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lunes, 12 de junio de 2017

Sobre el calor, con el pretexto de Miura, se dicen varias inconveniencias.

Con la corrida de Miura de ayer acabó para nosotros la feria de San Isidro. Justo a tiempo. Con Madrid asfixiado por un calor indescriptible, denso y aplastante. Más que nunca municipal y espeso hasta el extremo. La plaza hirviendo, los alrededores nefando, con la gente transformada en masa acalorada, en gentuza despechugada y corretona; el musleo derretido, desbordado e incontenible, el ruido ensordecedor, una olla a presión a punto de estallar. Pero todo llega a su fin, afortunadamente. Ha llegado el momento, justo el momento, de abandonar la gran ciudad recalentada, para irse cada uno, según le corresponda, a la quinta de recreo,  a la villa cercana a la costa -desde la que tal vez se vislumbre el mar-, al hotelito provinciano de umbrío y silencioso jardín. Volveremos en septiembre, a mediados, no es cuestión de tener prisa. En todas esas casas nos esperan la biblioteca con sus sillones de lectura, el salón de fumar, el jardín cuajado de rosales que se abren al caer la fresca, los veladores blancos, los paseos al amparo de blancas sombrillas y amplios sombreros de dorada paja, las tertulias de sosegada conversación y lánguido fumar, las horas de atenta y deleitosa lectura, las campanas de la Iglesia que se harán cargo del ritmo de las cosas. De buena, de excelente factura, dentro de la casa casi hace frío mientras los madrileños se achicharran como torreznos en la sartén. Así que los señores visten chaqueta y pantalón largo. Y un zapato cerrado, que puede ser una alpargata. El monte, la sierra, el campo, el mar…

¡¡Ahhh!! ¿Que usted se queda en Madrid? ¿Qué sólo sale quince días, a la carrera, pernocta en catorce lugares distintos, le cuesta una fortuna y vuelve peor de lo que se fue después de cien discusiones con centenares de hirsutos parientes? ¡Pero bueno! ¿Y usted quien es, quien le ha dejado pasar? A ver, Julián traiga dos mozos y echen a este señor a la calle, sin contemplaciones, con rudeza, que ruede, que muerda el polvo. Y si dice algo, le dan además unos bastonazos, tres o cuatro, no es cuestión de ensañarse. Con el que usted quiera, con el vergajo si prefiere. Pero acuérdese de moderar el golpe si usa el de cerezo ¡con lo que pesa! ¿Pero cómo se nos habrá colado en el jardín semejante pelagatos?

Hoy cenamos en casa de Doroteo, en el jardín de la parte de atrás, bajo la pérgola cubierta de jazmín de olor. Tato ha prometido una tabaco magnifico para la sobremesa. La condesa recibe también esta semana, en el frescor de su casona blasonada, cenaremos seguramente en el comedor de las panoplias. Sin que fuera necesario ponerse de acuerdo, Calvino de Liposthey dará señales de vida más adelante, para dejar días de soledad y retiro, de largos paseos, de largas lecturas. Entonces iremos a conocer la casa molinera que se ha arreglado, también en Nava. El gran corral ha sido ajardinado siguiendo un dibujo preparado con ayuda del Gran Polígrafo, inspirado al parecer en los jardines de la casa de Vicencio de Lastanosa, el amigo de Gracián. La cena de la fundación Tato será a partir de la Virgen de Agosto, cuando haya refrescado del todo si el tiempo no ha enloquecido completamente para entonces, como estos pobres madrileños que no teniendo a dónde ir tratarán de viajar sin un duro y medio en cueros, como un rebaño, sin hacer por tanto caso de las recomendaciones de Edgar Neville.

Así son las cosas oiga usted. Mire el otro días visitábamos un palacio madrileño. Y el guía, una señora trabajadora, soltaba su historieta. Al señalar una como terraza que da sobre el jardín explicaba que en ese lugar se estaban los marqueses en verano porque era más fresco. Le faltó decir que se iban allí los dos para estar más frejjquitos y describir a la marquesa en chancletas enseñando los dedillos, y al marqués en chores negros, con la canilla al aire y una riñonera llena de barritas energéticas y clinessss. Aguantándose las ganas de armarla Doroteo, que estaba entre los visitantes, explicó que era muy dudoso que los marqueses disfrutaran de la terraza en verano, simplemente porque los marqueses, en verano, no estaban en Madrid. Y no quiso decir más, ni a dónde iban ni por cuanto tiempo. Pues eso. 

miércoles, 22 de marzo de 2017

De los diarios de Alcides Bergamota el Grande: nacional catetismo. Cortesía de Calvino de Liposthey.

A la vista de los acontecimientos que desde hace años predominan en nuestra vida pública –hoy recrudecidos- no será exagerado afirmar que una de las aportaciones de nuestro actual régimen político a la España contemporánea es la exaltación del cateto. Triunfan y son el gran modelo social a seguir los enanos mentales, los cretinos localistas, los tontos del pueblo. Vivimos en plena magnificación del paleto, en la elevación a los pedestres altares laicos de la mentecatez, de la hemiplejia mental, del garrulismo, de la pequeñez mental, de la cortedad de miras, de la miopía mental, intelectual. Se cultiva con ciega pasión y grandes exhibiciones de estupidez la planta raquítica y seca, que aunque esté muerta, si es autóctona no importa. Puede decirse que, subidos a la ola de grandes ínfulas y superioridad moral que caracterizan el estado actual de cosas (el pasado no existe o era un erial), hemos pasado del nacional catolicismo al regional catetismo.
Alcides Bergamota el Grande

miércoles, 8 de marzo de 2017

Crónicas de Nava. Fundación Tato.


Calvino de Liposthey rara vez encontraba resistencia a su labor de cronista local. Se dedicaba a recabar los pequeños hechos de la localidad, a retratar a sus habitantes y a profundizar en la vida de los más egregios, en particular en la personalidad sin par y obra singular del gran Alcides Bergamota, eximio polígrafo. Contaba para ello con los papeles del escritor y con el archivo de Doroteo, de una riqueza inexplorada, dónde podían encontrarse las más variadas noticias sobre Nava de Goliardos, la villa y sus habitantes. Pero como en toda labor surge siempre un pero, la hormiga amanuense que era Liposthey, armado de plumín y libreta, mitones y bufanda, encontraba resistencia tenaz, evasivas y silencios, al arrimar su curiosidad a la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Era consciente de no poder acceder a la documentación clínica de los pacientes, ni al listado de los que en algún momento habían ingresado para tratarse de ofensas, humillaciones, persecuciones y vejaciones de todo orden. Pero sabía de la existencia de una suerte de diario, una especie de cuaderno de bitácora, dónde, de manera constante y puntillosa Tato consignaba el día a día de la Fundación, lo que incluía no pocas referencias, al parecer, a los distintos casos que por allí pasaban. Eso aseguraban al menos las fuentes que discretamente informaban a Liposthey, sin por ello traicionar la confianza de Tato ni su deber de lealtad con la Fundación. En realidad se habían limitado a comentar que, efectivamente, todas las tardes entre semana, a la hora en que se hacía el cambio de turno y llegaba el personal de guardia, Tato se recogía en su despacho provisto de un pequeño paquete de caramelos de violeta. Eran esos caramelos, al parecer, el indicio de que se disponía a escribir, pues avanzaba por el pasillo hacia el despacho chupando un puñado con fruición y despidiendo sólo con un gesto breve a los que se iban, al no poder articular palabra. El hecho de llevar bajo el brazo cierto particular cuaderno, grueso, de buena encuadernación, con nervuras doradas, con aire de haber sido encargado a medida, era también indicio de que se acercaba el momento de escribir. Eso apuntaba al menos el informador más sagaz.

Tato se instalaba en su gran mesa y se reconcentraba sobre el cuaderno, rascando página tras página. Para poder atender a los imprevistos que pudieran surgir, la puerta quedaba entreabierta y Tato a disposición del personal, aunque por la hora reinaba por lo general un gran silencio únicamente turbado por Paqui la asistenta que barría, recogía papeleras, fregaba los suelos y, a la menor oportunidad, daba todo el palique posible al personal de guardia.

La puerta entreabierta era también una medida de seguridad impuesta por el patronato de la Fundación, después de realizar una sesuda y muy cara consulta a un conocido despacho de abogados para determinar las normas de régimen interno más convenientes. G. Provecto, Migraña & Sinclair Abogados, S.L.P. había recomendado expresamente, y pese a la descripción que se les había facilitado de Paqui, que se evitara que el personal de dirección o los patronos, quedaran encerrados en un despacho con cualquier subordinado, empleado o colaborador de la Fundación. La jurisprudencia más reciente consideraba esa situación, el encierro sin testigos, como la ocasión que pintan calva, como el momento propicio para dar rienda suelta a los mayores abusos, las más sórdidas tentaciones, la más desenfrenada y vil lujuria

- ¿Pero incluso con Paqui, con lo decrépita que está?
- Por supuesto, que tendrá que ver la decrepitud con el abuso y el ánimo lujurioso.
- ¿Pero oiga por quien me toma?
- No se irrite, que el consejo es genérico, nada personal. Usted verá.

Se aseguraba que, al abstraerse sobre el cuaderno con la boca llena de caramelos de violeta, Tato se reconcentraba de tal manera al anotar los casos que pasaban por la Fundación que se le escapaba, al describir los más fuertes, un hilo de baba morada. Un hilo cárdeno a veces, una pequeña mancha violácea otras. Todo lo absorbía sin dificultad el grueso papel del gran cuaderno secreto, de sin par calidad, la baba de violeta y las narraciones de Tato.

jueves, 9 de febrero de 2017

Paseo.


El amigo Pulardo resumía solemne la historia de Regis de Poulardó.
- Estos de Francia estaban muy vagamente emparentados con los Pulardo de toda la vida. Pero ni siquiera por vía paterna, sino por una tía descarriada de mi abuela Carmechu. No se apellidaban Pulardo, pero conocían la existencia del noble apellido y habían envidiado durante generaciones a sus portadores.
- Un poco a la manera de los Mingo y los Minguilla – comentó Calvino de Liposthey.
- Si más a menos, sólo que en este caso no había no siquiera proximidad fonética, pues el tatarabuelo del cursi de Regis se apellidaba en realidad Morcón. Todo el clan respondía en el pueblo al mote de los Atascaburras.
- ¿Pero cómo es posible?
- Bueno, sencillamente al llegar a Francia se pusieron a maniobrar y la tercera generación ya era Poulardó. El dinero ya sabe que allí lo puede casi todo.
- Supongo que el siguiente paso será pasar a compuestos.
- Si claro, algo así como Poulardó-LaTruie, Poulardó-Chabert Capon o Poulardó de la Jarre.
- Y así están las cosas.
- Y así pasa la vida la gente. ¿Qué quiere usted que le diga?
- No, nada.
Seguían pasendo al Amigo Pulardo y Calvino de Liposthey, en la mañana helada, escarchada y cortante, envueltos en una espléndida luz, bajo un cielo azul. Y altísimo claro.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Trompeta, trompetilla (texto amablemente cedido por Calvino de Liposthey, biógrafo).

Vivimos en la deliberada confusión de conceptos y de ideas, en un galimatías en el que nada es nombrado por lo que es, dónde la mentira y las medias verdades se van haciendo lentamente con el terreno, en el mayor desorden. La información nos cae encima como una avalancha que no cesa y cada vez es más difícil informarse, no digamos acercarse a la verdad. Llama la atención la obsesión que hay con Trump que corre paralela a la más absoluta falta de autocrítica por parte de quienes critican al nuevo presidente de los Estados Unidos. Estos críticos, y las fuerzas a las que representan, proclaman a diario su escándalo y su indignación por los hechos y sobre todo por los dichos del nuevo presidente, pero no se molestan demasiado en explicar o fundamentar un estado de ánimo que exhiben como si fuera una verdad indiscutible. Estos críticos –críticos ahora, silenciosos con el anterior presidente por los mismos hechos- tal vez tengan algo de responsabilidad, incluso mucha, en la elección de Trump.

La primera pregunta que uno debería hacerse para entender la aparición del personaje parece obvia: ¿En qué estado de descomposición de encuentra la sociedad occidental para que los dos candidatos presidenciales sean gente de la categoría de Trump y de Hillary? Porque si es difícil alegrarse por el triunfo de Trump, es una prueba de vigor moral y mental, alegrarse de que la pavorosa, translúcida y apergaminada Hillary se la haya pegado.

Todos esos medios al servicio de un partido, de un pagador, sin la menor independencia, todo ese progresismo bien-pensante y perdonavidas, toda esa clase política cerrada sobre sí misma, que nos ordena cómo vivir y cómo pensar mientras nos esquilma, que nos insulta y nos mete en el saco con la etiqueta “deplorables” si no obedecemos, que impide llamar a las cosas por su nombre, que desafía lógica, conocimiento, hechos, sentido común; que carga contra las tradiciones de occidente –o lo que queda de ellas-, contra la familia, el catolicismo, la cristiandad, el espíritu crítico, los fundamentos de la libertad, de la educación ¿no tendrán todos ellos algo que ver con lo que sucede?

Todos ellos: Una mayoría de medios, los progres en masa y una mayoría de políticos, todos ellos enfermos de orgullo y egolatría hasta el extremo. Y tal vez nosotros, por la incapacidad de articular una respuesta organizada que vaya más allá de la resistencia individual, casi en el fuero interno. Piensen que estas palabras estarán ya causando escándalo.

Y es que cuando la realidad no encaja en su esquema entonces, todos ellos, pretenden cambiar la realidad o ignorarla. Si la educación en Occidente sufre horas bajas no es por falta de principios, por el abandono del esfuerzo y del mérito, de la lógica, del respeto al profesor, sino por falta de dinero, y venga a gastar sumas ingentes. El hábito de justificar al agresor –que careciendo de voluntad actúa no por sí mismo sino movido en realidad por la maldad de su entorno- y culpabilizar a la víctima –algo habrá hecho- se ha generalizado en todos los ámbitos de la vida social. Si no gana nuestro candidato, llamamos a la rebelión, montamos manifestaciones contra el vencedor, explicamos que el sistema que para ganar nosotros si es válido, cuando hemos perdido está gripado, corrupto, trasnochado. Y por supuesto cargamos contra la mayoría que ha elegido presidente. Cuando no actúa como queremos ¡ni siquiera la todopoderosa mayoría tiene ya valor! Recordemos los españoles que esa mentalidad no es de hoy. Fue la que acabó con la segunda república española.

¡Vaya soflama dirán ustedes! ¡Que exageraciones, tampoco es para tanto! Cada uno, es verdad, le da importancia a cosas distintas. Pero sí que existe una razón por la que es muy grave que se esté dinamitando lo que podríamos resumir como tradición de Occidente. Y no voy ahora a repasar en que consiste dicha tradición. Si no lo saben ustedes mal estamos. La razón es que no hay libertad sin tradición y que sólo son libres las sociedades que basan su libertad en un sistema de tradiciones vigente que, siendo compatible con la libertad, la sustenta, permite que se ejerza y le suministra anticuerpos contra la tentación utópica, contra la soberbia reguladora, contra el estado sacado de quicio, contra el jacobinismo rampante y contra las gordas. Contra las mentalidades gordas, gruesas, entiéndase lo que quiero decir, frente a las mentalidades egregias.

Terminaba de esta manera su pequeña charla el gran polígrafo. No cabía un alfiler en el salón rojo del Casino de Nava de Goliardos. En el programa de actividades podía leerse “Comentario de actualidad”, por Alcides Bergamota el Grande. A las 13:00 horas. Antes una conferencia sobre palimpsestos, después de un comentario a dos voces sobre tauromaquia –repaso de la Temporada y estado actual de la Fiesta-, a cargo de un crítico venido de Madrid y de un aficionado local, reseñador puntilloso a sus horas. Después de comer, una lectura de poemas, seguida de una mesa redonda para poner fin a la jornada cultural patrocinada por Doroteo y por la Fundación Tato para Varones Desahuciados.

La jornada, en realidad un día completo al que se añadía el programa de cine en tardes sucesivas, se había mantenido contra viento y marea. Contra los que acosaban a los organizadores –patrocinadores y junta directiva del Casino- señalando que el formato y los contenidos eran una antigualla, que faltaban perfórmanses, preferentemente de contenido subido de tono, ¡que faltaban mensajes, odas sáficas, instalaciones y detritus! Era penoso, les espetaban, que el programa no estuviera traducido al inglés. La falta de contenido verdaderamente audiovisual era intolerable – el ciclo de cine con películas de Ford, Lang y Manckiewicz, Chaplin y Neville había sido motejado de pintura rupestre, de herrumbre sin vigencia. Pero el mayor reproche que se les hacía desde el grupúsculo de oposición manejado por Spotti, desde las instituciones culturales de la autonomía y de la capital de provincia, el colmo del horror sin duda, era que no participaba ninguna institución pública.

La modesta jornada cultural no daba pie al pago de ninguna subvención. ¡Sois unos paletos conio!, les reprochaba Fidelio Lentini Spotti. Tirando de cuatro hilos y contratando a unas performers te llueven los euros, un poco de LGTB y nos hacemos de oro. ¡Dejadme participar y os lo arreglo! Doroteo llevaba años rechazando las ofertas del satánico Lentini. Vete a la mierda Lentini. ¡Cómo me sigas tocando las narices el año que viene Nobleza baturra y un ciclo sobre Juana de Arco y verás cómo llenamos también!

Y es que con su modesto formato, dos conferencias, la charla a dos voces, unos poemas, cinco películas en dos días, se llenaba el salón rojo, se llenaba la modesta sala de cine, se aplaudían las películas al final y se seguía con interés el coloquio posterior. No acudían grandes masas, no se descubría la piedra filosofal, pero tampoco se vivía un retablo de las maravillas. No había estafa, ni cultural ni al erario público.



martes, 3 de enero de 2017

BONI


Terminamos hoy la lectura de las extraordinarias memorias de Boni de Castellane.
El Cepogordismo quisiera rendir a este personaje controvertido y polifacético el homenaje que merece sin duda, pero son conocidas las limitaciones del Cepogordismo, que no suele pasar de apuntes, bocetos, escorzos, y eso con suerte y mucho esfuerzo.

El nombre completo del señor Castellane es Marie Ernest Paul Boniface. Fue conde de Castellane-Novejean y luego marqués de Castellane, conocido como Boniface de Castellane y sobre todo por su apodo, Boni, abreviatura de Boniface. En definitiva, Boni de Castellane.

Una de sus abuelas era sobrina de Talleyrand con quien convivió a menudo en el castillo de Rochecotte[1]. Estos datos pueden encontrarse en la red, aunque en este caso, como en muchos otros, la red contiene numerosos errores, insidias, frases que se le atribuyen y que nunca dijo (a la manera de lo que ocurre con Agustín de Foxá), chismes sobre su vida y sobre todo un sinfín de juicios, la mayoría de ellos más bien desfavorables.

El personal empeñado en etiquetar y calificar a nuestro Boni. Por las fotos que más adelante incluimos consideramos esto inevitable. Es natural que en esta época mesocrática y oficialmente igualitaria, de una grisura sin par, la estela del personaje despierte sentimientos de animadversión, de rencor social, de rabia irracional ante sus bigotes en punta, su evidente dandismo, su increíble pose, su refinamiento, su posición y su conciencia de todo ello. El contemporáneo no soporta que se le mire desde arriba.

Se dirá que fue despilfarrador, e incluso algunos se atreverán a reprocharle el haber sido tal vez mal padre y peor marido. Cuestiones estas sin duda debatibles, aunque no deja de ser una ironía siniestra que se le imputen hoy en día, cuando la institución familiar padece una crisis sin precedentes y realmente el divorcio ha llegado a ser socialmente un plus, una medalla que se exhibe sin rubor tantas veces y tan pronto como resulte posible, con lo que esto supone para los hijos que, en general, nunca se han educado peor.

Para la mayoría, para el masivo cateto contemporáneo, quedará así reducido nuestro personaje a la estereotipada imagen del frívolo dandy, casado por interés con una rica americana, Anna Gould, quien al cabo de doce años de matrimonio, cansada de sus excesos económicos y de sus devaneos con otras señoras, le pone un día en la calle. ¿Puede haber algo de verdad en esta rápida pintura de trazo grueso? Sin duda algo hay. Pero hay mucho más. Y ese mucho más son las memorias de Boni de Castellane.

Se trata de un libro en dos partes: Como he descubierto América seguido de El arte de ser pobre. Título este último de por si extraordinario y provocador que puede malinterpretarse si no se conocen los orígenes y el medio social al que pertenecía y en el que se desenvolvió toda su vida Castellane.

A lo largo de las quinientas páginas del libro aparece, como no podía ser de otra forma, el hombre de mundo, organizador de infinidad de saraos, conocedor del todo París, y de toda esa sociedad internacional y transnacional que vive como pez en el agua entre París, Londres, Nueva York, Roma, Viena, los balnearios alemanes, los cruceros por el mediterráneo, la costa azul. Esa sociedad que termina como tal con la primera guerra mundial. Para los que ya estén murmurando sobre España, diremos que formaban parte de ese mundo numerosos españoles de los que también habla nuestro autor. Lo que tampoco es ningun timbre de gloria. Se trata simplemente de un hecho. Es posible que usted no lo sepa, pero eso no cambia nada. Tampoco hay ningún deshonor en los abuelos aldeanos noblemente inclinados sobre el arado romano navegando entre los terrones. ¿Qué me dice? ¿Un tendero malvado que hizo fortuna aguando la leche, enarenando el chocolate y usando un juego de pesos y medidas trucado? ¡Qué le vamos a hacer! No por eso debe usted verter su bilis sobre las personas egregias. De todo tiene que haber, no se preocupe y volvamos a Boni.

A medida que avanzamos en el relato, la pura leyenda del dandy y esteta de la Belle Époque, que teníamos presente cuando lo empezaos, va quedando atrás, un tanto difuminada, tanto por las otras facetas de la personalidad de Boni, como por la calidad de su escritura.

Escribe en efecto de forma amena y muy viva. Se lee como si las cosas que nos cuenta hubieran pasado ayer y casi pudiéramos hacerle llegar una invitación a cenar, para pedirle más detalles, más historias. Pero no tenemos frac, ni talento alguno para los arreglos florales que tanto le gustaban, ni medios para colgar tapices que armonicen las tonalidades del salón (¿un solo salón?) con la luz de la hora del convite, ni candelabros para las velas, ni cocinero, ni... ¿Cómo convidar a Boni? Pues bien, al terminar sus memorias estamos seguros de que Boni agradecería la invitación y accedería a darnos algún consejo para arreglar un poco mejor el comedor, el salón, aquella salita, la casa entera (¡hay que tirar doce tabiques!). Siempre que, siendo las cosas como son, encontrara educación, curiosidad, ganas de charlar y un intento sincero de hacer mejor las cosas.

En sus memorias, el sentido del humor está presente un poco por todas partes, como parte de un estilo y de una forma de ver la vida que le ayudan a sostenerse cuando las cosas se tuercen. Es decir, no se trata de fatua ironía, ni de pedantería, ni de la media sonrisa del snob. Tiene sentido del humor verdadero, refinamiento, capacidad para matizar y valorar, para dar con el comentario certero, el detalle crucial. Y esto se debe, sin duda, a que lejos de ser un frívolo (aunque frívolo y despilfarrador ha sido como el miso reconoce) es una hombre formado, con creencias sólidas, formación religiosa (católico enemigo de la tercera república ferozmente anticlerical), culto, buen conocedor de la historia de Francia, de la historia europea, de la cultura clásica, con ideas políticas bien fundamentadas y claras, y un experto en bellas artes (lo que al fin y al cabo le permitió rehacer su vida después del cataclismo que supuso el divorcio). Además su don de gentes y sus habilidades y refinamiento sociales, capaz de recibir en su casa a un rey sin el menor titubeo y con la mayor y más refinada naturalidad.

Dónde resulta verdaderamente estupendo es en la descripción tanto de sus contemporáneos como de la sociedad en la que viven, de sus códigos y de su evolución. Con tres o cuatro pinceladas precisas, agudas, va surgiendo a lo largo de las memorias el fresco variopinto de todos aquellos a los que frecuentó. Y fueron realmente muchos. Pasamos del ámbito familiar, de su infancia y juventud que evoca con verdadera belleza y nostalgia, consciente de que se trata de un mundo que no volverá, al sinfín de escenarios por los que evoluciona el personaje: dueño de periódicos, político, mecenas, coleccionista sin par (varios de los cuadros de la Frick Collection de Nueva York le pertenecieron antes de su divorcio y estaban colgados en su casa –consideraba los museos un cementerio-), gran conocedor de Francia y restaurador de su patrimonio, excelente jinete y cazador, exitoso marchante de arte, magnífico relaciones públicas (expresión que le hubiera horrorizado).

Fue durante doce años diputado por el departamento de los bajos Alpes (Basses-Alpes) dónde su familia tenía sus raíces. Sus memorias contienen una evocación de la política durante la tercera república francesa interesante y un tanto desmitificadora para quien considere que todo lo de aquí es malo y lo de fuera bueno. Sabe por supuesto ser crítico, con una ironía ácida que no es extraño que no le perdonaran en vida. Algunos ejemplos:

Página 211 de nuestra edición: “nuestros diplomáticos eran pobre gente, salvo los Cambon, quienes en Londres o en Washington, o en Madrid o en Berlin, ejercieron su talento de manera aventajada. Nuestro personal estaba dominado por las ideas de la época. Se abandonaba la tradición y, bajo apariencia de servir al país, se era esclavo de concepciones ideológicas contrarias a sus intereses. (…)

La fealdad física de los gobernantes era como la mueca que hacía al mundo el diablo, escondido bajo su corteza, y los apellidos disonantes que llevaban tenían también un algo demoniaco. Un proyecto de ley “Waldeck-Cocula-Trouillot[2] dice mucho de ello. Pelletan, Combes y el pobre André daban la impresión de gárgoles vomitado veneno. (…). Es imposible tomarse en serio a hombres tan enanos. (…). El “pequeño” Delcassé se bajaba de la butaca y parecía más alto sentado que de pie. Cual un viejo santurrón al que Lucifer hubiera mordido el corazón y sufriendo de su propia infamia, se presentaba el ministro Combes.

Pelletant tenía algo de humanidad; pero su sectarismo, su increíble y demasiado aparente desorden, no le dejaban más que las marca del orangután. (…). Yo hacía esfuerzos sobre humanos contra su política; eso me valió su odio y más tarde el encarnizamiento de sus amigos para la destrucción de mi hogar.

También sabe elogiar con generosidad:

Página 208: “Léon Daudet era el más maravilloso de los invitados de esa casa. Ingenioso, profundo, fino, ya era considerando como el enfant terrible de la República. No hubo nunca alegría más franca que la suya, ironía más sabrosa, talento más peligroso para sus adversarios. Sus sueños son sinceros, lo que es raro. No tiene el alma del condotiero, sino el instinto del toro que embiste y empuja. Su fisionomía es atrayente.

Más adelante, refiriéndose nuevamente a la política encontramos una de las muchas confesiones que salpican las memorias y dan al documento un tono de tanta autenticidad:

Página 212: “Yo sufría por ese ambiente, ya que no me sentía hecho para la fealdad y la hipocresía que estaban a la orden del día. Todo el “mi mismo” de mi infancia se revolvía. Entonces quise crear cosas magníficas en el dominio del arte. Demasiado confiado en mi estrella, pensaba, como suele ocurrir la víspera de una catástrofe, que nada se me resistiría. Me dejaba ir a un lujo inmoderado, útil al menos al comercio de París. Como me gustaban los objetos artísticos y la decoración, hice numerosas colecciones y gasté considerables sumas en los muros de nuestra casa.

Se podrían multiplicar las citas, pero no tiene sentido glosar el libro entero. Resulta extraordinaria, por ejemplo, su visión de los Estados Unidos, la comparación con la vieja Europa a la que él pertenece; la pintura de su familia política y de su medio social de financieros multimillonarios, la forma de vivir y de pensar. ¡Cuántas cosas nos resultan familiares! Y es que las formas de allí – que Castellane analiza con tanta agudeza- hace mucho que han cruzado el atlántico y son ya las de aquí. En Europa ya no se pasea apenas. Se corre por la calle recubierto de plástico con cascos en la cabeza, dando rienda a una obsesión por el ejercicio bastante ridícula que ya era propia de los norteamericanos de entonces, presumiendo de músculos ante un pasmado Boni que suponemos se atusaba el bigote ante semejantes confidencias.

Las aspiraciones de la Sociedad americana, restos de civilización del antiguo mundo, exasperados por una libertad que va hasta la licencia, no se detienen ni ante la religión, ni ante la jerarquía, ni ante el culto de los antepasados, ni ante la familia, ni ante la historia ni ante el respeto humano. Existe en los Estados Unidos algo violento, que para nosotros, pobres europeos, parece enervante como el chirrido de la sierra sobre la piedra, que contradice nuestras ideas, desarregla nuestro entendimiento, nos hace perder la noción del ritmo, de la mesura y del orden.” (página 114).

No nos resistimos a incluir una cita más en la que se unen en una sola frase sus impresiones sobre los Estados Unidos, la política francesa y la sociedad contemporánea, con cierta gracia un tanto hiriente que podría aplicarse, tal cual, a mucho de lo que vemos hoy en día:

Página 117: “Asistí a una reunión de “hembras en pelos” [se entiende que se refiere a mujeres sin sombrero], cuya vulgaridad supera todo lo que he visto, incluso en el Congreso de diputados de Francia. Si estas son las costumbre que nos prometen con la emancipación total, el infierno se habrá instalado sobre la tierra”.

Pero quien quiera encontrar en Boni de Castellane a un misógino antiamericano se llevará un chasco si se toma la molestia de leer sus memorias. Ya decimos que no es posible glosar el libro completo que merece ser leído con tranquilidad, sobre una butaca que esté a la altura, con un atuendo correcto y un habano que no desmerezca. No hemos hablado del Palacio Rosa, cuyo descubrimiento dejamos a la curiosidad del lector. Sólo diremos que se lo llevó por delante la especulación inmobiliaria de los años setenta. Si señores, en todo un París y con Malraux en el ministerio. Con lo cual, la obra más emblemática y concreta de nuestro personaje se perdió para siempre. Como se había perdido antes la Belle Époque y se perderán todas las cosas que no son, al fin y al cabo, sino verdura de las eras. Ya lo dejó escrito el poeta clásico.

A continuación las fotografías, no se asusten ni ofendan.





Retrato familiar con dos de los tres hijos del matrionio con Anna Gould







RETRATO DE BONI DE CASTELLANE POR EL PINTOR PAUL EMILO BLANCHE. Observen a la derecho un distinguido bulldog francés.



BONI EN SU DESPACHO. A su espalda el retrato que le pintó Paul Emile Blanche.




BONI HA CUMPLIDO AÑOS, EL ABRIGO PARECE EL DEL RETRATO DE BLANCHE.

Y para terminar Boni con Anna Gould, algo hay en la foto que nos dice que no podía salir bien...







[1] Este castillo es hoy un hotel. Puede encontrarlo en la red, hacer una reserva y alojarse allí si quieren.
[2] Es difícil dar en español lo mal que suenan esos apellidos en francés.

viernes, 11 de noviembre de 2016

OTRA TROMPADA


Cepo Gordo y los Cepogoristas somos así señores. No hay editoriales conjuntos, no hay una sola voz, reina cierto desorden, cierta libertad, cierto amor al PALO.


Los artículos de Sanglier siempre suscitan gran interés. Su comentario sobre el asunto Trump por un lado constata el estado de ánimo progre, por otro abre un sinfín de temas y plantea muchas cuestiones. Tal vez alguna pista de por dónde irían las alternativas a su gran enmienda nos vendrían bien.


Uno de los comentarios a su entrada realiza dos observaciones acertadas. La crítica a la democracia, sin precisar qué se entiende por tal, resulta demasiado vaga, más cercana al ejercicio de cabreo, absolutamente legítimo (para eso está Cepo principalmente) que a otra cosa. Por otra parte, la democracia (lo que eso sea) no puede ser responsable de males anteriores a ella (“ser generadora de desastres sin cuento que la humanidad viene padeciendo desde hace siglos.”) ni de aquellos que con independencia de los regímenes políticos son propios de la condición humana. ¿Tal vez se refiera Sanglier a la modernidad? Dónde acierta plenamente Sangli (permítasenos esta licencia) es en sus latigazos a la progresía europea.


Quizá lo que haya que analizar no es tanto la naturaleza del régimen político sino su secuestro o deformación por el movimiento progre, verdadera apisonadora empeñada en la destrucción sistemática del mundo tal y como se ha conocido hasta ahora, mediante la demolición del occidente cristiano.


No es otra cosa que una nueva tiranía asomando por el horizonte. Adopta la forma de muchos de los elementos citado por Sanglier en su artículo: mundialismo internacionalista, social democracia, estatismo a mansalva, grandes estructuras administrativas supranacionales; persecución de las instituciones llamadas tradicionales, principalmente con el ánimo de sustituir a la familia como vehículo esencial de socialización; liquidación del catolicismo; de la libertad individual, de los lazos sociales, promoción de todas aquellas relaciones alternativas a lo tradicional resumidas en el acrónimo LGTB; dirección, manipulación y reeducación de las mentalidades, etc. Va rápidamente conformando una sociedad cada vez más rígida e intolerante. El virus está tan extendido que ya resulta difícil defenderse. Los medios de comunicación de masas son el gran vehículo de todo este gran programa de cambio de civilización, de esta nueva tiranía que por la puerta trasera de la salud, el buenismo, la infantilización de la sociedad, la destrucción del espíritu crítico y el estímulo constante de los instintos más primarios consigue hacer retroceder todo aquello que se tenía por seguro: desde la libertad en todas sus formas, a los fundamentos de la sociedad con la que occidente, con todos los peros que se quiera, ha alcanzado la prosperidad que tanto valoran los que socavan los elementos que la sostienen. Desde luego el Cristianismo fundamentalmente, pero también elementos como la propiedad privada o la defensa del individuo frente al gran Leviathan estatal. Hablamos demasiado. Escribimos demasiado. Cuanta cháchara. Si, nosotros también.


La falta de medios independientes es un factor clave. Tal vez internet pueda ser una alternativa.


Volvamos a Trump.


Coincidiendo con Sanglier, lo más atroz de todo el proceso ha sido sin duda la reacción europea transmitida por los medios europeos, así como el análisis realizado por esos miso medios (que sería más bien una completa falta de análisis, sustituida por moralina y adoctrinamiento).


De los dos candidatos no hay nada que añadir a lo dicho por Sanglier. No nos alegramos del triunfo de Trump, sino de la derrota de la terrible Hillary Clinton. Así es la paradoja. Clinton es sin duda adalid del movimiento que hemos tratado de describir en los párrafos anteriores que ha aceptado financiación de grandes empresas abortistas, de la progresía descrita por Sanglier. Una representante de la corrección política a ultranza, de la discriminación positiva, de todo aquello que lentamente va sustentando una nueva forma de poder mediante la reeducación de las mentalidades. 


Los medios europeos simplemente han dejado de ser medios de información. Se trata de formadores de opinión que machacan sin cesar los mismos mantras, que se aceptan y calan por la mera repetición constante y machacona, sin que sea necesaria, ni su fundamentación, ni su demostración. Goebbels puro. Lo que se nos piden es simplemente que creamos.

 

¿Cómo funciona el sistema electoral americano? No se explica apenas. ¿Es extrapolable la mentalidad europea a la americana?

¿Son lo mismo sistema –entendiendo por ello las instituciones- que establishment –entendiendo por ello los grupos de poder tradicional-? ¿Que representan uno y otro candidato respecto a esos dos polos? ¿Qué representa Trump respecto a su propio partido? ¿Qué está pasando en USA para se haya impuesto este candidato?

¿Qué está pasando en USA para que Hillary, candidata del establishment genere tanto rechazo o para que sea ella la candidata y no otro?

¿El rechazo es a ella como persona o al establishment?

¿Es parecido el sistema USA al español, dónde se produce la total concentración de partido y poderes legislativo y ejecutivo –y en parte del judicial- en las manos del presidente del gobierno?

¿Puede un presidente electo volver el país del revés? No se analizan los contrapoderes existentes. No se explica la frecuencia con se renuevan las cámaras, el hecho de que puedan coincidir presidente de un color y cámaras de otro (imposible en España).


Sólo nos han dicho que este señor es muy malo y feo y, ahora, que los americanos son muy tontos por haberle votado… y punto. Una periodista de La Razón decía ayer en una tertulia de radio, con tono de verdadera indignación, que no podía entender como se había podido preferir Trump a todo lo que representa Hillary Clinton. ¿Y que representa Hillary? No nos lo decía, se supone que el oyente ya lo sabe. ¿La labor de un periodista no sería precisamente esa, entender lo que pasa y por qué pasa?


Y para acabar: Parece que lo que realmente pone de los nervios a los apparatchiks de esta Europa socialdemócrata, biempensante y decadente, es que el vaquero yankee, el cowboy Trump, les diga que a partir de ahora deja de pagar la cuenta de la defensa, que cierra bases, deja de mandar soldados, reduce bajas y que, si quieren ser tan progres (volvemos a Sanglier) y pacifistas, que paguen ellos la cuenta. ¡Y no! ¡Eso sí que no! A mí por otra parte que los americanos dejen de meter la zarpa por el mundo no me parece en un sentido mala cosa (dónde ponen la bala abren un desastre). Pero siempre que Europa se decidiera a salir del letargo volviendo a su ser.
Calvino de Liposthey.

jueves, 20 de octubre de 2016

De los cuadernos de Alcides Bergamota (cortesía de la incansable labor de Calvino de Liposthey).


Un día señalado.
Aunque sin duda han pasado hoy cosas importantes, dignas de ser reseñadas, esto es lo único que hoy puede decirles el Cepogordismo, sinceramente, dos puntos, se abren comillas:
 
“Angus estaba plantando unos bulbos. Cuando se entrega a tales tareas le disgusta que le interrumpan”.
 
Es una cita, sabia, erudita, intelectual, ya diremos de quien, otro día.

sábado, 20 de febrero de 2016

Trabajos de Calvino de Liposthey. Diarios de Alcides Bergamota.


Calvino de Liposthey publicará pronto su obra sobre el gran y redundante Alcides Bergamota el Grande y ha tenido la gentileza de hacernos llegar un adelanto de los apéndices documentales, que vendrán a ser una suerte de Anales de Alcides Bergamota el Grande o Cuadernos Bergamóticos. Se trata de una jugoso extracto de su diario personal y debe corresponder, sin duda, a la época anterior a la que llamamos de Nava de Goliardos (¿o era Puebla?). De cuando el sin par polígrafo, hundido en los horrores de la mesocracia, trabajaba por cuenta ajena. Veamos.


Parte I



Entrada del lunes -----. Sin duda un lunes dificultoso, de apatía, de anonadamiento, de ojos hinchados, de desvarío, de mirar ausente, de flaccidez mental, de embotamiento, de embrutecimiento, de baba pendiente, de belfo caído, de negra boca, caverna siniestra que no se cierra, de oscuro orificio que emite el estertor de la cretinez. Y sin embargo, la hermosa naturaleza no se detiene. El frío es cortante, viene el aire cargado de hielo recogido en la sierra cubierta de nieve, omnipresente, blanca, azul de frío, dentada, erguida, permanente y quieta. A los pies de la sierra, el hormiguero de catetos se agita sin freno. Oiga todo ese adjetivar está ya un poco visto, la sucesión de palabras a la manera del noventa y ocho, la sierra cárdena y todo eso… Ya.



Hoy en el menú: monstruosas chuletas viejas de cerdo, azules en su crudeza, a la infame manera, con aires de ponzoña y servilleta estropajosa



Trepamos por la cuesta empinada, bajos los robles, siguiendo la senda que serpentea por entre bloques de majestuoso granito, la cantera de un gigante. Al terminar la subida, el camino se vuelve ligero y alegre, como si el frío de la mañana hubiera preparado un rato de silencio y soledad. Jaras, espinos jugando a esconder las cercas de piedra de las dehesas ganaderas. Al rato algún pino y de repente un cedro. Como de visita, ha tomado posesión de un claro dónde le vemos erguido y con cierta majestad. Es claramente un visitante. ¿De dónde habrá salido? ¿La misma mano osada que los introdujo en los Reales Sitios en el siglo XIX? ¿Algún olvidado propietario? ¿El aire?

 

El camino desciende ahora lentamente. Las vistas a nuestra izquierda, de una gran belleza, parecen no tener fin en la claridad del día, en la nitidez de la mañana. Ni rastro por ahora de joputismo ni gentucilla. El único ciclista que nos hemos cruzado ha dado los buenos días, ha desmontado para cedernos el paso, ha besado nuestro anillo episcopal, rodilla en tierra. Le hemos tirado unas monedas al suelo para que se entretenga. Viejas losas romanas, una vaca retinta sale de entre las jaras altas y mira mascando con flemática indiferencia. Saludamos a una familia que contempla el paisaje con aparente paz, sin navajazos. La escena es bonita y la celebramos con un buenos días al que nos contestan casi murmurando. En el pueblo, el bar ha cambiado.













miércoles, 3 de diciembre de 2014

LOS CAPAOS (como suena).

Calvino de Liposthey no cesa en su incasable recolección de las obras y hechos del eximio polígrafo que es, además de sujeto objeto de estudio, su vecino y gran amigo. En efecto, Liposthey reúne tanto material como permite la poliédrica y a veces escurridiza personalidad del gran Bergamota, es decir, verdaderamente mucho.

Se nos ha reprochado últimamente el haber desplazado el haz de luz de nuestro inquisitivo foco desde la extraordinaria y protagónica figura de Alcides Bergamota el Grande a la de otros personajes como Tato o Doroteo, para llegar incluso a la de tipos verdaderamente menores como el pobre Antimo Caponeti Moreto. Nosotros no hemos dejado de trasladar este tenue y amable reproche al paciente biógrafo, que nos surte con su paciente labor de hormiga bibliotecaria. Conviene con nosotros Calvino de Liposthey en que siempre resulta más sencillo abordar al personaje de menor relieve – de entre los que exceptúa sin duda a la Condesa de la Croqueta a Tato y a Doroteo- que pulir y trabajar el duro mármol, la fuerte piedra, a veces inatacable, en que se constituye la compleja personalidad de nuestro gran Bergamota.

En la vida, todo es hacer digresión, ¿quién quiere acabar nada? ¡Hombre Calvino!

Pues bien, Calvino de Liposthey nos anuncia la llegada de un material que considera delicado y sensible, en la medida en que puede ofender a nuestros lectores más ñoños y melindrosos. Se trata de unas breves páginas, a medio camino entre las memorias y el ensayo de interpretación social, que se refieren precisamente al querido Antimo Caponeti Moreto y a nuestro no menos querido –y compadecido- El Ameba. Llevan por peregrino título “Los capaos”.

Ya empezamos oiga usted. Hombre, que quiere, lo escrito, escrito está.

Rogamos a nuestros seguidores más ñoños y melindrosos nos indiquen si desean afrontar semejantes páginas o si prefieren darse de baja. O incluso si prefieren  que se ejerza la más férrea censura y sean omitidas. Continuará.