Cuando parece que el internacionalismo higienista avanza inexorable imponiendo por doquier su siniestra dictadura de la salud, resulta que no todo está completamente perdido, la raza sigue vive y hay esperanza. La resistencia aparece, si bien todavía falta organización. Daremos a continuación dos testimonios gráficos que nos hacen concebir las mayores esperanzas. Un equilibrio entre una salubridad razonable y la libertad individual parece posible. Pero no hay que bajar la guardia, al contrario es necesaria una contraofensiva que primero detenga las acechanzas de la obsesiva pulcritud mundialista, con su tosca ignorancia de los matices y las sombras, con su mecánica implantación de un tipo de hombre único y robotizado, para luego propinarle duros golpes en los morros, que la hagan retroceder a su cubil profiláctico.
Antes de pasar a las fotografías que hemos presentado con este breve texto, nos referiremos a una anécdota personal que vivió el cepogordista hace ya muchos años, en tiempos de pasadas mocedades. Desayunaba quien ya era un cepogordista neto en un bar viejo de Castilla la Vieja y terminaba de dar cuenta de la tercera magdalena. El bar estaba lleno y se oían las voces de los que ya a hora temprana tomaban café, dedal de anís, carajillo, pincho de tortilla, tapa de oreja al ajillo o ración de mollejas rebozadas para entonar el día. A medida que daba cuenta de las magdalenas el cepogordista doblaba cuidadosamente el graso papel del envoltorio y lo colocaba con habilidad sobre el plato del café con leche. Nadie se fijó al principio pero al hacerlo por tercera vez el cepogordista se sintió como observado. Al doblar el cuarto papel de la cuarta magdalena y tratar de apoyarlo en equilibrio precario sobre el platillo, con riesgo incluso de volcar el vaso de café, notó de repente que se había hecho un gran silencio. Sin mediar palabra, con un gesto tranquilo, su acompañante de aquél día, un hombre de más años y experiencia se giró hacia él con tranquilidad y le dijo: No hagas eso. Luego con gesto seguro cogió con los cuatros papeles del platillo del café y con gesto elegante los tiró al suelo. Se reanudaron las conversaciones después de algo así como un suspiro de alivio.
Habrá que volver sobre estas cuestiones que tienen más importancia de la que parece. Vamos a las fotos.
La primera: suelo de bar de poligó con sus papeles en el suelo, sus mármoles y espejos en la pared de la barra, la punta de un náutico y zapato negro de tronío.
La segunda: manina de señora con anillo fumando un puro.