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martes, 8 de abril de 2025

MARZO. De los dietarios del gran polígrafo A. B.

Tabaco oscuro, casi negro, tabaco recio, para fumar a la intemperie, puro para una tarde de toros, de caballos sin peto, de cielo nublado, para escupir por el colmillo con los primeros goterones de lluvia. Para llevar el nombre de quien fue teniente general de la Armada tiene paradójicamente un aire bucanero, le faltan elegancia, distinción, marcialidad, le sobran negrura y oscuridad. Sólo su blanca ceniza lo rescata. 

Después de semanas bajo la lluvia, ayer tuvimos tregua y las temperaturas de este asombroso mes de marzo subieron algo. Esta mañana de nuevo el cielo encapotado y a medida que transcurre la mañana el día se va oscureciendo. 

Celebramos ayer el cumpleaños de G. cenando juntos en la Ancha. 


jueves, 27 de febrero de 2025

De los dietarios de A. Bergamota. Como siempre, cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Es inevitable recordar al hilo de estas líneas la tentación de alabanza de aldea y menosprecio de corte de los clásicos. Porque la constatación práctica de la chifladura del mundo y de sus vanidades puede conducir lógicamente a la voluntad de retirarse, para dedicar el tiempo a cuestiones más hondas y mejores. 

Otra reacción puede traducirse en dos actitudes. La de quien, si la vida le impone seguir en el mundo, lo hará con paciencia y caridad, ayudando si puede a paliar chifladuras, extravagancias y necedades, riéndose un poco de ellas, pero sin maldad, sin cinismo, coleccionando impresiones, aumentando el conocimiento del género humano mientras se le echa una mano, guardando en ocasiones prudentes distancias. Y la de quien pondrá su conocimiento de la humanidad al servicio de objetivos particulares, quien utilizará su conocimiento de miserias, flaquezas y ruindades como palanca con la que mover y manejar el hormiguero bullente que formamos todos los humanos. Y podrá hacerlo con desvergüenza y cinismo, para logros de toda clase, algunos inconfesables, o bien para llegar a metas valiosas, buenas. De todas las actitudes basadas en el conocimiento de la dura naturaleza humana esta última es sin duda la más valiosa, la de mayor mérito, la de ciertos grandes hombres que obraron para el bien común. Es sin duda también la más difícil y la que más energía requiere. Esa energía que a casi todos nos falta. 

Para terminar este comentario, viene al caso recordar un capítulo de las novelas de Anthony Powell que leíamos ayer. Después de páginas y páginas en las que el autor nos refiere la vida y los enredos de varios personajes, con la descripción de su carácter, rarezas, celos, envidias, reacciones, enfados, contradicciones, aciertos, errores, etc. suenan las alarmas en Londres por un ataque de la aviación alemana. Una bomba cae sobre el lugar dónde varios de esos personajes se reunían para una fiesta. La bomba cae sobre la mesa alrededor de la cual acababan de sentarse. Otra bomba, solitaria, lanzada por un avión aislado, como despistado, cae sobre la parte trasera de la casa de otro de esos personajes. Ese personaje no fue a la fiesta, se marchó a casa, pero cayó bajo una bomba igualmente. Y es magistral esa manera radical de acabar de repente, de un plumazo, con miserias, rarezas, celos, envidias, reacciones, enfados, contradicciones, aciertos, errores. Nos damos cuenta de que todo aquello que parecía esencial, vital, importantísimo, no es nada. Y volvemos de nuevo a girarnos hacia aquello de la espuma de los días, la vanidad de vanidades y el cultivar su jardín. 
Al poco rato, una melodía hace que se nos vayan las piernas, entran ganas de echar un baile, dar una vuelta, tomar un chisme. Y vuelta a empezar. 


viernes, 21 de febrero de 2025

El mundo. Extracto de los famosos diarios de A. Bergamota (época de hierro, anterior a Nava). Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Bendita rutina sin duda, pero ¿Cómo resistirla? Cuanta más perspectiva se tiene de la sociedad española, peor es la impresión. Supongo que sucederá lo mismo con la sociedad de otros países. Quiero decir que, con mayor perspectiva, lo único que se consigue es un mayor catálogo de miserias humanas. Sin duda hay gente estupenda aquí y allá, pero tener mayor conocimiento de la sociedad en la que vivimos, lejos de reconciliarnos con ella, aumenta nuestro espanto. En un círculo pequeño, formado por familia, algún amigo, ciertos conocidos, trabajo, la miseria parece acotada, reducida, explicable por el conocimiento que tenemos de las personas, de su carácter y circunstancias. Pensamos por tanto que es excepcional. Que se debe a esta o a aquella causa evidente. Que sin esa circunstancia concreta que la crea, desaparecería. Al ampliar el campo de conocimiento, si por cualquier razón la vida nos lo permite o nos lleva a ello, por participar en instituciones, tener mayor vida social, etc. la sorpresa es que lo que nos parecía excepcional es en realidad general y que el estado natural y primero del hombre se compone de desequilibrio y chifladura. Nos impacta especialmente cuando el acceso a ese campo de visión más amplio llega tarde, con muchos años vividos en un mundo más pequeño. Que el hombre está profundamente tocado por el pecado original es algo tan evidente, tan obvio, que no puede haber duda de que es un perfecto loco, un demente, quien pretenda lo contrario, al estilo de Juan Jacobo y de todos los revolucionarios que le han seguido, en la esfera pública o particular. Porque la revolución ha sucedido también en la esfera particular, en la que la creencia en la perfección y bondad intrínsecas del hombre han conducido a dejar de educar. 

Sólo la mejor educación, bondadosa, estricta y refinada, tan cara, es capaz de canalizar la condición alterada y desequilibrada del hombre. Esa educación incluye por supuesto la educación religiosa católica, el cultivo de la fe. Si no se accede a todo lo demás, que se acceda por lo menos a los diez mandamientos. Y aún así, las probabilidades de cierto éxito son ínfimas. 

viernes, 24 de enero de 2025

Annapurna. Puede herir sensibilidades delicadas. De los dietarios de A. Bergamota.

¿Pero por qué le echaron? Fue cuando los síntomas de que se le estaba yendo la olla se agudizaron. Sobre todo, con los indios. ¿Cómo con los indios, con qué indios? Me refiero a los consultores, a los indios de la India, a los hindúes si es correcto llamarles así. ¡Ah! Ya entiendo. Aparecieron hace un año más o menos, para aquel proyecto. Si, esos. Y a él se le hacía cada vez más difícil soportarlos. No lo entiendo, si no hacíamos apenas vida con ellos, salvo por las llamadas de teléfono. Eso es lo que empezó a trastornarle, es lo que no soportaba: La voz, el acento, la entonación, el ritmo de las frases al hablar inglés. Empezó a obsesionarle.


Descomponía frases y sonidos mentalmente, se le hacían enormes los golpes de lengua al terminar determinadas palabras, le parecía que hablaban dando monótonas, tristes y sonoras campanadas con un badajo de carne. Vamos que les cogió una manía terrible. Si, y no hubiera pasado nada de haberse quedado en algo interno. Pero lo exteriorizó. ¿Se puso violento, agresivo? No, mucho peor. 

De manera ostensible y fría, diría que casi flemática, empezó a darles a todos el mismo nombre, utilizándolo cuantas veces le resultaba posible. ¿Pero cómo? Annapurna. Empezó a llamarles a todos, Annapurna, imitando su acento. Mr. Annapurna, por aquí, good morning Annapurna por allá, Annapurna, Annapurna, Annapurna por todos lados. 

Cuando el jefe de los consultores habló con él para quejarse, le reconoció que no era capaz de llamarles por otro nombre que ese, terminando la frase con un sahib muy sonoro. Fue la gota que colmó el vaso. Con lo de Atahualpa, claro. ¿Cómo que con lo de Atahualpa? Pues sí, que empezó con lo mismo, pero con los empleados de la filial mejicana. Quieres decir que… Si, sí, que, a Carlos García, a Doroteo Cienfuegos, a Marta Eloisa Rivera y a todos los demás, a todos, comenzó a llamarles Atahualpa. Buenos días, Atahualpa, estimado Atahualpa, etc. ¿Ni siquiera Moctezuma? Ni Moctezuma, ni Montezuma, ni Huitchilobos, a todos Atahualpa. 

¿Y qué tal está ahora? Mejor, en el campo. Pues con sus suegros de jardinero en una casa inmensa no lejos de aquí, casi como un palacio en el campo, una casa histórica de esas. Para eso tiene unas manos privilegiadas, huerto y jardines son un vergel desde que se ocupa. Desde que lo tienen allí está en forma física y la familia feliz. Bueno, pues mejor. ¡Qué cosas!

jueves, 23 de enero de 2025

Sol naciente, sol decreciente. De los dietarios de Alcides Bergamota, polígrafo.

Dos chinas taponas y poligoneras, vestidas las dos con un chándal negro con ribetes verdes, muy feo. Al cruzarme veo su ancha nariz, sus blancos dientes, los ojos achinados y el pelo lacio color ala de cuervo, que se agita largo y denso, como una cortinilla movida por el aire. Oigo un retal de conversación y que dicen con acento oriental, de las antípodas, quejándose del funcionamiento del semáforo: - ¡es de coña! Que bien adaptadas. 

En la barra del bar dónde tomo un pincho a la hora de comer, nuevos retales de conversación que es imposible no oír, por lo cerca que están y lo alto que hablan. Parece que están los dos divorciados y tienen, los dos, hijas en edad adolescente o a punto. Da un poco de tristeza oírlos hablar de como se las arreglan para ver a las niñas, hacer de padres, lidiar con su crecimiento, trabajar a la vez, etc. 





miércoles, 15 de enero de 2025

Una nota crítica, aparecida en el Heraldo de Nava. Por Genaro García Mingo Emperador.

Nada hay más cierto que lo secreta que es España. Pero no hay más que buscar y quedar deslumbrado. No hay más que saber mirar y asombrarse ante el tesoro infinito que ante nuestros ojos aparece. Y no espera sino que nuestras manos ávidas y un algo ansiosas, nuestras manos temblorosas, se sumerjan en él. Pero cuanto le cuesta al español de este instante, de tan toscas y breves razones, quitarse las cien amargas vendas que sobre los ojos lleva puestas que insiste en apretar con obtusa cabezonería, cuanto le cuesta despojarse de cegadoras simplezas. ¡He dicho! 

Se queda con lo menos valioso del 98, su pesimismo, y lo adoba con simplezas renovadas al estilo de “este país” y de ahí no pasa este buen señor, como diría Alfonso Reyes que supo verlo todo ya en los años 20 del siglo pasado. No hay más que ir de su mano. 

Y cuando el español contemporáneo da el paso, se quita la venda, a menudo lo hace con la misma simpleza, la misma tosquedad, manchándolo todo. Oía hace poco a uno de estos decir que no se podía atribuir a Nelson el triunfo en el combate de Trafalgar puesto que había muerto al principio de la batalla naval. Me quedo asombrado. ¿No pudo Nelson decidir que se daría el combate, diseñar la estrategia, ordenar las formaciones? ¿No fue él quien pronunció la famosa arenga? Y para poner las cosas en su sitio, en su realidad, ¿vamos a acudir a expediente tan miserable? En fin. 




La poética de Sinforoso García Pote. XIX.

Espléndidas manos, excelente barba, espléndido anciano. Charles Le Goffic (1863-1932), un año antes de su muerte. 



martes, 14 de enero de 2025

Apunte del poligó. De los dietarios de A. Bergamota Elgrande. Cortesía, una vez más, de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Vuelvo de tomar café y noto la presencia de alguien que anda por delante de mí. Es decir, ando con la vista levantada, como debe ser, como un cazador, aunque con las gafas de ver de cerca. La silueta, la forma de moverse y el porte característico, algo recogido como preparado para el salto o la carrera repentinos, como si de un animal característico del bosque se tratara, me resultan familiares y le reconozco. Pero es como si reconociera a su equivalente en la fauna silvestre de un cuento, como si su silueta y sus aires fueran en realidad prestados de un relato antiguo. No es alto, pero si corpulento, macizo. El cuerpo parece oscilar al andar. El cuello es grueso y parece siempre girado hacia un lado y echado hacia delante, como si venteara un rastro. Una bonita cabeza cuadrada y maciza exhibe el remate de un buen mechón de pelo hirsuto, erguido y vibrante como si de un penacho se tratara. Falta verle lanzarse al trote, profiriendo un gruñido. 

Todos los días al salir de comer en el polígono hay un hombre sentado en el quicio entre dos ventanales. Va con ropa de trabajo y con una gorrilla que le esconde un poco el rostro. Además, como está siempre liando un pitillo, no se lo he visto nunca por ahora. 


sábado, 11 de enero de 2025

Lo cotidiano. Nota, de los dietarios de A. Bergamota Elgrande. Cortesía de Calvino de Liphostey, biógrafo.

Comemos, la casa es bonita, ellos son excelentes, en el sentido primero, es decir, que sobresale por sus óptimas cualidades. La conversación es un tanto deslavazada, inconexa, algunas voces son un poco altas para mi gusto del día, vuelven a oírse cosas que ya sabemos, nos repetimos un poco. Pero aparecen cosas nuevas y, sobre todo, estamos bien en aquel salón bien amueblado que es como estar en casa. Con perdón, oiga. 

sábado, 7 de diciembre de 2024

TABACO. Nota tabaquera aparecida en el Heraldo de Nava hace pocos días. Se reproduce con permiso de su autor, Genaro García Mingo Emperador, publicista.

En una de sus novelas sobre Maigret, Simenon describe a un personaje que fuma unos cigarros de color negro conocidos como “clou de cercueil”, es decir, clavos de ataúd. Ahí es nada.

Otro asunto peliagudo es el del mascar tabaco, costumbre prácticamente desaparecida.

Encontramos la siguiente descripción:

Para mascar el tabaco (verbo impropio si los hubo pues no se masca, sino que se exprime por presión), se corta de la cuerda un trozo como de media pulgada, se enrosca, se introduce en la boca y con el índice se hunde en el lado izquierdo de ella entre las llamadas muelas del juicio. Un movimiento dulce e insensible de las mandíbulas tritura poco a poco el tabaco; de vez en cuando se da una vuelta a la mascadura con la lengua; cuando el tabaco no sabe a nada y parece paja se trae la pelota adelante, se aprieta entre la lengua y los dientes y se arroja.

El arte de fumar. Tabacología universal, por Leopoldo Garcia Ramón, Paris 1881, edición facsímil de editorial Maxtor.


En caso de que la descripción anterior no produzca el suficiente rechazo en quien la lea, se podrá rematar la jugada acudiendo a las descripciones que del hábito de mascar tabaco -y del constante escupir que lleva a aparejado- hace Dickens en su novela Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit. Insiste particularmente en ello en los capítulos que relatan las aventuras del protagonista en los Estados Unidos. La descripción inmisericorde que hace del país y de sus habitantes se encuentra constantemente aderezada y recrudecida por la general falta de higiene y en particular por todo lo relacionado con los esputos del tabaco.

Veamos un ejemplo en el que un personaje norteamericano reúne tanto la costumbre de mascar tabaco todo el día como la falta de higiene y de modales elementales. Es un párrafo del capítulo xxxiv, en la edición magnífica de Alba Editores: “Enfrente tenían a un caballero exaltado por el tabaco, con una barbita hecha de los desbordamientos de esa hierba que se habían secado en torno a la boca y la barbilla: un adorno tan común que apenas llamó la atención de Martín; pero ese buen ciudadano, ardiendo en deseos de afirmar su igualdad con los recién llegados, chupó el cuchillo y cortó con él la mantequilla, justo en el momento en que Martín iba a servirse un poco. Lo hizo con tal jugosidad que le habría revuelto las tripas a un carroñero.

***



martes, 19 de noviembre de 2024

Le guste o no, suburbio. De los dietarios de Alcides Bergamota.

Se ha venido el atardecer de golpe y ya es casi de noche y la casa se ha como enfriado. Todo el día ha sido mortecino y gris, con el sol escondido como si no quisiera volver. Y no hace frío, pero hay una punta de humedad que no es de aquí. Humedad, cielo bajo y gris, como si casi todas las luces se hubieran apagado, y quedaran sólo algunas bombillas sin pantalla proyectando una luz tristísima. Se quita el sol y esto parece una tarde triste de París, de cuando llegamos con quince años, con mis padres, para vivir allí una corta temporada. No conocíamos entonces la ciudad y esa atmósfera húmeda, de cielo bajo y anochecer temprano se nos hizo cuesta arriba. Y ahora esta tarde tristona me lo recuerda, claro que, en cutre, sin el empaque de aquella ciudad. Esto de esta tarde es el gran Madrid, la expansión acelerada de los últimos cuarenta años. Aunque esta parte por la que paseo accidentalmente hoy es la mejor desarrollada, la parte pensada y rica, no deja de ser una zona impersonal, de burguesía media viviendo a la americana, en urbanizaciones con coches que van y vienen sin parar, niños a los que se lleva y se trae, autobuses de colegio, frenazos, bocinazos, paradas en doble fila, rotondas. Una señora con el inevitable perro. Otro perro cuya correa sujeta una chica que viste calcetín blanco y chanclas de goma, algo realmente feo. El perro es mucho más digno y elegante que ella. Árboles, cuatro tiendas, algún bar, de repente una calle con más solera, mejor pensada, un poco de urbanismo, y de nuevo el pueblito parcheado por el crecimiento con edificios de toda condición. Así es esto. Y no digo que esté mal, no del todo. Pero esta vida motorizada cansa a veces un poco. 

martes, 29 de octubre de 2024

El cliente.

Un cliente difícil sin duda. Manolo Urbano es un enano. Un tío correoso que se ha leído hasta la letra pequeña. Manolo Urbano es un obseso. Un tío rabioso que ha pedido cambios, que ha escrito, que ha tachado. Manolo Urbano es un marrano. Un tío exigente, pegajoso, protestón. Manolo Urbano es maricón. Si, si, así a lo bruto. Pero por fin se ha rendido, le hemos podido, ha cedido, ha firmado. ¡A Manolo Urbano se la han hincado! Ha mordido el polvo. Oye, ¡pero que le has mandado al cliente! ¡Se ha puesto como una furia, ha dicho que en su vida le habían insultado de esa manera, que nos vamos a enterar! ¡Vete empaquetando que estás en la calle!

miércoles, 14 de agosto de 2024

La corte y los tenderos, breve apunte de dos lecturas. De los dietarios de A. Bergamota.

Terminamos el sábado La cartuja de Parma, de Stendhal. Me decía un amigo hace pocos días que le había decepcionado. Yo diría que esa decepción se produce durante la lectura de los primeros capítulos que siguen a ese extraordinario comienzo que nos traslada rápidamente a la gran batalla napoleónica. Después de eso, es verdad que nos sorprende la novela con su continua relación de aventuras casi a manera de folletín o de novela bizantina, acción, acción y más acción. Surge entonces el punto de decepción, pero se va difuminando a medida que la lectura prosigue. Logra que nos metamos en la historia, que durante las muchas páginas de lectura nos traslademos a Parma y acompañemos a los personajes como si fuéramos un miembro más de aquella corte, como si conociéramos palacios, bosques, montañas y lagos, por haberlos paseado infinidad de veces en su compañía. Cuando cerramos la novela queda una sensación luminosa, pese a todo, fruto de la narración. 

Con esa luminosidad en la retina leemos a matacaballo una novela que podríamos llamar de serie negra del autor francés P. Lemaitre, ambientada en el mundo de la empresa y en el mundo del paro. Sin duda sería injusto comparar ambas novelas, no hay duda. Pero desde luego, en la segunda, la luminosidad no existe y queda el sabor amargo de muchas de las más feroces cosas de nuestra época que no es otra que la de forma de vida norteamericana.

Sin duda lo intuía Stendhal al escribir en la Cartuja de Parma esto: 

« Le comte discuta le mérite de chaque juge, et offrit de changer les noms. Mais le lecteur est peut-être un peu las de toutes ces intrigues de cour. De tout ceci, on peut tirer cette morale, que l’homme qui approche de la cour compromet son bonheur, s’il est heureux, et dans tous les cas, fait dépendre son avenir des intrigues d’une femme de chambre. 

D’un autre côté, en Amérique, dans la république, il faut s’ennuyer toute la journée à faire une cour sérieuse aux boutiquiers de la rue, et devenir aussi bête qu’eux ; et là, pas d’Opéra. »

Podría traducirse como sigue: 

“El Conde discutió los méritos de cada juez y se ofreció a cambiar los nombres. Pero el lector quizá esté un poco cansado de tanta intriga cortesana. La moraleja que cabe extraer de todo esto es que un hombre que se acerca a la corte compromete su felicidad, si es que es feliz, y en cualquier caso hace depender su futuro de las intrigas de una camarera. 

En cambio, en América, en la república, hay que aburrirse todo el día cortejando a los tenderos de la calle, y volverse tan estúpido como ellos; y allí, ¡nada de ópera!”.



martes, 2 de julio de 2024

Das Poligonen

Entre los ladrillos brillantes que forman la acera recién puesta se cuela, por la juntura, el brote tierno y primaveral de una planta, dos verdes y pequeñas hojas. Evito pisarlas, le dejo la tarea al de mantenimiento. Más adelante, en el suelo, un guanto enrollado y manchado de aceite, un guante de mecánico y me acuerdo de los tractores viejos y del olor a aceite de las cocheras en el campo, cuando era pequeño. Me invitan al café, acto hispánico, realizado con billete de cincuenta euros puesto sobre la barra negra de la Rosa Negra, pequeño y honrado bar de polígono con nombre de vieja taberna pirática. Se baja del camión de correos un tirillas en pantalón corto con pendientes en las orejas y unos aires que no gustan a primera vista. Son sinónimos de tirillas las palabras enclenque y alfeñique. Lo contrario sería, por ejemplo, referirse a un Sansón. A mi paso, un coche aparcado con dos individuos dentro arranca el motor. Como en las películas, pienso por un momento que me están esperando y que, confundiéndome con alguien, van a intentar liquidarme y tendré que saltar por la rampa del garaje para escapar. Ve usted demasiadas películas, oiga.



lunes, 1 de julio de 2024

A comprar el pan.

El sábado muy pronto subíamos la calle camino de la panadería, con una mañana espléndida, fresca, húmeda, con un cielo tirando a oscuro, cargado de nubes, como de Cantábrico. Sólo faltaba tener el paseo marítimo y un mar cárdeno esperando tras el cambio de rasante. Por la acera de la izquierda, un chico desemboca corriendo en la calle principal, desde una bocacalle. Corre a toda velocidad, pero no puede ser para coger el autobús que está llegando a la parada que se ve a lo lejos, hay demasiada distancia. Lleva una bolsa negra a la espalda. Va mal vestido, como la bolsa, también en colores grises y negros. Ropa deportiva, pantalón corto gris, camiseta negra. Adelanta a toda velocidad a un señor que sube la calle como yo, a su ritmo, y que le mira al pasar con curiosidad. Al poco de adelantarle se detiene bruscamente ante la puerta del jardín de una casa, parece llamar con insistencia, le abren, entra corriendo, se cierra la puerta, desaparece el joven de la mochila. Se oyen ladridos y una voz de mujerona que ordena callar al perro. Al pasar al poco tiempo por delante de la puerta, el señor de hace un momento se detiene y pega el ojo, por breves instantes. ¿Por una mirilla, a través de la reja? Estamos demasiado lejos para poder confirmarlo. Enseguida sigue su paseo cuesta arriba y, dicho sea de paso, yo el mío. Miss Marple a nuestro lado es una aprendiz.

martes, 28 de mayo de 2024

Cosas sin importancia.

Un cretino ha contestado cuando le preguntaban por el menú para una cena: I am alergic to poison. La gente es tonta. Ya se sabe. Otro ha querido arreglarlo diciendo que en realidad quería decir que era alérgico al pescado, pensando en la palabra francesa. También debe ser tonto y ha visto como llegaban varios mensajes digitales refutando su torpe explicación con un “I do like fish!”. 

Salgo del cuarto de baño dónde un chico, pájaro o pavo, hablaba por teléfono con una mujer mientras maniobraba peligrosamente frente a la gran porcelana  blanca de Duchamp. Esto es algo que me ha parecido siempre inadecuado y desagradable. No entremos en detalles. 

Trato esta mañana con un increíble francés, con increíble acento galo al hablar inglés, increíble entusiasmo y una fotografía de perfil en la que sale un increíble careto, todo arrugado, acercándose morro y napia, ojos al cielo, completamente inesperado, fuera de la norma lerdo-estética y generador de una irrefrenable simpatía. 

lunes, 8 de abril de 2024

Lo de Satur. De los dietarios de A. Bergamota, época de hierro. Cortesía de Calvino de Liphostey, biógrafo autorizado y polígrafo.

Vamos a escribir lo de Saturnina que, si no, se nos va a olvidar. 

Parece que el terrible coletazo que nos ha sacudido el invierno, cargado de viento, lluvia, frío y hasta nieve se va poco a poco alejando. Ya hemos tenido los primeros destellos de esa luz primaveral purísima, cristalina, de una fineza que le deja a uno soñador. De camino al polígono, la gran curva de la M-40 enseña de nuevo todo el perfil de Madrid, de la Moncloa al Pirulí, con las crestas de la sierra nevadas. Lo hace ayer con esa luz primaveral, prístina, como del inicio de la Creación, matizada por la humedad y el verdor consecuencia de la lluvia de estos días. En unos segundos, a la velocidad del coche, pasamos revista a toda la ciudad que desde la altura relativa de la carretera parece colocada en el fondo de un plato hondo sin que por ello deje de lucir espléndida. Paisaje para detenerse a dibujar o a pintar, si se tuviera talento para ello. 

Al salir del garaje por la rampa veo llegar por la entrada general al recinto el coche color naranja chillón de Saturnina. Satur o Nina, depende de quien se dirija a ella, es ingeniero y trabaja también en el poligó. Es bueno precisarlo porque Satur tiene a veces un aire como de despiste, de faltarle un hervor, de no enterarse, y su voz aguda, casi de pito, no ayuda a desmentirlo. Pero es lista, no se crean. Detiene el coche y se baja para acercar la tarjeta a la columna de la barrera y abrirla. Lo hace con su sonrisa y nos saludamos con la mano. La forma en que va vestida seguro que es cómoda, comodísima, tiene que serlo, no puede ser de otra forma. Al abrirse la puerta se escapa del interior del coche un estruendo feroz, la música más dura y cañera que imaginarse pueda, kañera con k realmente. Hasta el punto de que casi me detengo. Sigue sonriendo, se baja sin variar el volumen, abre la barrera y vuelve al coche cuya música, si podemos llamar a ese ruido música, sigue atronando la calle en esta hora temprana y fresca de primavera. Al cerrar la puerta se hace el silencio, un silencio relativo claro, el de antes de la monstruosa fanfarria. Se oyen la circulación del tráfico a media distancia, algún movimiento, voces, pasos, gente, y el piar de los pájaros cantando a la estación. Satur según, me dijo, es una amorosa madre de familia. No dudo de ello, además. Y se llama Saturnina que es algo muy meritorio cuando esta misma semana he conocido a dos Janneth. Misterioso nombre cuya traducción al español supongo que será Juana, sin más.


miércoles, 3 de abril de 2024

Calixto y Melibea a lo moderno, con permiso de Azorín, para la introducción y el final que son prestados.

Desde la ancha solana que está a la parte trasera de la casa se abarca toda la huerta en que Melibea y Calisto pasan sus dulces coloquios de amor.

- Oye Meli.

- Que no me llames Meli, que te lo tengo dicho, ¡narices!

- Melibea, que genio tienes.

- El que me parece.

- ¡Y que rica estás!

- No empecemos.

- ¿Y qué te parece morir juntos por amor?

- Muérete tu primero y luego voy yo. Vamos, si no te importa.

- Ya veo que no te hace gracia.

- Pues claro que sí, ¡los amantes de Teruel, tonta ella y tonta el!

- Es que me aburre esto de andar paseando por los jardines estos, con la otra al loro y eso.

- ¡Las manos quietas que cobras!

- ¡Tampoco es para ponerse así, que uno no es de piedra!

- Cada cosa a su tiempo Isto, te lo he dicho ya mil veces. Y ahora paciencia. La culpa la tienes tu, por enredar con la bruja esa. ¿Pero tú que te has creído?

- Se me cruzaron los cables, la culpa la tuvo…

- Pero qué culpa ni que narices, pues no la caló rápido mi madre. A los dos minutos estaba batiendo palmas y la pusieron de patitas en la calle.

- Me dijo que os conocía y pensé…

- ¡Pero que nos va a conocer!

- Tu padre no dijo nada menos mal, es más caritativo el hombre.

- No es esa la versión de mi madre.

- Mejor dejarlo.

- ¡A ver cuando hablas con él, que estás pasmado!

- Deja que pase un tiempo Melibea, que se olvide del lío con la vieja.

- Tu dile que eres de buena familia, y que tienes posibles, lo del piso amueblado, la casa de la playa, que tienes colocación. Y le invitas a cenar.

- Pues sí.

Todo es paz y silencio en la casa. Melibea anda pasito por cámaras y corredores. Lo observa todo; acude a todo. Todo lo previene y a todo acude la diligente Melibea; en todo pone sus ojazos verdes. De tarde en tarde, en el silencio de la casa, se escucha el lánguido y melodioso son de una vihuela: es Alisa que tañe. Otras veces, por los viales de la huerta, se ve escabullirse calladamente la figura alta y esbelta de una moza: es Alisa que pasea entre los árboles.

Calixto está en el solejar, sentado junto a uno de los balcones. Tiene el codo puesto en el brazo del sillón, y la mejilla reclinada en la mano. Hay en su casa bellos cuadros; cuando siente apetencia de música, su hija Alisa le regala con dulces melodías; si de poesía siente ganas, en su librería puede coger los más delicados poetas de España e Italia. Le adoran en la ciudad, le cuidan las manos solícitas de Melibea. No tiene Calixto nada que sentir del pasado; pasado y presente están para el al mismo rasero de bienandanza. Nada puede conturbarle ni entristecerle. Y, sin embargo, Calixto, puesta en la mano la mejilla, mira pasar a lo lejos, sobre el cielo azul, las nubes.

 

viernes, 22 de marzo de 2024

La montaña. De los diarios de A. Bergamota. Época de hierro.

Volvían a Málaga por la misma carretera. Ella explicaba con extraordinaria verborrea la vida de su familia poniendo en común con todos los pasajeros su mundo y sus cambios. Mis padres han vivido toda su vida en el mismo barrio burgués de París y eran médicos los dos. Claro que viajaban algo, pero sólo por vacaciones. Y ahora tienen un nieto en el extranjero y cada uno en un continente, y yo aquí, en España. Se hizo un pequeño y repentino silencio, esperando el final de la frase. Tal vez por pura intuición, oliéndose que podía sacar los pies del tiesto, pudo acabar con acierto diciendo: …España, que es Europa. Un triunfo, lograr así que el conductor no se saliera de la carretera. 

Bergamota, un poco cansado por la agotadora perorata, al pasar delante de aquel paisaje que le era familiar dijo: 

- Miren, esa montaña es de unos amigos míos. 

- ¿Quiere decir que tienen una casa en la montaña?

- No, no. Exactamente al revés, que esa montaña está dentro de los límites de su finca, que es suya y les pertenece todavía, aunque los tiempos hayan cambiado. Pero ellos no han cambiado y la montaña tampoco, no se mueve. Por el contrario, los dueños disparan sin dar el alto a todo el que sí lo hace dentro de su propiedad, sin tener permiso. 

- ¡Disparan! ¡Mon dieu!

- Si, con perdigones de sal, sin piedad, a mala idea. Nadie con posaderas anchas se arriesga a pasear por allí, nadie con un culazo, como se dice hoy en día en que todo es tan ordinario, se atreve. Es un blanco muy apreciado por los dueños de la montaña, su blanco predilecto. Se dice que mezclan pimienta con la sal. 

Hubo en el coche como un estremecimiento y se hizo el silencio. Se apretaron las posaderas y se inclinaron los cogotes sobre los móviles. Todos menos el de Bergamota que miraba de reojo como se alejaba con la velocidad aquel paisaje familiar. 


jueves, 21 de marzo de 2024

No crea que cuando murmura no se le oye. De los dietarios de A. Bergamota. Época de hierro (esto es, antes de Nava).

Cuando apenas terminada la comida se produjo la estampida, uno de los convidados se asombraba de lo concurrido que estaba el lugar. Bergamota escuchaba con paciencia. Había explicado ya varias veces como son los horarios de comer en España y que en una honrada provincia se respetan escrupulosamente. ¡Es increíble! insistía el convidado, un extranjerote. - ¡Son las dos y está lleno y cuando sean las tres seguirán comiendo! - Claro - contestó Bergamota ya un poco harto-, si empiezan a comer a las dos no pueden terminar a la una y media, ¿comprende? Pero nadie escuchaba ya, miraban los móviles con la cerviz doblada. Esto sin duda salvó a Bergamota que con ese comentario punzante se la había jugado. Una voz a su espalda dijo sin embargo por lo bajini: - No crea que cuando murmura no se le oye.