Las espesas y tranquilas aguas de Cepogordo se han agitado un poco. Un poco porque mucho no se pueden agitar. ¿Se agita un charco fangoso cuando le cae una china tirada con mala intención? Pues mire no. ¿Es posible debatir? ¿Es posible discrepar? Mire, déjese de tonterías, a nosotros lo que nos pide el cuerpo es insultar. Si insultar con acidez y saña. Pero comprendemos que no es correcto y que no es la vía, ni lo apropiado. Hay que exigirse un poco más. Es un desahogo, eso es cierto. En Cepo también se desahoga la gente, para eso sirve desde luego. Pero puestos a desahogarnos, nos gustaría más repartir palos, una buena tunda, una mano de garrotazos. Pero mire, tampoco eso puede ser. En primer lugar porque es alejarse de lo que debemos ser, el deber ser y la conciencia deben ser la guía. En segundo lugar porque somos un poco flojos, nos cuelgan la panza y a alguno el papo, y si a otro le da por devolvernos los palos, nos muele. Nos funde, nos giba, no lo contamos. Así que quietos. Las aguas se agitan poco además porque, seamos sinceros, esto lo leen tres y las aguas las menean con el dedito esos mismos tres, lo cual es normal, natural. El mundo digital es infinito, no se puede abarcar. Hay más escribidores que lectores, cosa que ya sucedía en el mundo impreso. Es algo sabido, verborrea escrita, infinita, marabúntica. Lo explica muy bien Gabriel Zaid. En fin. Volviendo al asunto del debate, nos llega una carta. La manda la pústula de los Abruzzos, la infame sabandija Fidelio Lentini Spotti. Por esa razón desconfiamos. Por quien la manda y porque dirige la carta al Sr. Director. Lentini es obsequioso y Cepo no tiene director. Lentini fuma siempre cigarros puros muy caros. Es su seña de identidad, que sean caros. En realidad ni cepo existe ni los cigarros gustan a Lentini Spotti que se marea a la tercera calada.
Sr. Director,
ü El Sanglier se reboza en el barro para protegerse de los mosquitos que lo aculan furioso.
ü El Tejón come carroña y como no imprime las huellas de las patas gruñe y tiene mal humor.
ü La Zorra es artera y roba gallinas que luego ayuda a buscar.
Respetuosamente le mando ésta, poniendo en duda que vaya a publicar nada.
Yo no espero nada de Alcides Bergamota que es mi enemigo y que desde que confiesa libaciones de Viña Pomal a morro, está sin duda derrotado. La neurosis está finalmente pudiendo con él.
En cambio esperaba más de Sanglier. Y resulta que Sanglier se desahoga con charleta política. Le escribo esto y sus corifeos (tiene mucho mercenario a sueldo o es muy popular, no sé) me mandan callar:
“Sanglier, que conste que a mí no me parece mal que se desahogue, es necesario y es bueno para la salud. Pero su diatriba, su tono, ¿qué quiere que le diga? Aunque tiene su punto acaba pareciendo una arenga de taberna, dicho sea sin ofender. Termino la lectura y me pregunto ¿Y qué? A ver si puedo mandarles una carta más larga y me la publican explicándome un poco mejor. A mí me parece que acierta usted mucho más en otros terrenos. Permítame ser un poco cursi y redicho y hablar del “territorio Marguerite”. Quiero decir que deplora usted lo que sucede hoy, añora una España ideal que por otra parte no ha existo como tal ideal nunca, no rescata nada de lo presente, todo es negro y maniqueo. En fin, que no hay ningún análisis, que no explica usted las causas, ni analiza nada. Todo es un escándalo, todo degenera, no hay nada bueno. Su artículo se queda en terreno de nadie. No es política, ni análisis político ni es ficción (salvo parodia del quejumbroso). Yo creo que sería mejor que creara usted un personaje inspirado en quien tanta indignación le produce y se entregara en cuerpo y alma al género satírico que tan bien práctica, dejando esto que parece política pero no es más que queja tabernaria, sin ton ni son, pataleta de abuelo chocho para quien cualquier tiempo fue mejor. Pues lo dicho, la sátira o el relato, o el análisis fundamentado, de un asunto concreto, pero no estas generalidades que no tiene mucho sentido. ¿No tiene usted a mano un jardín pequeño? Cultívelo con mimo, que también eso es trabajar en el presente y es más creativo que dar voz al anciano cascarrabias que el autor de Marguerite no puede realmente ser. Hortalizas, muchas y largas hortalizas”.
Eran un comentario sentido y una prosa cuidada. Pero me mandan callar los serviles. Así que le mando esta carta. Además atribuyen su redacción a Tato, ese melón, ese mendrugo que ahora estará terminando el cocido empezado ayer. Pretenden ningunearme así, negarme toda participación. Tengo derecho a discrepar y a que me rechinen los dientes cuando rabio.
Permita le haga algunas preguntas:
1. ¿Por qué está la monarquía española vinculada a la Iglesia? Si lo está, debe explicarlo. ¿Tiene que mantenerse esa vinculación? Hay que fundamentar las cosas.
2. Ausencia de Dios en la proclamación. Es verdad que resulta sorprendente. ¿Pero por qué? Escribe usted para lectores que son una página en blanco, en blanco. No es posible apelar a cosas que no tiene asidero alguno en esas personas. Les conozco bien. Les vendo toda la porquería que fabrican mis industrias de pacotilla. Compran cualquier cosa que yo les envuelva en diseño y queremos hablar de Dios. Pues empieza desde cero.
3. ¿En qué consistió el acto? ¿Juró la Constitución? ¿Juro sobre la Constitución? Se me ocurre para apoyar los argumentos de Sanglier que utilizar como referencia un texto por su propia naturaleza absolutamente perecedero y derogable despoja de solemnidad y trascendencia al acto. Es como casarse poniendo la mano sobre el Código Civil. ¿Es lo que quería decir?
4. ¿Jura o promete? Hay un lío con eso. Explíquenos.
5. ¿Cómo que contrarrevolución? Eso y nada es lo mismo. Hay una inmensa mayoría que me temo dejaría de comprar mi mercancía averiada si hubiera quien ofreciera otra cosa. Enmiendas a la totalidad que quiere que le diga, ya las tenemos encima, construya (¡Qué horror! No parezco Lentini Spotti el infame…).
6. Vuelvo a mí ser: ¿Es España una tierra maravillosa? Mire lo dudo. Sobre todo porque esa maravilla supuesta se utiliza para ponerla verde, nada se salva. ¿Un desahogo? Claro, claro. Le voy a vender unos bonos y una suscripción a una poltrona, puede pagar en módicas cuotas.
7. La política es el arte de lo posible. La vida es como es, hay que indignarse lo justo.
Atenta y servilmente,
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