verdad es que no.

APUNTACIONES SUELTAS III. El gran polígrafo en los Estados Unidos.


El agua mineral se sirve de forma tan ruidosa, a chorro libre, que cubre la voz del conferenciante. Una voz por otra parte débil, más para susurrar escondido que para arengar a las masas que tan necesitadas están de que alguien les grite. El poder de la gorda que se sirve litros y litros de agua mineral es tal, es como ver un elefante conectando la trompa a un surtidor, que remata la jugada dejando caer con fuerza terrible la enorme botella sobre la mesa. Ante el estallido vibra toda la sala, sus vecinos respingan, a un tío cursi se le caen las gafas y pone un mohín tan atroz que su vecino no lo puede resistir y violento le amenaza con un enorme puño cerrado. Pasado el momento, la onda de violencia provocada por el paquidermo con vestido de flores se extingue. Prosigue la charla sobre procesos. Hay que marcar las casillas, todas las casillas, con un lápiz y por orden… ¿Y si las marco con la minga no vale? Esto lo ha pensado el enano de delante, se ha notado, pero como es como los demás, se calla. Está sentado entre el largo y la gorda, el jirafa y la elefanta. En esta selva el viene a ser una hierba, una hierba, alta para ser hierba, seca, crujiente. En cualquier momento lo arrancan del asiento para zampárselo y aquí se arma una de miedo, con el enano pataleando por los aires, apretado por la trompa del elefante que lo agita como un sonajero para llevárselo a la picuda boca. Cuello de toro se está durmiendo. Es normal, ahora se están describiendo todas las casillas, cada una y su contenido. Hay ciento diecisiete. Es mejor marcarlas rellenándolas con un aspa, con un aspa. Con un punto no, porque es confuso. Al saludarle antes se notaba la falta de un dedo, un rasposo vacío que daba escalofríos. Seguimos con las casillas. Excelente exposición sustentada por todos los hábitos verbales del anglosajón para quien todo es global, mundial, todo son lecciones aprendidas, mejores prácticas, si, no, hacer no hacer… Con ayuda de unos buenos carros de combate todas las artes salen mejor.

Al cumplirse la tercera hora de conferencia sobre procesos y casillas, y pese a la abundancia de agua mineral, ya han muerto dos oyentes. Uno se ha desplomado sobre la mesa, con la cabeza sobre el cuaderno. De forma bastante discreta, todo hay que decirlo. Como estaba sentado no se ha notado mucho. Parce que se ha quedado dormido, pero le sangran las orejas. Ha reventado por dentro en la casilla ochenta y dos, faltaba poco. El otro se desliza de la silla y cae debajo de la mesa, desaparece tragado, escondido por el mantel. No le encontrarán más que al día siguiente, al oponerse su grosura inerte al avance del aspirador. Hay un panorama de cráneos pelados, sobre gruesas nucas, con el cogote surcado de rollizas arrugas. Ya lo decía Pardo Bazán, nosotros vamos a los toros mientras ustedes beben solitarios hasta perder el conocimiento, perseguidos por sus ligas antialcohólicas.

miércoles, 11 de julio de 2018

Apuntaciones sueltas II. Dietario del gran polígrafo. C. de Liposthey.


 Junio de ****.- Iba andando por el poligó. Al pasar un coche cerca de mí, me grita el pasajero, ¡eh puto gordo! Luego se oye una carcajada grosera, estridente, ventruda. Yo me indigno, utilizo la expresión ¡como se atreve!, rabio y tasco el freno. Con una inspiración repentina me agacho y agarro a todo agarrar una gran canto y lo lanzo con violencia y rapidez. Con hábil puntería le arreo en todo el melón al de la risa boba que ahora se lamenta de haberse arrimado a paquidermo tan agresivo.


Seto nevado. Colección particular.

martes, 10 de julio de 2018

Apuntaciones sueltas. Nuevamente agradecemos la paciente contribución de C. de Liposthey.


Calvino de Liposthey considera que, pese a su crudeza, los apuntes del dietario del Gran Polígrafo pueden tener cierto interés. Corresponden a la época sombría en que, lejos de Nava, el gran Bergamota sufría los rigores de ser empleado por cuenta ajena. Las entradas del dietario de aquella época cuentan con el atractivo de una cierta frescura y espontaneidad, propia del apunte trasladado al papel para que no se olvide la impresión de un momento.
Conviene recordar que el Gran Polígrafo consideraba aquella época como una experiencia personal desoladora en su mayor parte. Coincidía en eso tanto con Hayek cuando afirma que una sociedad de asalariados no puede constituir una sociedad de hombres libres, como con el Tradicionalismo al que se unió en Nava y sus críticas al capitalismo financiero de grandes multinacionales. Curiosamente, en el mismo sentido iba Ramiro Ledesma cuando en su Discurso a las Juventudes de España se refiere varias veces al asalariado como perteneciente al más bajo de los estratos de la sociedad: “Si las juventudes angustiadas y sensibles a las desgracias de España emprenden una acción enérgica en pro de su fortaleza y liberación, tienen que buscar con más insistencia que otros los apoyos y colaboraciones de una parte —lo más amplia que puedan— de la clase obrera, de los asalariados, de los pequeños agricultores y, en fin, de esa masa general de españoles en constante y difícil lucha con la vida.” Y el tío, más adelante remata: “(…) Y más aún, no se trata sólo de asalariados, de proletarios. El paro amenaza hoy asimismo a zonas inmensas, pertenecientes a las clases medias, y se agudiza cada día con caracteres más graves en las juventudes.” Obsérvese como asocia asalariado y proletario y de alguna manera lo considera como no perteneciente a las clases medias. En fin. Así es la vida.

Calvino de Liposthey nos facilita un primer apunte del famoso dietario. Esperamos que la cosecha sea abundante y vengan más.

Finales de junio de ****.- Subiendo las escaleras me cruzo con Pepita que es el bombón de por aquí y además actúa como tal. Podría incluso decirse que lo que la convierte en el bombón de por aquí es más la actitud, la actuación, que la propia condición física, que tampoco es que esté mal. Baja las escaleras con una falda más que mini, camiseta tensa y el pie al aire, al cruzarnos suelta como una risilla-gemido y al tiempo se muerde el labio inferior con los ojos disparados. La primavera trastorna al personal, es evidente. Y da que pensar sobre esa parte de nuestra personalidad que casi siempre pasamos por alto, más cercana de la naturaleza primera, bruta, que racional. Pepita que bajaba por las escaleras estaba en ese momento más cerca de la planta tropical, del felino, que de la ciudadana urbanita pagadora de impuestos. Hemos escapado con vida, que no es poco.

La FAUNA.


martes, 12 de junio de 2018

Unos párrafos sobre el Amigo Pulardo, cedidos por Calvino de Liposthey, siempre atento. Ilustraciones propiedad de la colección particular A.B. Elgrande.


Tarareaba El Amigo Pulardo, al dar los primeros pasos por la calle húmeda todavía de lo que había llovido de madrugada, menuda tromba de agua oiga, vaya primavera no me diga, el refrán de una coplilla:

- Porque yo soy un caballero de sangre azul y casa real y sólo quito los dineros, farruca de mi alma, a la gente principal...
- Se ve que le gusta Juanito.
- Un genio, lo más grande.
-¿Y la copla que ha elegido es por algo? ¿Afición a lo ajeno tal vez? ¿Complejos de nacimiento?
- Oiga, Spotti, váyase a su mundo y déjeme en paz.

Vamos a comprar unos filetes. Y una carne para asar.

- Aquí tiene - dice el bigotudo carnicero enseñando la mágnifica pieza de carne ya limpia- ¿Se la meto en una rejilla?
- No muchas gracias – comenta el Amigo Pulardo. No es necesario, de verdad, no se moleste, no hace falta, de ninguna manera…
- Bueno pues de todas formar se la meto en la rejilla que va mejor. Eso.

El Amigo Pulardo en materia taurina no pasa una, pero en estas cuestiones prefiere callar.

A veces nos ponemos pesados, es cierto, se nos espesa la mente y nubla el entendimiento. ¡Otras veces somos más ligeros, aéreos! ¡Somos el vuelo de una mariposa indómita, etéreos! ¡Abolimos a Newton! Mire yo creo que hasta aquí por hoy, si le parece, vamos.


martes, 8 de mayo de 2018

EL PELAGATOS RABIA (una de cigarropipismo). Cortesía comos es habitual de Calvino de Liposthey.

[Una nota sobre tabaco extraída del dietario del gran polígrafo custodiado por el señor Liposthey.]

Todos los fumadores de pipa, inconscientemente, aprietan las nalgas al fumar porque tienen el secreto temor de que venga alguien y con la pipa les haga cierta cosa nefanda.



Cuando el pelagatos enciende un habano y a la tercera calada se da cuenta de que no quema parejo, se enfada. Mira el cigarro, sopla sobre el pie del tabaco tratando de extender la combustión hacia la parte que no se ha encendido. Se disgusta, se impacienta. Enseguida asegura que el cigarro está mal fabricado, que no ha sido bien torcido. Habla de castigos ejemplares. Es posible, a veces, que exista un pequeño nudo que afecte a la combustión porque impide que el tiro abarque todo el cigarro. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la culpa la tiene por supuesto la impaciencia del pelagatos que no se toma las cosas con calma ni presta atención al momento importante que es encender. Varias soluciones son posibles: el vecino del pelagatos puede sacarse del bolsillo de la chaqueta unas gigantescas tijeras, de esas de sastrería, y con un golpe rápido y seco, procurando no llevarse las narices del energúmeno, cortar el cigarro del pelagatos por la mitad, si es posible más cerca aún de la cabeza del puro, es decir de los morros del quejica. Esto se debe hacer con rapidez y una sonrisa fría, soltando la frase siguiente: Ya verá usted como ahora todo va mejor. Y no se queje más por favor.

Una alternativa también violenta seria levantarse, quitarle al pelagatos el cigarro de la boca y tirarlo al suelo para a continuación pisarlo con rabia infantil. ¡Ya verá como ahora no tiene problemas de tiro!

Más señorial sería acercarse con educación y ofrecer al atroz sujeto que abandone el puro que no consigue fumar correctamente y que elija uno de nuestra gran petaca de cuero de Rusia generosamente tendida. Sin que por supuesto este gesto pueda dar pie a tuteo de ninguna clase. Le pediremos a Herminio que lo encienda para el señor. No, no proteste, Herminio lo hace como se hacía antes, algo que veo usted desconoce. Herminio encienda el cigarro. Herminio acerca la llama al tabaco, lo mece suavemente y cuando se produce el humo con rapidez corta la perilla y se lo tiende al pelagatos asombrado, para que este tire del cigarro hasta asegurar el encendido definitivo.
Pero de todas las soluciones, sin duda la mejor es enseñar al pelagatos a encender el cigarro correctamente.

viernes, 20 de abril de 2018

Tipos Circulistas: una conferencia de Alcides Bergamota. Introducción.


Nuevamente debemos agradecer a la paciencia y tenacidad de Calvino de Liposthey el haber rescatado esta conferencia de las primeras con que se dio a conocer el gran polígrafo. Seamos indulgentes con el texto que adolece de los defectos propios de la juventud y de las circunstancias en que se escribió. Dejemos que Calvino de Liposthey nos ponga en antecedentes.




Una conferencia de Alcides Bergamota El Grande: Tipos Circulistas.
Introducción, por Calvino de Liposthey, editor.
 
Se encontraba Alcides Bergamota en una época de tribulaciones personales, incluso, porque no decirlo, en plena zozobra. Separado de su mujer que había iniciado la consabida batalla legal, y completamente desorientado, había caído en las redes de Toñi la Roja. Conocen nuestros lectores más aficionados a la petite histoire los detalles de esta relación que ya se han evocado de manera pormenorizada en otros episodios de la biografía del gran polígrafo. Sólo recordaremos, para que se comprenda mejor lo sucedido con esta conferencia, que Toñi la Roja era lo que podríamos llamar un animal del sistema. Entiéndase esto a derechas (dicho sea sin segundas). Toñi la Roja era una auténtica experta en drenar hacia su bolsillo toda clase de subvenciones, ayudas y subsidios, ya fueran otorgados por administraciones locales, regionales o nacionales. Por aquel entonces no había dado todavía el salto internacional ni lanzado su proyecto de ONG. Por el momento su golpe más sonado había sido la restitución a su asociación cultural -fundada en 1985- de bienes incautados en el año cuarenta, al terminar la guerra civil. La jugada había sido maestra, pues incluía un inmueble completo en el corazón de una ciudad de provincias. Retorcía el derecho con pasmosa habilidad, sirviéndose de las normas como un tahúr de una baraja de cartas marcadas. Y movía hilos, cientos de hilos, descomunales madejas tejidas con ficciones jurídicas, testaferros, entidades de toda clase, fotografías comprometedoras y grabaciones sonrojantes. Al parecer, su físico escultural había tenido mucho que ver en su ascenso fulminante. Precursora de la batalla social, en la época en que andaba enredada con un Bergamota hundido, su asociación para la defensa de la mujer discriminada y la lucha por la paridad se había metido en la buchaca una jugosa subvención. Se les había confiado la organización de una jornada cultural para la juventud progresista que tendría lugar durante la semana de fiestas de aquella capital de provincias. Había que llenar la jornada y que mejor que pedirle a un Bergamota en horas bajas y pasado de copas una arenga para esa juventud moderna, desinhibida, rompedora, folladora y guay. Perdonen, pero es que la cosa se planteó en esos términos. Toñi le plantó en el salón de sesiones y se largó a otra cosa. Lo que podrán leer a continuación es el resultado. Los incidentes que siguieron a la sesión, verdadera algarada que se había ido fraguando mientras un Bergamota calentado con bastante brandy soltaba su irónica provocación, terminaron con la llegada de la policía que se encontró la casa de la cultura patas arriba, verdadero campo de batalla humeante dónde nada quedaba en pie: butacas arrancadas, cristales rotos, cortinas ardiendo. Además, robaron el proyector.

domingo, 22 de octubre de 2017

OTOÑO

El campo que nosotros paseamos tiene asfalto y aceras. Por la tarde del sábado hay menos coches. Donde la anchura de la acera acaba, aparece la lengua de tierra que a lo largo de la carretera separa la calle del acceso a las urbanizaciones y que a tramos está ajardinada. Hierba, rosales, algún arbusto: durillos o aligustres tallados. También hay árboles, y como el aire está limpio, mirando a lo alto mientras andamos cuesta arriba, nos hacemos la ilusión de que estamos en la verde campiña, en las sierras, en los montes; que pisamos arena al andar esta cuesta arriba y que cruje bajo las pisadas, y que hay hierbas altas que nos rozan al pasar.

Lo cierto es que alguna vez que vamos a un campo, a cualquiera, tampoco quiere la gente andarlo. Hay que comer, bregar, fregar y con la sobremesa llega la somnolencia, y luego eso de ponerse en movimiento es cansado y lo de andar una obsesión. Así que se deja para otro rato. Por eso nos gusta este campo con su asfalto, su césped, sus durillos y sus árboles. Porque es un campo posible, real, es el que pisamos, este y no otro. Con la mirada puesta en las alturas. El viento mece la copa de los árboles y empuja las nubes de este cielo limpio de otoño; son las mismas nubes de esos otros campos lejanos, más solitarios y sencillos. En este de aquí no hay animales, si exceptuamos algún vecino, los perritos tan feos y ridículos, que pasea la gente y los miembros de alguna secta o tribu urbana que son también feos, con sus rastas, y como sucios y como los perros llevan correas y cadenas. Es un motivo más para andarse por las ramas, las copas, las nubes.

Se ha metido una tarde otoñal, la primera. Viene sin duda con este aire que no llega a frío pero que ya es fresco, y ha barrido el calor sofocante de esta mañana. Con el otoño llegan las ganas de pasear, de fijarse en la luz cambiante. Y una cierta melancolía. Caerán las hojas de los árboles y morirán los viejos, los enfermos, la gente, por un descuido, por dejarse atrapar en un momento de inadvertencia por esta como melancolía que trae este aire que no llega a frío, que es impertinente. El perrito con el que nos cruzamos tiene una buena patada, pero que quiere usted, pese a ir con los zapatos adecuados, nos aguantamos por aquello de portarse bien. Se arrastran las primeras hojas por las aceras, parecen de chopo. Quién sabe. Es este un campo variado: una mimosa asoma por encima de una tapia; en una parcela cercada cubierta de tamuja vemos casi una pimpollada y, en una esquina, como saliendo de la pared a ras de suelo, una higuera ya crecida. Hileras de plátanos robustos, recuperados de la terrible poda de hace un tiempo, tal vez un año o dos. Hileras de chopos tristones, mecidos por el aire, vencidos por la luz que declina. Una acacia solitaria puntiaguda, prunos, arizónicas, gigantescas adelfas, pinos inmensos, y los sauces. Un seto de parra virgen ya se ha teñido de color rojo vino, o sangre. También hay ciclistas. ¿A usted le gusta apalear ciclistas? ¡Hombre pero que cosas dice!

Hay también un jardincillo parroquial. Es casi un amago de jardín, pero con su planta rectangular delimitada por un seto de mirto se da como aires, como importancia y resulta atractivo en su altanera modestia. Dentro del seto un abeto y una adelfa por ahora más alta que el árbol. Tal vez uno de esos abetos navideños, plantado en el jardincillo al terminar las fiestas. En los jardines de algunos Reales Sitios, en el siglo XIX plantaron especies de coníferas sin saber muy bien lo que darían de sí. Hoy son árboles descomunales que parecen como zamparse los jardines neoclásicos que crecen temblorosos a sus pies. Más allá del seto, una tapia blanca, de media altura, con verja y arriates de flores, begonias y tajetes naranjas todavía en flor. Y a un lado un inmenso ciprés o similar, que nos da idea de lo que podrá llegar a ser el abeto de este pequeño jardín parroquial. ¿Llegaremos a verlo? Habrá que pasar el otoño primero. Hombre pues claro, que cosas tiene.
De los diarios del gran polígrafo Alcides Bergamota Elgrande.
(Cortesía de Calvino de Liposthey, anticipo de publicación)