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lunes, 16 de julio de 2018

APUNTACIONES SUELTAS III. El gran polígrafo en los Estados Unidos.


El agua mineral se sirve de forma tan ruidosa, a chorro libre, que cubre la voz del conferenciante. Una voz por otra parte débil, más para susurrar escondido que para arengar a las masas que tan necesitadas están de que alguien les grite. El poder de la gorda que se sirve litros y litros de agua mineral es tal, es como ver un elefante conectando la trompa a un surtidor, que remata la jugada dejando caer con fuerza terrible la enorme botella sobre la mesa. Ante el estallido vibra toda la sala, sus vecinos respingan, a un tío cursi se le caen las gafas y pone un mohín tan atroz que su vecino no lo puede resistir y violento le amenaza con un enorme puño cerrado. Pasado el momento, la onda de violencia provocada por el paquidermo con vestido de flores se extingue. Prosigue la charla sobre procesos. Hay que marcar las casillas, todas las casillas, con un lápiz y por orden… ¿Y si las marco con la minga no vale? Esto lo ha pensado el enano de delante, se ha notado, pero como es como los demás, se calla. Está sentado entre el largo y la gorda, el jirafa y la elefanta. En esta selva el viene a ser una hierba, una hierba, alta para ser hierba, seca, crujiente. En cualquier momento lo arrancan del asiento para zampárselo y aquí se arma una de miedo, con el enano pataleando por los aires, apretado por la trompa del elefante que lo agita como un sonajero para llevárselo a la picuda boca. Cuello de toro se está durmiendo. Es normal, ahora se están describiendo todas las casillas, cada una y su contenido. Hay ciento diecisiete. Es mejor marcarlas rellenándolas con un aspa, con un aspa. Con un punto no, porque es confuso. Al saludarle antes se notaba la falta de un dedo, un rasposo vacío que daba escalofríos. Seguimos con las casillas. Excelente exposición sustentada por todos los hábitos verbales del anglosajón para quien todo es global, mundial, todo son lecciones aprendidas, mejores prácticas, si, no, hacer no hacer… Con ayuda de unos buenos carros de combate todas las artes salen mejor.

Al cumplirse la tercera hora de conferencia sobre procesos y casillas, y pese a la abundancia de agua mineral, ya han muerto dos oyentes. Uno se ha desplomado sobre la mesa, con la cabeza sobre el cuaderno. De forma bastante discreta, todo hay que decirlo. Como estaba sentado no se ha notado mucho. Parce que se ha quedado dormido, pero le sangran las orejas. Ha reventado por dentro en la casilla ochenta y dos, faltaba poco. El otro se desliza de la silla y cae debajo de la mesa, desaparece tragado, escondido por el mantel. No le encontrarán más que al día siguiente, al oponerse su grosura inerte al avance del aspirador. Hay un panorama de cráneos pelados, sobre gruesas nucas, con el cogote surcado de rollizas arrugas. Ya lo decía Pardo Bazán, nosotros vamos a los toros mientras ustedes beben solitarios hasta perder el conocimiento, perseguidos por sus ligas antialcohólicas.

jueves, 21 de junio de 2018

Los sueltos de El Heraldo de Nava: don Pedro Mourlane.


 

Por el Pirineo azul, vascongado
el Rey de la barba Florida ha pasado…
F. Q. S.

Valentín de Zubiaurre
Hemos pasado un rato con don Pedro Mourlane. Si señores, los hay con suerte, así son las cosas. ¡Claro que le conocíamos! ¿Quien no ha oído contar aquello que le dijo a Jacinto Miquelarena, asomado a la ventanilla del tren?: ¡Que país Miquelarena! Pero la mayoría de las veces no se pasa de ahí. Y es una pena quedarse en la anécdota, famosa por la eufonía del apellido del amigo.Ya se quejaba en vida Jacinto Miquelarena de pasar a la posteridad por la dichosa frase que parece haberles ocultado a los dos. No pasar de ahí aclara mucho de lo que en estos tiempos sucede, censuras y cesuras, y lecturas de novelillas traducidas.
 
Alrededores de Irún.
Le conocíamos de oídas, pero realmente nos lo presentó hace unos días Dionisio Ridruejo. Le dedica unas páginas en la parte final de Casi unas memorias, denominada Memorias literarias. Valga un ejemplo: Pocos hombres han carecido como Mourlane de la pasión burguesa por el lucro y la competencia, nos dice Ridruejo. Y añade: Para mis ojos medios niños –tendria quizá 19 años cuando me senté por primera vez a su mesa- Mourlane era un espectáculo fascinante[1].
 
Así que aprovechando la ocasión, hemos estado charlando hoy con él. Esperamos que pueda repetirse la entrevista. Su obra no es mucha, han quedado un par de libros y la parte periodística, que sepamos, completamente dispersa. Y muchos comentarios alrededor del personaje, contradictorios, distintos, elogiosos algunos, como el de Ridruejo, magnífico; otros menos. Y hay también muchas alusiones a don Pedro como esta que escribimos, que no llega a vago apunte. Y las famosas anécdotas. Al parecer Mourlane era un espectáculo verbal, al hablar, al declamar, al narrar, al decir. Una obra escrita dispersa, pero un mundo propio, enteramente poseído, nada de retales. Y además el personaje. Durante la charla nosotros atentos y el hablando.

Bidasoa con vista a Hendaya.
Obra de Rafel Boti
Don Pedro formó con el poeta Ramón de Basterra y algunos amigos el grupo llamado “Escuela Romana del Pirineo”. Estaban Pedro Eguillor que presidía la tertulia, Julián Zugazagoitia, Rafael Sánchez Mazas y Fernando de la Quadra Salcedo entre otros. Les ahorramos esta vez lo que para cada uno de ellos supuso la guerra civil del 36.

 
Don Pedro era irunés, que así se nombra a los naturales de Irún, como bien nos recordaba hace poco nuestro gran amigo Sardanápalo Salmón Lafuente-Bermeja. Insiste en que al citarle precisemos que su segundo apellido, unido por un guion, es compuesto. Así lo hacemos.
 
Pues don Pedro era irunés y para quien conozca un poco la región, con eso de la Escuela Romana del Pirineo se abre todo un mundo. Mejor dicho, se nos recuerda su existencia y que lo cortés no quita lo valiente, como que por ejemplo fue Irún un gran puerto romano. Claro que estas cosas sencillas y claras incomodan. Son como chinchetas puestas en la mesa sobre la que se quiere descargar el puñetazo.
 
Nos decía hoy don Pedro -no nos atrevemos todavía con lo de “el amigo Mourlane”, tal vez un día-; nos decía que el disturbio romántico estremece aún el aire de Europa. Hemos asentido. Rompiendo el silencio, hemos añadido que tal vez ahora más que nunca. Todo envuelto en otros aires y sirviendo de caballo de Troya para la siniestra cantinela de mentiras, utopías y persecuciones que conforman el paisaje oficial. Y don Pedro, irunés, desde Irún, desde Bilbao y hoy en Madrid, nos recordaba que el bien no está en las cosas, sino en el orden de las cosas, que es su justificación en cuanto trasunto del orden eterno. ¡El orden! Atardece y nos entra una como punta de melancolía. ¡El orden, la inteligencia, el saber!
 
Nunca, que sepamos, posó a la manera local, ni tuvo que hacer el cansino alarde de vasquismo con el que tantos creen justificarse no se sabe bien ante quien ni ante que. No es necesario hacer exhibición de lo que se es auténticamente y nos conforma con naturalidad. Tampoco su inteligencia despierta y su cultura clásica lo hubieran permitido.
 
Don Pedro tenía una calle en un pueblo de su provincia, Guipúzcoa, pero el orden nuevo le hacía pintadas en el cartel, llamándole lo de siempre, facha. Así que se cambió el nombre de la calle y arreglado. Cuando se lo cuento, a don Pedro esto le importa poco y nos mira de una forma, desde tan alto, desde tan lejos, que nos sonrojamos un poco. Fue poco amigo de vanidades y actitudes impostadas. Aunque a el no le importa, al paseante de aquél pueblo, que tampoco se llama ya como se llamó durante siglos, le quitan el nombre de la vista y con el nombre tal vez la curiosidad y el preguntarse por la Escuela Romana del Pirineo. Quien sabe.

Y es que hay a toda costa que cegar las fuentes y para ello esconder a Mourlane que nos decía: Osemos remontar las aguas para beber en los manantiales a que deben su origen. Es lo que hace el amor, que reta al tiempo y, con sólo recordar, lo vence. Para vencer a nuestra manera al olvido, a la estrechez de los tiempos y al enemigo malo, dejamos esta nota sobre nuestra primera charla con don Pedro Mourlane. Hemos quedado para otro día.

Para el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo.
Valentín de Zubiaurre, nuevamente.



[1] Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias, editorial Península, 2017, pag. 480 y siguientes.

martes, 12 de junio de 2018

Unos párrafos sobre el Amigo Pulardo, cedidos por Calvino de Liposthey, siempre atento. Ilustraciones propiedad de la colección particular A.B. Elgrande.


Tarareaba El Amigo Pulardo, al dar los primeros pasos por la calle húmeda todavía de lo que había llovido de madrugada, menuda tromba de agua oiga, vaya primavera no me diga, el refrán de una coplilla:

- Porque yo soy un caballero de sangre azul y casa real y sólo quito los dineros, farruca de mi alma, a la gente principal...
- Se ve que le gusta Juanito.
- Un genio, lo más grande.
-¿Y la copla que ha elegido es por algo? ¿Afición a lo ajeno tal vez? ¿Complejos de nacimiento?
- Oiga, Spotti, váyase a su mundo y déjeme en paz.

Vamos a comprar unos filetes. Y una carne para asar.

- Aquí tiene - dice el bigotudo carnicero enseñando la mágnifica pieza de carne ya limpia- ¿Se la meto en una rejilla?
- No muchas gracias – comenta el Amigo Pulardo. No es necesario, de verdad, no se moleste, no hace falta, de ninguna manera…
- Bueno pues de todas formar se la meto en la rejilla que va mejor. Eso.

El Amigo Pulardo en materia taurina no pasa una, pero en estas cuestiones prefiere callar.

A veces nos ponemos pesados, es cierto, se nos espesa la mente y nubla el entendimiento. ¡Otras veces somos más ligeros, aéreos! ¡Somos el vuelo de una mariposa indómita, etéreos! ¡Abolimos a Newton! Mire yo creo que hasta aquí por hoy, si le parece, vamos.


jueves, 31 de mayo de 2018

BOLLERÍA - Breve apunte del dietario del eximio polígrafo, nuevamente cedido por Calvino de Liposthey.

- De vez en cuando entran ganas de zamparse un bollo esa es la verdad.
- No somos nadie.
- Sobre todo cuando se oye a un gilipollas hablar de estructuras de mapping de posiciones
- ¡Pero qué horror! Después de esa frase supongo que le pondrían mirando a Cuenca para practicar.
- ¿Pero qué dice?
- Supongo que se resistiría usted… ¿Le sujetarían entre varios? ¿Le dolió mucho?
- Pero quiere hacer el favor de dejar de pensar barbaridades. Lo de las estructuras de mapping de posiciones es como lo de agendar, los procesos corporativos, hacer mentoring o mindfulness, embrazar la diversidad –dicho y escrito así- , y otras paridas por el estilo milenial siglo XXI, y me congratulo de tu compliance en los reportes. ¡Seudo lenguaje, meta lenguaje, joputismo al por mayor!
- Ya entiendo ya, no somos nadie.
- No hace falta que insista, porque los que hablan esa jerga son los que le pisan la cabeza en lo privado, para lo público ya están los otros.
- ¿Le gusta con relleno de nata o de crema?
- De crema, espolveroado con azúcar, presentado sobre cartón y muy grande.

domingo, 27 de mayo de 2018

TOROS - Alcides Bergamota el Grande nos cede unas cuartillas.

 - ¡Mu-mu, mueran los señoritos!
- ¿Oiga pero que es ese grito? – exclamó Regino Heno Herrera dando un respingo.
- No se preocupe Regino. Ese es Pablillo el tonto de Nava con lo suyo – contestó el Amigo Pulardo sin inmutarse. Dio luego una plácida calada a un habano largo, inmenso, una verdadera cachiporra de tabaco.
- ¿Pero que hace por aquí? Regino al hablar se había removido inquieto en el butacón. Dio un sorbito a la palometa, apurando la copilla de cristal con forma de dedal.
- Pues muy sencillo. Es Lentini Spotti, la pústula de los Abruzzos, que de vez en cuando le da una propina para que el pobre grite esas cosas.
- ¿Y se lo trae desde Nava?
- Con tal de fastidiar es capaz de todo. En cuanto se ha enterado de que habría la casa para la temporada ha empezado con las intrigas. Lo de que mueran los señoritos le chifla – dio una nueva calada al gran cigarro que descubría un poco más de esa ceniza compacta de un gris espléndido, ¡un verso de Mallarmé!
- Pues a mí no me gusta nada eso de las amenazas, aunque las grite un tonto.
- Oiga Regino, no se haga el fino que lo del grito no va con usted, usted de señorito ya sabemos que nada.
Con gesto breve de la mano libre el Amigo Pulardo atajó un principio de protesta de Regino Heno, que venía ese día tan compuesto; con corbata y traje claro, la raya en medio, los cuatro pelos sujetos con un poquito de gomina y bastante riego de un agua de colonia como infantil que a él le parecía que hacía inglés. Porque Regino Heno es culturalmente un inocente, un alma cándida que cree que hacer el inglés le da realce y elegancia, que es una pose adecuada porque aquello, ya sabe usted, no se puede comparar, es superior. Y suelta a veces un plis, por please, y un zenquiu por thank you y hasta un zans por thanks.


Regino se había servido otra palometa. El Amigo Pulardo está bien surtido y para la tertulia con Regino tiene dos marcas de anís, Anís Tenis y la Cordobesa. Porque a Regino que es muy inglés, como él dice, al final le tira más Monforte del Cid que los brandys de Jerez, el vino de oporto o los licores franceses del aparador del Amigo Pulardo.
- Mire Regino deje que le explique, porque ya le he dicho muchas veces que el asunto de los toros va siempre de contradicciones, de todo orden y a todos los niveles. Mire, hace años era frecuente que una parte de lo que podemos llamar la buena sociedad mirara con malos ojos la afición a los toros y trataran por todo los medios de apartar a sus vástagos de la plaza. Esto lo cuenta muy bien García Pavón en aquel libro estupendo que son Los cuentos de mi tía. Cuando había toros en Tomelloso ¡prohibido salir de casa! Nada de tentaciones. Paco Pavón –perdone la familiaridad- entonces niño en casa de sus padres se asomaba al balcón a ver pasar a las cuadrillas a pie, a los matadores en coche descubierto y a la muchedumbre que los seguía entusiasmada hacia la plaza. Imagínese al niño mirando desde el primer piso, sujetando los montantes del balcón con las dos manos, como un preso asido a la reja de la celda, fascinado por el espectáculo. Al libro le remito para que vea que no me lo invento. Para mucha gente de entonces en los toros anidaba escondida la tentación de majeza y flamenquería, de tablaos y juergas, de chulería y taberna, como dijo el poeta. ¡El miedo a que el jovencito de familia se perdiera en nocturnos ejercicios venatorios por colmaos y tabernas, entre claveles y mantones de Manila…!
- ¡Que barroco es usted Amigo Pulardo! -se atrevió a comentar Regino ante la parrafada encendida que le acaban de soltar- pero no veo a dónde quiere llegar.
- ¡Déjeme hombre, que el verbo es de lo poco que nos queda! Así que como le decía, a los de la coleta ni arrimarse. Remato ahora el argumento.
- Pues se le agradece que vaya al grano, sí.
- Lo que quiero decirle es que en el estado actual de derrumbamiento social, cuando la gran diversión, la más fina, es ver un partido de futbol por la tele dando gritos y alaridos; cuando el hijo de familia es un concepto que a la gente le da risa; cuando la única vertebración social y probablemente familiar es ya la pasta gansa, no contando apenas todo lo demás, pues resulta que una tarde de toros es algo de un refinamiento y de una belleza únicos. Una belleza estética que está prácticamente ausente en el resto de manifestaciones sociales a las que podemos asistir. La gente en lo que está es en dotarse de medios económicos para llevar a cabo las cientos de actividades que exige el frenesí social contemporáneo y aguantar el ritmo, ¡de los viajes en chancletas y de todo lo demás!– al concluir la frase el Amigo Pulardo se había puesto de pie de un brinco y agitaba toda su corpulencia, como sacudiéndose el esfuerzo.


- Hombre, pero que exagerado es usted. Y un tanto cenizo en su análisis. Y además, que quiere que le diga, de esa sociedad que usted describe en tonos tan negros sale el público que va hoy a los toros – y al decir esto, como para darse un premio Regino Heno remató la segunda palometa.


Regino Heno era como el Amigo Pulardo buen aficionado y se unía a la tertulia que él llamaba “de los de Nava” cuando estos acudían a Madrid a los toros. Llevaba tiempo preocupado por lo que el calificaba, refiriéndose a la Plaza de las Ventas, como la desorientación general de público, diestros y empresas. El cigarrón del Amigo Pulardo seguía ardiendo con pausada y constante lentitud, sereno aromático, y subían hacia los cielos del pequeño salón de altísimos techos, volutas de humo azul. Metiendo dos dedos regordillos en el bolsillo del chaleco para consultar el reloj de cadena, apreciadísima joya familiar, se dio cuenta de que era ya hora de partir hacia la plaza.
- Pues mire Regino, tampoco le falta a usted razón. ¿No se dice que los toros son como un reflejo, un resumen, del estado de la sociedad española? Por ahí va su comentario me parece. Todo esto hay que pulirlo bien, matizarlo como conviene porque, por una vez, no hay contradicción entre las alabanzas al espectáculo y la condición del público que acude cada tarde a presenciarlo. Porque al menos ese público sigue acudiendo a las tardes de toros, y aunque lo haga desnortado y a veces en estado calamitoso, sigue interesándose por algo que está por encima de la media y que no es una simple recreación de la cultura muerta de épocas pretéritas.
- Vamos que no llegamos – dijo Regino poniendo punto final a la amigable charleta.


viernes, 25 de mayo de 2018

FUMEQUES. Del cuaderno dietario del Gran Polítgrafo. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Anastasio Cantaleta López Honduras regresó por fin de Cuba y trajo para los amigos un buen mazo de tabacos de la Habana.
- Oiga, ¿y a que fue usted a Cuba, justo ahora en primavera?
- No, a nada.
- ¡Ah! Permítame otra pregunta, se lo ruego.
- Es usted un poquito pesado, pero si no hay más remedio...
- Esos puros que dicen que ha traído, ¿por lo menos serán Premium? Quiero decir, de alto lujo.
- Se perfectamente lo que quiere decir. Es usted un cantamañas.



Así, de manera tan abrupta, concluía el diálogo entre Anastasio Cantaleta y Fidelio Lentini Spotti, que se quedó con las ganas de más.



 

Le voy a decir la verdad. Me equivoqué al encenderlo por la noche. La noche de un domingo lluvioso en que no había logrado parar ni un momento. Los Currutacos se instalaron y no había forma de largarlos. ¿Y quien son los Currutacos? Calle hombre, ¿a usted que le importa? Sólo le diré para ponerle los dientes largos que la Currutaca está un rato buena. ¡Pero oiga, por quien me toma! Bueno pues enciendo. Exceclente tiro, combustión pareja, aroma y fuerza. Leo mientras fumo. Silencio alrededor. Aparece como un cansancio. Llego a la mitad del cigarro. El brazo que sujeta el libro – un pesado tomazo encuadernado en piel de tortuga- va cediendo y de repente miro de reojo el cigarro. Pesa casi tanto como el tomazo. Es un enorme chisme, aromático, intenso, descomunal. Con las siguientes caladas llego al límite, se ha hecho tarde. Hay de repente como una resistencia física al tabaco, aunque el ánimo es de seguir leyendo. Me voy a la cama. Al tumbarme, noto como la mente está en realidad funcionando a toda velocidad, con absoluta precisión, todos los sentidos disparados, perfecta percepción del entorno, del exterior pero también del interior. El pensamiento adopta forma de habitación estricta. ¿Cómo que estricta? ¿Pero usted que pastillas toma, está pimplado? Pues eso estricta. He dicho que estricta y se acabó. Eso. Trato de calmare y dormir, momento en que abro los ojos todo lo que dan de si. Me levanto, abro una novela y aparece la historia de una gallina loca, causa de la amistad final entre dos vaqueros fornidos. Gato encerrado en todo el asunto, pero el autor pasa de puntillas. Pasada una hora, vuelvo al catre y ya me duermo. Mejor dicho, me traslado a un sueño. Viajo en tren, tren de mercancías con vagón de pasajeros, por el oeste. Un oeste de Walsh, de Ford, de Hawks. Pero de repente el tren cruza por encima de una gigantesca carretera moderna por la que circulan gigantescos vehículos norteamericanos, Ford, Mustang, Chevrolet… Indignación. ¡Como se ha podido cometer semejante error! ¡La escena arruinada, no se puede montar, hay que volver a rodar! ¡El director es un gilipollas! Ha llegado el alba: no volver a encender un domingo por la noche cigarro de los que trajo de Cuba Anastasio Cantaleta.