Calvino de Liposthey no cesa en su incasable recolección de las obras y hechos del eximio polígrafo que es, además de sujeto objeto de estudio, su vecino y gran amigo. En efecto, Liposthey reúne tanto material como permite la poliédrica y a veces escurridiza personalidad del gran Bergamota, es decir, verdaderamente mucho.
Se nos ha reprochado últimamente el haber desplazado el haz de luz de nuestro inquisitivo foco desde la extraordinaria y protagónica figura de Alcides Bergamota el Grande a la de otros personajes como Tato o Doroteo, para llegar incluso a la de tipos verdaderamente menores como el pobre Antimo Caponeti Moreto. Nosotros no hemos dejado de trasladar este tenue y amable reproche al paciente biógrafo, que nos surte con su paciente labor de hormiga bibliotecaria. Conviene con nosotros Calvino de Liposthey en que siempre resulta más sencillo abordar al personaje de menor relieve – de entre los que exceptúa sin duda a la Condesa de la Croqueta a Tato y a Doroteo- que pulir y trabajar el duro mármol, la fuerte piedra, a veces inatacable, en que se constituye la compleja personalidad de nuestro gran Bergamota.
En la vida, todo es hacer digresión, ¿quién quiere acabar nada? ¡Hombre Calvino!
Pues bien, Calvino de Liposthey nos anuncia la llegada de un material que considera delicado y sensible, en la medida en que puede ofender a nuestros lectores más ñoños y melindrosos. Se trata de unas breves páginas, a medio camino entre las memorias y el ensayo de interpretación social, que se refieren precisamente al querido Antimo Caponeti Moreto y a nuestro no menos querido –y compadecido- El Ameba. Llevan por peregrino título “Los capaos”.
Ya empezamos oiga usted. Hombre, que quiere, lo escrito, escrito está.
Rogamos a nuestros seguidores más ñoños y melindrosos nos indiquen si desean afrontar semejantes páginas o si prefieren darse de baja. O incluso si prefieren que se ejerza la más férrea censura y sean omitidas. Continuará.