EL CEPOGORDISMO se permite reproducir aquí, para disfrute de sus cuatro seguidores despistados en materia de toros en la red, la reseña de la corrida de Saltillo publicada por Andrés de Miguel en su blog Adiós Madrid (adiosmadridtoros.blogspot.com) con fotografías de Andrew Moore. No tenemos permiso expreso de ninguno de ellos, pero esperamos que no les importe.
La Redacción.
ANDRES DE MIGUEL (ADIOS MADRID)
Una
corrida del siglo XIX, apta para ser dibujada por Daniel Perea y contada por
Sánchez de Neira o F. Bleu o Peña y Goñi o cualquiera de los apóstoles del
integrismo en la Revista La Lidia que se editó entre 1882 y 1900. Nada que ver
con la brava y encastada corrida del pasado mes de septiembre en Madrid.
Toros duros de Saltillo con
antigüedad de 1845
Una
corrida con toros de embestida imprevisible, cara alta, duros de pezuña,
incansables y aviesas intenciones. El tercero se fue al corral después de los
tres avisos y dos estocadas hasta la bola, con la cara bien alta, la boca
cerrada y espantando a los mansos.
Luvino-43 con la
espada hasta la bola, acomete a José Venegas
El
cuarto, condenado a banderillas negras en lo que pareció un exceso de celo del
presidente, puesto que el toro había sido sangrado en varias entradas al
caballo, aunque no se quedara fijo en ninguna, no dejó de mirar al torero, el
quinto repetía embestidas por su pitón derecho aún con la cara siempre alta y
sin humillar.
Banderillas negras para Cazarrata-45
Los dos
primeros, de discutible trapío para Madrid, fueron sencillamente imposibles,
pues después de huir de los caballos no embestían a la muleta. Rafael Cabrera
contó hasta dieciséis desarmes de
matadores y peones sólo entre los toros segundo a quinto.
Discutible trapío e
indiscutible seriedad
Una
corrida que recordaba vivamente las viejas películas de los años 10 y 20 del
siglo pasado. Películas que los matadores de ayer no parecen haber visto, y
desconocen la técnica de toreo por la cara, pases de castigo, desplantes y
adornos.
Sánchez Vara
No
saben que con la bravura silvestre como la de los toros de Saltillo de ayer,
que quizá no se diferenciaran mucho de los que fueron lidiados en Madrid el 14
de julio de 1845 cuando el hierro tomó la antigüedad, hay que agotar al que
sale bravo y castigar al manso, que no hay que dar cuartel al toro, que como
decía Joselito “El Gallo”: “a los toros hay que darles leña desde que salen de
los chiqueros”.
Alberto Aguilar
José Venegas
Se
perdieron en intentar componer series de derechazos como Aguilar o en remedar
pases del desprecio como Venegas o en defenderse de las acometidas al bulto
como Sánchez Vara. Todos ellos fueron despedidos con palmas que hacían más
referencia al mal trago que habían pasado que a su capacidad.
César del Puerto
recibiendo a Jabalinoso-67
Claro
que, ya que no a cargo de los matadores, hubo escenas que mostraron como se
puede alcanzar lucimiento con esos toros. Así César del Puerto, de la cuadrilla
de Alberto Aguilar paró con gran autoridad al quinto toro y David Adalid puso
cuatro grandes pares de banderillas de mucha exposición a los toros tercero y
sexto de José Venegas, el segundo de ellos absolutamente extraordinario.
David Adalid pareando
con exposición en sus dos toros
Una
corrida que tuvo como virtud llevarnos a un coso de finales del siglo XIX o
principios del XX sin necesidad de verlo en el desenfocado celuloide de la
época, que sirve para recordarnos que el toro bravo proviene de un animal
salvaje y que la esencia de la corrida de toros consiste en domeñar esa acometividad,
que ejerce de espejo donde mirar el espectáculo tantas veces domesticado y
hasta melindroso de tantas corridas actuales, pero que hace tabla rasa de la
depuración de la cría de los toros bravos en los últimos 150 años. Sin embargo
con este recuerdo, hoy se nos hará cuesta arriba asistir a la corrida de
Beneficencia anunciada, de seguro tan distinta.
Una corrida de otros
tiempos
Una
corrida que resultó entretenida para todos los asistentes pero a costa de
sustituir un espectáculo cuya justificación se encuentra en trascender el
dominio del toro por el torero en belleza, en otro que atiende a sentimientos
más primarios, de emoción basada en el miedo del espectador.
Fotografías de Andrew Moore
Publicado en Opinión
y Toros