Determinar el carácter nacional mediante una medición, francamente, me parece difícil. ¿Una estadística del cinismo o de la caballerosidad? Me parece más fácil sumar sardinas que sumar tipos de carácter. ¿Vamos a decir que en España hay tantos kilos de cínico, tantos de idealista, tantos de hipócrita? ¿Y las combinaciones entre sí? ¿Cómo las medimos? La verdad es que sería divertido. Pero no pasa de ser un juego y un desahogo, insisto que muy divertido y, a veces, orientativo. Pero pierde todo valor cuando se pretende convertir el juego en una certeza, o cuando se usa como en España normalmente para ponernos verdes a nosotros mismos con las más categóricas afirmaciones sobre nuestra forma de ser, siempre negativas. En general, en nuestro caso, la apreciación negativa de nuestro supuesto carácter suele ir acompañada, normalmente, de una enmienda a la totalidad al resto (educación, cultura, sociedad, historia, etc.). El otro día en las memorias de un señor respetable pude leer que “En España no hemos tenido administración”. Y se queda tan ancho. A bote pronto y para refutar la enormidad se me ocurría pensar en las leyes de Indias y en la organización de todo el territorio americano tras el descubrimiento, que digo yo que no es mal ejemplo de administración, tal vez sólo superado por la Roma antigua. En conclusión, el carácter nacional es un mito, simpático, interesante, muy a menudo útil como indicación o aproximación a una realidad, pero nada más.
martes, 21 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
El libro del general Fernández-Monzón
Terminé el pequeño libro de memorias del general Fernández Monzón que me ha prestado generosamente un colegui. Ligero, muy divertido y ameno, y también muy interesante en muchísimos aspectos: el puramente biográfico, el retrato de España y de su evolución social desde la guerra civil, pormenores históricos, políticos, la claridad de sus opiniones, el retrato de muchos de los personajes a los que conoce –Franco, el Rey, Carrero Blanco, Felipe González, Suárez, Aznar y la clase política en general, compañeros de milicia-, el retrato de la vida militar, su paso por los servicios de inteligencia, las actividades de espionaje, su opinión sobre determinados acontecimientos, etc. El tono franco, desenfadado, su espíritu crítico, la llaneza con la que se expresa, la manera en que sin tapujos alaba o critica a la gente a la que describe, todo esto es muy de agradecer y se disfruta. No falta nunca el sentido del humor.
Para hacer un poco de crítica, diremos que contiene también varias cosas a las que es difícil no objetar, como por ejemplo su afirmación de que la URSS era buena gente y que toda la guerra fría fue un puro montaje de los USA para mantener en pie su industria. No digo que no pueda haber algo de verdad, pero habría que acordarse de checos, húngaros, afganos, cubanos, angoleños, antes de soltar semejantes simplezas.
Otro punto de vista del autor muy discutible, me parece, son sus afirmaciones sobre el nacionalismo vasco, el terrorismo, la ETA, etc. Son muy pocas páginas del libro, una parte menor del mismo. Pero llaman la atención porque de alguna forma rompen con lo que hasta el momento habíamos leído, con el tono y la distancia más bien ecuánimes con los que el autor había ido relatando hasta ese momento sus recuerdos, de manera enérgica pero serena. Esas pocas páginas a las que ahora nos referimos están escritas, además, aludiendo siempre a su condición de vasco por familia. Es curiosa esta circunstancia que se da en España en más de un caso y sobre todo respecto del nacionalismo. Como si la pertenencia a lo que antes se llamaba una patria chica activara inmediata y sentimentalmente la adhesión a cualquier cosa, me refiero al nacionalismo, a cualquier construcción intelectual nacida amparándose en lo local, podríamos decir que camuflada o escondida en el elogio de lo local. Construcciones teóricas, fuertemente sentimentales e irracionales, caracterizadas por el deseo de enfrentar lo propio más local, deformándolo o manipulándolo cuanto sea menester, con el resto de España. Nacidas contra España, aupadas falazmente sobre esa patria chica, utilizando como palanca su ensalzamiento, para alcanzar fines mucha más turbios y, además, por completo ajenos a la verdad, la historia, la tradición, la gente y la cultura del lugar. Y sin embargo, la apelación sentimental es eficaz, todo lo arrasa, o al menos logra dejar a los naturales del lugar que además intuyen que todo es un cuento, fuera de juego, en tierra de nadie, como le pasa un poco al general. Parodiando un poco el asunto: se activa sentimentalmente el deseo de pertenencia al pueblico magnificado (¡sólo el tuvo fueros, nadie más!), tan fuerte que si hace falta comulgar un poco, a medias, con eso que los demás, que uno mismo en el fondo, y además la lógica, la justicia, la historia rechazan, se hace. Para poder decir aquello de “vosotros como no sois de aquí, no comprendéis, yo si, yo si porque yo pertenezco a esto, y estoy orgulloso y os puedo mirar desde arriba, a mi me quieren, yo pertenezco”. Y seguidamente ponerse a llorar abrazado a los faldones de una matrona pueblerina, vestida con traje regional, dando rienda a la histeria irracional que tan bien sirve al sistema mafioso lingüístico de turno.
Es curioso que sea precisamente en esto dónde el libro del general Monzón patine, desbarre, asido a generalidades y tópicos un poco pasmosos a estas alturas. Probablemente se deba a que el tema no se presta a tratarlo por encima, de pasada.
Pero son defectos menores, pues no se trata de un libro de ensayo, sino de unas breves memorias, francamente interesantes en su conjunto.
martes, 14 de febrero de 2012
Cancionero torero
La letra de un extraordinario pasodoble (se puede oir en Internet):
JUNCAL
Vainica Doble
¿Quién es la maravilla
que arma la marimorena?
Un torero de Sevilla
con sangre murciana en sus venas.
A Dios le rezo y pido
que le acompañe en la arena,
la Virgen de los Peligros
y también la Macarena.
Juncal es un torero
más artista que Belmonte,
más valiente que Espartero,
triunfal con el capote,
genial banderillero.
Juncal es el lucero,
más brillante de la plaza,
más valioso que el dinero,
La sal de nuestra raza,
arrogante y bandolero y muy cabal.
Juncal es un torero
más artista que Belmonte,
más valiente que Espartero.
Juncal es el primero,
Juncal es el primero.
Juncal, el caballero
ante el cual todos los hombres
nos quitamos el sombrero.
Juncal es el torero ¡Olé!
Genial, inmortal ¡y Olé!
¡Olé, Olé tu salero!
No tienes rival ¡y olé!
en la Fiesta Nacional.
martes, 31 de enero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
Otro de los grandes.
Un proyecto más se nos ocurre. Sería hablar un día, con un poco de detenimiento, de un gran escritor, otro de los grandes, de los grandes compañeros del Cepogordista, junto a Mopas, Pepe Queiroz, Julito, el gruñon Camilleri y los que se van uniendo, junto con los que están siempre. Hablamos ahora de Francisco García Pavón. El que esto escribe se topo con él por pura casualidad, en el campo. Teníamos permiso de mi padre para elegir los libros que nos apetecieran de una biblioteca familiar que se deshacía. Atraído por la colección Delfín de la editorial Destino, tan bien editada, y que reconocí enseguida en los polvorientos anaqueles de la biblioteca abandonada, me quedé con los tres tomos que aparecieron, una vez obtenidos los necesarios parabienes. El primero de ellos, Una semana de lluvia, el segundo, El rapto de las Sabinas, los dos de Francisco García Pavón. Luego las tardes en el campo, los ratos de lectura a la sombra o ya por la noche hicieron el resto y conocí a Plinio, jefe de la PMT (Policía Municipal de Tomelloso) y a don Lotario, veterinario ilustrado e inseparable compañero del primero. Siguieron luego otros títulos, Las Hermanas Coloradas, El Reinado de Witiza, cuentos, y hace poco el extraordinario Los Liberales, relato autobiográfico. Nos contentamos por ahora con dejar aquí huella del autor, y de nuestro entusiasmo por sus libros. Sin atrevernos a más por el momento.
miércoles, 25 de enero de 2012
EL MUNDO REAL Y EL IMAGINARIO
El timbalero Alcides Radaelli aprovechaba los poemas sinfónicos de Richard Strauss para enviar mensajes en Morse a su novia, abonada al superpúlman, izquierda ocho.
Un telegrafista del Ejército, presente en el concierto por haberse suspendido el box en el Luna Park a causa del duelo familiar de uno de los contendientes, descifró con gran estupefacción la siguiente frase que brotaba a la mitad de Así hablaba Zaratustra: «¿Vas mejor de la urticaria, Cuca?
Julio Cortázar - Un tal Lucas.
Volvemos, una y otra vez, al temita de lo cotidiano versus lo imaginado literario. Tema inabarcable y que comienza a resultar casi insoportable, apenas interesante salvo que uno sea amante de los debates interminables cuya belleza reside a menudo en el puro arte de debatir mientras se toma a sorbos un cafecito y se argumenta al tiempo que uno gira dulcemente el cigarro entre los dedos.
Créanme cuando les digo que éste es un debate inabarcable que apela a lo más profundo del ser humano atendiendo a cómo el hombre se interpreta así mismo, ni más ni menos y sin recurrir a términos griegos o latinos porque a uno, estando vivo y hablando español da pudor hacer uso de las lenguas muertas.
Para los positivistas defensores de una realidad única asentada en el boletín oficial y en la cuenta corriente la existencia de Alcides Radaelli y su "querida Cuca" no deja de ser el fruto de la imaginación desbocada de Cortazar destinada a ser disfrutada por un publiquito burgués más o menos bienintencionado que se pasa las tardes de invierno sentado en el sofá leyendo cuentos y conservando el orden y el concierto de una vidita gris ratón.
¡Cuanto error! Afortunadamente el mundo real está construido y poblado por Alcides Radaelli y cucas enamoradas. Los que son un sueño, mas bien un pesadilla pasajera e insignificante son los banqueros y los políticos, los especuladores y toda esa gente "práctica" que mide el mundo con una reglita chica que al quebrarse ante un embate de la vida los deja inermes, en pelota, suspensos en su vacuidad.
Cortázar es (no en pasado, vive en su obra) un gran escritor no por su calidad técnica o su vigor poético, no por su imaginación ni su elegancia, que de todo eso tiene bastante. Cortázar es un gran escritor porque ve las otras dimensiones que conviven con nosotros y dialoga con sus habitantes igual que uno habla con un tipo que espera en la fila de la taquilla del cinematógrafo.
No se alarmen, no se trata de nada esotérico ni mágico, contamos con una palabra que define bien de lo que les hablo, sensibilidad.
Sanglier.
EL MOPAS
El Mopas no es otro que Guy de Maupassant, francés de Normandía, cazador, piragüista, aficionado al esgrima y al tiro con pistola, funcionario del ministerio de la marina y sobre todo escritor. Los cepogordistas le conocen sencilla y familiarmente como Mopas, o El Mopas. De la misma forma que se permiten tratar con cortés y educada familiaridad al más grande, al querido Pepe Queiroz, que no es otro que José María Eça de Queiroz. Los cepogordistas son así de confianzudos, pero todo dentro de un orden, y siempre con la nube de humo de por medio, que impone una distancia ligera, azulona y apenas perceptible, pero suficiente.
-¿Que estás leyendo? le pregunta un cepogordista a otro.
El aludido sujeta el cigarro con los dedos índice y corazón de la mano derecha, expele el humo del cigarro, y entornando los ojos contesta:
- Una genialidad del Mopas, una más.
Mopas es fuera de serie, uno más. Asombroso, variado, acerado, sentimental, duro, sensible, terrorífico, y gran conocedor de hombres y mujeres, sin que junto a lo más tenebroso falte nunca el sentido del humor, la belleza, la más delicada sensibilidad.
Recordamos al leer al gran Mopas al gran amigo que al hablarnos del escritor, con la mirada encendida y en muy breves palabras, nos lo volvió a poner en mente. Y de ahí a su lectura unos días.
Y como botón de muestra, el extraordinario principio de uno de sus extraordinarios relatos, titulado Palabras de amor.
Dimanche.
Mon gros coq chéri,Tu ne m'écris pas, je ne te vois plus, tu ne viens jamais. Tu as donc cessé de m'aimer ? Pourquoi ? Qu'ai-je fait ? Dis-le-moi, je t'en supplie, mon cher amour ! Moi je t'aime tant, tant, tant ! Je voudrais t'avoir toujours près de moi, et t'embrasser tout le jour, en te donnant, ô mon coeur, mon chat aimé, tous les noms tendres qui me viendraient à la pensée. Je t'adore, je t'adore, je t'adore, ô mon beau coq.
Ta poulette,
SOPHIE
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