miércoles, 11 de abril de 2012

EL ESCRIBA


No ha mucho que en el parnasillo donde se solazaba, improductiva y muelle, la tropilla cepogordera compareció, renqueante de su pierna derecha, un hidalgo de aspecto menesteroso, enjuto de carnes, el rostro surcado de arrugas y tan nevados el escaso cabello y la barba rala que por si solos declaraban una provecta senectud. El anciano posó largo rato una mirada ansiosa en la bien surtida olla que borboteaba en el centro de la estancia y acto seguido declaró resueltamente su deseo de de hablar con el encargado.

Sin demora se presentó ante él un mozo desgarbado, ante el cual el anciano, empujado por su mucha necesidad, se humilló a exponer sus méritos literarios.

Yo –expuso con orgullo- no soy tan estevado como Quevedo, ni tan manco como Cervantes, y conservo gracias a Dios mejor vista que Jorge Luis Borges. Dirigió una mirada furtiva, lasciva y dimisionaria, a una de las mozas que por allí trajinaban, y prosiguió:  Escribo mejor que Juan Luis Cebrián y no soy tan maricón como Antonio Gala. A lo que inmediatamente, temeroso de que tal negación le fuese computada como demérito, añadió no ser tan machote como Arturo Pérez Reverte.

Tampoco soy, prosiguió el anciano, tan vizcaíno como para ser secretario del rey, ni de cámara o consejo alguno. Y, de nuevo temeroso de que tal remoto origen fuese causa de expulsión, afirmó con astucia haberse criado en el mismo Valladolid.

Luego el anciano sacó de su bolsa cuatro o cinco libros resobados, que el mozo hojeó con muestras de aprobación, y declaró su convicción de que con copiar algunos párrafos de aquí y de allá, citando su procedencia tan sólo cuando esta fuese demasiado evidente, y completando lo que fuese menester con citas bajadas del internet, podría ir pergeñando algunas piezas apañadas con las que mantener entretenidos y fidelizados a los visitantes de la página.

A cambio de su colaboración el derrotado anciano no pedía otra cosa que alojamiento y dos comidas al día, con la golosina en cada una de ellas de una onza de chocolate sin azucares añadidos y un vaso de vino que no fuese de tetrabrik.  Como el mozo accediera a ello y le prometiera además, para en su día, una casaca de paño grueso para soportar los rigores del invierno y un par de botas que le sobrasen, el Escriba  -pues tal fue el sobrenombre que el mozo le propuso-  se sirvió un buen plato de la olla y dos vasos de vino y, tras besar la mano a su benefactor, se retiró a la covachuela que este le había asignado y después de rezar sus oraciones con mas voluntad que acierto se acostó en el angosto catre y no tardó en quedarse profundamente dormido.

Al curioso Lector corresponderá decidir si el Escriba se gana honradamente el alimento cotidiano y si llega incluso a ser merecedor de una casaca de paño grueso y las botas prometidas.

jueves, 29 de marzo de 2012

POEMA (principio del cuento La Moustache, de Guy de Maupassant)



Château de Solles, lundi 30 juillet 1883.

    Ma chère Lucie, rien de nouveau. Nous vivons dans le salon en regardant tomber la pluie. (...)




miércoles, 28 de marzo de 2012

lunes, 26 de marzo de 2012

John Ford y las elecciones andaluzas.


Tiene gracia pensar un poco en el resultado de las elecciones andaluzas celebradas ayer domingo, después de haber visto hace pocos días la película El último hurra, dirigida por John Ford y protagonizada por Spencer Tracy. Sin entrar en otros aspectos de la película, como su maravillosa sencillez, sello inconfundible de su director, merece la pena destacar la trama puramente política.

Aviso a lectores que no la hayan visto que se destripa aquí parte del argumento, aunque lo importante no es lo que yo pueda desvelar, sino como lo cuenta Ford.

El alcalde de una ciudad norteamericana importante está en plena campaña electoral. Es un hombre mayor, pelo encanecido, más bien orondo, que es alcalde de la ciudad desde hace años, pues ha ganado las elecciones una y otra vez. Nada hace presagiar que esta vez las cosas vayan a ser distintas.

El candidato que se le opone parece un zoquete, casado con una señora que da bastante pereza. Se les describe como un par de antipáticos de buena familia, con niños repelentes, escondidos detrás de unas sonrisas que son pura fachada. Hasta el perro de la familia es alquilado, sólo para lo que dure la campaña electoral. Ninguna idea, ninguna personalidad y en la intimidad bastante mal humor además. Ford hace un arquetipo del político moderno, simbolizado por el vacío.

Por el contrario, el protagonista, Frank Skeffington es descrito de manera radicalmente distinta: Irlandés católico, es un hombre de carne y hueso, denso, real, de convicciones sólidas, de honradez personal indudable, intachable. Tiene defectos, es marrullero, es político, pero es persona, tiene personalidad. Conoce a la ciudad y a sus habitantes personalmente, habla con la gente, pasea por la calle estrechando manos, arreglando problemas. Una parte de la película es un recorrido sentimental por ciertos barrios en los que Skeffington se ha criado.

Además, como decimos, Skeffington es político, sabe manejar a la gente e incluso jugar sucio si el fin, una buena causa, lo requiere. En un de estas jugadas en la frontera de lo admisible, y para conseguir financiación para una urbanización de lo que serían algo así como viviendas de protección oficial, choca de frente con lo más rancio de la ciudad, con los miembros del club social más antiguo y elitista, protestante, cuyos miembros descienden de los padres de la independencia norteamericana. Pensemos que al parecer el personaje protagonista está basado en un alcalde de Boston, James Michael Curley, cuya vida fue novelada por no recuerdo quien, como fácilmente podrá verificarse en la red.

El caso es que el choque produce una auténtica declaración de guerra y, entre los beligerantes, se encuentra directamente implicado un poderoso banquero encarnado por el fantástico Basil Rathbone. Este, a modo de venganza, decide financiar a fondo perdido la campaña electoral del rival de Skeffington y, al no reparar en gastos, utilizar la televisión como arma electoral.

¡La televisión! La aparición de la televisión coge a nuestro protagonista con el pie cambiado, contribuye a modificar la imagen del rival, a promocionarlo de forma masiva y finalmente, contra todo pronóstico, logra el vuelco electoral y Skeffington pierde las elecciones. Pero lo más extraordinario es que nuestro protagonista tarde apenas dos minutos en asimilar la lección. En la misma entrevista televisiva de la noche electoral anuncia que se presentará a gobernador del estado. Es decir, pasa de no haber aparecido prácticamente nunca en ese medio, a utilizarlo para lanzar su nuevo proyecto. Se condensan en esa escena sus extraordinarias cualidades políticas, sus reflejos, su cintura, su versatilidad. Hace de esa derrota inesperada la plataforma de lanzamiento de su nueva candidatura. Pasando por encima de la decepción de sus partidarios, está ya embarcado en otro proyecto y empezando a manejar con habilidad innata los medios, a los que se apresura a alimentar con una novedad, con una primicia. Va por delante. Claro está que su mensaje llega de forma inmediata a todos aquellos que tienen el electrodoméstico encendido y, muy en particular a la sala de televisión del club de las viejas familias protestantes que pegan un brinco en el asiento al comprobar que su enemigo sigue más vivo que nunca y, ahora, manejando la televisión que hasta hace unos momentos era su enemiga.

La película es de 1958. Hace pocos días, en pleno 2012, el candidato del Partido Popular a las elecciones andaluzas, Javier Arenas, se negaba a debatir en televisión, en Canal Sur, por tratarse de un canal de televisión controlado por el partido socialista, lo mismo que TVE. El PP ha hecho por tanto campaña sin televisión y se ha negado además a debatir con sus rivales ante las cámaras, lo que le hubiera dado por lo menos algo de presencia en ese medio. Lo mismo hizo don Mariano en marzo de 2004, negándose a debatir con Zapatero entonces candidato. En fin. La derecha española y su perfil bajo.

Ya sabemos que entran en juego más elementos y que habría que tener en cuenta muchas consideraciones adicionales. Pero nos parecía que venía muy a la mano recordar esta película y establecer la comparación, antes de empezar a oír las habituales quejas y necedades sobre la forma de ser de los españoles, que si los andaluces son esto o lo otro y demás.

1958-2012, y el partido este al que no se puede llamar derecha porque ponen el mohín (y por que seguramente no son, en realidad, eso que se resume como “derecha”), sin enterarse.

NBF

El último hurra.
TÍTULO ORIGINAL The Last Hurrah
AÑO 1958
DURACIÓN 121 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR John Ford
GUIÓN Frank S. Nugent
MÚSICA Miklós Rozsa
FOTOGRAFÍA Charles Lawton Jr. (B&W)
REPARTO Spencer Tracy, Jeffrey Hunter, Dianne Foster, Basil Rathbone, Pat O'Brien, Donald Crisp, James Gleason, John Carradine, Edward Brophy, Ricardo Cortez, Jane Darwell
PRODUCTORA Columbia Pictures

Crónica desde Canadá.

Epitafio. Buscamos ayuda para una correcta traducción de este texto que nos envía nuestro corresponsal en el Canadá:
 
Time dims not
the achievement of the brave
but worth shines steadfast
even from the grave


Crónica desde Canadá. La casa difuminada.


miércoles, 21 de marzo de 2012

EL COLAPSO DE UN SISTEMA QUE HA DESTRUIDO ESPAÑA Y EUROPA

Asomarse a la prensa europea es sumergirse en un lodazal de corrupción política. Esa corrupción de los que mandan y lideran acaba siendo la corrupción de toda la sociedad. Las pruebas son tantas que resulta innecesario aportar una lista de ejemplos. Al final del proceso lo único que se consigue es destruir la sociedad, unas poco a poco y lentamente, otras mucho más rápido, cada una en función de su solidez. 

Decir que el sistema de partidos que opera en la inmensa mayoría de las llamadas democracias europeas hace aguas desde hace décadas no es decir demasiado ni aportar mucho pero si conviene resaltar lo que parece obvio ya que de no hacerlo podemos caer en la complacencia de que nos encontramos ante "usos inevitables del sistema" o "mal menor".

Entiendo que los políticos y las gentes colocadas bajo la sombra del poder justifiquen todo lo injustificable e intenten que el vulgo comulgue con ruedas de molino. Lo que no entiendo ni puedo compartir es que el resto de eso que se llama "ciudadanía" nos traguemos el aceite de ricino sin tan siquiera esbozar una mueca.

Ningún país se libra de esta plaga por la sencilla razón de que todos, con más o menos color local, han asumido con borreguismo de posguerra el mantra de la democracia de partidos y han elevado al político profesional a una categoría que nunca antes había tenido.

A lo largo de la Historia han sido innumerables los hombres de todas las culturas, razas y religiones  que han robado y han tratado de abusar del presupuesto. Por ello cuando la sociedad estaba poblada por gentes de más calidad se trataban de evitar esos desmanes con serios castigos y mediante la interposición de  figuras que censuraran el gasto y limitaran la exacción. 

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial se ha ido construyendo un modelo que se encamina justamente en la dirección opuesta. 

Este modelo en la mejor de sus versiones no pasa de ser una utopía peligrosa ya que se ha demostrado que algo denominado "buen gobernante profesional" es tan escaso y raro en la materia humana como las trufas blancas en los bosques.

El servicio público debe ser justamente eso, un servicio, y por tanto se debe prestar con gratuidad y a tiempo limitado.Es un esfuerzo, un sacrificio "pro patria" no una gabela ni menos aún una posición vitalicia desde la que ejercer, sin ninguna clase de control, el pillaje y el abuso.

Se ha pasado de una Europa en la que los reyes y ministros viajaban en tren y se hospedaban en balnearios a una Europa en la que un consejero regional o un directivo autonómico de segundo nivel viajan con un séquito digno de un rajá indio.

Hace no mucho un director general de seguridad viajaba de Madrid a Barcelona en tren a vérselas con los anarquistas y demás ralea y hoy Garzón que ha operado abiertamente contra todo orden y razón disponía de dieciocho escoltas a cargo del presupuesto.
Hasta ayer por la tarde, los consejos de ministros de media Europa paseaban por las calles del brazo de sus mujeres y desayunaban en los cafés leyendo el periódico o tertulieaban fumándose un tabardo. 

Hoy día cualquier enano viaja en avión oficial y mantiene  una superestructura de gente enchufada. Y esto sucede de Bruselas a Estrasburgo, de París a Berlín y de Madrid a Hospitalet del Llobregat.

Lo que no deja de ser curioso e interesante es proceso mediante el cual el ciudadano medio europeo ha aceptado ese cambio sin oponer resistencia. Al final esos desmanes los pagamos los contribuyentes, unos sujetos que, a menudo, en su vida privada son mirados con el dinero y diligentes administradores.  

Lo interesante es estudiar el porqué la vieja Europa ha ido pasando de una cierta austeridad reflejo de una forma de pensar y de un carácter a una situación en la que los políticos profesionales tienen una condición intocable.

Esta respuesta no es tan simple cómo parece. Contamos con intuiciones y visiones parciales pero no disponemos de un modelo acabado que explique este cambio en su totalidad.

Lo que si sabemos y podemos concluir es que la aceptación del modelo e incluso su apoyo entusiasta desde los estamentos cuya única razón de ser es operar como guías de la sociedad.  Este hecho nos hace pensar que una de las causas fundamentales es la propia corrupción de esos estamentos que a medida que han ido degenerando han ido igualmente perdiendo su capacidad de influencia en una sociedad que pese a su descomposición mantiene un mínimo de capacidad crítica.

La solución es compleja y pasa por una regeneración que llegará algún día, probablemente tras una catarsis cuya forma y tiempo no alcanzamos a imaginar. 

Está claro que el sistema actual se modificará, lo malo es que como siempre en los procesos históricos dejará en el camino un buen número de desastres y víctimas y que a los que nos ha atrapado durante nuestro tiempo histórico nos está haciendo la vida mucho más desagradable de lo que hubiera sido necesario.